jueves, 30 de agosto de 2018

Evento del mes de agosto

Publicado por David Arbizu

DESPERTANDO AL GIGANTE
El título de este artículo: “Despertando al Gigante” corresponde a la traducción de la parte principal del título del libro de Bill McGuire: Waking The Giant - How a Changing Climate Triggers Earthquakes, Tsunamis, and Volcanoes; Londres: Oxford University Press (2012).
Bill McGuire es un escritor académico y científico, es Profesor Emérito de Riesgos Geofísicos y Climáticos en el University College London y es uno de los principales vulcanólogos de Gran Bretaña. Sus principales intereses incluyen el estudio de los volcanes, la naturaleza y el impacto de los eventos geofísicos mundiales y el efecto del cambio climático en los peligros geológicos.

En el libro explica las épocas por las que ha pasado el planeta, el Gigante, a lo largo de toda su historia y cómo se han ido desarrollando las situaciones que han desembocado en crisis planetarias con grandes eventos destructivos y extinciones masivas. También analiza especialmente situaciones concretas, en lugares concretos, que se están observando y estudiando en la actualidad y desde el principio del libro se percibe que el estudio principal, la propia finalidad del libro, es, por un lado, poner de manifiesto todo el impacto que el ser humano ha tenido y sigue teniendo sobre la biosfera y el equilibrio y la salud de todo el planeta y, por otro lado, hacer referencia a ese “Gigante” que sería mejor no despertar pero que en realidad ya se ha despertado.

Portada del libro

Como muchos otros científicos, Bill McGuire hace referencia al período que se ha vivido en la Tierra desde el final de la última glaciación, hace unos 12 000 años, hasta el momento actual y en especial desde que el ser humano empezó a expandirse, a urbanizar el planeta, mientras avanzaba su evolución y también su tecnología. Durante este período las condiciones en la Tierra han sido muy favorables para la supervivencia, para el crecimiento, para el impulso de una raza humana que ha llegado a ser la especie dominante y ha considerado suyo todo lo que tiene a su alcance apoyándose en la tecnología y, de alguna manera, en el despotismo. De hecho, una de las palabras que más se repiten en el libro es “antropogénico”, refiriéndose a los efectos, procesos o materiales que son el resultado de actividades humanas, a diferencia de los que tienen causas naturales sin influencia humana. Esto enlaza con el “Antropoceno”, que es el nombre con el que se conoce la época que ahora estamos viviendo, una época donde la actividad del hombre está provocando serias y graves consecuencias que están afectando a toda la biosfera, a toda forma de vida y al equilibrio de todo el planeta, una época que para algunos empieza con la Revolución Industrial y para otros con las primeras pruebas atómicas y otros ensayos científicos y tecnológicos que han dejado una huella estratigráfica, geológica, en la mayor parte de nuestro planeta.

El libro de Bill McGuire se publicó en el año 2012 y desde entonces hemos ido experimentando un continuo aumento de la inestabilidad en todos los sentidos, en todos los elementos: tierra, agua, aire y fuego. En estos momentos, a finales de agosto de 2018, la mayoría de nosotros, especialmente los que vivimos en el hemisferio norte, habrá experimentado un verano con temperaturas muy elevadas, con olas de calor extremas y también con lluvias torrenciales, caída de granizo e inundaciones. También hemos podido recibir información sobre un notable aumento de la actividad volcánica a la que ahora se ha añadido un incremento de la actividad sísmica, con varios terremotos casi a diario de más de 6 grados. Sabemos que sigue aumentando sin parar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y que hay continuas fugas de gases y productos químicos tóxicos y radiactivos desde empresas y centrales nucleares que no pueden satisfacer ni alcanzar el grado de seguridad necesario que requeriría el trato con ese tipo de productos y su manipulación. También, si queremos, podemos estar bien informados del deshielo en los polos y también en los glaciares y montañas de todo el mundo y muchas noticias alertan de la ralentización del Cinturón Oceánico o Circulación Termohalina junto con el desequilibrio de la Corriente del Golfo, algo vital para sostener las corrientes oceánicas, la formación estructurada y correcta de tormentas y para que en Europa y Norteamérica, principalmente, los inviernos sean menos duros. Para hablar también sobre el elemento tierra, se puede decir que estamos siendo testigos de enormes deslizamientos de tierra que, aunque muchas veces son provocados por las lluvias, muestran la falta de compacidad del terreno, algo relacionado con la deforestación, la minería, el fracking, el abuso de los acuíferos, la construcción de presas, etc. También hemos visto cómo la superficie de la Tierra se rompe en lugares donde las fallas tectónicas están recibiendo aumentos o cambios de presión que en muchos casos pueden estar relacionados con la sequía, con la desaparición de grandes lagos que quedan totalmente secos, con el aumento del nivel del mar y todos los excesos antropogénicos llevados a cabo durante demasiados años consecutivos, sin respeto y sin descanso.

