domingo, 26 de septiembre de 2021

Evento del mes de septiembre

 Redactado y publicado por David Arbizu

LA CONTAMINACIÓN DE LOS OCÉANOS
Si hablamos del océano como cuerpo de agua de la Tierra, podemos decir que ocupa el 71% de la superficie del globo y el 90% de la biosfera, en cuanto a espacio donde se desarrolla la vida en el planeta. Con estos datos, es lógico suponer su gran importancia en todos los procesos, patrones, sistemas y estructuras que forman parte del equilibrio de la biosfera, y que parte de todo ello también va a tener su importancia en su relación con las masas terrestres, la atmósfera e incluso la recepción de los rayos solares.

Por desgracia, quedan muy pocas partes del océano que el ser humano no haya invadido y alterado, y en estos momentos de crisis planetaria y climática se empiezan a hacer sentir todas las acciones negativas realizadas sobre los océanos, que durante muchísimos años se han utilizado como el vertedero donde poder tirar cualquier cosa sin pensar en sus consecuencias presentes ni futuras, sin valorar todas las afectaciones sobre la vida ni mucho menos tener conciencia alguna del océano como una entidad que, aunque conectada con otros sistemas, tiene sus propios ciclos y operatividad que es necesario respetar y desear que se mantengan en el mayor equilibrio. Así que existe un ciclo global del agua, que incluye ciclos más pequeños interconectados, y todo ello es imprescindible para la salud de la biosfera y el equilibrio de los patrones climáticos. El ser humano debería comprender que su vida depende de cada ola que rompe en la costa, de cada especie de plancton, de cada krill que crece, se reproduce y multiplica en la Antártida, debería comprender que la pureza del agua del planeta señala la pureza y posibilidad de vida presente y futura en la Tierra.


Voy a nombrar y explicar brevemente algunas de las contaminaciones oceánicas más impactantes y nefastas. Hay que tener en cuenta que algunas pueden desarrollarse a partir de la contaminación de los ríos al desembocar en mares y océanos.
- Contaminación por construcción de puertos, diques, etc. Aparte de la contaminación por introducir materiales en el océano, se genera una deformación de la costa que afecta a hábitats y ecosistemas. En muchos casos se producen movimientos antinaturales de arena que pueden cubrir corales o dañar manglares, o erosionar y modificar la desembocadura de ríos, especialmente de los deltas, que son formaciones que aportan enormes cantidades de nutrientes y sedimentos que se van repartiendo por la línea costera gracias al oleaje. 
- Contaminación por la eliminación de medicamentos de consumo humano. Se ha comprobado que muchos restos de fármacos acaban en el mar, ya sea como basura mal reciclada o al expulsarlos las personas que los toman a través de la orina o las heces. En todo caso, llegan a vías fluviales y al mar y acaban siendo ingeridos de algún modo por seres vivos que están en la cadena alimentaria, así que en algún momento regresan al ser humano. Se ha comprobado cómo muchos fármacos producen alteraciones y mutaciones en los peces, y cómo los restos de antidepresivos, como el Prozac, afectan al comportamiento de los peces volviéndolos más vulnerables, con menos capacidad de adaptarse a cambios y afrontar situaciones importantes para su supervivencia. También aquí podríamos incluir los filtros solares y todo tipo de productos cosméticos, que son extremadamente dañinos y contaminantes.
- Contaminación turística. El turismo es uno de los grandes contaminantes de los mares y océanos. Provoca enormes cantidades de residuos que en muchas ocasiones acaban siendo vertidos o llegando al mar, tanto desde los barcos como desde las playas y costas. 
- Contaminación relacionada con eventos climáticos como huracanes, inundaciones, terremotos o volcanes. Tenemos un buen ejemplo tras el paso del huracán Ida por el Golfo de México, afectando Nueva Orleans y también la costa noreste de Estados Unidos, destacando la ciudad de Nueva York. Se ha alertado del peligro de las inundaciones como grandes masas de agua extremadamente contaminadas. Esas aguas acumulan fertilizantes, pesticidas, fosfatos, gasolina, metales pesados, basura, plástico, aguas residuales y muchas más cosas, y con la saturación de las inundaciones no pasan por las plantas de tratamiento sino que se descargan por las alcantarillas de las localidades hasta las vías fluviales más cercanas, llegando también al mar o al océano. También sabemos que los huracanes remueven el lecho marino, así que se podrían crear situaciones de peligro al mover armas y residuos nucleares o químicos abandonados. También podría suceder igual con un terremoto submarino o una actividad volcánica submarina.
- Contaminación y desequilibrios con la cría de peces, al desplazar especies invasoras y crear plagas. Un ejemplo son las piscifactorías, que crean enormes contaminaciones con los piensos para alimentar a los peces y la propia condensación de peces en espacios pequeños sin posibilidad de moverse. Hay que comprender que son jaulas dentro del mar o de ríos o lagos. Aquí también se podrían nombrar todas las plagas creadas por especies invasoras introducidas por el hombre, tanto consciente como accidentalmente, ya que, por ejemplo, hay especies de plantas y crustáceos que se enganchan a los barcos, llegando e invadiendo zonas fuera de sus hábitats donde crean trastornos perjudiciales.  
- Contaminación relacionada con la pesca. Aquí encontramos toda la destrucción de la pesca, especialmente de la pesca de arrastre, que también mueve cualquier objeto contaminante que haya llegado al océano desde fuentes antropogénicas. También son contaminantes todos los restos de redes y utensilios que se tiran al mar y matan a muchos animales, e incluso llegan y se concentran en zonas como las islas de plástico, favoreciendo que se formen capas de residuos más estructuradas y perjudiciales.


