martes, 28 de julio de 2020

Evento del mes de julio

Redactado y publicado por David Arbizu

LA AMNESIA AMBIENTAL GENERACIONAL, EL SÍNDROME DEL PUNTO DE REFERENCIA CAMBIANTE Y LA SOLASTALGIA


Estamos siendo testigos de una degradación constante del planeta relacionada directamente con esta época que se conoce como el “Antropoceno”, donde gran parte de las actividades desarrolladas por el hombre están impulsando una crisis planetaria junto con una extinción masiva sin precedentes, teniendo en cuenta que la magnitud, agravamiento y también la solución de esta crisis y de la supervivencia de muchos seres vivos dependen únicamente de lo que haga una sola especie que habita la Tierra: el ser humano.

Muchas personas ven con mucha negatividad la situación actual, cómo no se toman medidas drásticas para frenar toda esta gran devastación y deterioro, todo este desequilibrio que, tal como ahora nos muestra la pandemia del coronavirus, ya nos toca personal y directamente y nos demuestra que ya no vamos a seguir siendo solo unos observadores sino que vamos a sufrir la crisis y a tener que lidiar con situaciones difíciles si no se implementan las acciones y políticas necesarias y, además, si no se hace en el plazo más corto de tiempo posible. Creo que para muchos es sorprendente leer noticias sobre la aprobación de leyes de protección de la naturaleza, o de prohibición de acciones destructivas y altamente contaminantes, que otorgan un amplio plazo de tiempo para que se ejecuten, como si se comprendiera y aceptara que algo está siendo muy perjudicial para la biosfera, para la vida y la salud, y al mismo tiempo se le diera legalmente un plazo de varios años para que siga ocurriendo. Todo ello muestra un mundo antropocéntrico en el que se puede decir que “la antropología ha logrado desplazar a la biología, cuando ambas deberían estar elevadas y asociadas gracias a un mayor nivel de conciencia del ser humano”.

Esta gran crisis hace que muchas personas se interesen y se involucren para detener todo el daño que se está haciendo al planeta, y apoyen causas para defender los derechos de la naturaleza y de los animales y/o cambien sus rutinas o formas de vida para no apoyar la degradación sino contrarrestarla, pero en un mundo cada vez más centrado en la tecnología, donde las pantallas y los teclados están sustituyendo un contacto próximo con la naturaleza, donde aumenta sin cesar el número de personas que viven en grandes ciudades, se va perdiendo la propia esencia como ser vivo que forma parte de este planeta y que depende de todo un enorme mecanismo planetario, donde encajan todas las formas de vida, para que la existencia sea posible. Esa pérdida representa una degradación de nuestra relación con el planeta y toda la naturaleza, el clima, el medio ambiente, y se ha comprobado que conforme perdemos esa capacidad de conexión y de percepción, vamos “normalizando” el deterioro que nos rodea y se pone en marcha un mecanismo psicológico que se denomina “amnesia generacional ambiental”, desde la que se consideran normales las situaciones de degradación o incluso catastróficas que forman parte de nuestras condiciones de vida, desde donde cada generación solo toma en consideración los cambios y eventos que ha experimentado, olvidando etapas anteriores donde, por ejemplo, en un lugar podía haber más biodiversidad, más cantidad de animales, de plantas, de agua fluyendo por los ríos, de espacios verdes que acabaron siendo deforestados y urbanizados, de caminos entre bosques donde se escuchaba el canto de los pájaros o el sonido del viento moviendo las ramas de los árboles.

