sábado, 1 de junio de 2024

PANZOOTIAS Y EPIDEMIAS EMERGENTES AFECTAN AMPLIAS ZONAS DEL PLANETA

Redactado y publicado por David Arbizu



Muchas personas pueden tener claro qué es una epidemia o pandemia, pero el término panzootia no se usa frecuentemente en los medios de comunicación, pudiendo incluso sustituirlo por “epidemia” aunque no sea lo mismo. Una panzootia es la consecuencia de un brote de una enfermedad infecciosa y grave que afecta a animales y tiene una amplia propagación, pudiendo expandirse por países, continentes o por todo el planeta. Así que una panzootia afecta a los animales y una pandemia afecta a los seres humanos, mientras que una epizootia se da cuando una enfermedad tiene una gran capacidad de infección y propagación entre animales de una misma zona, aunque sea de gran tamaño, y su equivalente en humanos es la epidemia. A pesar de las diferencias entre estos conceptos, una enfermedad que en principio afecte solo a animales puede llegar a afectar a los seres humanos, al igual que es posible en sentido inverso.

La pandemia del COVID-19 empezó como una epidemia antes de extenderse por todo el mundo, y es una pandemia generada por la enfermedad que causa el virus SARS-CoV-2. Sea cual sea su origen, esta pandemia, cuyo virus ha ido mutando y sigue haciéndolo, representa la expresión de una situación peligrosa que vivimos todos los seres vivos del planeta. Aunque ya era ampliamente reconocido, el COVID-19 nos ha puesto en alerta y nos ha mostrado el peligro de las enfermedades zoonóticas, de las transmisiones infecciosas a partir del contacto con animales que pueden ser huéspedes, reservorios o vectores de enfermedades causadas normalmente por diversos tipos de microbios u hongos. Esto se debe a que existe una mayor conciencia de cómo la expansión del ser humano por el planeta, con sus actividades, con su capacidad de construir y urbanizar sin respeto alguno por el lugar en el que se encuentra, está forzando el contacto e interacción con muchas especies de animales que si pudieran nos evitarían, pero les estamos dejando sin espacio para subsistir. Si a esta forma de actuar e invadir humana le añadimos todas las consecuencias de la crisis climática, del calentamiento global, es fácil observar que se forma un cóctel prácticamente letal.

En este sentido, uno de los temas principales que continuamente aparecen en los medios de comunicación es el derretimiento del permafrost, una amplia zona de tierra helada que principalmente cubre parte de Canadá, Siberia y Alaska, donde hay numerosos virus congelados cuya liberación supone un enorme peligro para que se desaten nuevas pandemias. En el permafrost se han encontrado virus que llevaban congelados 48.500 años, y varios tipos se han podido revivir, aunque gran parte eran virus con la capacidad de infectar solo a organismos unicelulares. Pero también se han localizado los virus de la viruela y del herpes, también se teme la liberación de radón, un gas radiactivo, y hace años que hubo un brote de ántrax en una zona del norte de Rusia también relacionado con el deshielo. Tal como indica la viróloga neerlandesa Marion Koopmans: "No sabemos qué virus se encuentran en el permafrost, pero creo que existe un riesgo real de que haya uno capaz de desencadenar un brote de enfermedad, por ejemplo una forma antigua de polio. Tenemos que asumir que algo así podría suceder”. Además, se ha comprobado que muchos microorganismos del permafrost son resistentes a los antibióticos y que existe una alta probabilidad de que, al mezclarse con el agua del deshielo, se puedan crear nuevos microbios resistentes, para los que no exista ningún tratamiento efectivo. Otro riesgo del deshielo del permafrost y otras zonas del Ártico es la liberación de sustancias peligrosas a partir de residuos y desechos enterrados y abandonados por el ser humano, residuos mayormente relacionados con actividades militares que pueden ser radiactivos. Por si todo esto fuera poco, así como el deshielo parece inevitable, todavía lo es más la falta de conciencia del ser humano preparándose para colonizar zonas prístinas del Ártico creando nuevas rutas marítimas, instalaciones mineras, plataformas petrolíferas, potenciando un turismo contaminante y portador de especies invasivas que incluso podrían llegar a ser huéspedes y portadores de nuevas enfermedades que aparecieran con el deshielo, nuevas enfermedades con las que nuestro sistema inmunológico no haya estado nunca en contacto. Tal como explica el profesor y genetista Jean-Michel Claverie: “El escenario de que un virus desconocido que alguna vez infectó a un neandertal regrese hacia nosotros, aunque improbable, se ha convertido en una posibilidad real”. También cada vez más expertos advierten de que hasta ahora toda la atención científica se centraba en la posibilidad de que las pandemias se originaran en regiones del sur del planeta, principalmente en África, y se extendieran hacia el norte, pero que ahora un brote epidémico puede surgir de muchas partes del planeta y extenderse con una enorme rapidez y en muchos casos con un gran potencial de infección y mutación ayudado por las condiciones climáticas variables e inestables.


Actualmente hay varias epizootias o panzootias (dependiendo de su capacidad de propagación y extensión de las áreas afectadas) que se generan a partir de patógenos zoonóticos emergentes, unos patógenos que pueden estar afectando a animales silvestres y al ganado y/o animales domésticos, y que tienen posibilidades de llegar a infectar a los seres humanos. Voy a enumerar y explicar brevemente tres de estas enfermedades más destacables por su peligrosidad:

- Enfermedad del Ciervo Zombi o Caquexia Crónica: Se trata de un trastorno neurodegenerativo mortal que se transmite a través de los cérvidos, incluyendo a alces, renos y caribúes. El animal infectado va perdiendo masa corporal, se debilita, pierde el equilibrio, tiene la mirada perdida y la incapacidad de mantener cabeza y cuerpo en una posición estable. El agente infeccioso, llamado prión, que es una proteína que se altera y provoca la enfermedad, puede persistir durante años en superficies con suciedad y es resistente a la radiación, a la mayoría de los desinfectantes e incluso a la incineración. Se está propagando principalmente por el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming-USA), pero también se ha detectado en más de 30 estados de Estados Unidos, en Canadá y en Corea del Sur. Se transmite a través de los fluidos corporales de un animal infectado, a través de la ingestión de su carne o por contacto con superficies, alimentos o agua que de algún modo se hayan expuesto al contacto con el prión. Existe un gran peligro de transmisión debido a que el consumo de carne de un animal enfermo puede transmitir la enfermedad, y se considera de gran riesgo para depredadores y carroñeros. Hasta ahora no hay evidencias científicas de que pueda transmitirse a los humanos, pero desde 1997 la OMS (Organización Mundial de la Salud) está alertando de la peligrosidad de que estos patógenos puedan entrar en la cadena alimentaria humana.