- Contaminación radiactiva. La contaminación radiactiva es quizás una de las más terribles y que creo todavía no ha mostrado su gran impacto. Además, no hay ningún tipo de control ni supervisión sobre todos esos vertidos y acumulaciones radiactivas, pese a las evidencias de fugas e incluso de fotografías de bidones rotos en el fondo del mar. Aquí podríamos nombrar todas las pruebas nucleares realizadas en atolones del Pacífico, todos los barcos y submarinos nucleares hundidos en todos los océanos y mares del planeta, todos los vertidos desde centrales nucleares e instalaciones de producción de plutonio y armamento nuclear. Solo por poner algunas cifras: Entre 1946 y 1958, Estados Unidos llegó a detonar más de 60 armas nucleares sobre distintas partes de las Islas Marshall (O. Pacífico). Francia realizó 193 pruebas nucleares en la Polinesia Francesa, y los atolones de Mururoa y Fangataufa (O. Pacífico) esconden 3.200 toneladas de material radiactivo. Rusia realizó 224 pruebas nucleares en el archipiélago de Nueva Zembla (O. Ártico). 
Otro tipo de contaminación radiactiva es el que llega desde centrales nucleares y otras instalaciones militares o de almacenamiento. Un ejemplo es el de la central e instalaciones de Hanford, en Estados Unidos, desde donde se han contaminado acuíferos y el río Columbia. Desde la central de Mayak, en Rusia, se han registrado muchos accidentes y se considera que el río Techa, que pasa junto a la central, está envenenado y radiactivo. Y el ejemplo de mayor impacto y más actual es el de la central de Fukushima, con toda la contaminación emitida en el momento del accidente y durante todos los años siguientes. Y ahora se añade el plan de verter el agua contaminada almacenada en el océano porque el año que viene ya no habrá suficiente sitio para almacenarla. Además, sigue sin saberse cómo avanzar con los procesos de desmantelamiento mientras van llegando lecturas de radiactividad muy elevada, tal como demuestran las noticias publicadas a mediados de este mes de septiembre de 2021, que hacen referencia a la medición obtenida en la tapa del reactor nº 2, que muestra un nivel de radiación que sería mortal al cabo de una hora de recibirlo.
Otro ejemplo de este tipo de contaminación sería toda la basura radiactiva lanzada al fondo de océanos y mares. Después de los acuerdos de destrucción de armamento nuclear tras la Segunda Guerra Mundial, muchos países tiraron enormes cantidades de armamento nuclear al fondo de los océanos, incluso se hundieron barcos enteros llenos de armamento y residuos nucleares y radiactivos. Por ejemplo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1982 se considera que en el Atlántico Norte se tiraron 115.000 toneladas de basura radiactiva, contenidas en 223.000 bidones. Aunque en 1972 se acordó internacionalmente prohibir el vertido al mar de residuos radiactivos de larga actividad, los países siguieron realizando otro tipo de vertidos radiactivos en los océanos hasta el año 1993, año en que se ratificó un tratado internacional que prohibía totalmente la eliminación de materiales nucleares y radiactivos en los océanos. Otro ejemplo lo encontramos en el mar Mediterráneo, ya que un sindicato controlado por la mafia italiana estuvo utilizando el mar Mediterráneo y parte de sus costas como un vertedero de residuos radiactivos peligrosos. Por otro lado, diversas investigaciones han llevado a la conclusión de que el accidente de Chernóbil pudo llevar material radiactivo al Mediterráneo a través de las aguas del Mar Negro. En el océano Índico, desde la década de los 90, las aguas frente a Somalia han sido el vertedero oculto de basura nuclear para los desechos tóxicos producidos por países desarrollados. En el océano Ártico, Rusia ha hecho muchas pruebas nucleares, ha enterrado residuos en el hielo y también hundiendo barcos que contenían reactores nucleares y material nuclear y altamente tóxico. También ha sido famoso algún accidente de submarinos nucleares rusos que han quedado hundidos con toda su carga nuclear.
- Contaminación por vertidos de armas y agentes químicos. Al igual que con los vertidos de materiales radiactivos, tras la Segunda Guerra Mundial se vertieron de forma incontrolada enormes cantidades de bidones cargados de gases venenosos, incluso también se hundieron barcos repletos de este tipo de armamento químico biológico, como el gas mostaza. Solo entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico se considera que hay más de un millón de toneladas de armas químicas. Se calcula que en una bahía de Hawái hay unas 45.000 bombas o proyectiles de gas mostaza y 1.200 contenedores de una tonelada de gas mostaza y otros compuestos químicos. En las aguas costeras y en los lagos interiores de Japón hay, como mínimo, 4.900 toneladas de gases dentro de artefactos o contenedores. Por su parte, la Unión Soviética arrojó miles de toneladas en el océano Ártico y, aunque no se han proporcionado registros de las cantidades vertidas, la actual Rusia ha admitido que al menos fueron 160.000 las toneladas que puede haber en el fondo de los mares rusos que pertenecen al océano Ártico. 
Existen proyectos de monitoreo y búsqueda de soluciones sobre todo este tipo de contaminación, pero de momento no se han encontrado, y muchos expertos advierten que retirar o intentar destruir todos estos residuos podría ser peor que dejarlos como están. Para hacerse una idea y hablando solo de la zona del mar Báltico, si solo una de las municiones de cualquier tipo explotase, se desencadenaría una reacción en cadena que causaría una catástrofe en toda la costa del Báltico comparable a la de Chernóbil. Y dicho con otras palabras: La propagación de solo una sexta parte de las 50.000 toneladas de municiones que hay en el mar Báltico arruinaría todo su hábitat durante un siglo.
- Contaminación plástica. Sabemos de la gran gravedad de la contaminación plástica, que llega a todas las superficies acuáticas del planeta. Se han encontrado plásticos y microplásticos en todo tipo de seres vivos, desde almejas y ostras hasta ballenas. Y ya hay al menos 5 grandes islas de plástico enormes en los principales océanos, creando condiciones climáticas y de contaminación peligrosas, afectando a los seres vivos y también permitiendo el desplazamiento de especies que crean invasiones y destrucción en hábitats a los cuales no deberían llegar.
- Contaminación por accidentes de buques petroleros y plataformas. Ya hace años que llegan noticias de hundimientos de grandes buques petroleros con toda la enorme contaminación de fugas de petróleo. También las plataformas petrolíferas sufren accidentes continuamente. Dentro de este apartado destaca el accidente del Deepwater Horizon de 2010 en el Golfo de México, considerado el mayor derrame de petróleo marino en la historia de la industria petrolera. Muchos estudios alertan de que los efectos de ese accidente durarán muchas décadas y siguen apareciendo muchos animales enfermos debido a la gran contaminación que sigue habiendo en el agua y en el lecho marino. En el Golfo de México sigue habiendo accidentes, incluso algunas fugas pequeñas que llevan muchos años sin ser reparadas porque no son suficientemente notables ni aparatosas como para llamar la atención. 


