lunes, 30 de diciembre de 2019

Evento del mes de diciembre

Redactado y publicado por David Arbizu

UNA NUEVA AGRICULTURA COMO PUNTO CLAVE PARA SUPERAR LA CRISIS PLANETARIA
La agricultura es una de las actividades humanas que se vincula cada vez más con el desajuste climático que experimenta el planeta y muchos de los procesos de contaminación grave que conllevan deterioros y alteraciones insalubres sobre ecosistemas y hábitats de todo tipo, tanto terrestres como acuáticos y atmosféricos. Esto se debe a que, al igual que hablamos de la Revolución Industrial, también podríamos hablar de la revolución agrícola, en la que podríamos añadir la palabra “ganadera” por su estrecha relación y porque son explotaciones que comparten muchos efectos negativos y contaminantes, además de que la mayor parte de los cultivos son para abastecer a la ganadería; por ejemplo, se calcula que más del 80% de todas las tierras agrícolas mundiales se dedican a cultivos para la alimentación del ganado.

El ser humano ha ido cambiando las formas de cultivar, pasando de cultivos donde se respetaba lo que ofrecía la tierra y las especies propias de cada zona, con una explotación acorde a la recuperación y salud del terreno, a cultivos intensivos, con grandes extensiones dedicadas a una sola especie vegetal dominando todo el agrosistema, algo que se conoce como “monocultivo”, donde el enfoque principal es la producción forzada con todo tipo de tecnologías que han ido apartando al agricultor de los ciclos y engranajes naturales del suelo, empobreciendo la propia capacidad de la tierra al sustituirla por fertilizantes, pesticidas e incluso semillas genéticamente modificadas para buscar resultados y beneficios en lugar de salud, crecimiento y prosperidad de la tierra, del suelo y de toda la gran cantidad de formas de vida que intervienen en un sistema donde cada especie regula y abastece lo necesario para sostener el nivel y tipo de fertilidad que requiere cada área.

Tal como se está demostrando en todos los lugares del mundo, los sistemas basados en el monocultivo, a pesar de que es cierto que son muy productivos y en principio más fáciles de manejar, tienen inconvenientes como el requerimiento de altas cantidades de aportes externos en forma de energía, tecnologías invasoras, productos químicos y agua. En este artículo no voy a entrar en aspectos relacionados con este tipo de producción agrícola y la gestión y presión de las grandes compañías sobre agricultores de muchas partes del planeta, sino en el hecho de que, con un planeta en plena ebullición en cuanto a cambio climático, está constatado que estos sistemas son insostenibles y que están causando un gran impacto en la biodiversidad y en el clima. Por ejemplo, se sabe que agrosistemas bajo alta intensificación contienen un 40% menos de especies en comparación con zonas naturales.


Al mismo tiempo, frente a todo este panorama agrícola poco esperanzador, es constante la aparición de nuevas técnicas, muchas de ellas desarrolladas a partir del estudio de las formas de cultivo ancestrales que realizaban los pueblos nativos de cada lugar, donde también se pueden implementar tecnologías innovadoras enfocadas en convertirse en aportes positivos para restaurar ecosistemas, hábitats, formas de vida, cultivos perdidos y composiciones del suelo donde son necesarias las interacciones de los seres vivos, tanto animales como vegetales y también hongos, porque las nuevas investigaciones están mostrándonos la relación simbiótica que se forma entre todas las especies.