- Coronavirus Felino: Detectado principalmente en Chipre desde principios de 2023, afectando solo a los gatos. La isla de Chipre es famosa por su superpoblación de gatos callejeros. Muchos gatos son portadores del coronavirus felino y normalmente no enferman y como mucho muestran síntomas leves, pero la nueva variante es un recombinación del coronavirus felino y el canino, y si no se trata a tiempo conduce a una peritonitis infecciosa felina con algo grado de mortalidad. A pesar de no tener ninguna relación con ninguna variante del Covid-19 y de no haber riesgo de transmisión a humanos ni a otros animales, muchos expertos advierten que debería haber mayor control por la posibles mutaciones, aunque su probabilidad sea muy baja, así como por las recombinaciones que los virus pueden desarrollar entre ellos, especialmente si entran en una dinámica de expansión tal como hemos visto en el COVID-19, que ha ido haciendo mutaciones menos mortales pero más infecciosas afectando prácticamente a todo el planeta. Ya ha habido algún caso de gato infectado en el Reino Unido debido a la importación de un gato de Chipre que acabó desarrollando la enfermedad, y se cree que también puede estar empezando a extenderse por países próximos como el Líbano, Israel y Turquía.

- Gripe Aviar: Se considera una verdadera panzootia, especialmente la cepa H5N1, que existe desde 1996, aunque la actual variante se desarrolló en granjas de Europa en 2020. Esta es una variante con una gran capacidad letal e infecciosa sobre la que no se puso la suficiente atención para su contención, extendiéndose así por todo el mundo. Desde 1996 ha habido muchas cepas diversas y muchas zonas donde se han visto afectadas numerosas aves, tanto silvestres como de granja. Esta panzootia ha provocado la muerte de millones de aves, solo en Estados Unidos se calcula que ha infectado a más de 82 millones de aves de granja. De hecho, tal como expone Pablo Plaza, integrante del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional del Comahue (Argentina): “Estos virus emergen en producciones avícolas intensivas donde hay alta concentración de individuos en condiciones estresantes. Si nosotros no cambiamos la forma de producir y seguimos generando impactos ambientales, van a seguir emergiendo patógenos como este”, así que toda granja intensiva es como un caldo de cultivo facilitando el surgimiento de patógenos y su transmisión a la vida silvestre, además de su expansión global.

El problema empezó a agravarse sobre todo desde el año 2022, cuando empezaron a detectarse otros animales infectados. La enfermedad ha afectado a otros tipos de aves y a más de 40 especies de mamíferos, y este problema va en aumento. En la Antártida se han encontrado pingüinos infectados, además de otras aves marinas antárticas como un cormorán y varios skúas; también se han encontrado águilas y gaviotas infectadas y muertas. A principios de este año, 2024, se confirmó la primera muerte de un oso polar por gripe aviar, que también se ha detectado en zorros, pumas, osos negros y pardos, lobos marinos y elefantes marinos, y obviamente la expansión y mortandad de la enfermedad sobre estos animales salvajes es muy difícil de cuantificar al ser prácticamente incontrolable. Actualmente 26 países han encontrado diversas especies de mamíferos infectadas por este virus y, tal como han advertido los científicos, este virus podría provocar “uno de los mayores desastres ecológicos de los tiempos modernos” dependiendo de la especie afectada y sumándose a toda la mortandad que está habiendo debido a la sexta extinción masiva que se está experimentando.

A principios del mes de marzo de este año, 2024, se confirmó la infección del virus H5N1 en cabras de una granja de Minnesota (EE.UU.), y una semana después saltaba la noticia de que el virus había infectado a vacas de granjas de 9 estados de Estados Unidos. Esta ya es la prueba concluyente de que el virus ha mutado para adaptarse mejor a las células de los mamíferos y de que la infección ya no solo es ave-mamífero sino mamífero-mamífero, algo comprobado al ver que las vacas se contagian entre sí. En Estados Unidos rápidamente se han publicado declaraciones como las de jefe del Departamento de Agricultura de Texas, Sid Miller, para tranquilizar a los habitantes y a los consumidores, aclarando que las vacas enfermas y su leche se separan del resto del ganado, y que no hay constancia de que leche contaminada haya entrado en la cadena alimentaria, añadiendo que el proceso de pasteurización deja inactivo al virus.

Sea como sea, el virus está mostrando su capacidad de infección, de mutación. De momento la transmisión al ser humano es muy ocasional, pero desde 2003 hasta 2024 el H5N1 ha infectado a 889 personas, con casos detectados en 23 países. La mitad de estas personas fallecieron, pero ningún dato se puede considerar fiable porque se han podido infectar muchas más personas sin que se sepa, al igual que pasa con los animales silvestres. También es significativo que el pasado mes de marzo se infectara un trabajador de una granja lechera de Texas, que se recuperó después de recibir un tratamiento, pero todo son señales de una posible mayor expansión del virus afectando cada vez a más especies, incluyendo al ser humano. Tal como indica Kai Kupferschmidt, periodista científico: “Le estamos dando al H5N1 un ambiente bastante bueno dentro del cual mutar”, y la señal de alarma total se dispararía si se constatara la infección de humano a humano, cosa que parece no haber sucedido.

- Otras enfermedades peligrosas: Aquí se pueden enumerar muchas enfermedades que hace muchos años que nos afectan, que se expanden por grandes zonas continentales pero a priori no se consideran tan peligrosas o no se encuentran soluciones contundentes para detenerlas o intentar erradicarlas. Por ejemplo este año, 2024, en las Américas se han disparado los casos de dengue, que es transmitido por mosquitos. También se han multiplicado los brotes de cólera en muchos países africanos, así como los casos del “síndrome del cabeceo”, una enfermedad neurológica que afecta a varios países de África y de la cual no se hay tratamiento y puede llegar a provocar la muerte. También es muy notable la expansión de garrapatas portadoras de varias enfermedades graves, como es el caso de la gran expansión de la garrapata Hyalomma lusitanicum en Cataluña (España), que es un potencial transmisor de la fiebre hemorrágica Crimea-Congo. En este caso la expansión del animal tiene una relación directa con la superpoblación de especies muy buscadas por estos parásitos, como el conejo y el jabalí, ya que no tienen depredadores que controlen su población.

En todo desequilibrio y expansión de patógenos, de agravamiento de enfermedades, de que se den las condiciones apropiadas para que puedan convertirse en epidemias, panzootias o pandemias, encontramos al ser humano y su forma de actuar sin ningún respeto por las otras formas de vida, por los ecosistemas, por la naturaleza, por la biosfera, por el planeta. Está claro que la invasión de los espacios naturales está forzando una proximidad entre humanos y animales que está generando conflictos de todo tipo, además de todo lo que implica cualquier destrucción, contaminación y alteración de bosques, subsuelos, vías fluviales, costas, corrientes oceánicas, etc. Todo ello potencia los trastornos climáticos que acaban beneficiando a los patógenos tanto para su expansión como para su mutación. Aquí se puede incluir la alteración de las estaciones del año; el calentamiento que va fomentando un clima tropical extendiéndose hacia los polos; el desequilibrio hidrológico, con enormes tormentas y lluvias y también gravísimas sequías; todos los desajustes fenológicos que estresan ecosistemas desestabilizando la cadena alimentaria, con especies invasivas en muchos casos transportadas por el ser humano en sus desplazamientos. Un ejemplo claro son las migraciones animales, porque están cambiando debido a la inestabilidad climática, por la falta de alimentos en los lugares de destino y también por la facilidad de algunas especies de encontrar alimentos sin desplazarse porque se han acostumbrado a comer en los vertederos que ha creado el ser humano. Todo esto son verdaderas baterías bien cargadas para que se expandan virus y bacterias a través de diversos huéspedes, y empiecen a mutar para contagiar a nuevas especies conforme se van adaptando a cualquier condición climática que vayan encontrando. Tal como expresa el periodista científico Kai Kupferschmidt al hablar del H5N1 y su posible transmisión masiva infectando al ser humano: “Así que, en cierto modo, estamos a merced de la capacidad de cambio de este virus”.




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martes, 21 de mayo de 2024

PLANETA TIERRA: UN CUERPO PLANETARIO EN CRISIS. TECTÓNICA DE PLACAS Y VULCANISMO DESDE LA PERSPECTIVA GLOBAL

Redactado y publicado por David Arbizu



En general, a los seres humanos nos es muy difícil comprender la dimensión de nuestro planeta y mucho menos las distancias de nuestro sistema solar o, por ejemplo, el tamaño del Sol, y ya es prácticamente imposible concebir el tamaño de la Vía Láctea, con sus entre 200 y 400 mil millones de estrellas, además de que solo es una galaxia más del universo conocido, que se calcula que alberga a más de 200 mil millones de galaxias. A pesar de ello, gracias a los avances científicos y tecnológicos vamos teniendo acceso a imágenes realizadas con telescopios terrestres y espaciales que facilitan que vayamos integrando una definición más visual de galaxias lejanas, otras lunas, diferentes formaciones planetarias, incluso de agujeros negros.

En 1972, la tripulación del Apolo 17 tomó una fotografía de nuestro planeta que se considera una de las más impactantes en la historia de la humanidad. La fotografía muestra la Tierra iluminada, esférica, azul, hermosa en el espacio. Anteriormente se habían realizado otras fotografías del planeta desde cohetes y satélites, pero esta tenía mayor luminosidad general y se tomó en un momento en que había un aumento del activismo ambiental y todavía muchas personas abiertas a todo lo positivo que habían aportado los años de mayor influencia y expansión del movimiento hippie. La fotografía fue retocada para darle más luminosidad y color, y se giró porque originalmente el polo sur, la Antártida, quedaba en la parte superior. Esta imagen se convirtió en un símbolo del movimiento ambiental, y a partir de las palabras de los astronautas que la tomaron se denominó “La canica azul” como una expresión de la fragilidad que transmitía ver nuestro planeta como ese punto que se iba haciendo cada vez más pequeño, quebrantable, como si fuera de cristal rodeado por la inmensidad del espacio.

Imagen de la fotografía tomada desde el Apolo 17

Es interesante observar que a este planeta, donde domina el color azul, se le llame la Tierra, pero cuando se empezó a nombrar el planeta no había esta visión desde el espacio que ahora tenemos. Según la BBC, el nombre de la Tierra se debe a que nuestros ancestros en realidad estaban nombrando el suelo que tenían bajo sus pies, la superficie que los sostenía y sustentaba, lo que consideraban su territorio existencial, y por eso muchas lenguas nombran de forma similar al planeta siguiendo esta lógica. A pesar de que todo esto es comprensible, muchos seres humanos actuales siguen sin tener una buena comprensión de su planeta, se mira mucho al suelo y poco al cielo y, por mucho viaje y turismo que se haga, en general no se tiene una perspectiva planetaria, no se piensa en la Tierra tal como muestra esa fotografía ni se valora el hecho de “ahora estoy en este punto” respecto a esa visión global. La misma tecnología que nos facilita imágenes del planeta, de partes de nuestro sistema solar, de otras galaxias, es la que también nos cierra la perspectiva con el dominio de las pantallas, donde el mundo que definimos y en el que nos situamos se reduce y contrae al que cabe en el dispositivo desde el que hacemos nuestras fotos. De esta forma nos vamos haciendo pequeños sin darnos cuenta, aunque obviamente el que busca encuentra información, documentación e imágenes para saber más, para ampliar conocimientos, pero también las obligaciones diarias, el automatismo de la forma de vida que en general se ha instaurado en la mayoría de sociedades y países, dirigen hacia ese primitivismo que paradójicamente nos trae la tecnología más innovadora, desde donde no vemos más allá del suelo que pisamos o, dicho de una forma más interesante: no somos más conscientes del mundo en que vivimos, de que la existencia está fundamentada en que esa “canica azul” no se rompa, no se desajuste, no se modifiquen los sistemas que permiten que sea habitable.

La crisis climática que estamos experimentando, especialmente mostrada a través de los desequilibrios de los patrones climáticos, nos está indicando continuamente que debemos comprender y adquirir esa conciencia del planeta como un cuerpo planetario que tiene sus ciclos, sus sistemas, su dinámica, sus recursos para recuperarse de trastornos que lo desajusten. Esto que en parte parece obvio es en realidad muy complicado, especialmente para las mentes y sistemas de creencias de la mayoría de seres humanos para los que, por ejemplo, es totalmente normal el sistema de medicina occidental donde la mayoría de médicos se especializan y tratan sintomatologías y enfermedades según los órganos o sistemas concretos afectados, sin tener en cuenta que el desequilibrio puede venir de otra parte del cuerpo y que existe una homeostasis, una relación e interacción entre todo lo que forma un cuerpo, donde además también entran en juego las emociones, los pensamientos y muchas otras pautas e incluso influencias externas que conducen o apartan de un estado saludable. Por suerte son cada vez más los médicos que son conscientes de que hay que tener en cuenta todas estas cosas, que es importante valorar todo lo que nos aporta, por ejemplo, la medicina oriental con todo el enfoque de meridianos, puntos de presión, relación con los elementos (tierra, aire, fuego, agua), importancia del contacto con la naturaleza, pero la estructura y oferta de los organismos vinculados con la sanación sigue en ese formato rígido y estructurado, y de nuevo la tecnología va desarrollando instrumentos que por un lado ayudan a avanzar y poder realizar sanaciones que antes no eran posibles pero por otro lado aumentan el “segmentarismo” y esa falta de visión conjunta. Todo esto es aplicable al planeta, ya que se trata de un cuerpo planetario con sus meridianos, sus elementos, sus lugares de mayor o menor expresión energética, toda su estructura basada en la interconexión de los elementos que forman la biosfera pero que también forman las capas internas del planeta.

Entonces, ahora más que nunca es el momento de tener esa perspectiva planetaria global y al mismo tiempo aplicar en nosotros mismos la conciencia de lo particular, de lo influyentes que pueden ser nuestras acciones diarias para no empeorar nada de nuestro entorno, porque holográficamente estaremos creando un efecto global. Ahora es el momento de conocer mejor la Tierra, y el cambio climático nos invita a adquirir ese conocimiento con sus expresiones extremas y peligrosas. Y una de las formas más asequibles es observando con atención las noticias que publican los medios de comunicación respecto a eventos climáticos o desequilibrios que están sucediendo en el planeta. De este modo podemos ser más conscientes de todo lo negativo del deshielo de los polos, de que la corriente jet stream no se mantenga fuerte y regular, de que aumente excesivamente la temperatura del agua de los océanos, de que se forme en el Pacífico Central el fenómeno de La Niña o El Niño, de que haya un exceso de ríos atmosféricos llegando a la costa oeste de Estados Unidos, de que se esté debilitando la Corriente de Vuelco Meridional del Atlántico (AMOC por sus siglas en inglés), de que el calentamiento global favorezca el desplazamiento de especies invasoras que puedan destruir ecosistemas, de que estén surgiendo panzootias (como la del virus de la gripe aviar afectando ya a mamíferos) que pueden acabar impulsando otra gran pandemia, tal como podría también suceder debido al deshielo del permafrost. Todo esto que acabo de listar puede surgir perfectamente de las noticias relacionadas con el calentamiento global y el trastorno planetario publicadas en solo el último mes, y se puede observar que aparecen los diversos elementos en diferentes expresiones y siempre interconectados e interdependientes como parte de la estabilidad o inestabilidad planetaria. Y aunque no he hecho referencia al enumerarlas, obviamente en todo desajuste encontraremos la mano del ser humano, las actividades, el comportamiento, la falta de conciencia que ha creado esta crisis planetaria, todo lo que ha dado forma a lo que llamamos Antropoceno.

Uno de los elementos que se está haciendo notar cada vez con más fuerza y a nivel global es el elemento fuego, y me refiero a los movimientos sísmicos y a las erupciones volcánicas. Está claro que si se habla de un elemento también van a estar involucrados los demás, incluso los que llegan desde el exterior, como por ejemplo desde la alta actividad solar actual, porque además se sabe que la actividad solar influye en el equilibrio de las placas tectónicas. Para el análisis que en parte da pie a este artículo quiero focalizarme en la existencia de los dos grandes cinturones orogenéticos (u orogénicos) del planeta. Geológicamente, un cinturón  orogénico es una amplia zona geográfica que ha sufrido un dinamismo tectónico compresivo, y en la Tierra los dos grandes cinturones orogenéticos son el “Cinturón Orogenético Peripacífico”, que también conocemos como “Anillo de Fuego”, y el Cinturón Orogenético Mesogeico, también llamado “Cinturón Alpino-Himalayo”.

Cinturón Orogenético Peripacífico – Anillo de Fuego


Cinturón Orogenético Mesogeico – Alpino Himalayo

La tectónica de placas y el vulcanismo son la expresión de la liberación y dinamismo de algunas de la fuerzas internas del planeta, del fuego interno que forma parte del cuerpo planetario y crea un vínculo entre todas sus capas. De hecho, a través del movimiento de subducción un placa se sumerge bajo otra, y a través de las erupciones volcánicas y la divergencia entre placas vuelve a emerger nueva tierra a la superficie, como un proceso de renovación continuo donde intervienen todas las capas del planeta y los elementos del agua y del aire, además del fuego y la tierra.

Lo que ahora nos está mostrando el planeta es cómo se generaliza esa liberación de la tensión interna, y aunque siempre hay más sismicidad y erupciones en el Anillo de Fuego, también hay un aumento general de actividad en el cinturón Alpino-Himalayo. Entonces, más allá de enumerar procesos eruptivos y sísmicos actuales, es importante alcanzar esa perspectiva de que todo está conectado. Incluso los mapas adjuntos de los cinturones nos muestran el ejemplo de la zona de Indonesia formando parte de los dos cinturones, pero si lo observamos desde la visión de la tectónica de placas podemos ver además que cualquier dinámica va a ir más allá de lo que puede expresar una línea o cinturón.


En este mapa se observa cómo los cinturones los forman las líneas de separación entre placas. Cualquier liberación sísmica en una parte de una placa va a tener un efecto global, sea mesurable o no, porque de eso trata la deriva continental, que es el movimiento de la litosfera, de la superficie del planeta, sobre el manto interior formado por materiales dúctiles que se encuentran en estado sólido, semifundido y totalmente fundido. Con todo ello, lo que ahora nos muestra el cuerpo planetario donde vivimos es cómo una descompresión generalizada del fuego y de la tensión acumulada facilita que no se alcance una liberación mayor y catastrófica en un punto concreto. Esta es la expresión de la capacidad de homeostasis de la Tierra buscando el reequilibrio de todo su cuerpo, desde el núcleo hasta la parte más externa de la atmósfera.

Y este es el mensaje y lección que nos ofrece la Tierra, Gaia, es el mensaje de ser conscientes de que habitamos un cuerpo planetario que hemos hecho enfermar y cuya sintomatología va llegando a todas partes. De este modo, podemos ver también cómo se alteran lo que conocemos como “puntos calientes”, con todas las erupciones que últimamente está habiendo en Islandia, con toda la actividad del Etna y los volcanes de las islas Eolias (Italia), con los terremotos que está habiendo bajo Campi Flegrei (Italia), una de las mayores calderas volcánicas del planeta situada muy cerca del volcán Vesubio, con la sismicidad notable en Tenerife (islas Canarias), donde está el volcán Teide, con movimientos de magma también bajo el volcán Kilauea de Hawái. En el momento de escribir este artículo se ha registrado un terremoto de 4,1 grados en el Pirineo francés, y si se observa la imagen del Cinturón Orogénico Alpino Himalayo se puede ver que encadena parte de los grandes sistemas montañosos del planeta: Himalaya, Hindu Kush, las montañas del Cáucaso, los Alpes, los Pirineos y el Atlas, entre otros. Así que tenemos ante nosotros la expresión de una tensión global que ya no solo se focaliza en el Anillo de Fuego, donde evidentemente sigue habiendo volcanes en erupción y terremotos importantes, sino que se expande y puede desencadenar un evento en cualquier punto, incluso un evento volcánico y/o sísmico cuyo detonante pueda ser el deshielo del Ártico, por ejemplo, que sabemos que impulsa la elevación de Islandia y la descompresión de cámaras magmáticas permitiendo mayor elevación de magma, un deshielo que está afectando a la circulación oceánica global (cinturón transoceánico) y que puede acabar dirigiendo incluso hacia una mini-glaciación.

Hablar del elemento fuego, con la tectónica de placas y el vulcanismo, justamente nos muestra que todo está conectado, que no lo podemos separar tal como al inicio del artículo explicaba que lo hace la medicina occidental. Si está habiendo un cambio del efecto atmosférico de El Niño hacia La Niña, las presiones atmosféricas van a cambiar y por lo tanto las tormentas van a refrescar, o no, amplias zonas de los océanos que están muy calientes. Si sigue la deforestación de los grandes pulmones del planeta, como la Amazonia y las selvas africanas, aumentarán las sequías y se deterioraran los patrones globales del ciclo del agua. Si el Sol sigue con su actividad tan elevada, también va a repercutir sobre las placas tectónicas, sobre el campo magnético protector del planeta, sobre la formación de nubes, sobre la velocidad de los vientos, sobre la evaporación, sobre la sequedad de la tierra y el estrés de toda forma de vida, de todo lo que forma la cadena alimentaria y la estructura de la biosfera. Todo tiene una razón de ser y no hay nada menos importante, y un ejemplo de ello es la importancia de las migraciones de los animales, desde las ballenas siguiendo los meridianos oceánicos de la Tierra hasta los ñus, los búfalos, etc. que además remueven el suelo con sus pezuñas oxigenándolo, debilitando la vegetación en zonas donde eso es justamente el motor de regeneración y renovación de plantas y árboles dentro de sus ciclos de vida ajustados a cada ecosistema.

Por eso ahora tanto el desarrollo como la lectura de la noticia de un evento debería tener una visión global y un análisis drástico y contundente de cómo la mayor parte de responsabilidad de la crisis planetaria recae en el ser humano y su falta de conciencia, su falta de comprensión del planeta en el que vive, y obviamente su falta de amor, que ya de principio no tiene ni a los miembros de su propia especie al permitir las guerras, genocidios y hambrunas que hay en muchos países.
Hay muchos conocimientos que no salen a la luz, hay posibles soluciones que quedan marginadas y desechadas por la presión y fuerza de clases dirigentes y grupos de poder, hay toda una manipulación para no cambiar un modelo cuyo fundamento es el abuso y la destrucción del planeta, todo ello mientras el planeta avisa y notifica su desequilibrio, mientras avanza la sexta extinción masiva y reina una desesperanza que no ayuda por muy justificada que pueda ser. Al mismo tiempo es imposible no amar este planeta, es imposible no encontrar belleza en cualquier parte, es imposible no ver la fuerza de vida que expresa y cómo nos volvemos insignificantes ante cualquier evento catastrófico. Habitamos un gran cuerpo planetario del cual formamos parte y la sanación y recuperación de todo trastorno ha de empezar por nosotros mismos, como las células que habían provocado la enfermedad y que de pronto han transmutado, han cambiado su dinámica y se han vuelto sanadoras y protectoras del cuerpo que les da sustento y vida. 






Fuentes:



Imágenes:
- Imagen de la Tierra: De NASA/Apollo 17 crew; taken by either Harrison Schmitt or Ron Evans - https://www.nasa.gov/multimedia/imagegallery/image_feature_329.html , Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=43894484
- Imagen del Cinturón Peripacífico: By Pacific_Ring_of_Fire.svg: Gringer (talk) derivative work: B1mbo (talk) - Pacific_Ring_of_Fire.svg, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14610013
- Imagen del Cinturón Mesogeico: Transferred from de.wikipedia to Commons by Jo Weber., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3652935
- Imagen placas tectónicas: De Eric Gaba (Sting) created by Ævar Arnfjörð Bjarmason under PD and based on an USGS mapData: Prof. Peter Bird's map, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31487408
       

miércoles, 13 de marzo de 2024

LA ANSIEDAD CLIMÁTICA Y LA ECOANSIEDAD: SEÑALES PRESENTES DE UN COMPLICADO FUTURO PLANETARIO

Redactado y publicado por David Arbizu



La ecoansiedad se define como un estado de malestar crónico donde dominan el miedo y la gran preocupación por la crisis climática y ecológica, por todo lo que pueda generar el desequilibrio del medio ambiente, de los ecosistemas, de los hábitats, etc., de forma que se ponga en peligro la subsistencia en el planeta, ya sea la de uno mismo como la de los hijos y/o generaciones futuras. En ocasiones se considera que los términos ecoansiedad y ansiedad climática son sinónimos, pero hay expertos que señalan que la ansiedad climática es una parte de la ecoansiedad, o ansiedad ecológica, y obviamente se centra totalmente en todo lo relacionado con el clima y los eventos catastróficos que se puedan desarrollar. Ni la ecoansiedad ni la ansiedad climática se consideran enfermedades ni desequilibrios mentales o emocionales, aunque sí que se comprende que conllevan síntomas dolorosos y angustiosos. Más bien se considera que son una respuesta racional a todo lo que se está presenciando, experimentando, escuchando por los medios de comunicación, asistiendo al ver la nula respuesta de los gobiernos y el engaño cada vez más claro para no poner en marcha medidas que supondrían restricciones sobre las personas y grupos de poder que dominan el planeta.

Cada vez más, la ecoansiedad y la ansiedad climática son temas centrales de muchos estudios de todo tipo, ya sean de tipo social, medioambientales, climáticos e incluso políticos, porque se constata que hay un incremento constante de personas conscientes de las amenazas a la subsistencia que llegan y van a seguir llegando, y todo ello se va a expresar en movimientos de todo tipo que, tal como presentaré en este artículo, se prevé que conduzcan a conflictos sociales, aumento de regímenes autoritarios y todo tipo de reacciones y enfrentamientos impulsados por el deterioro de la calidad de vida y el peligro incluso de no cubrir lo que podríamos llamar “necesidades mínimas”.


En la imagen superior se observa la frase “No tenemos tiempo” escrita en inglés, y este es el pensamiento dominante en muchas personas de todas las edades. Curiosa y desgraciadamente, muchas personas consideran que de algún modo “el mundo se acaba”, y dependiendo del rango de edad varían entonces las propias perspectivas en cuanto a si lo van a presenciar o no. Esta es una de las razones por las que hay un mayor enfoque en la ecoansiedad sobre personas jóvenes que pueden sentirse especialmente vulnerables e imposibilitadas de generar cualquier acción por un futuro sostenible y saludable. En el año 2021 se publicó un importante estudio-encuesta de ámbito global, ya que se encuestaron a 1.000 niños y jóvenes (de entre 16 y 25 años) de diez países diferentes, sumando un total de 10.000 personas habitantes de países representando a todos los continentes. La encuesta estaba focalizada en el cambio climático y la valoración sobre cómo lo estaban gestionando los gobiernos. Los resultados mostraron que el 59% de los encuestados estaban muy o extremadamente preocupados por el cambio climático. Además, el 50% señaló que sufría emociones negativas, como tristeza, ansiedad, rabia, culpa, impotencia, y más del 45% dijo que estas emociones y pensamientos empeoraban a diario su calidad de vida. También más del 75% contestaron que “el futuro es aterrador”, y el 83% dijo que los seres humanos no han sabido cuidar el planeta. Respecto al trabajo de los gobiernos, la gran mayoría de las respuestas fueron descalificatorias junto con la sensación de sentirse traicionados.
Creo que es muy correcto pensar que si los datos de esta encuesta son como máximo del 2021, ahora, en el 2024, las cifras serían mucho más dramáticas debido a toda la aceleración de la crisis climática planetaria que estamos experimentando, con año tras año superándose las temperaturas globales, marcando nuevos récords de calor, viendo como en el año 2023 ya se sobrepasaron los 1,5ºC de aumento de temperatura desde la Revolución Industrial y que no se ha implementado nada mínimamente consistente y efectivo para detener la degradación de la biosfera, la sexta extinción masiva y el gran desequilibrio climático planetario.


Pero al mismo tiempo existe una especie de respuesta potente y “liberadora”, por decirlo de algún modo, frente a estos resultados, frente a esta realidad aplastante, y es la respuesta de una conciencia colectiva que se acoge a la estrategia del “mejor no saberlo, no aceptarlo o, si es necesario, negarlo y no reconocerlo”. Entonces se ve claramente algo tan impactante como el hecho de que la persona más antisistema que pueda haber podría defender a muerte ese sistema que insulta si se pusiera en peligro su supervivencia o incluso su bienestar. Es más, se puede llegar a utilizar y valorar la ciencia y la tecnología como herramientas milagrosas que seguro que lo solucionarán todo, con la seguridad de un futuro cercano donde alguien pulsará un botón y todo volverá a esa “normalidad” que muchos consideran definida y en realidad nunca ha existido si se analiza desde valores de respeto a toda forma de vida, a la biosfera y al planeta.

Obviamente, todo esto será diferente si se observan personas viviendo en sociedades más capitalistas, más urbanas, más de lo que llamamos “países avanzados”, o personas de países menos desarrollados o de sociedades mayormente basadas en la agricultura y la ganadería, en países con mayor o menor influencia mediática o con mayor o menor acceso a información sobre eventos a nivel global, pero hay una parte innegable que atañe e involucra a todos. Así que, en general, hay mayor o menor “ceguera” dependiendo de cada egocentrismo y de cada permisibilidad de ser manipulado, al igual como ahora parece que todo el mundo haya olvidado cómo la naturaleza, el verde de los árboles, el azul del cielo, la presencia de pájaros, etc. se disparó exponencialmente a los pocos días de permanecer gran parte de la humanidad en sus casas, sin salir a la calle, debido al Covid-19.


Vivimos en un reino de pantallas e imágenes que están continuamente bombardeando informaciones y mensajes perfectamente preparados e incluso falseados, si es necesario, para neutralizar cualquier posible reacción notable que pudiera desestabilizar el programa que impera y que nos ha conducido hasta esta situación de crisis climática y de caída de valores del ser humano. Así lo detalla Paul Hoggett, investigador de políticas sociales y profesor emérito de la Universidad del Oeste de Inglaterra en Bristol: “Casi te encoges de hombros. A medida que la primera realidad (climática) empeora, la respuesta política y cultural se vuelve más perversa”, y también James Hansen, reconocido investigador climático, al referirse a la ignorancia pública: “¿Cuánto tiempo los poderes fácticos pueden salirse con la suya levantando cortinas de humo y pretendiendo que están haciendo algo significativo?”.

En realidad el escenario y la estrategia se muestran sin tapujos ante nuestras narices. No hay más que leer las noticias relacionadas con las reuniones COP (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés) que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). La COP28 se celebró en 2023 en Dubái, país productor de petróleo, y la COP29 se celebrará este año, 2024, en Azerbaiyán, otro país productor de petróleo, así que no son de esperar noticias positivas, tal como expone Reinhard Steurer: “Si la industria de los combustibles fósiles puede celebrar el resultado de la COP, no es una buena señal”. Por eso en gran medida se sigue transmitiendo esa idea de normalidad y de que podemos seguir haciendo todo como hasta ahora sin tener en cuenta la contaminación que generamos, el agua que desaprovechamos, el abuso sobre otras personas o pueblos, el estrés y dificultades de supervivencia que acarreamos sobre los otros seres vivos del planeta y sobre los espacios naturales, de muchos de los cuales depende el buen funcionamiento de sistemas y ciclos de la biosfera, de estructuras que son verdaderas reguladoras del clima y absorbedoras de carbono.

También son importantes otros estudios que relacionan la emergencia climática y la condición humana, y son impactantes estas palabras de Paul Hoggett: “Cuando la realidad climática comienza a ponerse dura, uno asegura sus fronteras, asegura sus propias fuentes de alimentos y energía, y deja afuera al resto. Esa es la política del bote salvavidas armado”. Además está comprobado que, en situaciones graves, un aumento del activismo climático comporta una reacción de oposición a esas acciones climáticas debido a que las personas ven cerca la pérdida de recursos y medios de vida, de supervivencia. Todo ello augura un colapso social y la posibilidad de impulsar gobiernos autoritarios, como advierte Paul Hoggett: “En momentos de tanta incertidumbre se puede desatar una verdadera plaga de sentimientos públicos tóxicos que constituyen un sustento eficaz para movimientos políticos como el populismo, el autoritarismo y el totalitarismo”. Por lo tanto, el camino no es muy atractivo mientras los líderes no actúen con mayor conciencia, mientras la masa sea dominada con tanta facilidad y la mayoría de las personas solo apuesten por su propio bienestar sin ser conscientes de que están produciendo y apoyando el agravamiento de la crisis. 

En prácticamente todos los estudios y declaraciones de los expertos se hace referencia a la responsabilidad de los científicos como mensajeros frente a la realidad que no se quiere ver, que se manipula y se niega. Deben multiplicarse las explicaciones sobre las consecuencias de sobrepasar los 1,5ºC de calentamiento global, se debe alertar a las personas para que se preocupen, se debe explicar que no existe ni existirá ninguna normalidad y se requieren medidas impecables e implacables para detener la crisis climática iniciando un verdadero movimiento planetario de reparación de lo degradado y poniendo por delante de todo el respeto y cuidado de todo lo que conforma nuestra biosfera, las condiciones que, si queremos, este planeta puede recuperar y que expresan el gran poder y las maravillosas capacidades de sostener vida que lo caracterizan y hacen tan bello.




Fuentes:

Imágenes:
Imagen pancarta- Imagen de 2730176 en Pixabay
Imagen 2 caras- Imagen de S K en Pixabay
Imagen Home- Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

viernes, 29 de diciembre de 2023

LA SEXTA EXTINCIÓN MASIVA Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Redactado y publicado por David Arbizu


En este planeta, nuestro hogar, no existe ninguna especie prescindible, tanto animal como vegetal, no existe ninguna montaña, llanura, desierto, mar, lago, río, etc., cuya forma, altura o extensión no tenga una razón de ser tal como es, incluida su erosión y cambios que suponen nuevos acondicionamientos del ecosistema y hábitats a los que da forma o cobijo, pues nuestro mundo y nuestra biosfera son dinámicos, la vida es movimiento, y ese dinamismo debería ser equilibrado y evolutivo, sin los desajustes e injerencias artificiales e impropias que provoca el ser humano.

Estamos a finales del año 2023 y se acaba de celebrar la COP28 en Dubái, y aunque algunos medios de comunicación utilizan titulares indicando un avance hacia el final de la era del uso de combustibles fósiles, hay otros que reconocen una vez más el gran fracaso de estas cumbres sobre el cambio climático, la falta de determinación y la falsedad escondida en acuerdos y textos que no imponen ninguna resolución definitiva ni ningún tipo de control, obligatoriedad ni penalización.

Mientras tanto observamos cómo avanza el desequilibrio climático, cómo casi a mitad de diciembre se alcanzan casi los 30ºC en Málaga (España), cómo se agrava la sequía en algunos lugares y se condensan lluvias e inundaciones en otros, cómo se detectan muchas subidas de magma en muchos puntos del planeta, mostrando cómo el desequilibrio de las capas superficiales también tensan y desajustan las capas más internas de este cuerpo planetario que habitamos. De igual modo se acelera la sexta extinción masiva, y aunque aumentan los programas y organizaciones que trabajan con especies con problemas de supervivencia, ya en el año 2019 se contemplaba que había 1 millón de especies animales y vegetales en peligro de extinción.

Al menos toda esta situación está impulsando un enfoque científico más global, planetario, con investigadores que aunque puedan centrarse en un ecosistema concreto, o una especie, son conscientes de que todo está interconectado, de que el mundo vegetal no podría sobrevivir sin el mundo animal y viceversa, así como no se puede sobrevivir sin un suelo, aire y agua que mantengan unas condiciones saludables. Todo esto ha catapultado estudios sobre la relación entre las especies y el cambio climático, porque si se entiende esa conexión entre especies y medio ambiente como el fundamento de una biosfera activa, potente y llena de biodiversidad, también entonces aumenta el interés por ver y demostrar de qué forma las especies aportan la parte que les corresponde a ese equilibrio dinámico que se constituye como sostenedor y facilitador de que la vida prospere en este planeta.


Un estudio muy interesante publicado a principios de este año, y del que ahora algunos medios de comunicación se han vuelto a hacer eco presentándolo de nuevo a finales de noviembre, demuestra cómo el comportamiento y forma de vida de especies o grupos de animales tiene un efecto directo sobre el clima. Este estudio se centró en nueve grupos de animales, y los resultados indican y se focalizan especialmente en su influencia sobre la captura o liberación de CO2 a la atmósfera, creando efectos positivos o negativos sobre el calentamiento global, pero en todo caso revelando la significante influencia de la vida silvestre sobre la cantidad de carbono que se acumula en la atmósfera y también cómo esa vida representa la expresión de ese dinamismo y vínculo de cada acción generando avances en algunos aspectos y retrocesos o pérdidas en otros. Voy a enumerar las especies estudiadas haciendo un breve resumen de lo aportado por este estudio sobre cada una de ellas.

- Ñus: Estos animales, como muchos otros, han pasado por etapas de prosperidad y de adversidad casi siempre relacionadas con el comportamiento humano. A mitad del siglo pasado, el número de estos grandes herbívoros cayó brutalmente debido a la caza furtiva, a enfermedades transmitidas por el ganado y a la pérdida de hábitat, y esto tuvo su impacto en la vegetación, que aumentó notablemente. Si consideramos el efecto de esta situación sobre el cambio climático, se podría pensar que a mayor volumen de vegetación, mayor secuestro de carbono, pero la realidad fue que se multiplicaron los incendios forestales y se liberó gran parte del carbono almacenado en las plantas y el suelo de la sabana. Sin embargo, al recuperarse las poblaciones de estos grandes herbívoros también quedó controlado el crecimiento excesivo de la vegetación, así como los incendios, y hay que añadir que su estiércol enriquece el suelo y facilita que el carbono quede capturado en la tierra. Este es un ejemplo de un hábitat que con el descenso de ñus pasó a ser un emisor de carbono, y con la recuperación de estos animales volvió a ser un sumidero con un alto valor para la reducción de carbono en la atmósfera.

- Peces marinos: Se considera el grupo de especies que puede tener un mayor impacto sobre el ciclo del carbono. Los peces capturan carbono al comer plancton cerca de la superficie y luego lo liberan al hundirse en el fondo marino a través de sus heces. El carbono también queda secuestrado en sus cuerpos, que se hunden en el océano cuando mueren.

- Tiburones: Parte de la dieta de estos grandes depredadores son peces herbívoros, de manera que su presencia restringe los movimientos de peces que comen vegetación marina permitiendo el equilibrio y salud de la vegetación oceánica y el cumplimiento de su función secuestradora de carbono. Al igual que los otros animales, sus heces con carbono capturado también se hunden en el fondo marino.

- Ballenas: Los excrementos de las ballenas son como fertilizantes para el crecimiento del fitoplancton y otras plantas microscópicas que consumen dióxido de carbono, así que sus hábitats y sus vías de comunicación se convierten en zonas muy importantes para extraer el CO2 de la atmósfera. También almacenan mucho carbono en sus cuerpos, que cuando mueren normalmente se hunden en el océano.

- Lobos: Los lobos nos muestran cómo un depredador puede beneficiar o perjudicar el secuestro de carbono dependiendo del ecosistema donde habita y el rol de sus presas, muchas veces herbívoras, en relación con el consumo de vegetación. Por ejemplo, en América del Norte los alces fertilizan el suelo e impulsan el crecimiento de la vegetación con sus heces. Los alces pueden habitar zonas donde el peligro de incendios no es tan grande, y entonces es beneficioso un buen número de herbívoros que no sea excesivamente diezmado por los lobos. Otro ejemplo lo encontramos con otra especie animal abordada por el estudio publicado y que se detalla en el siguiente punto: los bueyes almizcleros.

- Bueyes almizcleros: Viven en el Ártico y son presa habitual de los lobos. Al comer y deambular por sus hábitats, estos bueyes pisotean el suelo helado compactándolo y favoreciendo el mantenimiento del permafrost frente al deshielo. El permafrost es una capa de tierra helada que retiene enormes cantidades de metano y su derretimiento representa un gran peligro en muchos sentidos, como por ejemplo la posibilidad de liberar microbios ancestrales ante los cuales los seres vivos actuales de la Tierra no tenemos las defensas apropiadas ni los avances médicos para combatirlos. Así que los lobos, como depredadores, pueden mantener el equilibrio de un ecosistema, incluso obligando a que grandes herbívoros no desciendan con facilidad a los valles donde encuentran más alimento, algo que permite que siempre haya suficiente vegetación para mantener la firmeza del suelo y que esa vegetación retenga carbono. El problema surge si se alcanza un estrés excesivo sobre los animales, ya sea sobre la especie depredadora como sobre los herbívoros, algo que normalmente sucede debido a actividades humanas como la caza y provocar la pérdida de hábitats, porque también puede implicar un crecimiento excesivo de la vegetación y otras causas como incendios o proliferación excesiva de especies de plantas que pueden crear desajustes fenológicos que acaben afectando también al secuestro de carbono.

- Elefantes: En África, los elefantes destruyen ramas y vegetación al caminar, y esto potencia el crecimiento de árboles más grandes y con ello la capacidad de absorber más carbono. Al mismo tiempo pueden derribar árboles que estén secuestrando carbono, pero esa “limpieza” que realizan facilita que crezcan y se multipliquen mejor otras plantas importantes, como por ejemplo las que comen los ñus, por lo que se considera que realizan una tarea beneficiosa.

- Bisontes americanos: Al igual que los otros grandes herbívoros mencionados, al caminar compactan el suelo y favorecen la dispersión de semillas. También sus heces son fertilizantes y son necesarios para mantener el equilibrio de los ecosistemas y que el estado saludable de la vegetación permita la retención beneficiosa de carbono.

- Nutrias: Las nutrias son otro importante depredador para mantener la vegetación tanto de ríos como de océanos. Las nutrias marinas, en especial, sostienen el equilibrio al cazar animales que pueden diezmar la vegetación. El ejemplo más claro son los erizos de mar, que son destructores de fondos marinos, y si su número no está controlado por sus depredadores pueden liquidar ecosistemas dejándolos prácticamente sin vida vegetal.


Así que podemos observar la relación entre las especies y el secuestro de carbono, tal como señala Oswald Schmitz, colaborador del estudio publicado y profesor de ecología poblacional y comunitaria de la Universidad de Yale (Connecticut-Estados Unidos): “Como muestra la ciencia, la dinámica de la absorción y almacenamiento de carbono cambia fundamentalmente con la presencia o ausencia de animales”. Y aunque los estudios puedan hacerse sobre especies animales o vegetales en particular, también se puede observar la interdependencia que existe entre todos, cómo muchas especies son verdaderos polinizadores, cómo la relación entre depredador y presa puede favorecer o perjudicar a otros seres, al equilibrio y salud de un ecosistema que implique mayor o menor absorción de carbono o liberación o retención de gases de efecto invernadero. Esa es la belleza y complejidad también de la biosfera y la biodiversidad de nuestro planeta, es la armonía natural que impulsa que unas especies crezcan en un lugar pero no en otro, y que al mismo tiempo todas desempeñen un rol imprescindible para todas las demás y para el propio planeta. Por eso el ser humano es tan devastador en muchos aspectos, destruyendo hábitats y especies, contaminándolo todo, favoreciendo el desplazamiento de especies invasoras, dificultando en general ese equilibrio y armonía que es el sustento de todos.

Por lo tanto es fundamental la defensa de la biosfera y de todos los sistemas y ciclos que la configuran, y es fundamental poner en marcha todos los mecanismos necesarios para detener la sexta extinción masiva. Por otro lado, tal como indica Christopher Sandom, experto en reconstrucción y profesor de biología en la Universidad de Sussex (Reino Unido): “Las investigaciones han demostrado que la naturaleza es un conjunto complejo de procesos entrelazados que pueden no dar el resultado esperado”, porque estos estudios y demostraciones de la importancia de la vida animal y vegetal en relación con el cambio climático no deben significar que favorecer programas de defensa del medio ambiente y de especies en peligro sea la solución al cambio climático. El que debe cambiar es el ser humano, el responsable de la crisis planetaria es el ser humano, y así queda expresado claramente en estas palabras de Christopher Sandom: “La reconstrucción no puede verse como una panacea. No debemos simplemente pensar que la naturaleza puede absorber todo el carbono y no adoptar medidas generales para reducir las emisiones provocadas por el hombre”.

 


Fuentes:


Imágenes:
Ñus: Imagen de Antony Trivet en Pixabay