Un accidente más reciente, al que corresponde la imagen superior, fue el hundimiento del buque Wakashio frente a la isla Mauricio en el océano Índico, donde encalló y acabó partiéndose y teniendo una fuga de 1.200 toneladas de petróleo. Muchos accidentes han acabado en fugas de mucha mayor cantidad de combustible, pero este accidente es un ejemplo de la gravedad cuando sucede frente a lugares muy importantes para la biodiversidad, frente a zonas de corales, manglares y humedales considerados puntos críticos de biodiversidad.
Otro gran peligro que existe es el de la actividad de perforación de la industria petrolera en zonas donde hay altas concentraciones de todo tipo de municiones y armas químicas. De momento no ha habido accidentes por el hecho de perforar el fondo marino junto a todo tipo de bombas, pero este es otro caso donde seguramente podemos hablar de suerte. Un ejemplo es el de la compañía BP, que en el año 2011 cerró su principal oleoducto de crudo en el mar del Norte durante cinco días mientras eliminaba una gran mina alemana sin explotar que se encontró apoyada en el oleoducto. Un ejemplo más actual es el del anclaje de parques eólicos marinos, que también encuentran bombas sin detonar donde se van a instalar los molinos. Solo en los mares que rodean el Reino Unido hay unas 100.000 toneladas de explosivos, y cuando las compañías los encuentran los hacen detonar para poder instalar sus molinos. Pero estas explosiones pueden liberar toxinas y desechos químicos en el agua, crear graves detonaciones, movimientos del lecho marino y afectar a muchos seres vivos, especialmente a cetáceos. Por eso ahora se ha pedido que se implementen leyes estrictas para no permitir estas detonaciones y aplicar otro sistema mucho más silencioso y menos agresivo para el medio ambiente y la biodiversidad.
- Contaminación por accidentes y fugas de residuos industriales, agrícolas, de la minería y todo tipo de aguas residuales. Seguro que todas las personas que lean este artículo saben de algún río o zona marítima de su región o país que haya sido contaminado por vertidos industriales, tanto accidentales como conscientes. Ha habido muchos accidentes por deslaves de enormes cantidades de residuos altamente tóxicos desde instalaciones mineras. Otra actividad minera muy peligrosa que se está impulsando desde hace años es la minería de fondos marinos, y ya se han hecho muchas exploraciones y contrataciones. Aunque internacionalmente se está intentando poner en marcha una legislación que controle estas actividades, el peligro de accidentes al perforar y extraer materiales desde el lecho marino es enorme. 
También se sabe que muchas localidades y grandes ciudades no tienen sistemas de recogida ni tratamiento de aguas residuales, especialmente es países de África y del sur de Asia, y todo se vierte en ríos o mares sin ningún tipo de control. 
Una de las contaminaciones más devastadoras es la que se genera por la escorrentía de fertilizantes y herbicidas utilizados en la agricultura, que acaban llegando al mar desde los ríos. Un ejemplo muy actual lo encontramos en el Mar Menor, en España, que se considera prácticamente muerto y difícil de recuperar, donde los episodios de floraciones de algas y de hipoxia (que es la falta severa de oxígeno), provocan la muerte de millones de animales marinos. Este tipo de contaminación, con el florecimiento de algas tóxicas que cuando mueren caen al fondo del mar, capturando el oxígeno y destruyendo el lecho marino, es una de las más destructivas y creadora de lo que se conoce como zonas muertas o áreas de hipoxia. Además, la cobertura de algas impide el paso de la luz solar y enferma y mata la vegetación nativa, y cuando las algas empiezan a pudrirse pueden provocar gases tóxicos. Esta alteración del hábitat provoca la migración de las especies con mayor movilidad y el desequilibrio total de los ecosistemas. 



El mapa superior muestra las zonas muertas del planeta, o donde ya existe una falta importante de oxígeno en el agua. El mapa inferior muestra una de las zonas muertas más grandes y conocidas, que es la del Golfo de México, cercana a las costas de Estados Unidos. Esta zona no solo recibe todos los contaminantes agrícolas e industriales que descarga el río Mississippi sino que también ha sido continuamente contaminada y agredida por las explotaciones de fracking y otros tipos de instalaciones petroleras, tanto desde Estados Unidos como desde México, desde donde también ha habido multitud de accidentes y vertidos sin control alguno. 





Fuentes: 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Evento del mes de septiembre

 Redactado y publicado por David Arbizu

LA DEFORESTACIÓN 
La deforestación es una de las mayores agresiones que el ser humano está haciendo sobre el planeta, y también representa una aceleración global del cambio climático y la crisis planetaria. Hace 8.000 años, los bosques cubrían aproximadamente la mitad de la superficie terrestre, pero hoy en día solo el 30% de la tierra está cubierta de bosques.

Los bosques y las selvas son espacios con árboles y vegetación adaptada a las condiciones del terreno, con una relación muy estrecha con el suelo y el subsuelo, con las vías fluviales superficiales y los acuíferos, y con el aire que los rodea junto con los vientos que los cruzan. No solo son los pulmones del planeta, produciendo oxígeno y reteniendo carbono, uniendo fuerzas en esta gran labor junto a los océanos, sino que son purificadores de la atmósfera y también de las aguas que pasan por el suelo y subsuelo lleno de raíces y animales que cumplen trabajos descontaminantes y de oxigenación. A nivel global, los bosques sustentan la biodiversidad, forman ecosistemas vitales que son la referencia de vida de muchas especies. Los árboles son una fuente de vida, y se considera que en un árbol pueden vivir cientos de especies, tanto animales como también vegetales, e incluso hay especies animales que prácticamente solo viven en los árboles y casi no bajan al suelo. Los bosques tienen un efecto albedo bajo por su poca capacidad de reflejar los rayos solares, pero tienen un poder de enfriamiento sobre el planeta basado en su capacidad de crear nubes, que sí que reflejan los rayos solares, y también condensan la humedad generando lluvias que pueden formar parte de patrones climáticos o simplemente de tormentas que favorezcan al propio bosque o a otras zonas donde haya sequía.


Cuando hablamos de deforestación normalmente pensamos en árboles siendo talados o derribados, pero el bosque también lo forman matorrales y vegetación que se llama sotobosque. Incluso se tendría que pensar en todo el mundo subterráneo de raíces donde se realiza una gran parte de la actividad de cada ser vegetal que conforma el bosque, donde se crean redes de comunicación e incluso diversos niveles de hermandades o familiaridades. La deforestación destruye también toda esta red de vida muy elaborada y con un cociente de inteligencia demostrado, ya que se considera que, aunque no tienen cerebro, las plantas son seres inteligentes, con una neurobiología propia muy desarrollada en sus raíces, pero también en otras partes, que les permite tener una conciencia sofisticada del ambiente en el que se encuentran, de los otros seres con los que lo comparten, de cómo desarrollar cada una de sus actividades para relacionarse con su entorno para sacar el máximo beneficio. Así que toman decisiones y responden o reaccionan con respuestas desarrolladas y definidas. Por ejemplo, se ha demostrado que cuando un insecto, larva o parásito está alimentándose de una planta, esta produce y emite compuestos químicos en el aire que atraen a otros insectos depredadores del que la está atacando. Además, las plantas son capaces de controlar esa liberación química según la naturaleza del ataque que sufren y con toda la intención de manipular el cerebro de los animales. Incluso el ruido de un insecto devorando hojas de una planta puede ser reconocido por otras, y también se transmite ese peligro entre todas las que están interconectadas.


Así que hay que comprender que la deforestación está destruyendo seres altamente desarrollados, inteligentes, con una amplia actividad no detectable a simple vista, con lo que se llama “red de micorrizas” donde se genera una relación entre los hongos y las plantas, donde los hongos crean conexiones entre los árboles mediante las cuales se comunican y también intercambian carbono. Los hongos también suministran nutrientes a los árboles y a cambio reciben azúcares resultantes de la fotosíntesis. A toda esta red de asociaciones, comunicaciones e intercambio, cuyas raíces y filamentos pueden llegar a ser kilométricos, algunos científicos la llaman “sabiduría del bosque” y otros la han llamado “el internet de las plantas”; y esta sabiduría se ha detectado en todos los sistemas climáticos. Así que cuando se arranca un árbol se está haciendo una acción mucho más grave y devastadora que se tiene que ver desde una perspectiva planetaria, especialmente si además añadimos toda la importancia de los sistemas vegetales para el equilibrio de la biosfera y del clima de la Tierra.

La causa más destacable de deforestación es ganar terreno para la agricultura y la ganadería, y esto en muchas ocasiones está vinculado con los incendios provocados en muchas partes del mundo. Antiguamente, los pueblos nativos sabían gestionar los bosques, las partes que a veces incendiaban de forma controlada, las zonas que ocupaban para cosechar durante un año dejando que después la naturaleza recuperara esas tierras, dejando pasar años antes de volverlas a utilizar. Pero ahora se necesitan enormes campos agrícolas donde cultivar monocultivos como la soja, la palma, el cacao o especies para obtener drogas. Incluso el cultivo del aguacate ha creado enormes destrucciones de bosques añadiendo además el abuso y muerte de muchos acuíferos, porque algunos cultivos requieren mucha agua y se destruye todo el equilibrio de enormes ecosistemas. Aparte de la agricultura intensiva, también existe una agricultura llamada de “subsistencia”, de campesinos que deforestan para cultivar y cosechar sus propios alimentos.