Es imposible nombrar todos los eventos y situaciones, ya que también tendríamos que observar las influencias externas como, por ejemplo, el impacto que supone el comportamiento del Sol y la llegada de rayos cósmicos, pero todo ello está afectando la biosfera del planeta y se podría englobar en lo que llamamos “calentamiento global”, un patrón de ámbito planetario de aumento de las temperaturas que puede conducir a situaciones más catastróficas como un aumento del nivel del mar que afecte a millones de personas, una olas de calor que puedan llegar a ser intolerables para la supervivencia, la falta de agua potable y, además de todos los efectos extremos sobre todos los patrones climáticos, la pérdida de grandes extensiones dedicadas al cultivo de alimentos y la expansión de especies invasoras, algunas de ellas muy perjudiciales para la salud por su capacidad de transmitir enfermedades y que, habitualmente, son devastadoras para las otras especies autóctonas y se convierten en verdaderas plagas.


El mapa que aparece en la imagen superior, incluido en la “Evaluación del clima global del mes de julio de 2018”, realizado por la agencia científica del Departamento de Comercio de los Estados Unidos "NOAA" (National Oceanic and Atmospheric Administration), lleno de termómetros de color rojo, transmite el calentamiento que está dominando la mayor parte del planeta y tal como informa el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) en uno de sus informes: “El calentamiento antropogénico se está extendiendo y van a ir extremándose los eventos a nivel general”. 
Todos estos análisis y estudios se basan en el pronóstico de un aumento de las temperaturas y un desenlace dramático en cuanto a desertización de amplias zonas del planeta y subida del nivel del mar que en muchas ocasiones se sitúa a largo plazo, después de varias décadas, pero lo que estamos observando es que los cambios pueden ser repentinos, muy rápidos. Nadie esperaba que este verano se rompieran tantos récords de calor en tantos lugares de Europa, de Estados Unidos, de África y de Japón y otras zonas de Asia. Tampoco se calculaba con suficiente exactitud que sería una temporada con pocos huracanes en el Atlántico ni en las costas del Pacífico de México, pero sí que ha habido muchos tifones en el oeste del Pacífico y la temporada de monzones ha sido larguísima y devastadora para muchos países asiáticos. Tampoco se esperaba esta temporada de incendios terribles, incontrolables, que alertan sobre la sequedad de los bosques, sobre el exceso de urbanización, sobre la deforestación y la plantación de especies no autóctonas. Tampoco se preveía que muchas costas se llenarían de algas tóxicas hasta niveles extremos y que veríamos una gran mortandad de especies además de sentir en nuestra propia piel los efectos de esa toxicidad fruto del desequilibrio causado por las “actividades antropogénicas”. Tal como expresa Bill McGuire en su libro (recordemos que se publicó en el año 2012, hace ya 6 años): “En lugar de un aumento lineal constante en la respuesta geológica, esa respuesta puede proceder en saltos y saltos repentinos a medida que se cruzan los umbrales críticos y se exceden los puntos de inflexión… Tan complejo e intrincado es el Sistema de la Tierra que, mirando al futuro, nada puede considerarse inmune a la influencia del calentamiento antropogénico. Lo que sí está claro es que ahora todo el planeta se está movilizando”. (página 241) Y todo ello mientras ya está aceptado científicamente que estamos ante la sexta extinción masiva y están pereciendo, desapareciendo a gran velocidad, muchas especies de animales y plantas del planeta.


