Publicado por David Arbizu
DESPERTANDO AL GIGANTE
El título de
este artículo: “Despertando al Gigante” corresponde a la traducción de la parte
principal del título del libro de Bill McGuire: Waking The Giant - How a Changing Climate Triggers Earthquakes,
Tsunamis, and Volcanoes; Londres: Oxford University Press (2012).
Bill McGuire
es un escritor académico y científico, es Profesor Emérito de Riesgos
Geofísicos y Climáticos en el University College London y es uno de los
principales vulcanólogos de Gran Bretaña. Sus principales intereses incluyen el
estudio de los volcanes, la naturaleza y el impacto de los eventos geofísicos
mundiales y el efecto del cambio climático en los peligros geológicos.
En el
libro explica las épocas por las que ha pasado el planeta, el Gigante, a lo
largo de toda su historia y cómo se han ido desarrollando las situaciones que
han desembocado en crisis planetarias con grandes eventos destructivos y
extinciones masivas. También analiza especialmente situaciones concretas, en
lugares concretos, que se están observando y estudiando en la actualidad y
desde el principio del libro se percibe que el estudio principal, la propia finalidad
del libro, es, por un lado, poner de manifiesto todo el impacto que el ser
humano ha tenido y sigue teniendo sobre la biosfera y el equilibrio y la salud
de todo el planeta y, por otro lado, hacer referencia a ese “Gigante” que sería
mejor no despertar pero que en realidad ya se ha despertado.
Portada del libro
Como muchos otros
científicos, Bill McGuire hace referencia al período que se ha vivido en la
Tierra desde el final de la última glaciación, hace unos 12 000 años, hasta el
momento actual y en especial desde que el ser humano empezó a expandirse, a
urbanizar el planeta, mientras avanzaba su evolución y también su tecnología.
Durante este período las condiciones en la Tierra han sido muy favorables para
la supervivencia, para el crecimiento, para el impulso de una raza humana que
ha llegado a ser la especie dominante y ha considerado suyo todo lo que tiene a
su alcance apoyándose en la tecnología y, de alguna manera, en el despotismo.
De hecho, una de las palabras que más se repiten en el libro es “antropogénico”,
refiriéndose a los efectos, procesos o materiales que son el resultado de
actividades humanas, a diferencia de los que tienen causas naturales sin
influencia humana. Esto enlaza con el “Antropoceno”, que es el nombre con el
que se conoce la época que ahora estamos viviendo, una época donde la actividad
del hombre está provocando serias y graves consecuencias que están afectando a
toda la biosfera, a toda forma de vida y al equilibrio de todo el planeta, una
época que para algunos empieza con la Revolución Industrial y para otros con
las primeras pruebas atómicas y otros ensayos científicos y tecnológicos que
han dejado una huella estratigráfica, geológica, en la mayor parte de nuestro planeta.
El libro
de Bill McGuire se publicó en el año 2012 y desde entonces hemos ido
experimentando un continuo aumento de la inestabilidad en todos los sentidos,
en todos los elementos: tierra, agua, aire y fuego. En estos momentos, a
finales de agosto de 2018, la mayoría de nosotros, especialmente los que
vivimos en el hemisferio norte, habrá experimentado un verano con temperaturas
muy elevadas, con olas de calor extremas y también con lluvias torrenciales,
caída de granizo e inundaciones. También hemos podido recibir información sobre
un notable aumento de la actividad volcánica a la que ahora se ha añadido un
incremento de la actividad sísmica, con varios terremotos casi a diario de más
de 6 grados. Sabemos que sigue aumentando sin parar la concentración de dióxido
de carbono en la atmósfera y que hay continuas fugas de gases y productos
químicos tóxicos y radiactivos desde empresas y centrales nucleares que no
pueden satisfacer ni alcanzar el grado de seguridad necesario que requeriría el
trato con ese tipo de productos y su manipulación. También, si queremos,
podemos estar bien informados del deshielo en los polos y también en los
glaciares y montañas de todo el mundo y muchas noticias alertan de la
ralentización del Cinturón Oceánico o Circulación Termohalina junto con el
desequilibrio de la Corriente del Golfo, algo vital para sostener las
corrientes oceánicas, la formación estructurada y correcta de tormentas y para que
en Europa y Norteamérica, principalmente, los inviernos sean menos duros. Para
hablar también sobre el elemento tierra, se puede decir que estamos siendo
testigos de enormes deslizamientos de tierra que, aunque muchas veces son
provocados por las lluvias, muestran la falta de compacidad del terreno, algo
relacionado con la deforestación, la minería, el fracking, el abuso de los
acuíferos, la construcción de presas, etc. También hemos visto cómo la
superficie de la Tierra se rompe en lugares donde las fallas tectónicas están
recibiendo aumentos o cambios de presión que en muchos casos pueden estar
relacionados con la sequía, con la desaparición de grandes lagos que quedan
totalmente secos, con el aumento del nivel del mar y todos los excesos
antropogénicos llevados a cabo durante demasiados años consecutivos, sin
respeto y sin descanso.
