sábado, 29 de julio de 2017

Eventos destacados del mes de julio

Publicado por David Arbizu

VERTIDOS DE ARMAS Y AGENTES QUÍMICOS EN LOS OCÉANOS TRAS LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

En mi anterior artículo explicaba el gran problema y peligro de los residuos nucleares que hay en los océanos, sobre todo en relación con los vertidos que se hicieron tras la Segunda Guerra Mundial utilizando los océanos como si fueran un vertedero enorme donde se podía echar de todo sin que hubiera consecuencias. En este artículo quiero hablar de los vertidos químicos en los océanos y, en particular, de las armas químicas que “sobraron” tras la Primera y Segunda Guerra Mundial. Nos encontramos con una situación similar o incluso más aberrante que con los residuos nucleares, con vertidos incontrolados, hundimiento de barcos repletos de armamento de todo tipo, cargados de bidones de gases venenosos y una situación calificada de “muy grave” que hasta la actualidad no parece tener una solución viable, pero que durante todos estos años ya ha ido dando avisos de su peligrosidad con los accidentes que ha habido y que han afectado sobre todo a pescadores que han recogido, sin querer, armas y contenedores con fugas tóxicas y casi mortales que han causado muchos heridos en muchas partes del mundo.

Aunque en la historia de la humanidad anterior a la Primera Guerra Mundial ha habido algunos conflictos donde se considera que se utilizó algún tipo de dispositivo o arma química, la evolución y masificación coinciden con la evolución de la industria química que hubo a principios del siglo XX, una época en la que Alemania destacaba por su potente industria química, lo cual favoreció que desde el inicio de la Primera Guerra Mundial se desarrollaran los proyectiles y bombas de dispersión. Los “agentes de armas químicas” (CWA, por sus siglas en inglés) incluyen los denominados “vesicantes o causantes de ampollas” (como el gas mostaza o la lewisita), los gases lacrimógenos, los gases asfixiantes o irritantes pulmonares (como el fosgeno o el cloro), los gases lacrimógenos y los gases nerviosos (como el sarín o el tabún).

Después de la Primera Guerra Mundial, en la que se calcula que murieron casi 90 000 soldados por los ataques con gas mostaza, se celebró la Convención de Ginebra (1925), donde se acordó la prohibición del uso de armas químicas y que los países harían todos los esfuerzos posibles para que otros estados firmaran el acuerdo. A pesar de este acuerdo, que se suponía que tenía un ámbito internacional, Estados Unidos no lo firmó hasta 1975, otros países como Irak, Angola, Somalia y Myanmar lo hicieron hace muy pocos años, Israel lo ha firmado pero no ratificado y, por último, Corea del Norte, Egipto y Sudán del Sur todavía no lo han firmado. Tras la Convención de Ginebra, también llamada Protocolo de Ginebra, se realizaron otras convenciones, en 1972 y 1993, donde se reforzaron los acuerdos llegando a prohibir la fabricación, almacenaje, cualquier trato comercial y el vertido de armamento químico en los océanos, también se exigía su destrucción. Otros países han visto cómo se destruía su arsenal químico debido a acuerdos de otras potencias que intervenían en sus conflictos armados, como es el caso de Siria y el acuerdo entre Estados Unidos y Rusia del año 2014 para llevarlo a cabo.

Vertido de bidones-contenedores de gas mostaza al océano Atlántico

Como es fácil de imaginar, después de los acuerdos del Protocolo de Ginebra, ningún país cumplió lo acordado y todos siguieron con sus planes para el desarrollo y fabricación de armas químicas, algo que quedó claro al estallar la Segunda Guerra Mundial, donde también fueron utilizadas por la mayoría de los países involucrados. Con el final de la guerra, en 1945, muchos países tenían arsenales masivos de armas químicas y se encontraron con el problema de que los científicos no sabían cómo destruirlas, así que, al igual que pasó con los residuos radiactivos, se decidió que el método más seguro y barato era arrojarlas al océano. Solo entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico se considera que hay más de un millón de toneladas de armas químicas. Al igual que sucede con los residuos nucleares, la parte del océano Atlántico más afectada es la europea, en concreto el mar Báltico, aunque Estados Unidos también realizó vertidos en el Golfo de México, donde se arrojaron miles de bombas no detonadas. En el océano Pacífico también hay varios puntos donde se vertieron armas químicas o donde hay barcos hundidos por los bombardeos. Se calcula que en una bahía de Hawái hay unas 45 000 bombas o proyectiles de gas mostaza y 1200 contenedores de una tonelada de gas mostaza y Lewisita. En las aguas costeras y en los lagos interiores de Japón hay, como mínimo, 4900 toneladas de gases dentro de artefactos o contenedores. Por su parte, la Unión Soviética arrojó miles de toneladas en el océano Ártico y, aunque no se han proporcionado registros de las cantidades vertidas, la actual Rusia ha admitido que al menos fueron 160 000 las toneladas que puede haber en el fondo de los mares rusos que pertenecen al océano Ártico.