La imagen superior nos muestra la belleza de este planeta visto desde el espacio, pero también me gustaría que sirviera para transmitir que es una estructura única, compacta. Con esto quiero introducir la idea del planeta como un organismo biológico con sistemas desarrollados para evolucionar, para sostener sus estructuras, para adaptarse a nuevas situaciones, incluso a nuevas influencias externas, por ejemplo. En este sentido nos encontramos con la “Hipótesis Gaia”, que fue ideada por el químico James Lovelock en 1969 y luego apoyada y extendida por la bióloga Lynn Margulis. Esta teoría se basa en la idea de que la biosfera autorregula las condiciones del planeta para hacer su entorno físico más hospitalario con las especies que conforman la “vida”. La Hipótesis Gaia define esta “hospitalidad” como una completa homeostasis, donde Gaia representa un enorme sistema de control global retroalimentado cuya función es conseguir y mantener un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. La Hipótesis Gaia no reconoce al planeta como un organismo vivo, sino como un sistema interactivo cuyos componentes son seres vivos y que es la propia vida la que provoca cambios en el planeta en pleno acuerdo con el sistema de control retroalimentado planetario. En palabras de James Lovelock: “La vida claramente hace más que adaptarse a la Tierra, cambia la Tierra para sus propios fines. La evolución es una danza estrechamente unida, con la vida y el entorno material como socios. Del baile emerge la entidad Gaia”.

Otra declaración de James Lovelock que demuestra la estructura de ese sistema completo interactivo es la siguiente: “Toda la gama de materia viviente en la Tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse como una entidad viviente única capaz de mantener la atmósfera de la Tierra para satisfacer sus necesidades generales y dotada de facultades y poderes que van mucho más allá de sus componentes partes”, lo cual  nos transmite la idea de “entidad planetaria” y de que “todo está conectado”. Independientemente de estar o no de acuerdo con todo lo que comprende la Hipótesis Gaia, ya que muchas personas consideramos que la Tierra sí que es un ser vivo que toma decisiones y que tiene vida y por lo tanto “vive” un proceso evolutivo, las palabras de Lovelock demuestran cómo toda forma de vida es imprescindible y forma parte de esa entidad viviente única que se mueve y desenvuelve para que existan las condiciones de supervivencia más favorables en el planeta. Si observamos la conducta y actividades del ser humano, de todo lo que define el Antropoceno, podemos afirmar que nos hemos apartado de esa unidad, de ese sistema y que hemos provocado una crisis planetaria, un “despertar del gigante”, cuya solución cada vez parece más lejana debido a que no se percibe un cambio de conciencia en el ser humano, sino que persisten y aumentan las actividades perjudiciales y desequilibrantes de los sistemas de la Tierra, de Gaia. Y junto con esta grave crisis planetaria también aumenta la crisis de la humanidad, de sus propios valores y vemos cómo cada vez son más conocidos a nivel general los casos de abusos, de esclavitud, de pederastia y otro tipo de violaciones y enfrentamientos entre seres humanos. Mientras se va agravando toda esta situación, los eventos planetarios nos muestran que cada vez habrá más “refugiados climáticos”, personas que por diferentes motivos no podrán seguir viviendo en sus hogares, en sus tierras, personas que tendrán que desplazarse para sobrevivir, pero además también nos están demostrando que toda la superficie del planeta está cada vez más expuesta a estos eventos, de una u otra forma, no solo las zonas donde ya estamos acostumbrados a que, de tanto en tanto, pase alguna tragedia, así que vamos a sentir más cerca el desequilibrio que da forma a la crisis planetaria actual.

Protesta en Estados Unidos por la construcción de oleoductos

Al mismo tiempo, parte de esta humanidad que ha “despertado al gigante” al llegar a un punto límite de explotación del planeta, también está despertando, abriendo su conciencia, preocupándose por todo el daño que se está causando y empezando a movilizarse para defender a Gaia, a ese sistema, a ese planeta que, en conjunto y unidad con todas las formas de vida que contiene en su superficie, mantiene una biosfera para que sea posible la vida, la propia existencia. Es el momento de comprender el respeto y amor que la mayoría de tribus nativas siempre demuestran por el planeta, por la “Madre Tierra”, como muchos la llaman para mostrar que ella nos cuida, nos protege, nos da la vida; es el momento de actuar desde ese respeto y amor por el planeta, sus sistemas y todas sus formas de vida recordando que “todo está conectado”, que hay una relación interdependiente entre todos para sostener la biosfera y todos sus mecanismos en equilibrio. Para ello el ser humano tiene que elevar su conciencia y ser responsable de sus actos, porque tal como declaraba James Lovelock en el año 2010: “Si hubiera mil millones de personas viviendo en el planeta, podríamos hacer lo que quisiésemos. Pero hay casi 7000 millones. En esta escala, la vida tal como la conocemos hoy no es sostenible”. Y hay que tener en cuenta que ahora ya somos más de 7600 millones.

Por otro lado, es importante ser conscientes de que la ciencia sigue sin comprender cómo funciona el planeta, cómo se mueven sus sistemas para reequilibrarse. El ser humano sigue haciendo pruebas y ejercicios de geoingeniería sin realmente saber cuáles pueden ser verdaderamente los resultados a nivel global, porque todavía no ha comprendido que está interfiriendo en un todo holístico, en una entidad planetaria, no en partes o zonas del planeta. Y el planeta es un gigante de dimensiones colosales con un cuerpo que, al igual que el nuestro, funciona como una totalidad. Así que no podemos pensar solo en la biosfera, en esa parte donde existe la vida en el planeta, esa franja de unos 20 kilómetros que rodea al planeta y que va desde las más profundas fosas marinas hasta las capas habitables de la atmósfera, sino que hemos de pensar en todas las capas del planeta, en las capas magmáticas subterráneas, en la influencia que el núcleo del planeta también tiene sobre la biosfera, sobre su equilibrio, sobre su salud. Incluso está probado científicamente que el núcleo de la Tierra juega un papel primordial sobre la estructura del campo magnético que rodea y protege al planeta y también sobre los movimientos planetarios de rotación, etc. Todo ello es imprescindible y forma parte de la estructura y sistemas de la Tierra.

Es el momento de dejar de ser la pieza del puzle que no encaja y que se mueve por su cuenta desequilibrando y destruyendo todo lo establecido en armonía y equilibrio. Es el momento de ver la oportunidad de cambio, de progreso, como humanidad, como ser humano, que nos da esta crisis planetaria para que seamos realmente la especie más evolucionada del planeta, la especie que lo respeta y se mueve para que esa interrelación que da forma a todo este maravilloso sistema planetario en el que vivimos se sostenga y funcione en plenitud y magnificencia, de lo contrario nos acercaremos a lo que Bill McGuire explica al final de su libro: “A menos que haya un cambio dramático y completamente inesperado en la forma en que la raza humana se maneja a sí misma y al planeta, entonces las perspectivas futuras para nuestra civilización se ven cada vez más desalentadoras”. (página 270) Espero que sepamos aprovechar la oportunidad antes de que sea demasiado tarde y que conectemos con amor y respeto con el “Gigante” para que su despertar no llegue a un punto insostenible para la supervivencia de todos los seres vivos, incluidos los seres humanos.



Fuentes:
Libro: Bill McGuire - Waking The Giant - How a Changing Climate Triggers Earthquakes, Tsunamis, and Volcanoes; Londres: Oxford University Press (2012).