Peter Khan, profesor de psicología de la Universidad de Washington, fue la primera persona que utilizó la expresión “amnesia ambiental generacional” y declaró que: “Es uno de los problemas psicológicos centrales de nuestra época”. Por un lado, él observó esta falta de reconocimiento de las situaciones para pasar a “normalizarlas”, pero también que existe una negación, una resistencia a aceptar que algo negativo le esté pasando a uno mismo, como si pasara en todo el planeta pero no en la propia localidad. Por ejemplo, a raíz de una investigación que se hizo en Houston (Estados Unidos), los jóvenes entrevistados reconocían que en muchos lugares del planeta había contaminación del aire y del agua, pero menos de un tercio de los entrevistados creía que esa contaminación también afectaba al barrio donde vivían. 
Otro ejemplo expuesto por Khan se refiere al tráfico de San Francisco (California). Él explica que en la década de 1970 el tráfico ya era horrible y que pensó que, si empeoraba, habría una reacción de las personas por todo lo que representaba, pero pasaban los años y el tráfico iba empeorando, y todo el mundo iba integrando y normalizando ese deterioro que no paraba de crecer. De algún modo, el mecanismo de adaptación impulsa esa amnesia para no ser conscientes de todos los cambios negativos que se van desarrollando y fortaleciendo. 

Otro ejemplo distinto sería el del Mar de Aral (Asia Central), ahora prácticamente seco. Una persona que haya nacido cuando el lago ya estaba seco puede llegar a considerar “normal” esta situación, y próximas generaciones ni tan solo pensarán que había sido un espacio de agua enorme, de gran riqueza, lleno de vida. Incluso ahora ya hay quien dice que se tendría que denominar Desierto de Aral, algo que haría desaparecer todavía más la memoria de lo que ha sido uno de los mares más importantes del planeta.

Mar de Aral (Asia Central)

Otra expresión que está relacionada directamente con la “amnesia ambiental generacional” es el “síndrome del punto referencia cambiante”. Este concepto lo desarrolló el biólogo marino Daniel Pauly al comprobar que los expertos que investigaban áreas de pesca tomaban como referencia científica el tamaño y la composición de la población de peces que había al comienzo de su carrera. De esta forma, cada generación de investigadores no era consciente de que el estado que consideraban normal ya estaba degradado en comparación con las generaciones anteriores y por lo tanto no estaban trabajando desde una “línea de base” correcta sino desplazada respecto a la situación de esa especie o hábitat generaciones atrás, o incluso antes de la interferencia del ser humano. Esto también muestra una amnesia generacional donde va cambiando el nivel de referencia, de manera que se olvida un estado posiblemente de mayor riqueza y se acepta la desaparición progresiva de ciertas especies. En consecuencia, se establecen medidas de conservación con objetivos inadecuados, donde la situación “natural” no corresponde con el punto de referencia o meta a alcanzar que requerirían ecosistemas o especies para una recuperación adecuada y equilibrada, donde la línea de base se ha ido degradando y, por lo tanto, afectando y rebajando el nivel de los objetivos.

Tal como he indicado al principio de este artículo, se puede decir que la “antropología ha logrado desplazar a la biología”. El poder que tiene el ser humano para equilibrar o desequilibrar el planeta es enorme y cada error, cada amnesia ambiental, cada punto de referencia inadecuado, tiene efectos que pueden ser muy perjudiciales. Se puede decir que el nivel de conciencia y de percepción del ser humano sobre la naturaleza, sobre una especie, sobre un hábitat, va a condicionar su supervivencia y las acciones que se lleven a cabo para su conservación. 

Sabemos que nuestro cerebro es como un ordenador que actualiza continuamente nuestras percepciones y que cada vez lo hace con más rapidez pero con menor atención y enfoque, especialmente debido a la influencia continua de todo lo que nos llega desde la tecnología de dispositivos con pantallas que condicionan nuestros pensamientos, nuestro discernimiento, y muchas veces esa influencia nos aparta de la realidad, de la atención sobre los cambios que acontecen a nuestro alrededor y en nuestro planeta y nos conduce al olvido de patrones y niveles de equilibrio y biodiversidad más ricos y acordes a la realidad natural y primordial que ha ido quedando generacionalmente atrás. Según Philippe J. Dubois, ornitólogo y autor del libro “La grande amnesie écologique” (ed. Delachaux y Niestlé, 2015), la amnesia ambiental tiene “consecuencias aterradoras” porque impulsa la aceptación de la degradación, de la pérdida de nuestra calidad de vida, y además bloquea las posibilidades de cambio, de ampliar nuestra perspectiva para recuperar lo esencial, la esencia verdadera de nuestra relación con la naturaleza, con todos los seres vivos, con el planeta.


