sábado, 30 de septiembre de 2017

Eventos destacados del mes de septiembre

Publicado por David Arbizu

LOS EFECTOS DE LA PÉRDIDA DE SEDIMENTOS DE LOS RÍOS POR EL IMPACTO DE LAS PRESAS
Desde hace siglos, el hombre ha construido diques y embalses en los ríos para poder aprovechar su agua por diferentes motivos. De hecho, se han encontrado esbozos de presas y redes de canales que se considera que fueron planificados antes del año 2000 a. C. y hasta el momento presente sigue habiendo proyectos de construcción en muchas partes del mundo. Actualmente las presas y reservorios de agua fluvial se planifican para el riego, la distribución de agua potable a zonas habitadas, la distribución de agua para uso industrial, controlar el cauce para evitar crecidas e inundaciones y también para generar energía al formar parte de centrales hidroeléctricas.

Desde el siglo pasado, algunos científicos, expertos medioambientales e ingenieros fluviales han centrado sus estudios en los cambios que causan, sobre todo, las grandes presas, ya que normalmente crean embalses que afectan áreas geográficas muy extensas y que no solo afectan al río sino también a toda la superficie que queda inundada. Además, la presa tiene una influencia y provoca unos cambios medioambientales que se extienden desde los límites superiores del embalse hasta lo que se puede considerar la cuenca hidrográfica del río a partir de la presa, incluyendo la desembocadura e incluso la costa y el mar.

Presa Jinping-I en el río Yalong (China)

Estos grandes diques y estos grandes reservorios de agua provocan muchos efectos ambientales sobre la fauna, el suelo y su compacidad y la vegetación, además de todos los efectos provenientes de su construcción, de su mantenimiento y toda la destrucción que se realiza al necesitar carreteras de acceso y, en el caso de una central hidroeléctrica, todo lo que suponen sus instalaciones, funcionamiento y sistemas de transporte de la electricidad. También hay que tener en cuenta que, al crear un embalse, posiblemente van a aumentar algunas actividades agrícolas, industriales y, en algunos casos, incluso turísticas alrededor de toda la zona.

Todo esto ya deja entrever una agresión sobre hábitats y ecosistemas relacionados con el río y con la pérdida de suelo, donde el gran impacto lo recibe todo el sistema fluvial debido a la pérdida de la calidad de sus aguas, de la fuerza del flujo y del cauce junto con un desequilibrio de la salud de todo el sistema debido al aumento de plagas, como pueden ser algas y plantas invasoras y de la contaminación, sobre todo la que provocan las actividades humanas. También existe una agresión a nivel energético, ya que muchos ríos coinciden con meridianos del planeta y estas modificaciones provocan cortes de energía y bloqueo de meridianos. De todas maneras, el tema que últimamente y principalmente atrae y preocupa a los expertos y científicos es el relacionado con los sedimentos, sedimentos que quedan frenados en la presa y que afectan toda la estructura del río y, en especial, su desembocadura.

Estos sedimentos, estas partículas que se asientan en el embalse y no pueden seguir aguas abajo, son la causa de graves problemas que ahora, con el cambio climático y la severidad extrema tanto de las tormentas como de las sequías junto al aumento del nivel del mar y del oleaje que está afectando a las costas, han hecho que se valoren mucho más todos los problemas que causan las presas y esa falta de sedimentos que son vitales en todos los sentidos. Por esta razón, a pesar de que sigue habiendo proyectos de construcción de presas, algunos países, sobre todo de Europa, las están eliminando. En estos momentos se calcula que hay 57 000 grandes presas en el mundo, sin contar las innumerables presas pequeñas y que estas presas bloquean miles de millones de metros cúbicos de sedimentos naturales fluviales que son muy necesarios y cuya falta está creando graves problemas especialmente en desembocaduras, deltas, estuarios, manglares y todo tipo de humedales.

Presa en el río Colorado, situada más arriba del Parque del Gran Cañón (Arizona)

Todos los sedimentos que los ríos aportan en su desembocadura, en la zona costera, mantienen la estructura y la salud de esos ecosistemas vitales para muchas especies vegetales y animales, además son imprescindibles por su función de amortiguador contra el aumento del nivel del mar y de las mareas y oleajes. Gracias a los sedimentos se mantienen los hábitats costeros y facilitan que haya una mejor adaptación frente al aumento del nivel del mar. Para Robin Grossinger, científico del Instituto Estuario de San Francisco (California-Estados Unidos), la falta de sedimentos “es casi como privar la comida de estos sistemas, privar los nutrientes, los minerales y las vitaminas para que puedan crecer y adaptarse”.

En la actualidad, muchos estudios se enfocan en la búsqueda de maneras para que los sedimentos bloqueados en las presas puedan llegar a la parte baja de los ríos, porque es importante restaurar los humedales, las tierras que se han perdido de muchos deltas, estuarios y manglares, porque ahora el ser humano ve cómo aumenta el gran peligro de la erosión y la invasión de las aguas del mar en zonas habitadas o donde tiene intereses que preservar y se da cuenta de todo el daño que hacen esas grandes presas. Por suerte, avanzar y conseguir esta restauración y reequilibrio de estos ecosistemas va a beneficiar a muchos animales y plantas, ya que son áreas muy ricas y productivas que proporcionan lugares de anidación y hábitats para peces, aves y otras especies.

Aunque, tal como he dicho antes, en algunos países se están eliminando algunas presas importantes, muchos estudios buscan formas de restaurar el flujo de sedimentos sin llegar a destruir la presa. En todos los casos, es necesario estudiar antes las características de cada río y cada presa, para qué se construyó (control de inundaciones, generación de energía, planes de distribución del agua) y en qué momento mover esos sedimentos teniendo en cuenta los ciclos naturales del propio río y de todos los hábitats y ecosistemas que atraviesa y de los que forma parte. Voy a enumerar algunos ejemplos donde se han hecho cambios para facilitar la llegada de sedimentos río abajo:

El río Mississippi (Estados Unidos): Es uno de los grandes ríos del planeta más castigados y del que, al mismo tiempo, dependen millones de personas y también de animales y plantas. En él hay muchísimas presas y una red de diques, compuertas y canales para controlar las inundaciones que el río provocaba en sus ciclos naturales y que aportaban riqueza a toda la tierra. Estos bloqueos han impedido que la gran cantidad de sedimentos que genera el Mississippi hayan llegado durante años a su delta, formado por humedales y pantanos costeros y que, desde hace decenas de años, esté perdiendo tierra mientras las aguas del mar van invadiendo toda la zona, algo potenciado por el aumento del nivel del mar y las tormentas, cada vez más fuertes, que llegan al Golfo de México. Toda esta zona costera es el hogar de una quinta parte de las aves acuáticas de América del Norte, allí viven millones de personas y, por desgracia, también es uno de los centros más importantes de la industria del petróleo y el gas, tanto por las actividades de extracción como por las de refinación y exportación.

La línea costera del delta del Mississippi tiene una longitud de 650 km., lo cual refleja la magnitud de este río y su poder, aunque toda esta franja esté cambiando, deteriorándose e incluso hundiéndose por esa falta de visión y respeto por los ciclos y llegada de sedimentos del río. Durante la última década, la Autoridad de Restauración y Protección Costera de Luisiana (CPRA), un organismo estatal, ha restaurado miles de hectáreas de pantanos, transportando hasta esta zona sedimentos desde los lugares donde están bloqueados y desde el lecho marino y ha dragado decenas de islas artificiales para contrarrestar la destrucción e iniciar una recuperación del delta, pero estas acciones no son suficientes y los humedales y pantanos se siguen perdiendo por la entrada del mar. Ahora se quiere poner en marcha un proyecto para abrir las compuertas de algunos diques permitiendo que las aguas inunden partes del delta y puedan transportar sedimentos, pero este proyecto está siendo frenado por grupos poderosos como las grandes compañías petroleras e incluso por la industria pesquera, grupos que han contribuido a la destrucción del río y sus ecosistemas, sobre todo con la contaminación, las perforaciones de pozos y la construcción de canales, algo que ha facilitado la entrada de agua salada y ha debilitado la compactación de la tierra, grupos a los que no les interesa que cambie la configuración actual del río porque podría perjudicar sus instalaciones e intereses.

En todo caso, es tanto el daño generado, que no tan solo difícilmente se podrá recuperar el delta, aunque se pongan en marcha todos los proyectos, sino que se calcula que se seguirán perdiendo grandes áreas pantanosas y humedales debido al aumento del nivel del mar, algo que en esa zona va a ser muy difícil de controlar.

