miércoles, 24 de mayo de 2017

Eventos destacados del mes de mayo

Publicado por David Arbizu

LA BÓVEDA DEL FIN DEL MUNDO
En la isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego de Svalbard, se encuentra la Bóveda Global de Semillas, también llamada Banco Mundial de Semillas y popularmente conocida como la “Bóveda del fin del mundo”. Se trata de un banco de germoplasma o banco de semillas, un almacén subterráneo enorme donde se guardan semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo.

Entrada y fachada exterior

Desde el año 2006 se han creado unos 1300 bancos de germoplasma en todo el mundo. Una de sus finalidades es conservar semillas de plantas que han sido utilizadas para la producción agrícola pero que actualmente ya no se emplean y pueden llegar a extinguirse; otra finalidad principal es proteger esas semillas de eventos catastróficos de cualquier tipo y, consecuentemente, garantizar la seguridad del suministro de alimentos de la humanidad en caso de un desastre global.

La Bóveda Global de Semillas de Svalbard empezó su actividad en 2008. Se conoce como “Bóveda del fin del mundo” porque está preparada para resistir grandes catástrofes como terremotos, actividad volcánica, aumento del nivel del mar y también impactos de bombas nucleares y radiación. Estas propiedades, junto a las condiciones de bajas temperaturas y niveles de humedad que proporcionan su ubicación, la diferencian de otras instalaciones y hacen que se considere el banco central, el almacén principal, para todos los otros bancos de germoplasma del mundo. Hay otro banco, situado en el oeste del Himalaya, que reúne unas condiciones climatológicas similares pero que no ofrece los mismos niveles de seguridad ni la capacidad de almacenamiento de esta bóveda, que puede llegar a contener 4,5 millones de muestras de semillas (cada muestra contiene unas 500 semillas) y que ahora se calcula que almacena 930 000 variedades de semillas diferentes provenientes de cientos de países.

Dibujo de la estructura completa

La bóveda está excavada en una montaña y se accede a ella a través de un túnel de 120 metros de longitud excavado en el suelo y el permafrost (parte profunda del suelo de las regiones frías permanentemente helada). Dentro de la bóveda hay un sistema de refrigeración para que la temperatura se mantenga a -18ºC y estanterías donde se guardan las semillas en sobres de aluminio sellados y ordenados en cajas de plástico. Debido a su ubicación, en el caso de que hubiera un fallo del sistema de refrigeración, se prevé que la temperatura se mantendría por debajo de los -4ºC durante largo tiempo, temperatura considerada como el límite de seguridad para un óptimo mantenimiento de las semillas.

Uno de los pasillos del almacén, en el interior de la bóveda 

A mediados de este mes, mayo de 2017, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard ha sido noticia porque ha habido una pequeña inundación en la entrada, debido al agua acumulada fruto del deshielo, que ha afectado parte del túnel. No es la primera vez que sucede esta situación, pero esta vez era mayor la cantidad de agua acumulada que entró en el túnel, donde se congeló y, aunque en ningún momento puso en peligro la parte interna donde se almacenan las semillas, el incidente sí que hizo que aparecieran dudas sobre la seguridad de la instalación.

El Archipiélago de Svalbard también sufre las consecuencias de las altas temperaturas que se están registrando en el Ártico desde hace muchos meses. A finales del año pasado se registraron temperaturas medias de 7ºC por encima de lo normal, algo que está acelerando el derretimiento de las capas de hielo de la superficie y, sobre todo, del permafrost, que ha llegado a superar el punto de fusión. Cuando se construyó la bóveda no se preveía que el deshielo del permafrost sería una amenaza, más bien al contrario, se consideraba que el permafrost daba consistencia a la estructura, pero, curiosamente, la estabilidad y seguridad de la “Bóveda del fin del mundo”, preparada para soportar todo tipo de eventos catastróficos, se ha visto vulnerada por las consecuencias del calentamiento global. Tal como ha declarado Hege Njaa Aschim, del gobierno noruego: “No estaba en nuestros planes pensar que el permafrost podría no estar allí y que experimentaría el clima extremo de esa manera”.

Los administradores de la bóveda, que son el gobierno noruego junto con la organización Global Crop Diversity Trust y el Centro Nórdico de Recursos Genéticos, ya han puesto en marcha una serie de medidas para afrontar el problema, como construir zanjas de drenaje, impermeabilizar el túnel y eliminar los equipos eléctricos del túnel, ya que son fuentes de calor. También han emitido comunicados dirigidos a los depositantes de semillas y al público declarando que las semillas están completamente seguras, que no se han producido daños en las instalaciones y se están tomando las medidas apropiadas para prevenir futuros incidentes, de manera que la bóveda seguirá siendo el banco de semillas más seguro del planeta, aunque yo añadiría: “con el permiso del permafrost y de todos los cambios inesperados, no previstos, que la crisis planetaria pueda aportar”. 


domingo, 14 de mayo de 2017

Eventos destacados del mes de mayo

Publicado por David Arbizu

ACCIDENTE EN LAS INSTALACIONES NUCLEARES DE HANFORD. EL GRAN PELIGRO DEL ALMACENAMIENTO Y GESTIÓN DE LOS RESIDUOS RADIACTIVOS  
El pasado martes, 9 de mayo, la planta de Hanford, conocida como Hanford Site, volvió a ser noticia por el derrumbamiento que se produjo en un túnel que contiene grandes cantidades de material radiactivo y altamente peligroso y la consecuente declaración de alerta. Los trabajadores de las instalaciones cercanas al túnel fueron rápidamente evacuados y el resto de trabajadores de la planta trasladados a refugios protegidos. No se considera que haya habido fuga de contaminación o radiactividad y el agujero ya ha sido reparado, pero este accidente ha hecho que muchas miradas se vuelvan a dirigir hacia Hanford y aumente la preocupación por la gran amenaza que supone esta gran instalación, que es una verdadera bomba nuclear y radiactiva con un poder de destrucción que algunos expertos han descrito como “un Chernóbyl subterráneo a punto de colapsar”.

 Imagen del agujero que se formó al colapsar el techo del túnel

La planta nuclear de Hanford se encuentra a unos 300 km de Seattle (Estado de Washington-EE.UU.). Empezó a funcionar en 1943 con un reactor y una planta de procesamiento. Fue el primer lugar del mundo donde se construyó un reactor de producción de plutonio a gran escala. Entre 1944 y 1987 se produjeron más de 67 toneladas de plutonio para el programa de defensa de Estados Unidos y de sus instalaciones salió el plutonio utilizado en las bombas nucleares detonadas sobre Hiroshima y Nagasaki. 

En Hanford actualmente hay cinco plantas de procesamiento que han procesado 110 000 toneladas de fuel desde 9 reactores nucleares instalados a lo largo del río Columbia. En la planta también se produjeron 20 millones de barras de combustible de uranio para alimentar esos reactores. Durante años, todos los residuos se vertieron en zanjas o depósitos subterrráneos y cuando, en 1987, se paró la producción de plutonio, se calcula que se habían producido unos 212 millones de litros de residuos radiactivos, de los cuales se calcula que más de 4 millones de litros se han filtrado directamente a la tierra y una parte también ha llegado al río Columbia. En 1989 se iniciaron las labores de limpieza, un proyecto con un precio elevadísimo que se calculaba que podía durar más de 50 años.

Imagen de Hanford Site y el río Columbia

Hoy en día, Hanford Site es el lugar más contaminado con armas nucleares de los Estados Unidos. Muchos estudios demuestran y advierten de los riesgos de seguridad para los más de 8 000 trabajadores de Hanford, encargados de las labores de limpieza y descontaminación, así como para las comunidades y poblaciones que se encuentran más próximas al lugar, donde se ha constatado que hay mayor probabilidad de contraer muchos tipos de enfermedades.

Como sucede en la mayoría de almacenes de residuos nucleares y radiactivos, los tanques que contienen ese tipo de residuos no resisten toda esa carga energética altamente corrosiva y se acaban creando fisuras y filtraciones que llegan al subsuelo, a los acuíferos y a las vías fluviales, mares u océanos próximos a esas instalaciones. Algo que también es común en muchos lugares de almacenamiento de residuos nucleares es que los primeros tanques utilizados solo tenían una cubierta de una capa y rápidamente se quebraban y empezaban las filtraciones, lo cual suponía pasar a utilizar tanques de dos capas aunque, al final, también acaban fallando y no soportando la corrosión. Todo ello retrasa la duración de las labores de limpieza y aumenta considerablemente el coste de estos proyectos.



La crisis nuclear de Japón ha puesto al descubierto un problema cada vez mayor y de ámbito mundial, que es la gestión y almacenamiento de los residuos radiactivos, sobre todo generados por las centrales nucleares pero también todos los que tienen relación con armamentos y sistemas de propulsión, como los utilizados por los submarinos nucleares y otros dispositivos militares. En todo el mundo, muchas centrales están llegando al final de su vida operativa y, aparte de producir energía eléctrica, están ejerciendo de almacén de sus propios residuos radiactivos debido a que no existen almacenes acondicionados ni preparados para guardarlos adecuadamente y con medidas de seguridad viables y fiables. Una parte de la gravedad del accidente de Fukushima se debe a que las piscinas de los reactores estaban llenas de barras de combustible que ya habían sido reemplazadas pero no retiradas.

Solo en Estados Unidos hay más de 72 000 toneladas de residuos radiactivos acumulados en los reactores nucleares que hay en más de 30 estados y no hay donde almacenarlos. Algunos grandes almacenes, como parte del Laboratorio Nacional de Los Álamos (Nuevo México) y la Planta Piloto de Aislamiento de Residuos (Nuevo México), ya han sufrido muchos accidentes y otros proyectos, como el almacén bajo la montaña Yucca Mountain (Nevada) han sido suspendidos por las críticas y advertencias sobre la poca estabilidad a nivel geológico y su alta peligrosidad.

Como ya he expresado antes, este es un problema de escala mundial. En España, las centrales nucleares también están llegando a edades que deberían significar su cierre, a pesar de los intentos de prorrogar su vida por parte de las empresas nucleares. También existe el problema del almacenamiento y proyectos como el del Almacén Temporal Centralizado de Villar de Cañas (Cuenca), donde se pretende alojar todos los residuos de las centrales nucleares españolas, que se van retrasando por la presiones de la opinión pública, de algunas instituciones y grupos ecologistas y por los estudios geotécnicos y geológicos que alertan de la poca fiabilidad y estabilidad del terreno. Verdaderamente no se ven soluciones a corto plazo y sí un aumento de lugares con altas concentraciones de residuos muy peligrosos por todo el planeta que son verdaderas bombas de relojería difíciles de controlar. Y todo esto sin hablar de lugares como el fondo de los océanos o bajo el hielo de Groenlandia, como la base militar estadounidense “Camp Century”, un proyecto que se canceló, pero eso no impidió que se dejaran enterradas grandes cantidades de residuos de todo tipo que se pueden liberar multiplicando todo este gran problema al que nos enfrentamos.

Camp Century (Groenlandia), base militar de Estados Unidos


Esperemos que lleguen soluciones con tecnologías más avanzadas y de resultados óptimos y definitivos y, sobre todo, que haya una mayor conciencia sobre el peligro de todo lo relacionado con la energía nuclear, un peligro que afecta a todo el planeta.