viernes, 29 de junio de 2018

Evento del mes de junio

Publicado por David Arbizu

LOS REFUGIADOS CLIMÁTICOS
Estamos siendo testigos del gran conflicto político, social y económico que supone la continua llegada de refugiados e inmigrantes a muchos de los considerados países “desarrollados”, destacando especialmente Estados Unidos y la Unión Europea. Durante la madrugada de hoy, 29 de junio de 2018, los líderes europeos han acordado la creación de “centros controlados” para acoger a las personas que llegan a los países miembros y separarlas dependiendo si son refugiados y se les otorga el estatus de protección o si son inmigrantes económicos, en cuyo caso serían devueltos a sus países de origen. Al mismo tiempo, hace pocos días que también se estableció un preacuerdo para crear “plataformas de desembarco” en países terceros donde llevar de vuelta las embarcaciones que transporten inmigrantes interceptadas en el Mediterráneo con el fin de “clasificar a las personas” según su derecho o no al asilo y así permitir o no su entrada.
No es el motivo ni el enfoque de este artículo hacer ningún análisis político ni de otro tipo sobre estas situaciones y acuerdos, pero son importantes a tener en cuenta para el desarrollo del verdadero tema principal, que son los refugiados climáticos.

Durante las últimas semanas de este mes de junio, diplomáticos de todo el mundo se reunieron en Nueva York y Ginebra para elaborar nuevos acuerdos globales que apuntan a establecer nuevas pautas sobre cómo los países deben lidiar con un aumento sin precedentes en el número de personas desplazadas, que ahora ha alcanzado la cifra de 65,6 millones en todo el mundo. Estas nuevas pautas, al igual que todo lo comentado en el párrafo anterior, se centran en las políticas de acceso a los países más desarrollados y en cómo conseguir proteger sus fronteras, pero estas reuniones y acuerdos no están teniendo en cuenta una categoría de migrante que es la persona que se ve obligada a dejar el lugar donde vive debido a que ya no es habitable, a que ya no es posible la supervivencia por razones climáticas, por lo que conocemos como “desastres naturales”. Este tipo de migrante es el “refugiado climático”, una persona en una situación que no se puede clasificar tal como estos acuerdos pretenden y que de momento carece de una definición formal, reconocimiento o protección según el derecho internacional, algo que es sorprendente si se analizan datos como los que establecen que desde el año 2008 ha habido un promedio de 24 millones de personas que cada año han tenido que desplazarse debido a las catástrofes naturales y que estas catástrofes, estos eventos, son cada vez más numerosos y devastadores, lo cual significa que esa cifra seguirá aumentando.

Puerto Rico. Devastación tras el paso del huracán María (2017)

El pasado mes de marzo, el Banco Mundial publicó el “Informe Groundswell: Preparación para la migración climática interna”, basado en el estudio de tres regiones que juntas representan el 55% de la población del mundo en desarrollo: África subsahariana, Asia meridional y América Latina. El informe concluye que para el año 2050 el cambio climático empujará a decenas de millones de personas a migrar dentro de sus países y prevé que, sin una gestión y acciones de desarrollo enfocadas en frenar los efectos negativos sobre los patrones climáticos, alrededor de 143 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse dentro de sus propios países. El informe también explica que las áreas más pobres y más vulnerables al clima serán las más afectadas y que lo que principalmente forzará las migraciones será la falta de agua junto con la baja productividad de los cultivos y también el aumento del nivel del mar y todas las inundaciones costeras provocadas por tormentas y huracanes.

Aunque las tres regiones elegidas para realizar el informe puedan ser las más afectadas, los patrones atmosféricos extremos, el aumento del nivel del mar y los eventos relacionados con erupciones volcánicas, terremotos y todo lo relacionado con las fisuras que se están abriendo en muchos lugares diversos de la Tierra, nos están mostrando que cualquier parte del planeta puede ser afectada y que de repente puede haber un gran número de personas, de cualquier país o región, que necesiten ayuda y asistencia para sobrevivir; además, estamos siendo testigos de que parte de lo que prevé el informe para el año 2050 ya está sucediendo ahora. Un ejemplo de esto son los terribles incendios forestales que el año pasado azotaron y destruyeron enormes áreas de Estados Unidos, otro ejemplo es la situación que afecta parte de la zona del Ártico, sobre todo de Alaska, donde tanto el deshielo de la superficie helada como del permafrost están provocando daños irreparables en muchos pueblos que ya están iniciando los procesos de reubicación y abandono de residencias que van a quedar sumergidas o destrozadas por las grietas y movimientos del terreno. La foto que sigue a continuación corresponde al pueblo de Kivalina (Alaska), que va siendo devorado por el aumento del nivel de mar. La imagen superior derecha muestra cómo era todo antes del deshielo.