Es imposible nombrar todos los eventos y situaciones,
ya que también tendríamos que observar las influencias externas como, por
ejemplo, el impacto que supone el comportamiento del Sol y la llegada de rayos
cósmicos, pero todo ello está afectando la biosfera del planeta y se podría
englobar en lo que llamamos “calentamiento global”, un patrón de ámbito
planetario de aumento de las temperaturas que puede conducir a situaciones más
catastróficas como un aumento del nivel del mar que afecte a millones de
personas, una olas de calor que puedan llegar a ser intolerables para la
supervivencia, la falta de agua potable y, además de todos los efectos extremos
sobre todos los patrones climáticos, la pérdida de grandes extensiones
dedicadas al cultivo de alimentos y la expansión de especies invasoras, algunas
de ellas muy perjudiciales para la salud por su capacidad de transmitir
enfermedades y que, habitualmente, son devastadoras para las otras especies
autóctonas y se convierten en verdaderas plagas.
El mapa que aparece en la
imagen superior, incluido en la “Evaluación del clima global del mes de julio
de 2018”, realizado por la agencia científica del Departamento de Comercio de
los Estados Unidos "NOAA" (National Oceanic and Atmospheric
Administration), lleno de termómetros de color rojo, transmite el calentamiento
que está dominando la mayor parte del planeta y tal como informa el IPCC (Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) en uno de sus
informes: “El calentamiento antropogénico se está extendiendo y van a ir
extremándose los eventos a nivel general”.
Todos estos análisis y estudios se basan
en el pronóstico de un aumento de las temperaturas y un desenlace dramático en
cuanto a desertización de amplias zonas del planeta y subida del nivel del mar
que en muchas ocasiones se sitúa a largo plazo, después de varias décadas, pero
lo que estamos observando es que los cambios pueden ser repentinos, muy
rápidos. Nadie esperaba que este verano se rompieran tantos récords de calor en
tantos lugares de Europa, de Estados Unidos, de África y de Japón y otras zonas
de Asia. Tampoco se calculaba con suficiente exactitud que sería una temporada
con pocos huracanes en el Atlántico ni en las costas del Pacífico de México,
pero sí que ha habido muchos tifones en el oeste del Pacífico y la temporada de
monzones ha sido larguísima y devastadora para muchos países asiáticos. Tampoco
se esperaba esta temporada de incendios terribles, incontrolables, que alertan
sobre la sequedad de los bosques, sobre el exceso de urbanización, sobre la
deforestación y la plantación de especies no autóctonas. Tampoco se preveía que
muchas costas se llenarían de algas tóxicas hasta niveles extremos y que
veríamos una gran mortandad de especies además de sentir en nuestra propia piel
los efectos de esa toxicidad fruto del desequilibrio causado por las
“actividades antropogénicas”. Tal como expresa Bill McGuire en su libro
(recordemos que se publicó en el año 2012, hace ya 6 años): “En lugar de un
aumento lineal constante en la respuesta geológica, esa respuesta puede
proceder en saltos y saltos repentinos a medida que se cruzan los umbrales
críticos y se exceden los puntos de inflexión… Tan complejo e intrincado es el
Sistema de la Tierra que, mirando al futuro, nada puede considerarse inmune a
la influencia del calentamiento antropogénico. Lo que sí está claro es que
ahora todo el planeta se está movilizando”. (página 241) Y todo ello mientras
ya está aceptado científicamente que estamos ante la sexta extinción masiva y
están pereciendo, desapareciendo a gran velocidad, muchas especies de animales
y plantas del planeta.