Todas las operaciones de vertido tenían unas reglas no escritas que recomendaban arrojar los desechos a más de 10 millas de las costas y a profundidades mínimas de 3000 metros, pero en la mayoría de los casos no se cumplían estos parámetros y las cargas se arrojaban al océano en cuanto se consideraba que ya se había alcanzado una distancia suficientemente apartada de la costa. Por lo tanto, de nuevo nos encontramos con muy pocos datos fiables sobre la ubicación de todo este armamento, así como sobre las cantidades vertidas, además de que algunas veces se hundieron barcos que se habían cargado con municiones de todo tipo para deshacerse con rapidez de gran cantidad de material junto a embarcaciones obsoletas.

Armas dentro de una embarcación hundida

A finales de 2012, Terrance Long, fundador de la conferencia de municiones submarinas, declaró: “Mientras que la práctica de lanzar bombas y armas químicas en el océano, incluyendo el gas mostaza y el gas nervioso, terminó hace 40 años, algunos efectos están apenas comenzando a ser vistos” y añadió: “Se pueden encontrar municiones en básicamente cada océano alrededor del mundo, cada mar, lago y río principales. Son una amenaza para la salud humana y el medio ambiente”. Quiero aprovechar estas declaraciones para introducir el concepto de “UXO”, que son las siglas de “Unexploded ordnance”, que significa “munición sin explotar”. Algunos países han designado las zonas donde hay artefactos explosivos sin detonar, pero no existen programas realmente enfocados a afrontar la situación en busca de una solución definitiva, posiblemente porque no la hay, tal como declaró el biólogo Nicola Ungaro, que trabaja para una agencia ambiental que asesora al gobierno italiano: “Obviamente, la opción de quitar las bombas químicas del mar sería la mejor, porque así evitaríamos cualquier problema en el mar. Pero el problema sería lo que sucedería una vez que las bombas estén en tierra. Me refiero a la zona donde se eliminan. Al final, moverlas podría provocar un escenario peor con fugas de sustancias y esto podría ser peor que simplemente dejarlas en su lugar”. Otros expertos también señalan que las operaciones de limpieza de todas esas toneladas de contenedores y bombas sería muy costosa y requeriría una gran cantidad de tiempo y de personal, razones por las que los gobiernos prefieren dejarlas donde están.

A pesar de todo, desde finales del siglo pasado se han puesto en marcha programas para el estudio y monitoreo de los principales lugares con alta concentración de UXO y, en concreto, de armas químicas. Por ejemplo, el proyecto Chelsea se puso en marcha para buscar y evaluar las municiones químicas en la zona del mar Báltico, algo que se llevó a cabo entre 2011 y 2014. Otro proyecto, el de “Monitoreo de Municiones Descargadas” (MODUM, por sus siglas en inglés) estableció una red de monitoreo para observar los vertederos del mar Báltico utilizando vehículos submarinos; este proyecto finalizó en 2016 aportando gran cantidad de información fiable y detallada. Actualmente existen proyectos en Europa, con la participación de la mayoría de países y también en Estados Unidos y Australia, enfocados al estudio, monitoreo, evaluación de riesgos y búsqueda de posibles soluciones científicas para este enorme problema de carácter planetario. Por desgracia, de momento no hay soluciones factibles para retirar y destruir todas estas acumulaciones de enormes cantidades de explosivos y materiales tóxicos que algún día podrían producir una tragedia de consecuencias imprevisibles si hay una explosión o una corrosión masiva que libere grandes cantidades de estas sustancias químicas letales en un plazo de tiempo reducido. Para hacerse una idea y hablando solo de la zona del mar Báltico, si solo una de las municiones de cualquier tipo explotase, se desencadenaría una reacción en cadena que causaría una catástrofe en toda la costa del Báltico comparable a la de Chernóbil. Y dicho con otras palabras: La propagación de solo una sexta parte de las 50 000 toneladas de municiones que hay en el mar Báltico arruinaría todo su hábitat durante todo un siglo.