En su libro, Philippe J. Dubois también habla de que la degradación que observamos a nuestro alrededor, junto con la amnesia ecológica, a veces genera “solastalgia”. Este término fue desarrollado en 2003 por el filósofo ambiental australiano Glenn Albrecht, y se refiere a la ansiedad ecológica o depresión climática que se puede generar al estar en un entorno que ya no es propio, algo que produce una sensación dolorosa que no se sana con la amnesia porque es demasiado impactante, porque está muy vinculada a la propia vida, a la propia conexión existencial. Glenn Albrecht estudió el impacto de la actividad minera sobre los habitantes de un valle de Australia, donde toda la contaminación y destrucción de su medio ambiente provocada por esa actividad ha creado una gran angustia y nostalgia por el territorio perdido.

La mayoría de psicólogos y expertos que han estudiado y tratado este tema no lo consideran una enfermedad, sino algo que demuestra cómo reacciona una mente racional preocupada por todo lo que se está perdiendo frente a la inacción del propio ser humano y de toda la humanidad, pero no deja de ser un trastorno, al que también se ha llamado “Trastorno por déficit de naturaleza”, y con una depresión es más difícil tomar decisiones acertadas y tener la energía suficiente para mantener una postura elevada y constructiva. Philippe J. Dubois considera que la solastalgia es una experiencia que comporta cosas positivas y, al relacionarla con la amnesia ambiental, explica: “Es al tener conocimiento del pasado que podemos tomar buenas medidas, preservar lo que se debe conservar y evitar el colapso de los seres vivos. La naturaleza es como un tsunami: la gran ola destructiva suele ir precedida de pequeñas olas de advertencia. Si olvidamos nuestro pasado ambiental, despertar será aún más difícil”. Él también comenta la importancia de la educación ambiental y que se debería enseñar desde parvulario, algo que facilitaría no caer en la amnesia, sino que permitiría “abrir los ojos” y tomar una posición y perspectiva real de lo que está pasando en el planeta. También es muy importante mantener el contacto con la naturaleza, con la que tengamos en nuestro entorno, con la que fácilmente podamos identificarnos y establecer vínculos afectivos, algo que se llama “topofilia”, que se refiere a esos lazos existentes entre el ser humano y el lugar que habita. Todo ello podría construir una nueva forma de percibir, de discernir y, por lo tanto de actuar con mayor dignidad como ser humano, con mayor respeto por la naturaleza que nos rodea. Si entonces fuéramos capaces de unificarnos como humanidad que habita un planeta rico y espléndido, esa conciencia de respeto por la naturaleza, por la vida y por el planeta abarcaría toda la Tierra y seríamos capaces de dejar atrás y rechazar toda acción, estructura y sistema que perjudicara y bloqueara la recuperación y el final del abuso y destrucción que ahora estamos experimentando.




Fuentes:

https://www.bbc.com/mundo/noticias-38136747

https://reporterre.net/L-amnesie-environnementale-cle-ignoree-de-la-destruction-du-monde?fbclid=IwAR2KrYzsenfaOmBsyI7mqtorDCVr05HioZjj_NJjm85BDLRjWx2EeUzcjjY

https://es.qwe.wiki/wiki/Shifting_baseline

https://www.lne.es/opinion/2010/09/26/sindrome-referencias-cambiantes/972904.htmlhttps://envirobites.org/2019/08/22/shifting-baseline-syndrome/

https://www.bioguia.com/entretenimiento/que-es-la-amnesia-ambiental_29277075.html

https://physiciansfortheenvironment.wordpress.com/2017/01/03/health-and-the-environment-belong-in-the-same-box-why-health-impact-assessments-belong-in-environmental-assessments/

https://www.iagua.es/noticias/fundacion-we-are-water/mar-aral-dificil-retorno-agua