Muchos expertos y científicos están alertando del problema de los refugiados climáticos y cada vez son más los estudios e informes que establecen relaciones directas entre el calentamiento global, el aumento del nivel del mar, el incremento de huracanes e incluso el movimiento de las placas tectónicas y la actividad volcánica. De hecho, algunas situaciones son cada vez más de conocimiento público, como las que soportan algunas islas del Pacífico que con el paso del tiempo van quedando más inundadas y las de algunos países africanos donde la sequía ha causado abandono de tierras de cultivo, granjas y poblados.

Pariahan (islas Filipinas): aldea que ha quedado inundada y está prácticamente abandonada

En una jornada llamada “Migraciones climáticas”, realizada el 26 de enero en Madrid, se señalaron tres fenómenos que se iniciaron el siglo pasado y que se consideran ocasionadores del cambio climático y, por lo tanto, del surgimiento del refugiado climático. El primer fenómeno es la brecha entre la economía y el medio ambiente: cuanto mejor le va a la industria, peor le va a la naturaleza. Tal como explica Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo: “Llamamos producción de petróleo a lo que es extracción. Un eufemismo, porque no se está produciendo nada. Se produce en un cultivo; aquí solo se extrae. Y en cada extracción nos quedamos un poco más pobres”. Esta continua extracción y perforación de la superficie y capas subterráneas de la Tierra está provocando falta de compacidad, fisuras y grietas, movimientos sísmicos, avalanchas y deslizamientos de tierra cuando el terreno queda debilitado por las lluvias, incluso se ha relacionado con erupciones volcánicas, como algunos medios han hecho al relacionar la erupción del volcán Kilauea (Hawái) con las operaciones de perforación de la planta geotérmica que estaba operando dentro de una zona considerada parte del caldera volcánica.
El segundo fenómeno es la ruptura social, el aumento de los conflictos entre seres humanos, ya sea por la religión, la raza o cuestiones económicas y/o políticas como la propiedad del territorio. Esto no tan solo dificulta la acción unificada que requiere la lucha contra el calentamiento global, sino que provoca migraciones por genocidios y todo tipo de ataques donde se pueden incluir las guerras y conflictos armados que ahora hay en el planeta.
El tercer fenómeno es “la ruptura en nuestro propio yo” o lo que también se podría llamar la caída de los valores del individuo, del ser humano. Tal como señala Víctor Viñuales: “En el año 2000, hubo más muertes por suicidios que por tráfico y terrorismo. Esto delata un desapego a la vida y, por extensión, al planeta en que vivimos”. Esta falta de conciencia, de amor y de respeto por el prójimo y por el planeta y todos sus seres vivos es el resultado de una sociedad cada vez más individualista, egocentrista, donde solo se procura el bienestar de uno mismo y de lo más próximo, de lo que puede afectar ese bienestar personal.

Vista aérea de la destrucción causada por la erupción del volcán Fuego (Guatemala)

A todos los efectos negativos que pueden causar las catástrofes naturales hay que añadir no tan solo que la actividad humana es la principal causante del desequilibrio de los sistemas que sostienen la biosfera y de la sexta extinción masiva, sino que muchos de estos eventos naturales pueden provocar situaciones muy graves y devastadoras al poder afectar instalaciones relacionadas con actividades altamente peligrosas que el hombre está llevando a cabo, como pueden ser las centrales nucleares, tal como pasó en Fukushima, el almacenamiento de enormes cantidades de productos químicos mortalmente tóxicos, el desarrollo y pruebas de armamento y tecnología militar, la puesta en marcha de proyectos de geoingeniería cuyo resultado puede ser peor que el previsto, etc.

Entramos de lleno en un período de tiempo donde aumentarán los refugiados climáticos y cada vez más personas serán conscientes del gran problema que se tendrá que afrontar en un planeta superpoblado donde va quedando menos margen para la rectificación y la puesta en marcha de acciones que detengan el desequilibrio y el deterioro de la biosfera, donde también podrán aumentar las zonas afectadas por los eventos y catástrofes que dificulten la supervivencia y donde el tema de los refugiados climáticos deberá ser abordado desde una perspectiva global, planetaria.