Otras causas de deforestación están relacionadas con actividades humanas como la minería, la extracción de petróleo y gas, la caza o la utilización de los árboles para fabricación de muebles, papel, etc. También toda construcción de carreteras, líneas de ferrocarril, presas en ríos, plantas de energía, polígonos industriales y todo lo relacionado con el crecimiento de ciudades y zonas urbanizadas siempre conlleva destrucción de zonas vegetales, de suelo fértil lleno de vida. Cuando empieza una deforestación, cualquiera que sea el motivo, siempre va a multiplicarse por otros motivos, por personas que van a aprovechar la parte deforestada para iniciar otras actividades que van a suponer más destrucción del bosque o la selva.


La imagen superior muestra una tabla con los diez países con mayor pérdida de bosques primarios del año 2020. Sabemos lo preocupante que es la situación de la Amazonia y también de otras zonas de Brasil como El Pantanal o el Gran Chaco. Algunas de estas zonas también incluyen a países como Bolivia y Perú, que aparecen en la tabla, y también a Paraguay. Uno de los lugares con gran deforestación es África, especialmente la República Democrática del Congo, la República del Congo y Camerún. En estos países también hay muchos incendios para ganar terreno para la agricultura, aunque sea a pequeña escala. Las dificultades de supervivencia provocan que las tierras se exploten sin darles tiempo de recuperación. Además, el aumento de las situaciones de pobreza y hambruna provocan que se busquen fuentes de alimento en el bosque y se arrase con todo lo que pueda servir de alimento. Otros países destacados son Indonesia y Malasia, con la enorme destrucción realizada para cultivar palma de aceite, muchas veces mediante terribles incendios. El ejemplo de México, en el lugar número 10, es el de un país donde en amplias zonas se han diezmado los bosques y la vegetación para cultivar aguacates debido a la gran demanda desde Estados Unidos. Esta oportunidad de negocio ha provocado que muchas explotaciones estén en manos de organizaciones mafiosas.

Aunque las zonas con mayor deforestación corresponden a zonas tropicales, hay que recordar que los bosques boreales representan una de las 9 zonas que el último informe del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático, señaló como áreas cuya degradación podría impulsar puntos de inflexión muy graves. Hay zonas donde se están devastando bosques muy antiguos irrecuperables, como el bosque de Bialowieza de Polonia, donde se ha estado permitiendo la tala incluso pasando por alto todas las advertencias de la Unión Europea, que llegó a crear una Comisión Europea sobre Bialowieza para presionar al gobierno polaco y conseguir que realmente se implementaran leyes de protección. En las zonas del norte de Rusia es muy difícil el control de la deforestación, al igual que es difícil llegar a extinguir los enormes y devastadores incendios que en ocasiones, cuando llega el invierno, siguen quemando bajo tierra y se podría decir que no llegan a apagarse nunca. Otros países como Canadá y los países escandinavos juegan con su apariencia y reconocimiento de países verdes y avanzados, pero en Canadá se siguen haciendo verdaderas devastaciones de bosques para actividades mineras y especialmente de extracción de arenas bituminosas para obtener petróleo. El deshielo del permafrost también afecta a los árboles, que pierden su sustento y anclaje en el suelo y llegan a caer o quedar muy torcidos, provocando mayor destrucción del suelo y desequilibrios en el bosque y en muchos hábitats. Esto lo muestra la imagen que sigue a continuación, y se conoce como “árboles borrachos”.


Pasamos a los efectos de la deforestación. Ya he mencionado la importancia de las superficies verdes del planeta para sostener patrones climáticos, generar precipitaciones, nubes, humedad que puede beneficiar otras zonas. Los bosques, los pastizales, los humedales, incluso las praderas, son reservorios de carbono y emisores de oxígeno. También son imprescindibles para la compacidad del suelo, para la salud de la superficie y del subsuelo, para descontaminar la tierra, para sostener formas de vida que hacen que la tierra esté en buenas condiciones de salud, que fluyan los acuíferos con agua pura. Por desgracia, ya se ha detectado que la selva amazónica está liberando carbono en lugar de absorberlo conforme el sistema está estresado y bajo condiciones que dificultan su equilibrio e impiden cualquier posible recuperación. Desde una perspectiva planetaria, podríamos pensar que las enormes nubes de polvo sahariano que cruzan el Atlántico y son vitales para la salud de la selva podrían llegar a otras zonas si cambian los vientos, o caer sobre otros lugares al no encontrar los árboles de la selva en su camino, algo que podría ser devastador para otros hábitats y ecosistemas; por algo el planeta se rige bajo un programa equilibrado donde todo se sostiene perfectamente si no interviene el ser humano.

Uno de los efectos más importantes de la deforestación está ligado con la expansión del ser humano sobre áreas naturales y todas sus consecuencias. Hay 2 consecuencias principales: una es la intrusión en hábitats que han sido invadidos y urbanizados por el ser humano, provocando que los animales se vayan quedando sin espacio ni medios de subsistencia y que empiecen a entrar en el territorio ocupado por el ser humano, ya que en realidad era su hábitat. Esto supone conflictos entre animales y personas, donde normalmente los animales acaban siendo los perjudicados. La otra consecuencia, de la cual ahora somos todos muy conscientes gracias al Covid-19, haya salido el virus de donde haya salido, es que la invasión de espacios naturales, donde impera la deforestación, representa un acercamiento y mayor contacto con especies que pueden ser transmisoras de enfermedades graves y mortales que además pueden acabar en pandemias. Por lo tanto, podemos observar que la deforestación e invasión de espacios naturales impulsa la sexta extinción masiva y la posibilidad de expansión de enfermedades zoonóticas.


La imagen de los jabalíes representa un gran problema que está afectando a muchas poblaciones del planeta, y más cuando se expande por zonas donde la especie no tiene un depredador fuerte. La imagen del mapache es la de un animal que se ha convertido además en especie invasora y plaga en muchos lugares por culpa del ser humano, que lo ha trasladado fuera de sus hábitats y llevado a otros continentes. Estos animales, fuera de su hábitat natural, causan gran daño a los ecosistemas y no tienen depredadores. Además, los mapaches son reservorios de muchas enfermedades, pudiendo transmitir rabia, moquillo y tuberculosis a personas, ganado y mascotas. También pueden transmitir el virus del Nilo Occidental y parásitos intestinales muy peligrosos.

Esto también nos conduce al tema de la reforestación, con una enorme cantidad de programas y organizaciones enfocadas en ello. Algunos expertos alertan de que parece una competición a ver quién dice el número más elevado de árboles que se van a plantar, en lugar de analizar correctamente cada espacio, ver la relevancia de volver a plantar una especie nativa extinguida o controlar la extensión de una especie invasora que ya ha creado un reacondicionamiento en el ecosistema. Cada vez somos más conscientes de que los sistemas que conforman la biosfera, los patrones climáticos y todo el funcionamiento de la Tierra son complejos y precisos, así que cualquier movimiento tiene que hacerse con conciencia. Además, por desgracia la mayoría de organizaciones y planes de defensa del medio ambiente, donde entra la reforestación, están patrocinados por las grandes empresas que en realidad son las devastadoras del medio ambiente y de los espacios naturales, así que más tarde o más temprano esos programas no van a poder dar resultados óptimos, algo que vemos con las reforestaciones de una sola especie, provocando monocultivos que no son para nada bosques, sino fuentes de madera y recursos que en algún momento se prevé que se utilizarán.




Fuentes:










sábado, 18 de septiembre de 2021

Evento del mes de septiembre

Redactado y publicado por David Arbizu

LAS ENFERMEDADES ZOONÓTICAS 
Una zoonosis es una enfermedad o infección que se transmite de forma natural de los animales a los humanos. Los patógenos zoonóticos pueden ser bacterias, virus, parásitos o agentes no convencionales. Hay más de 200 tipos conocidos de zoonosis. Algunas enfermedades, como la provocada por virus VIH, que puede causar el SIDA, comienzan como una zoonosis pero más tarde mutan en cepas exclusivas de los humanos. Otras zoonosis pueden causar brotes recurrentes de enfermedades, como la enfermedad por el virus del Ébola y la salmonelosis. Otras, como la Covid-19 causada por el nuevo coronavirus, tienen el potencial de causar pandemias mundiales. Aunque algunas puedan parecen controladas, muchas zoonosis siguen presentes en muchas partes del planeta y podrían emerger con fuerza y expandirse, especialmente con condiciones climáticas favorables para su propagación.

Las vías de transmisión de un patógeno de un animal a un ser humano son principalmente cuatro: por contacto directo, que por ejemplo sería teniendo contacto con mucosas, heces u orina del animal infectado; por contacto indirecto, que sería al tocar zonas de sus hábitats o materiales que hayan tocado; por transmisión alimentaria, que sería al ingerir alimentos contaminados; y a través de vectores, que se refiere a otros animales, como algunas especies de mosquitos, que transmiten un agente infeccioso de un animal infectado a un ser humano o a otro animal.

Al observar las vías de transmisión, queda claro que toda intrusión del ser humano en ecosistemas o hábitats naturales y toda agresión sobre el equilibrio de la vida animal van a multiplicar la posibilidad de contraer alguna enfermedad y provocar su propagación. Por desgracia, el ser humano está acaparando y urbanizando cada vez más partes del planeta, y también está dificultando la supervivencia de muchas especies, provocando que se produzcan contactos o intrusiones porque muchos animales pierden sus hábitats y la posibilidad de encontrar alimento. Por lo tanto, muchas bacterias y virus que dentro de sus ecosistemas naturales no multiplican su peligrosidad ni realizan mutaciones pueden propagarse mediante animales que se convierten en vectores o mediante animales que pueden albergar patógenos que en su organismo cumplen funciones saludables, pero que bajo otras condiciones y en otros organismos pueden llegar a ser mortales y altamente infecciosos. Si a toda la devastación producida por el ser humano le añadimos la crisis climática, muchas zonas del planeta se van convirtiendo en caldo de cultivo para que emerjan y se expandan patógenos peligrosos.

La idea de que los factores medioambientales pueden impactar en la salud humana se puede remontar hasta los tiempos del médico griego Hipócrates, que en su tratado "Sobre Los Aires, Aguas, y Lugares" explicó cómo la salud pública dependía de un entorno limpio. Pero el ser humano ha ensuciado todo el planeta, porque ha transformado y degradado hasta romper el equilibrio natural de hábitats y ecosistemas, alterando su biodiversidad y estructura particular, creando plagas y la llegada de especies invasoras, contaminando el suelo, el aire y el agua, tanto superficial como de los acuíferos, como de los océanos, sin ser consciente de que toda esa contaminación no se va a quedar solo en ese lugar, porque tal como va quedando cada vez más claro: "Todo Está Conectado", y los movimientos de los animales, incluso sus migraciones naturales, pueden pasar a ser enormes propagaciones de patógenos que no sucederían si el ser humano no hubiera intervenido. Al mismo tiempo, los movimientos del propio ser humano y de todas sus actividades comerciales, con medios de transporte recorriendo todo el planeta, representan un sistema inmejorable de transmisión, tal como ha quedado perfectamente demostrado con la pandemia de la enfermedad Covid-19.

Es importante valorar la importancia de todos los microbios para el mantenimiento de la biosfera, para el buen funcionamiento de muchas partes del propio cuerpo, para mantener a raya posibles plagas o desequilibrios que afectarían toda la cadena alimentaria mundial. Normalmente relacionamos la palabra “microbio”, y especialmente la palabra “virus”, con enfermedades peligrosas y algo con lo que no interesa contactar, pero hay que saber que los virus son las entidades más abundantes del planeta, son los principales depredadores del mundo microbiano, y cada vez se publican más estudios científicos demostrando su importancia para la salud de todos los seres vivos, de los ecosistemas tanto terrestres como marinos, e incluso sobre el equilibrio de compuestos de la atmósfera como el carbono y el nitrógeno, siendo verdaderos reguladores de sistemas que forman parte de patrones climáticos.


El aumento de casos de zoonosis está directamente vinculado con la sexta extinción masiva, porque la transformación de hábitats, donde destaca la deforestación junto con toda la contaminación, y donde también se incluyen todos los químicos utilizados en la agricultura, toda la geoingeniería aplicada en la atmósfera, que además acaba cayendo a la superficie, todos los antibióticos que se utilizan en la ganadería y nos llegan a nosotros alterando nuestros sistemas; todo ello también es parte de la sexta extinción masiva y también es parte de un posible aumento de enfermedades en animales de explotaciones ganaderas, de un posible aumento de productos agrícolas alterados genéticamente y conteniendo sustancias nocivas que no solo nos pueden transmitir directamente enfermedades sino también provocar el debilitamiento de nuestro sistema inmunitario y que los patógenos sean cada vez más farmacorresistentes. De hecho, los investigadores advierten que la agricultura y la ganadería están asociadas a más del 50 % de las enfermedades zoonóticas que han afectado a los humanos desde 1940.

Hay enfermedades antiguas que están controladas a nivel mundial pero siguen en algunos lugares, como la peste bubónica, el sarampión o el cólera, que tienen picos de infección en zonas donde son endémicas o donde la falta de higiene, normalmente relacionada con las aguas residuales generadas por el ser humano, provoca su resurgimiento. Otras enfermedades están relacionadas con zonas climáticas y condiciones de vida del ser humano, como la enfermedad de Chagas en América Latina, que la transmite la picadura de un insecto llamado vinchuca y se calcula que provoca la muerte de unas 14.000 personas al año. Algunas enfermedades como la tuberculosis están presentes en el mundo desde hace siglos. De hecho, la tuberculosis ya está descrita en la época de los egipcios, unos 3.000 años antes de Cristo. Incluso hay cálculos que exponen que una tercera parte de la población mundial tiene tuberculosis latente, que significa que las personas están infectadas pero no desarrollan la enfermedad ni la transmiten.

Efectos del deshielo del permafrost

Otras enfermedades pueden haber quedado muy atrás en la historia del planeta, incluso sin haber llegado a ser padecidas por el ser humano. Estas enfermedades corresponden a patógenos que no conocemos pero que ahora, con el cambio climático, pueden reaparecer. En concreto, me refiero a patógenos que están enterrados y encapsulados bajo la enorme capa de hielo del permafrost. El permafrost es la capa de la corteza terrestre que está permanentemente congelada y que puede llegar prácticamente a la superficie y también hasta una profundidad que, en Siberia, llega a los 1.500 metros. Por lo tanto, se encuentra en regiones muy frías de la Tierra como son las áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Siberia, Tíbet, Noruega y en varias islas del Océano Atlántico Sur como las Islas Georgias del Sur y las Islas Sandwich del Sur.

Uno de los grandes peligros del deshielo del permafrost es la liberación de dióxido de carbono y especialmente de metano, pero también lo es la liberación de patógenos capturados en el hielo durante siglos o milenios. En 2011, dos investigadores rusos advirtieron: “Como consecuencia de la fusión del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones”. En el año 2014, en un fragmento de permafrost siberiano, se encontraron tres virus gigantes que todavía conservaban su capacidad infecciosa y tenían una antigüedad próxima a los treinta mil años. Afortunadamente se trataba de tres virus que afectaban exclusivamente a las amebas. En el año 2016, un equipo de científicos descubrió momias del siglo XVIII fallecidas a consecuencia de la viruela, una enfermedad infecciosa que en este momento se encuentra erradicada. También en el año 2016 fue noticia un brote de ántrax en Siberia. El ántrax lo provoca una bacteria y tiene una alta tasa de mortalidad. Se considera que se liberó la bacteria al quedar desenterrados huesos de animales que murieron por ántrax. Esta liberación provocó la muerte de dos personas, la hospitalización de más de 70 y la muerte de más de 2.300 renos. El problema siempre es la propagación, y se teme que alguna vez pueda suceder a través de carne infectada que pueda llegar a los consumidores a través del mercado negro de los cazadores furtivos. 
Respecto al permafrost, algunos expertos van más allá y alertan del hipotético peligro de que incluso puedan emerger virus que afectaron a otras especies de humanos extintas, como los denisovanos o los neandertales. Así que el permafrost es como un gran frigorífico que se deshiela y no sabemos realmente lo que puede contener y cómo nos puede llegar a afectar.


Aparte del Covid-19, ya hay enfermedades que podrían expandirse y convertirse en pandemias. Por ejemplo, una de las mayores amenazas actuales es la cepa H5N1 de la gripe aviar, que representa una mutación que afecta a los humanos. De hecho, la gripe española de 1918, por la que murieron entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo, es una variación del virus H1N1. Las aves son el reservorio del virus y lo pueden transmitir a través de la saliva y las secreciones nasales y fecales. La transmisión del virus a aves salvajes, junto con el movimiento de aves de granja realizado por el ser humano, ha provocado la expansión de este virus. Al igual que sucede con la peste porcina, con los enormes sacrificios de animales que se realizan cuando se detecta, también la gripe aviar provoca grandes matanzas de animales.

Otra gran amenaza tiene que ver con los patógenos transmitidos por insectos, especialmente por mosquitos y garrapatas. Conforme aumenta el calentamiento global, estos insectos están alcanzando zonas que antes eran demasiado frías para ellos. Algunas especies de mosquitos son las principales transmisoras de enfermedades como malaria, virus del Nilo Occidental y dengue, por nombrar algunas. Se sabe que las garrapatas pueden transmitir diversos tipos de fiebres hemorrágicas y la enfermedad de Lyme. También otros animales, como los roedores, son transmisores de enfermedades y pueden convertirse en verdaderas plagas por su capacidad de reproducción y de adaptación y supervivencia frente a venenos y medidas de aniquilación. Muchas de estas especies ya son plenamente urbanas, y conforme las grandes ciudades crecen y también se acentúa la marginalidad y falta de condiciones adecuadas en los barrios marginales, encuentran muchas formas de subsistencia y expansión. Así que para el ser humano cada vez aumenta más el peligro de infección por el cambio climático, por toda su invasión y abuso sobre hábitats y ecosistemas, porque con sus actividades causa insalubridad, plagas y también potencia pandemias con todos sus desplazamientos por el planeta.

Al mismo tiempo, tal como sucede con el Covid-19, el ser humano también se convierte en vector y propagador de la infección. Con la ingestión de alimentos deficientes, adulterados, genéticamente modificados, con formas de vida en localidades que son centros de deterioro de la salud, con contaminación lumínica y acústica, con la continua recepción de ondas electromagnéticas enfermizas y desequilibrantes y todo lo que forma la actividad antropogénica, los sistemas de defensa del ser humano se debilitan y el sistema inmunitario no puede reaccionar correctamente frente a ataques potentes, porque toda la crisis planetaria también es un campo de cultivo para que virus y bacterias aprendan a ser efectivos y a hacer sus mutaciones para sobrevivir, que es a lo que todo ser vivo tiene derecho en este planeta, solo que ahora todo está desequilibrado, en exceso o en defecto, por el ser humano. Y esto, una vez más, es la expresión de la sexta extinción masiva.

Aunque el ser humano exhiba esa gran falta de conciencia y amor por el planeta, por la biosfera y por todos sus seres vivos, incluyéndole a él mismo, también es capaz de desarrollar proyectos y estudios para impulsar una conciencia más elevada, un mayor conocimiento y soluciones desde una perspectiva global y de futuro frente al egocentrismo actual. Un bello ejemplo es el concepto One Health (Una Sola Salud), que se basa en este decreto: “La salud global es la suma interactiva de la salud animal, la salud ambiental y la salud humana”.

En 2008, la OMS (Organización Mundial de la Salud) fue un socio en el establecimiento de un marco estratégico para One Health con el fin de abordar los problemas mundiales de salud. One Health es una estrategia mundial para aumentar la comunicación y la colaboración interdisciplinar en el cuidado de la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, entendiendo que todas están ligadas entre sí. La plataforma One Health es una red científica de referencia que une a investigadores y expertos para comprender y prepararse mejor frente a brotes de enfermedades zoonóticas transmitidas de animales a humanos y resistencia a antibióticos, incluyendo una mejor comprensión de los factores ambientales que afectan la dinámica de las enfermedades.

Los expertos han señalado: “Nadie quiere más pandemias, pero la probabilidad de que aparezca otra es mayor que nunca”. Y añaden que si se reforesta, si se regulan los mercados de animales salvajes, entre otros, estamos contribuyendo a disminuir la probabilidad de que esos virus lleguen a los humanos. La deforestación provoca la huida de muchas especies y se ha comprobado que las que tienen mayor poder para permanecer en la zona deforestada también son la que tienen mayor capacidad de hospedar patógenos. También se ha observado cómo murciélagos, roedores y primates albergan una mayor proporción de virus zoonóticos que otros grupos. Y esto nos conduce al comercio de animales silvestres y también a los mercados de animales silvestres como un alto factor de riesgo de transmisión de enfermedades peligrosas. Dentro del comercio de animales silvestres también destacan los efectos negativos que ejerce la industria de la moda que utiliza pieles de animales, animales que en muchos casos son transmisores de enfermedades. El año pasado se vieron varios ejemplos de cómo el Covid-19 se transmitió a los visones de granjas de peletería. Se tuvieron que hacer sacrificios de millones de animales, pero también se comprobó cómo en algunas granjas los animales habían sido infectados por los humanos.

Tal como expresa Camila González Rosas, bióloga, doctora en Ciencias y docente del Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical de la Universidad de los Andes: “Las acciones a tomar para evitar una nueva pandemia son tan contundentes como las del cambio climático. Los virus están saliendo porque estamos haciendo cosas que no deberíamos hacer. Abusamos de la capacidad de los sistemas de ser resilientes y estamos apuntando a un límite de no retorno”.




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