Mapa con los lugares donde existen concentraciones de diversos tipos de armamento 

Desde que se realizaron todas esas descargas y vertidos masivos, ha habido muchos accidentes en diversos lugares del planeta, muchos relacionados con el gas mostaza, que cuando se fuga de las armas o de los contenedores se incrusta en los sedimentos del suelo marino, en la piel de los peces, en las propias partes rotas de los contenedores e incluso en las redes de pesca. Destacan las noticias que informan de pescadores que han sufrido quemaduras en toda la piel y los ojos, especialmente frente a las costas italianas y en todo el mar Báltico y también las noticias relacionadas con el número de casos de cáncer de piel y pulmón, que se incrementó considerablemente desde mediados de los años noventa entre los pescadores suecos que faenaban entre las islas de Bornholm y Gotland, que están situadas en la costa sur de Suecia y donde se realizaron grandes descargas y vertidos. Algunos expertos señalan que, debido a las enormes cantidades de munición, tóxicos y todo tipo de contaminantes, se puede considerar que “tenemos la suerte de que no haya muchos más accidentes y situaciones realmente alarmantes y letales”. Para hacerse una idea de esas “enormes cantidades”, solo en el mar Báltico las autoridades reportaron, entre los años 1995 y 2000, el hallazgo de 11,3 toneladas de explosivos convencionales encontrados por pescadores.

Otro gran peligro que existe es el de la actividad de perforación de la industria petrolera en zonas donde hay altas concentraciones de todo tipo de municiones y armas químicas. De momento no ha habido accidentes por el hecho de perforar el fondo marino junto a todo tipo de bombas, pero este es otro caso donde seguramente también podemos hablar de suerte. Un ejemplo es el de la compañía BP, que en el año 2011 cerró su principal oleoducto de crudo en el mar del Norte durante cinco días mientras eliminaba una gran mina alemana sin explotar encontrada descansando cómodamente junto al oleoducto que transporta hasta el 40 por ciento de la producción de petróleo del Reino Unido. Otro ejemplo es el de las compañías BP y Shell, que en el año 2001 encontraron los restos del submarino U-166, un submarino alemán de la Segunda Guerra Mundial, a 45 millas de la desembocadura del río Mississippi durante una prospección submarina para instalar un gasoducto necesario para transportar gas natural a la costa. Las compañías no son ajenas a este problema y sus graves riesgos, que se multiplican en el Golfo de México, pero en general lo ignoran y siguen con sus actividades sin realizar prospecciones más rigurosas o desestimar perforar en zonas con alto riesgo de accidentes.

Para finalizar, comentar que hasta la actualidad se han seguido utilizando armas químicas en muchos conflictos de todo el mundo y las naciones no han cumplido sus acuerdos. Los ejemplos más conocidos son los de la utilización del gas napalm y el agente naranja por parte de Estados Unidos en su guerra con Vietnam, los gases químicos utilizados durante la Guerra Civil española, los gases químicos utilizados en la guerra entre Irán e Irak y el uso de fósforo blanco por parte de Israel, en 2008, contra la población de Palestina.
Quizás la noticia más actual relacionada con las armas químicas es el acuerdo de destrucción de todo el arsenal químico de Siria, una acción que empezó en el año 2013 y acabó el año pasado, 2016, después de la intervención de varios países y el transporte de todo el armamento a unas instalaciones en Texas (Estados Unidos), donde fue destruido. A pesar de esta destrucción, incluso durante este año, 2017, ha habido noticias de bombardeos con armas químicas en diversas zonas de Siria.

Lo que queda claro es que si todavía existen armas químicas es que alguien las fabrica y, por lo tanto, las vende y suministra, todo ello a pesar de la existencia de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que se fundó en 1997 y es el organismo encargado de la aplicación internacional de la Convención sobre Armas Químicas. Esta es una cuestión más a añadir a todas las que demuestran esa falta de conciencia del ser humano que supone el abuso y destrucción de muchas partes del planeta, de muchos seres vivos, humanos incluidos, un nivel de conciencia donde no entra el aprendizaje fruto de los errores ya cometidos y que nos ha conducido hasta la crisis planetaria junto con la sexta extinción masiva que ahora estamos experimentando.