Relacionado con todo esto, se está observando un notable aumento de la productividad y la sostenibilidad de los agrosistemas cuando se trabaja con policultivos en lugar de monocultivos. En los policultivos las plantas trabajan en equipo mejorando la productividad de la cosecha e incrementando la biodiversidad del suelo, y todo ello genera que aumente la protección del espacio frente a plagas o hierbas competidoras o parasitarias y también que se produzca el medio ambiente necesario para que se incremente la presencia de polinizadores. Además, también se consigue que el suelo adquiera la compacidad adecuada formándose una estructura compleja y unificada que tendrá más poder para afrontar eventos climáticos adversos y aprovechar adecuadamente el agua que fluya sobre el terreno. Un buen ejemplo de esto es el cultivo conocido como “asociación precolombina”, donde se combinan tres especies muy diferentes: una cucurbitácea, como el calabacín o la calabaza, que demanda muchos nutrientes y se desarrolla a ras de suelo abarcando grandes superficies, una leguminosa, como las judías, que son capaces de fertilizar el suelo fijando nitrógeno atmosférico, y el maíz, cuyos tallos actúan de soporte para que la leguminosa se enrede y trepe por ellos pudiendo así compartir el espacio con la cucurbitácea. Otro ejemplo lo encontramos en lo que se conoce como “jardines naturales”, donde se combinan árboles frutales, arbustos, hierbas, vides y vegetales perennes de una forma concreta que busca imitar los ecosistemas naturales utilizando el espacio de manera sostenible y en la que también se tienen en cuenta los diversos niveles de crecimiento vertical para que todos los seres que habitan el espacio puedan trabajar y cooperar juntos, tanto para dar sombra como para generar protección frente al viento, mantener la humedad y temperatura adecuadas y también ser parte importante del hábitat de otros seres del mundo animal que con su presencia también aportan beneficios y cambios para sostener el equilibrio y estado más propicio y natural.

Plantación de policultivos

Independientemente de cómo se llegue a estructurar un espacio cultivable, lo que está claro es que para conseguir buenos resultados en todos los sentidos es necesario conocer las condiciones de la tierra de cada lugar y todo el proceso que realiza de forma natural para mantener su fertilidad, su salud e incluso toda la gestión de reciclaje de materia orgánica muerta. La nueva agricultura tiene que ser consciente de toda la riqueza y posibilidades con las que trabaja en concordancia, algo que hasta ahora no se ha estado valorando y que ha significado la degradación y mortandad del suelo, cuando es justamente el conocimiento y gestión de toda esa riqueza en forma de biodiversidad la que se va a poner al servicio de un mayor rendimiento de los cultivos si se trata desde el respeto y el reconocimiento de su valor. Por suerte cada vez son más los estudios e investigaciones dedicados a facilitar datos, tecnología e indicaciones para tratar la tierra de la forma más adecuada y provechosa para todos. También aumentan los proyectos para financiar estas investigaciones y para apoyar a los agricultores que quieran involucrarse y cambiar la forma de “hacer agricultura intensiva” para pasar a esta nueva agricultura acorde a una nueva conciencia del ser humano sobre la tierra y también como respuesta más o menos urgente frente a patrones climáticos que empiezan a ser devastadores en muchos lugares y que fuerzan un cambio de creencias en agricultores que hasta ahora defendían la agricultura intensiva frente a una agricultura biodiversa, en concordancia con las propiedades de cada terreno, que va a ser la que tenga más probabilidades de sobrevivir ante eventos climáticos severos. Pero todo esto no es nada fácil y todavía tienen mucho poder las grandes corporaciones, las grandes empresas financieras e incluso las aseguradoras, y todas ellas no apoyan estos cambios y en muchos casos representan el principal impedimento para tomar decisiones que se presentan como retos demasiado grandes al no tener el suficiente apoyo de empresas y sobre todo de gobiernos e instituciones oficiales.

También es importante tener en cuenta las diferencias por países, ya sea como factor favorecedor o bloqueador de innovaciones y riesgos. Si observamos Estados Unidos e India, podemos ver a priori dos países muy diferentes tanto a nivel de clima como de las extensiones de los campos de cultivo, la tecnología y los precios de los productos agrícolas, pero al mismo tiempo son países que este año han sufrido inundaciones devastadoras en sus campos de cultivo y que por un lado pueden haber perdido parte de sus cosechas y por otro lado han tenido que apurar al máximo el momento de la nueva siembra para que la tierra estuviera lo suficientemente seca como para asegurarse la germinación de las semillas. A pesar de que en ambos países encontramos ejemplos de agricultores y comunidades que han cambiado los monocultivos por sistemas más diversos como los que se están presentando en este artículo, en muchos casos la decisión del cambio es muy difícil por la falta de incentivos financieros para la innovación, así como la falta de fondos públicos para la investigación e implementación, de manera que muchos agricultores siguen con los sistemas que creen que les van a ser más rentables a corto plazo. Algo que también sucede en ambos países, aunque por causas diferentes, es que lo que el consumidor llega a pagar de más por productos cultivados de una forma más saludable y sostenible con el planeta es un valor que no llega al agricultor directamente, lo cual impide que pueda valorar positivamente un cambio donde no ve seguridad ni rentabilidad y sí muchos riesgos.

Por otro lado, hay países que parecen verdaderos ejemplos de innovación e impulso de esta nueva agricultura y de una nueva conciencia del agricultor. El ejemplo principal es Holanda, un país descrito en un artículo de National Geographic como “desprovisto de casi todos los recursos que se creía necesarios para la agricultura a gran escala”. En Holanda, especialmente desde finales del siglo pasado, se impulsaron políticas de apoyo a los agricultores para conseguir estructuras agrícolas autosuficientes tanto a nivel energético, con fuentes de energía renovables, como de otros suministros. Allí se optó por las granjas invernaderos y se ha conseguido una alta productividad con menor extensión de terreno, menor dependencia del agua e incluso con una reducción muy elevada e incluso completa, en algunos casos, del uso de productos químicos. Otros países con climas muy duros para la agricultura también están impulsando formas más sostenibles y de diversidad de cultivos. Entre estos países destacan Islandia, donde están utilizando la energía geotérmica para cultivar en invernaderos de forma sostenible durante todo el año, y Alaska, donde se utilizan técnicas agrícolas de clima frío y se aprovecha la proximidad de afluentes y ríos ricos en nutrientes. Por lo tanto, se puede decir que hay avances a nivel de tecnología y también a nivel de conciencia del ser humano para encontrar nuevas formas de cultivar la tierra y al mismo tiempo ser más un constructor que un destructor de hábitats, ecosistemas y formas de vida. Aunque seguro que se pueden encontrar inconvenientes a la agricultura de invernaderos y a otras que se puedan estar implementando actualmente, hay que considerar que son pasos que van allanando el camino hacia una forma de agricultura enfocada desde una conciencia más elevada.

Cultivos con especies que favorecen la actividad de los polinizadores

Como en cualquier actividad que haga el ser humano, es necesario ser consciente de todos los efectos que se estén generando sobre los otros seres vivos, sobre los sistemas que sostienen la biosfera, porque toda incisión o abuso va a llevar a un desequilibrio que, tal como ya estamos experimentando principalmente con los patrones climáticos, va a sernos devuelto y va a afectar nuestra supervivencia. La agricultura puede y debe cambiar, y puede pasar de ser uno de los factores negativos del cambio climático a ser un factor desde donde se impulse el reequilibrio y la recuperación y restauración de tierras y seres vivos, desde donde además se incremente la capacidad del suelo y del subsuelo de almacenar y sostener el carbono, de filtrar productos contaminantes y de producir alimentos puros y que sanen en lugar de enfermar debido a toda la química que contienen. La agricultura a pequeña escala, la del pequeño agricultor e incluso la de los huertos urbanos y huertos particulares, puede marcar un ejemplo a seguir mostrando todos los beneficios que aporta, y de hecho ya está simbolizando cómo debemos actuar frente al cambio climático. Conforme aumenten los efectos de los eventos climáticos sobre los campos de cultivo, también aumentará la presión para impulsar esa nueva agricultura, esa nueva forma de tratar una tierra, un suelo que queremos que nos dé alimentos, y también aumentará la presión para frenar la deforestación y las actividades contaminantes que matan el suelo fértil de este planeta. También aumentará la presión para recuperar muchas tierras abandonadas que, a nivel mundial, no están siendo consideradas por los gobiernos y que se permite que se estén degradando cuando en realidad, tal como las califica un estudio realizado por la Universidad de Minnesota: "son una oportunidad sin precedentes para los esfuerzos de restauración ecológica para ayudar a mitigar la extinción de especies y sus consecuencias para el bienestar humano”. De hecho, según algunos informes, un enfoque más agresivo y bien estructurado para restaurar las tierras abandonadas podría provocar grandes avances tanto en el reequilibrio del clima como en la detención de la sexta extinción masiva, y para ello se tendrían que crear verdaderos parques naturales donde pudieran coexistir zonas cultivables con zonas reforestadas donde la única actividad del ser humano fuera la de preservar la vida de las otras especies y protegerla de todo tipo de abuso, explotación y sacrificio. Esperemos que todo esto se llegue a conseguir porque significará un gran avance para la recuperación y sostenimiento de la biosfera como forma de supervivencia para todos los seres vivos de este maravilloso planeta Tierra que habitamos.


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