La imagen superior nos muestra la belleza de este
planeta visto desde el espacio, pero también me gustaría que sirviera para transmitir
que es una estructura única, compacta. Con esto quiero introducir la idea del
planeta como un organismo biológico con sistemas desarrollados para
evolucionar, para sostener sus estructuras, para adaptarse a nuevas
situaciones, incluso a nuevas influencias externas, por ejemplo. En este
sentido nos encontramos con la “Hipótesis Gaia”, que fue ideada por el químico
James Lovelock en 1969 y luego apoyada y extendida por la bióloga Lynn
Margulis. Esta teoría se basa en la idea de que la biosfera autorregula las
condiciones del planeta para hacer su entorno físico más hospitalario con las
especies que conforman la “vida”. La Hipótesis Gaia define esta “hospitalidad”
como una completa homeostasis, donde Gaia representa un enorme sistema de
control global retroalimentado cuya función es conseguir y mantener un entorno
físico y químico óptimo para la vida en el planeta. La Hipótesis Gaia no
reconoce al planeta como un organismo vivo, sino como un sistema interactivo
cuyos componentes son seres vivos y que es la propia vida la que provoca
cambios en el planeta en pleno acuerdo con el sistema de control
retroalimentado planetario. En palabras de James Lovelock: “La vida claramente
hace más que adaptarse a la Tierra, cambia la Tierra para sus propios fines. La
evolución es una danza estrechamente unida, con la vida y el entorno material
como socios. Del baile emerge la entidad Gaia”.
Otra declaración de James Lovelock que
demuestra la estructura de ese sistema completo interactivo es la siguiente: “Toda
la gama de materia viviente en la Tierra, desde las ballenas hasta los virus y
desde los robles hasta las algas, podría considerarse como una entidad viviente
única capaz de mantener la atmósfera de la Tierra para satisfacer sus
necesidades generales y dotada de facultades y poderes que van mucho más allá
de sus componentes partes”, lo cual nos
transmite la idea de “entidad planetaria” y de que “todo está conectado”. Independientemente
de estar o no de acuerdo con todo lo que comprende la Hipótesis Gaia, ya que
muchas personas consideramos que la Tierra sí que es un ser vivo que toma
decisiones y que tiene vida y por lo tanto “vive” un proceso evolutivo, las
palabras de Lovelock demuestran cómo toda forma de vida es imprescindible y
forma parte de esa entidad viviente única que se mueve y desenvuelve para que
existan las condiciones de supervivencia más favorables en el planeta. Si observamos
la conducta y actividades del ser humano, de todo lo que define el Antropoceno,
podemos afirmar que nos hemos apartado de esa unidad, de ese sistema y que
hemos provocado una crisis planetaria, un “despertar del gigante”, cuya
solución cada vez parece más lejana debido a que no se percibe un cambio de
conciencia en el ser humano, sino que persisten y aumentan las actividades
perjudiciales y desequilibrantes de los sistemas de la Tierra, de Gaia. Y junto
con esta grave crisis planetaria también aumenta la crisis de la humanidad, de
sus propios valores y vemos cómo cada vez son más conocidos a nivel general los
casos de abusos, de esclavitud, de pederastia y otro tipo de violaciones y
enfrentamientos entre seres humanos. Mientras se va agravando toda esta
situación, los eventos planetarios nos muestran que cada vez habrá más
“refugiados climáticos”, personas que por diferentes motivos no podrán seguir
viviendo en sus hogares, en sus tierras, personas que tendrán que desplazarse
para sobrevivir, pero además también nos están demostrando que toda la
superficie del planeta está cada vez más expuesta a estos eventos, de una u
otra forma, no solo las zonas donde ya estamos acostumbrados a que, de tanto en
tanto, pase alguna tragedia, así que vamos a sentir más cerca el desequilibrio
que da forma a la crisis planetaria actual.
Protesta en Estados Unidos por la construcción de oleoductos
Al mismo tiempo, parte de esta
humanidad que ha “despertado al gigante” al llegar a un punto límite de
explotación del planeta, también está despertando, abriendo su conciencia,
preocupándose por todo el daño que se está causando y empezando a movilizarse
para defender a Gaia, a ese sistema, a ese planeta que, en conjunto y unidad
con todas las formas de vida que contiene en su superficie, mantiene una
biosfera para que sea posible la vida, la propia existencia. Es el momento de
comprender el respeto y amor que la mayoría de tribus nativas siempre
demuestran por el planeta, por la “Madre Tierra”, como muchos la llaman para mostrar
que ella nos cuida, nos protege, nos da la vida; es el momento de actuar desde ese
respeto y amor por el planeta, sus sistemas y todas sus formas de vida
recordando que “todo está conectado”, que hay una relación interdependiente
entre todos para sostener la biosfera y todos sus mecanismos en equilibrio. Para
ello el ser humano tiene que elevar su conciencia y ser responsable de sus
actos, porque tal como declaraba James Lovelock en el año 2010: “Si hubiera mil
millones de personas viviendo en el planeta, podríamos hacer lo que quisiésemos.
Pero hay casi 7000 millones. En esta escala, la vida tal como la conocemos hoy
no es sostenible”. Y hay que tener en cuenta que ahora ya somos más de 7600
millones.
Por otro lado, es importante ser conscientes de que la ciencia sigue sin
comprender cómo funciona el planeta, cómo se mueven sus sistemas para reequilibrarse.
El ser humano sigue haciendo pruebas y ejercicios de geoingeniería sin
realmente saber cuáles pueden ser verdaderamente los resultados a nivel global,
porque todavía no ha comprendido que está interfiriendo en un todo holístico,
en una entidad planetaria, no en partes o zonas del planeta. Y el planeta es un
gigante de dimensiones colosales con un cuerpo que, al igual que el nuestro,
funciona como una totalidad. Así que no podemos pensar solo en la biosfera, en
esa parte donde existe la vida en el planeta, esa franja de unos 20 kilómetros
que rodea al planeta y que va desde las más profundas fosas marinas hasta las
capas habitables de la atmósfera, sino que hemos de pensar en todas las capas
del planeta, en las capas magmáticas subterráneas, en la influencia que el núcleo del planeta también tiene sobre la biosfera,
sobre su equilibrio, sobre su salud. Incluso está probado científicamente que
el núcleo de la Tierra juega un papel primordial sobre la estructura del campo
magnético que rodea y protege al planeta y también sobre los movimientos
planetarios de rotación, etc. Todo ello es imprescindible y forma parte de la estructura y sistemas de la Tierra.
Es el momento de dejar de ser la pieza del puzle
que no encaja y que se mueve por su cuenta desequilibrando y destruyendo todo
lo establecido en armonía y equilibrio. Es el momento de ver la oportunidad de
cambio, de progreso, como humanidad, como ser humano, que nos da esta crisis
planetaria para que seamos realmente la especie más evolucionada del planeta,
la especie que lo respeta y se mueve para que esa interrelación que da forma a
todo este maravilloso sistema planetario en el que vivimos se sostenga y
funcione en plenitud y magnificencia, de lo contrario nos acercaremos a lo que
Bill McGuire explica al final de su libro: “A menos que haya un cambio
dramático y completamente inesperado en la forma en que la raza humana se
maneja a sí misma y al planeta, entonces las perspectivas futuras para nuestra
civilización se ven cada vez más desalentadoras”. (página 270) Espero que sepamos
aprovechar la oportunidad antes de que sea demasiado tarde y que conectemos con
amor y respeto con el “Gigante” para que su despertar no llegue a un punto
insostenible para la supervivencia de todos los seres vivos, incluidos los
seres humanos.
Fuentes:
Libro: Bill McGuire - Waking The Giant - How a Changing Climate Triggers Earthquakes,
Tsunamis, and Volcanoes; Londres: Oxford University Press (2012).
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