Fuentes:

martes, 11 de julio de 2017

Eventos destacados del mes de julio

Publicado por David Arbizu

RESIDUOS NUCLEARES Y RADIACTIVOS EN LOS OCÉANOS
Cada vez son más las personas que se preocupan por el daño que la actividad humana ha causado y sigue causando al planeta, sobre todo desde el inicio del Antropoceno. Ahora se está comprendiendo mejor la importancia de los océanos y de que su equilibrio, salud y funcionamiento son vitales para el mantenimiento de la biosfera, los patrones climáticos y toda la cadena alimenticia global. Por desgracia, durante siglos, el ser humano ha utilizado lagos, vías fluviales, pozos y océanos como grandes vertederos donde se podía tirar cualquier cosa sin que pareciera que pudiera haber ninguna repercusión para su propia existencia, pero la realidad es que, bajo los océanos, se han creado verdaderas bombas de relojería.

Desde el inicio de la era nuclear, que para muchos expertos coincide con el inicio del Antropoceno, los océanos representaron el lugar ideal donde poder deshacerse de los residuos nucleares y radiactivos. A pesar de que ya había organizaciones ecologistas, científicos y una parte de la opinión pública en contra, desde el año 1946 hasta el año 1993, trece países utilizaron los océanos como vertedero para eliminar sus residuos nucleares y radiactivos. Utilizar los océanos representaba hacerlo en lugares que estaban lejos de controles, donde era más fácil no generar una respuesta pública masiva en contra y, además, era la forma más rápida y barata de deshacerse de esos residuos peligrosos y difíciles de almacenar o destruir.

Lanchas de Greenpeace dificultando el vertido de bidones de residuos radiactivos  

En 1972, tras una reunión internacional convocada por la ONU, se acordó prohibir el vertido al mar de residuos radiactivos de larga actividad, que son los derivados principalmente de la transformación del combustible gastado en los reactores nucleares, pero no se prohibió el vertido de los residuos de media y baja actividad, que los forman las vainas que rodean el combustible nuclear y otros materiales utilizados en las centrales nucleares, los materiales producidos por la industria química, por los laboratorios de investigación o médicos y cualquier objeto o resto producido por la industria nuclear, por la minería o por el desmantelamiento de instalaciones nucleares. De este modo, los países siguieron realizando vertidos radiactivos en los océanos hasta el año 1993, año en que se ratificó un tratado internacional que prohibía totalmente la eliminación de materiales nucleares y radiactivos en los océanos.

Existe una gran preocupación por el estado de esos residuos, la mayor parte de los cuales están almacenados en bidones de acero y hormigón y otro tipo de contenedores que generalmente solo estaban diseñados para retener su contenido durante las operaciones de transporte y depósito, pero no para soportar la presión del agua a miles de metros de profundidad, ni la erosión, la salinidad u otros factores como movimientos sísmicos, etc. De hecho, en los años 70 del siglo pasado, el oceanógrafo Jacques Cousteau presentó ante el Consejo de Europa fotografías de bidones de residuos radioactivos franceses sumergidos en el Atlántico que presentaban un estado de conservación lamentable, ya que estaban completamente abiertos y perforados y hace solo dos años, en 2015, un estudio realizado en Alemania demostró que los bidones pueden sufrir perforaciones en un período que oscila entre los diez y los cuarenta años.

Imagen de un bidón contenedor de residuos erosionado y roto

Desde el accidente de Fukushima, todavía ha aumentado más la preocupación por los vertidos nucleares y la radiactividad que está llegando a los océanos y ya se considera que una de las grandes amenazas del siglo XXI, para los océanos y para todo el planeta, es la contaminación radiactiva recibida y que siguen recibiendo.