Mapa que muestra todo el alcance y majestuosidad del río Mississippi

El río Amarillo (China): El río Amarillo es el segundo río más grande de China y es el que contiene más arena y barro del mundo debido a que pasa por una meseta y se produce una gran entrada de sedimentos en sus aguas. Es uno de los ríos que provocaba grandes inundaciones, lo cual se ha solucionado con la construcción de diques y presas. También, debido a la actividad humana, junto a la superpoblación, ahora es un río muy contaminado, con gran parte de su ribera destruida por los campos de cultivos y las industrias. Desde el año 2015, China puso en marcha un plan para detener el grave deterioro de las aguas de sus ríos y todo el bloqueo de sus sedimentos debido a la gran cantidad de enormes presas que se han construido. En algunas presas del río Amarillo se han construido portales especiales que permiten que los sedimentos sean descargados aguas abajo. En el caso de la gran presa de Xiaolangdi, durante dos semanas al año, grandes cantidades de agua limpia y llena de sedimento son arrojadas por debajo de la presa para permitir que fluya por el río y pueda alimentar las tierras y llegar a la desembocadura para evitar la destrucción del delta y favorecer los recursos naturales que evitan la erosión del mar.

Río Amarillo (China)

Muchos de los grandes ríos del planeta forman deltas con humedales y pantanos en sus desembocaduras que representan zonas de un gran valor para la biosfera e incluso para el equilibrio de los patrones climáticos. En algunas zonas no existen apenas acciones para su cuidado y mantenimiento y se está llegando a un punto de inflexión a partir del cual ya van a ser imposibles de recuperar. Son zonas donde también hay superpoblación que vive de forma precaria y donde también se han instalado grandes industrias que han contaminado grandes áreas sin recibir controles ni penalizaciones. Algunos de los deltas y humedales destacables donde hay una gran devastación son los Sundarbans, que forman el bosque de manglar más grande del mundo y ocupa una parte de la costa norte del Golfo de Bengala, entre India y Bangladesh, donde desembocan grandes ríos como el Ganges, el Brahmaputra y el Meghna; el delta del río Niger (África), totalmente devastado y contaminado por las grandes industrias petroleras; el río Yangtsé, donde está la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo y el río Mekong, ambos en China; el río Amazonas; el río Paraná, que junto con el río Uruguay y el río Paraguay forma el estuario del Río de la Plata, en Argentina; el río Nilo, en Egipto, donde las presas, la superpoblación que explota y depende del río, la agricultura y la contaminación, junto con la severa sequía que está sufriendo desde su lugar de nacimiento, en Burundi y a través de todo su cauce por países como Etiopía, están diezmando el río, causando la destrucción de su delta y facilitando la entrada de agua salada del mar Mediterráneo que está devastando la línea costera y, aguas arriba, toda la fertilidad de un suelo que siempre ha dependido de las inundaciones y llegada de ricos sedimentos del río.

Las luces de ciudades y pueblos superpoblados delimitan el delta del Nilo

Otros ríos más pequeños también tienen los mismos problemas, como es el caso del río Ebro, en España, del río Rin, que desemboca en el mar del Norte y del río Ródano, que desemboca en el mar Mediterráneo, por citar algunos.
Algunos científicos ya llevan muchos años alertando de los grandes problemas que causan las devastaciones de los deltas de los ríos en el planeta, algo que afecta a todas las capas de la biosfera, a todas las formas de vida, al clima de todo el planeta, porque la salud de los ríos y costas es vital para el equilibrio de la Tierra. También advierten que si sigue aumentando la temperatura del planeta y el ser humano no frena sus actividades destructivas y contaminantes, el deshielo y el aumento del nivel del mar van a provocar la desaparición de todos esos deltas, incluso ni que se recuperara todo el transporte de sedimentos de los ríos.
Así que, una vez más, observamos la falta de conciencia, criterio y respeto del ser humano sobre otra parte fundamental que forma la biosfera y que es fuente de vida, una vida que seguimos poniendo en peligro y que, tarde o temprano, va a afectarnos a todos.


jueves, 14 de septiembre de 2017

Eventos destacados del mes de septiembre

Publicado por David Arbizu

LOS HURACANES: ¿CÓMO SE FORMAN? ¿CÓMO AUMENTAN SU POTENCIA? ¿CÓMO SE PREDICE SU RUTA? ¿QUÉ SUCEDE BAJO EL AGUA CUANDO ESTÁN EN MAR ABIERTO?
El principio de un huracán está en la formación de una perturbación climática u onda tropical, que es un fenómeno atmosférico que generalmente se forma sobre mares u océanos cuando se combinan el aire, un aumento de la temperatura del agua del mar y el calor de los rayos solares. Conforme va aumentando la fuerza del sistema atmosférico y, en especial, la velocidad del viento que lo forma, va cambiando de nombre y pasa por ser una depresión tropical, una tormenta tropical y, finalmente, un huracán o tifón.
Se considera que cuando la temperatura del agua del mar o del océano llega a los 26-27ºC, se inicia un proceso de evaporación facilitado por el aire o viento seco, que normalmente proviene del continente y el calor del Sol. Al evaporarse, el agua asciende atrayendo todavía más el calor de los rayos solares y toda esa energía térmica se va transfiriendo al aire. Ese vapor de agua transporta la energía hacia arriba, donde el aire es más frío, se condensa en forma de nubes y libera todo su calor elevando la temperatura del aire, que empieza a rotar ligeramente originando nubes cada vez más compactas y más altas.
 
Estas características necesarias para la formación de este sistema atmosférico se encuentran en las áreas tropicales, donde fácilmente se produce una situación de baja presión en la superficie del océano. El aire se eleva cada vez más rápido para llenar este espacio de baja presión, atrayendo a su vez más aire cálido de la superficie del mar. Este aire, en forma de vientos con determinadas direcciones debido a la rotación de la Tierra, hace que la tormenta gire sobre sí misma y tenga un desplazamiento este-oeste. Si permanece sobre el agua caliente, la tormenta tropical va creciendo y fortaleciéndose y también se va desplazando conforme aumenta la velocidad del aire que va siendo succionado desde el centro de la baja presión, de tal modo que puede llegar a convertirse en un huracán con vientos estructurados rotando a velocidades superiores a los 120 kilómetros por hora. El huracán se caracteriza porque tiene lo que se conoce como “ojo del huracán”, que es la parte central con condiciones más calmadas y donde la presión atmosférica es más baja. El ojo del huracán está rodeado de una banda nubosa, donde el aire se va enfriando a medida que se aleja del ojo. Toda la banda nubosa, formada por grandes espirales en continua rotación, está cargada con fuertes vientos y tormentas que provocan lluvias torrenciales y grandes descargas eléctricas.
 

La fuerza del huracán se mide según su categoría y para ello se utiliza la “escala Saffir-Simpson”, que fue creada para medir la fuerza de los huracanes en el continente americano pero ha acabado siendo utilizada, generalmente, como el sistema para categorizar los huracanes, ciclones y tifones. La escala Saffir-Simpson clasifica los huracanes según la intensidad del viento y describe los efectos y daños que pueden ocasionar teniendo en cuenta el oleaje y las inundaciones. Por ejemplo, esta es la descripción de un huracán categoría 5: Vientos superiores a 252 km/h. Daños destructivos en todo tipo de construcciones. Cortes de las vías principales. Árboles y postes derribados.
Quiero señalar que la palabra “huracán” se utiliza cuando este tipo de fenómeno atmosférico sucede en el Atlántico y en el noreste del Pacífico, cerca de las costas de América; cuando sucede en el Índico se utiliza la palabra “ciclón” y cuando es en el oeste del Pacífico, cerca de las costas de Asia y todas sus islas, se utiliza la palabra “tifón”.

Para predecir la formación, la intensidad y la ruta de un huracán, los meteorólogos se fijan primero en las tormentas que pueden potencialmente convertirse en huracanes. Actualmente tienen acceso a mucha información acumulada durante decenas de años sobre este tipo de fenómenos, pero la precisión a la que se ha llegado últimamente se debe a la tecnología y, en particular, a las imágenes que toman los satélites y a los datos que recogen los aviones especializados. De acuerdo con la NASA, trazar la ruta de un huracán depende de la precisión con la que se predicen los vientos en modelos computarizados y para ello es necesario que haya una precisión en el monitoreo y un seguimiento continuado.
A pesar de todos los avances tecnológicos, los expertos advierten que todavía es difícil predecir con 100% de exactitud la ruta que tendrá un huracán, ya que en cualquier momento puede bajar repentinamente su intensidad de maneras que la ciencia todavía no termina de entender.


Ahora ya estamos acostumbrados a las imágenes de los huracanes tomadas desde los satélites y también a los mapas meteorológicos donde se observa su situación, la posible trayectoria que puede seguir y su proceso de fortalecimiento o debilitamiento, pero quizás pocas personas se han hecho esta pregunta: ¿Qué sucede bajo el agua cuando un huracán está en mar abierto? La respuesta es que pueden suceder cosas positivas y cosas negativas. Los vientos del huracán soplan sobre la superficie del agua creando olas cada vez más grandes, que interaccionan más con el viento y siguen aumentando. Durante este proceso, bajo el agua se forman movimientos circulares bajo las olas y estos movimientos circulares, cuya potencia depende de la fuerza del viento al crear las olas, van creando círculos más pequeños, uno bajo el otro, formando movimientos orbitales conforme se internan profundamente. Para los peces que se desplazan lentamente, como el caballito de mar, los cangrejos o las tortugas marinas, estas olas y turbulencias pueden ser muy peligrosas, así como para otros seres cuyos hábitats se encuentran en zonas menos profundas, como es el caso de los corales, mientras que la mayoría de los peces y mamíferos marinos simplemente se apartan y se alejan del peligro.
En algunos casos, cuando hay huracanes muy potentes, estos movimientos orbitales pueden llegar al fondo del océano y entonces se aplastan y se forman movimientos horizontales que pueden tener gran envergadura y rapidez, levantar sedimentos e incluso mover objetos grandes como, por ejemplo, barcos hundidos. Al removerse el fondo del mar también se liberan muchos nutrientes que proporcionan una fuente de alimento para muchas formas de vida y fortalecen la cadena alimenticia.
Los movimientos orbitales provocan que se mezclen las aguas calientes de la superficie con las aguas frías de las profundidades consiguiendo que se refresque la capa más superficial del océano. Cuando esto sucede en zonas poco profundas da un alivio a los corales que pueden estar en peligro debido a las altas temperaturas, aunque, por otro lado, su supervivencia, así como la de otros animales como cangrejos, ostras, etc., se ve amenazada por la fuerza del oleaje.


En la imagen superior se observa el huracán Irma pasando por encima de la República Dominicana. Irma ha sido noticia durante toda la semana pasada, pocos días después de que otro huracán, el huracán Harvey, de categoría 4, causara gravísimas inundaciones en Texas y Luisiana. El huracán Irma llegó a categoría 5, considerándose un súper-huracán, llegó a tener un tamaño similar al de Francia y en su trayectoria por el Caribe arrasó varias islas con sus vientos sostenidos de casi 300 km/h., sus lluvias torrenciales y el gran oleaje provocado. También afectó con fuerza la península de Florida, aunque allí llegó debilitado a categoría 4 pero igualmente causando destrucción y graves inundaciones. Ambos huracanes dejaron decenas de muertos a su paso. 

Aunque se considera extraño que, en el Atlántico, un huracán pueda llegar a categoría 5, el cambio climático que está experimentando la Tierra favorece todas las condiciones para que se genere un huracán de estas dimensiones. Hay que tener en cuenta que las temperaturas del océano son cada vez más elevadas y que los patrones del viento sufren cambios y alteraciones, algo que también puede favorecer que el aire pueda elevarse sin encontrar flujos de viento cortantes que impidan su intensificación. Esa rápida formación facilita que lo que en principio es una tormenta tropical, que se forma frente a las islas de Cabo Verde (África), encuentre un largo camino a recorrer (la anchura del Atlántico) sobre aguas cálidas y sin encontrar masas de tierra que pudieran debilitarla.

El paso del huracán Irma por el Caribe y Florida nos dejó imágenes como la que sigue a continuación, donde se observa cómo ha desaparecido el agua de las playas y costas, como si el huracán la hubiera engullido.

Retroceso del mar en una de las playas de Tampa (Florida)

Este fenómeno sucede porque, al haber una presión atmosférica muy baja, el nivel del agua del mar sube en el centro del huracán y, por lo tanto, allí existe una gran atracción de agua. Si a esto añadimos la gran velocidad y potencia de los fuertes vientos del huracán moviéndose de forma circular en las zonas periféricas, nos encontramos con que en algunas costas los vientos empujan el agua en forma de gran oleaje hacia el interior provocando inundaciones, mientras que en otras desplazan el agua hacia el ojo del huracán, de manera que el agua va retrocediendo y deja una amplia zona sin agua, dando la sensación de que ha desaparecido. Tal como se pudo observar en las zonas donde sucedió esto, al cabo de varias horas el agua volvió sin hacerlo de forma violenta, ocupando de nuevo todo el espacio hasta la línea costera.

Esperemos que la formación de estos huracanes tan potentes no se vuelva habitual en el Atlántico ni tampoco en el Pacífico, a pesar de que en ambos océanos existen las circunstancias favorables para que se produzcan y al hecho de que, según los científicos, el cambio climático está haciendo que las tormentas sean cada vez más destructivas y que todavía quedan más de 2 meses para que finalice la temporada de huracanes del 2017, que acaba el 30 de noviembre en ambos océanos.


Fuentes: