miércoles, 13 de marzo de 2024

LA ANSIEDAD CLIMÁTICA Y LA ECOANSIEDAD: SEÑALES PRESENTES DE UN COMPLICADO FUTURO PLANETARIO

Redactado y publicado por David Arbizu



La ecoansiedad se define como un estado de malestar crónico donde dominan el miedo y la gran preocupación por la crisis climática y ecológica, por todo lo que pueda generar el desequilibrio del medio ambiente, de los ecosistemas, de los hábitats, etc., de forma que se ponga en peligro la subsistencia en el planeta, ya sea la de uno mismo como la de los hijos y/o generaciones futuras. En ocasiones se considera que los términos ecoansiedad y ansiedad climática son sinónimos, pero hay expertos que señalan que la ansiedad climática es una parte de la ecoansiedad, o ansiedad ecológica, y obviamente se centra totalmente en todo lo relacionado con el clima y los eventos catastróficos que se puedan desarrollar. Ni la ecoansiedad ni la ansiedad climática se consideran enfermedades ni desequilibrios mentales o emocionales, aunque sí que se comprende que conllevan síntomas dolorosos y angustiosos. Más bien se considera que son una respuesta racional a todo lo que se está presenciando, experimentando, escuchando por los medios de comunicación, asistiendo al ver la nula respuesta de los gobiernos y el engaño cada vez más claro para no poner en marcha medidas que supondrían restricciones sobre las personas y grupos de poder que dominan el planeta.

Cada vez más, la ecoansiedad y la ansiedad climática son temas centrales de muchos estudios de todo tipo, ya sean de tipo social, medioambientales, climáticos e incluso políticos, porque se constata que hay un incremento constante de personas conscientes de las amenazas a la subsistencia que llegan y van a seguir llegando, y todo ello se va a expresar en movimientos de todo tipo que, tal como presentaré en este artículo, se prevé que conduzcan a conflictos sociales, aumento de regímenes autoritarios y todo tipo de reacciones y enfrentamientos impulsados por el deterioro de la calidad de vida y el peligro incluso de no cubrir lo que podríamos llamar “necesidades mínimas”.


En la imagen superior se observa la frase “No tenemos tiempo” escrita en inglés, y este es el pensamiento dominante en muchas personas de todas las edades. Curiosa y desgraciadamente, muchas personas consideran que de algún modo “el mundo se acaba”, y dependiendo del rango de edad varían entonces las propias perspectivas en cuanto a si lo van a presenciar o no. Esta es una de las razones por las que hay un mayor enfoque en la ecoansiedad sobre personas jóvenes que pueden sentirse especialmente vulnerables e imposibilitadas de generar cualquier acción por un futuro sostenible y saludable. En el año 2021 se publicó un importante estudio-encuesta de ámbito global, ya que se encuestaron a 1.000 niños y jóvenes (de entre 16 y 25 años) de diez países diferentes, sumando un total de 10.000 personas habitantes de países representando a todos los continentes. La encuesta estaba focalizada en el cambio climático y la valoración sobre cómo lo estaban gestionando los gobiernos. Los resultados mostraron que el 59% de los encuestados estaban muy o extremadamente preocupados por el cambio climático. Además, el 50% señaló que sufría emociones negativas, como tristeza, ansiedad, rabia, culpa, impotencia, y más del 45% dijo que estas emociones y pensamientos empeoraban a diario su calidad de vida. También más del 75% contestaron que “el futuro es aterrador”, y el 83% dijo que los seres humanos no han sabido cuidar el planeta. Respecto al trabajo de los gobiernos, la gran mayoría de las respuestas fueron descalificatorias junto con la sensación de sentirse traicionados.
Creo que es muy correcto pensar que si los datos de esta encuesta son como máximo del 2021, ahora, en el 2024, las cifras serían mucho más dramáticas debido a toda la aceleración de la crisis climática planetaria que estamos experimentando, con año tras año superándose las temperaturas globales, marcando nuevos récords de calor, viendo como en el año 2023 ya se sobrepasaron los 1,5ºC de aumento de temperatura desde la Revolución Industrial y que no se ha implementado nada mínimamente consistente y efectivo para detener la degradación de la biosfera, la sexta extinción masiva y el gran desequilibrio climático planetario.


Pero al mismo tiempo existe una especie de respuesta potente y “liberadora”, por decirlo de algún modo, frente a estos resultados, frente a esta realidad aplastante, y es la respuesta de una conciencia colectiva que se acoge a la estrategia del “mejor no saberlo, no aceptarlo o, si es necesario, negarlo y no reconocerlo”. Entonces se ve claramente algo tan impactante como el hecho de que la persona más antisistema que pueda haber podría defender a muerte ese sistema que insulta si se pusiera en peligro su supervivencia o incluso su bienestar. Es más, se puede llegar a utilizar y valorar la ciencia y la tecnología como herramientas milagrosas que seguro que lo solucionarán todo, con la seguridad de un futuro cercano donde alguien pulsará un botón y todo volverá a esa “normalidad” que muchos consideran definida y en realidad nunca ha existido si se analiza desde valores de respeto a toda forma de vida, a la biosfera y al planeta.

Obviamente, todo esto será diferente si se observan personas viviendo en sociedades más capitalistas, más urbanas, más de lo que llamamos “países avanzados”, o personas de países menos desarrollados o de sociedades mayormente basadas en la agricultura y la ganadería, en países con mayor o menor influencia mediática o con mayor o menor acceso a información sobre eventos a nivel global, pero hay una parte innegable que atañe e involucra a todos. Así que, en general, hay mayor o menor “ceguera” dependiendo de cada egocentrismo y de cada permisibilidad de ser manipulado, al igual como ahora parece que todo el mundo haya olvidado cómo la naturaleza, el verde de los árboles, el azul del cielo, la presencia de pájaros, etc. se disparó exponencialmente a los pocos días de permanecer gran parte de la humanidad en sus casas, sin salir a la calle, debido al Covid-19.


Vivimos en un reino de pantallas e imágenes que están continuamente bombardeando informaciones y mensajes perfectamente preparados e incluso falseados, si es necesario, para neutralizar cualquier posible reacción notable que pudiera desestabilizar el programa que impera y que nos ha conducido hasta esta situación de crisis climática y de caída de valores del ser humano. Así lo detalla Paul Hoggett, investigador de políticas sociales y profesor emérito de la Universidad del Oeste de Inglaterra en Bristol: “Casi te encoges de hombros. A medida que la primera realidad (climática) empeora, la respuesta política y cultural se vuelve más perversa”, y también James Hansen, reconocido investigador climático, al referirse a la ignorancia pública: “¿Cuánto tiempo los poderes fácticos pueden salirse con la suya levantando cortinas de humo y pretendiendo que están haciendo algo significativo?”.

En realidad el escenario y la estrategia se muestran sin tapujos ante nuestras narices. No hay más que leer las noticias relacionadas con las reuniones COP (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés) que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). La COP28 se celebró en 2023 en Dubái, país productor de petróleo, y la COP29 se celebrará este año, 2024, en Azerbaiyán, otro país productor de petróleo, así que no son de esperar noticias positivas, tal como expone Reinhard Steurer: “Si la industria de los combustibles fósiles puede celebrar el resultado de la COP, no es una buena señal”. Por eso en gran medida se sigue transmitiendo esa idea de normalidad y de que podemos seguir haciendo todo como hasta ahora sin tener en cuenta la contaminación que generamos, el agua que desaprovechamos, el abuso sobre otras personas o pueblos, el estrés y dificultades de supervivencia que acarreamos sobre los otros seres vivos del planeta y sobre los espacios naturales, de muchos de los cuales depende el buen funcionamiento de sistemas y ciclos de la biosfera, de estructuras que son verdaderas reguladoras del clima y absorbedoras de carbono.

También son importantes otros estudios que relacionan la emergencia climática y la condición humana, y son impactantes estas palabras de Paul Hoggett: “Cuando la realidad climática comienza a ponerse dura, uno asegura sus fronteras, asegura sus propias fuentes de alimentos y energía, y deja afuera al resto. Esa es la política del bote salvavidas armado”. Además está comprobado que, en situaciones graves, un aumento del activismo climático comporta una reacción de oposición a esas acciones climáticas debido a que las personas ven cerca la pérdida de recursos y medios de vida, de supervivencia. Todo ello augura un colapso social y la posibilidad de impulsar gobiernos autoritarios, como advierte Paul Hoggett: “En momentos de tanta incertidumbre se puede desatar una verdadera plaga de sentimientos públicos tóxicos que constituyen un sustento eficaz para movimientos políticos como el populismo, el autoritarismo y el totalitarismo”. Por lo tanto, el camino no es muy atractivo mientras los líderes no actúen con mayor conciencia, mientras la masa sea dominada con tanta facilidad y la mayoría de las personas solo apuesten por su propio bienestar sin ser conscientes de que están produciendo y apoyando el agravamiento de la crisis. 

En prácticamente todos los estudios y declaraciones de los expertos se hace referencia a la responsabilidad de los científicos como mensajeros frente a la realidad que no se quiere ver, que se manipula y se niega. Deben multiplicarse las explicaciones sobre las consecuencias de sobrepasar los 1,5ºC de calentamiento global, se debe alertar a las personas para que se preocupen, se debe explicar que no existe ni existirá ninguna normalidad y se requieren medidas impecables e implacables para detener la crisis climática iniciando un verdadero movimiento planetario de reparación de lo degradado y poniendo por delante de todo el respeto y cuidado de todo lo que conforma nuestra biosfera, las condiciones que, si queremos, este planeta puede recuperar y que expresan el gran poder y las maravillosas capacidades de sostener vida que lo caracterizan y hacen tan bello.




Fuentes:

Imágenes:
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