En el mapa que sigue a continuación se puede observar que los océanos más afectados son, en primer lugar, el océano Atlántico, seguido del océano Pacífico y del océano Ártico. Ocho países europeos utilizaron principalmente el Atlántico Nordeste, mientras que Estados Unidos lo hizo en el Atlántico Noroeste y en el océano Pacífico, donde también Japón realizó gran cantidad de vertidos. Por su parte, la Unión Soviética utilizó el Océano Ártico. No he encontrado datos sobre vertidos en el océano Antártico ni tampoco en el océano Índico. 
Las cifras que revelan las cantidades vertidas son verdaderamente escalofriantes. Por citar algunas: 
- En el Atlántico Nordeste yacen un total 223.000 bidones (115.000 toneladas) con residuos radiactivos, estos residuos podrían contener una radiactividad superior al millón de curios (elemento sintético radiactivo), es decir, ocho veces más que los 130.000 curios liberados en el devastador accidente de Chernóbil.
- Estados Unidos arrojó más de 110.000 contenedores con material nuclear fuera de sus costas entre 1946 y 1970.
- Rusia arrojó unos 17.000 contenedores de desechos radiactivos.
- Entre 1949 y 1966 el Reino Unido realizó vertidos por un total de 5.500 toneladas de residuos radiactivos en el Golfo de Vizcaya y a veinte millas al norte de la isla Guernsey, en el Canal de la Mancha.

Por desgracia, la falta de control y supervisión de los vertidos supone que muchos registros e informes sobre ubicación del lugar, metros de profundidad y distancia de la costa sean incompletos o erróneos. En algunas ocasiones, el capitán de la embarcación estaba más preocupado por su propia seguridad y la de su tripulación que no por llegar a la ubicación exacta del vertedero y, cuando se alcanzaba la zona de seguridad establecida, la tripulación arrojaba los barriles independientemente de su ubicación, lo cual supone un gran problema para poder localizar las zonas donde se hayan vertido estos contenedores de residuos y poder comprobar su estado. En este sentido, en el año 2013, un submarino dirigido por control remoto enviado por periodistas alemanes encontró dos bidones con residuos radiactivos a pocos kilómetros de la costa francesa y a solo 124 metros de profundidad. También se sabe que algunos vertidos se hicieron a solo 200 kilómetros de la costa de Asturias y otros a 650 kilómetros de la costa de Galicia. Y en Estados Unidos, el periódico Wall Street Journal afirmó, en 2014, que los niveles de plutonio en el fondo marino a 80 kilómetros de San Francisco, un lugar donde hay 50.000 contenedores de residuos radiactivos, eran 1.000 veces superiores a lo normal.

Mapa con las ubicaciones de los vertidos radiactivos

Un gran problema vinculado a la contaminación de los océanos por materiales y residuos radiactivos y nucleares es la gran cantidad de pruebas de armas nucleares realizadas, además de todas las acciones que hicieron algunos países para destruir parte de su armamento nuclear tras la Segunda Guerra Mundial, que en algunos casos consistió en hundir en los océanos barcos llenos de armamento y residuos nucleares y radiactivos. Además, todavía habría que añadir todos los barcos, submarinos y aviones que han sido hundidos o derribados durante las guerras más todos los accidentados hasta el momento actual.

A continuación enumero algunos datos relacionados con las detonaciones de armas nucleares y el hundimiento y vertido de residuos en embarcaciones o submarinos:
-Entre 1946 y 1958, Estados Unidos llegó a detonar más de 60 armas nucleares sobre distintas partes de las Islas Marshall (O. Pacífico).
- Francia realizó 193 pruebas nucleares en la Polinesia Francesa y los deshabitados atolones de Mururoa y Fangataufa (O. Pacífico) esconden 3.200 toneladas de material radiactivo.
- Rusia realizó 224 pruebas nucleares en el archipiélago de Nueva Zembla (O. Ártico).
- Reino Unido realizó 3 pruebas nucleares en las islas Montebello, frente a la costa de Australia (O. Índico).
- Estados Unidos y Reino Unido realizaron 33 pruebas nucleares en las islas Kiribati (O. Pacífico).
- Rusia hundió o permitió que se hundieran, principalmente en el océano Ártico y en zonas poco profundas, 19 buques que contenían residuos radiactivos, 14 reactores nucleares, de los cuales cinco aún contienen combustible nuclear gastado y 735 piezas de maquinaria pesada radiactivamente contaminada.
- Hay 6 submarinos nucleares acostados en el fondo de los océanos, 4 rusos y 2 estadounidenses.
- En marzo de 1956 cayó y se hundió en el Mediterráneo un avión norteamericano con dos cápsulas de material radiactivo.
-  En enero de 1970 se hundió un submarino soviético cargado con torpedos nucleares en la bahía de Nápoles (Mar Mediterráneo).
- En septiembre de 1974 se hundió un destructor soviético cargado con armas nucleares en el Mar Negro.
- En mayo de 1982, en la guerra entre Inglaterra y Argentina por las Islas Malvinas, un misil de la armada argentina hundió un destructor británico que llevaba armamento nuclear, aunque después se negó que llevara ese tipo de armamento.
- En mayo de 1985, un submarino británico perdió un misil con una cabeza nuclear durante una prueba frente a las costas de Florida. En este caso también, posteriormente, se negó que el misil llevara cargamento nuclear.

En la actualidad, las detonaciones y vertidos realizados en las islas del Pacífico están generando muchos problemas por las continuas filtraciones y contaminación que están causando. Además, atolones como el de Mururoa y el de Enewetak podrían llegar a colapsar y esto supondría que llegarían al océano una gran cantidad de radiación y contaminación que ahora están, en parte, contenidas por esas islas y atolones. En algunos casos, como el de la isla de Runit, en el atolón de Enewetak, las bombas nucleares detonadas por Estados Unidos crearon un cráter donde se vertieron residuos y tierra contaminada fruto de las labores de descontaminación efectuadas tras las detonaciones. Este cráter se cubrió con una gigantesca cúpula de cemento que ha tenido que ser constantemente reparada debido a las continuas filtraciones y las últimas mediciones realizadas muestran que, para el año 2025, el suelo que rodea la cúpula ya estará más contaminado que los residuos que contiene el cráter. Además, hay el temor de que un terremoto, un tifón o cualquier otro desastre natural, pueda destruir la cúpula y provocar un vertido masivo precipitado y catastrófico, algo que también puede suceder en otros lugares donde los restos radiactivos y nucleares están almacenados y contenidos bajos unas condiciones muy frágiles e inestables.

La gran cúpula de cemento que cubre el cráter de la Isla de Runit

Después de la exposición de todos estos datos y viendo toda esa toxicidad, envenenamiento y radiación vertida en los océanos, una de las preguntas principales sería: ¿Qué acciones se están llevando a cabo para supervisar todas estas zonas que podemos considerar cementerios nucleares y radiactivos? La respuesta es: “Ninguna, no se está haciendo nada”.
En 1992, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) realizó análisis en muestras de agua, recogidas en varios de estos “cementerios nucleares”, para medir la radiactividad y los resultados fueron que había altas concentraciones de plutonio-238 que indicaban fugas de los contenedores. En 1995, la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos) finalizó su programa de vigilancia de los residuos radiactivos lanzados al agua en el Atlántico Nordeste y su informe final concluyó así: “Los análisis mostraron aumentos de la actividad radiológica en los puntos de vertido, sugiriendo fugas medibles pero con un impacto radiológico despreciable”. Desde entonces, no se han realizado más controles ni acciones oficiales. Las últimas noticias llegaron a finales de la década de 1990, cuando unos científicos franceses viajaron a uno de los cementerios nucleares del Atlántico y cogieron ejemplares de una especie de pez y de un crustáceo y en ambos casos detectaron restos de plutonio-239 y plutonio-240, que se generan en los reactores nucleares a partir del uranio. Esto demuestra la existencia de fugas y la posible dispersión de elementos radiactivos junto con la alta posibilidad de entrar en la cadena alimenticia.

Está claro que estamos frente a un peligro que no va a debilitarse a corto plazo, más bien al contrario, ya que puede verse potenciado por todos los accidentes y fugas nucleares que sigue habiendo en el planeta. Además, aunque parezca increíble, el Tratado de 1993 sigue en vigor hasta el año que viene, 2018. Así que, dentro de unos meses, termina la prohibición de estos vertidos en los océanos y se podrá volver a examinar la opción de reanudar los vertidos marinos subterráneos creando nuevas oportunidades para la eliminación de desechos nucleares y un océano más potencialmente radiactivo.
Esperemos que las personas que el año que viene tengan la responsabilidad de renovar este tratado actúen con el máximo nivel de conciencia, de amor y respeto por los océanos, por toda forma de vida, por el planeta y tengan una visión elevada para poder desarrollar un nuevo tratado que no tan solo no vuelva a permitir nuevos vertidos sino que ponga en marcha acciones contundentes y eficaces para la limpieza y purificación de todas las aguas de nuestra Madre Tierra.

Fuentes: