Redactado y publicado por David Arbizu
NUESTROS FÁRMACOS: GRANDES CONTAMINANTES ANTROPOGÉNICOS DE LAS AGUAS DEL PLANETA Y DE TODA LA BIODIVERSIDAD
Gracias a los diversos estudios y noticias publicadas cuando se
observan altos niveles de contaminación en acuíferos, ríos, lagos y océanos,
sabemos que la escorrentía de los productos agrícolas, como fertilizantes y
pesticidas, tiene efectos devastadores sobre la salud de las aguas, impulsando
el crecimiento de algas tóxicas, la muerte de peces y plantas acuáticas y que
cada vez haya mayor número de zonas muertas en los mares y océanos del planeta,
al mismo tiempo que se van extendiendo y llegando a punto de inflexión que
señala una gran dificultad de recuperación. Si, tal como estamos viendo, las
tormentas van a ser cada vez más frecuentes y potentes, y con una muy baja
calidad de filtración y gestión de la lluvia en los suelos debido a la
degradación provocada por las actividades humanas, donde se suman la
deforestación y los incendios, las perspectivas no son muy halagüeñas para el
agua del planeta, que es nuestra fuente de vida y la de toda la biosfera.
Existen
otro tipo de contaminantes antropogénicos, a los que a veces se llama
“contaminantes emergentes”, que ya se encuentran en las aguas del todo el
planeta, incluso hace años que se detectaron en la Antártida. Estos
contaminantes, además de los que corresponden a los residuos industriales de
fábricas de todo tipo, provienen de los fármacos, de los narcóticos, de los
productos de limpieza y de los productos de belleza y cuidado personal, y
llegan al agua principalmente a través de las aguas residuales. Sabemos que los
protectores solares son muy dañinos y que las personas los introducen en el
agua cuando se bañan en el mar, pero no somos tan conscientes de cómo muchos
productos salen de nuestras viviendas y localidades en forma de aguas
residuales, entrando en el alcantarillado y red de aguas que se dirigen hacia
instalaciones de depuración, en el caso de que las haya. Esas aguas residuales
están formadas por restos químicos de productos de belleza y cuidado personal,
que eliminamos al limpiarnos y ducharnos, y por todo tipo de fármacos que
consumimos y en parte excretamos porque nuestro cuerpo solo los absorbe
parcialmente.
A pesar de que los tratamientos en las plantas depuradoras son
cada vez más eficaces y que ya se han realizado pruebas que demuestran cómo la
utilización de un tipo de hongos, llamados hongos ligninolíticos, favorece la
eliminación de este tipo de microcontaminantes emergentes, todavía no se ha
conseguido evitar que estos contaminantes sigan su camino llegando a acuíferos,
ríos y océanos. De esta forma, siguiendo el propio ciclo del agua, la
contaminación llega a plantas y peces y entra en la cadena alimenticia y, por
lo tanto, vuelve a nosotros, los seres humanos, a través de los alimentos que
ingerimos y también desde las fuentes de agua dulce que forman los sistemas de
abastecimiento de agua potable para muchas personas del planeta. Además, se ha
demostrado que este tipo de contaminación química afecta directamente a las
bacterias de los ríos, creando resistencia a los antibióticos, una resistencia
que también se transmite a las bacterias de nuestro cuerpo al beber agua
potable que contiene restos de fármacos y otros químicos.
Durante los últimos
años se han realizado varias investigaciones utilizando peces y plantas,
exponiéndolos de diversas formas y períodos de tiempo a la exposición de contaminantes
concretos. En todos los casos se han demostrado efectos nocivos y alteraciones
de todo tipo: reproductivas, de crecimiento, de rango de vida y supervivencia,
de inmunidad y desarrollo de enfermedades, como tumores cancerígenos y desequilibrios
neuronales.
Un factor impactante en el que también coinciden los estudios
realizados, especialmente en peces, es en el cambio de comportamiento y
actividad de los individuos. El pasado 10 de febrero de 2021, un grupo de
científicos dirigido por el ecólogo evolutivo Giovanni Polverino, de la
Universidad de Australia Occidental, publicó los resultados de su investigación
en la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural (The Royal
Society). Para sus investigaciones utilizaron una especie de pez de agua dulce
llamado “guppy”, haciendo múltiples pruebas en las que el agua tenía diversas
concentraciones de fluoxetina, el componente principal del fármaco Prozac, que
es un fármaco psicoactivo, un antidepresivo que a día de hoy es uno de los
medicamentos recetados más vendidos en el mundo. Incluso con concentraciones
muy bajas de fluoxetina, los peces cambiaban su comportamiento y especialmente
su individualidad, su carácter particular diferenciador dentro del grupo, de
forma que se generaba una homogeneización de la actividad de todos los
individuos, algo que implica un deterioro de la especie y una muy posible
aceleración de su extinción.
¿Por qué la homogeneización de la actividad, del comportamiento
de los individuos, implica un peligro para la supervivencia de una especie? Las
diversas estrategias de comportamiento entre individuos de una especie, de una
manada, de un banco de peces, es lo que impulsa el avance evolutivo de esa
especie, es lo que marca el poder de selección, de que los más fuertes y
activos se apareen más veces y se consiga un éxito reproductivo. Los individuos
que afrontan decisiones y riesgos hacen avanzar conductas y comportamientos que
se traducen en aprendizajes para todos los demás miembros y que acaban siendo
desarrollados genéticamente, impulsando las capacidades e instintos de
supervivencia de las especies. Al mismo tiempo, mayor atrevimiento también
implica mayor mortalidad, así que existe un equilibrio con otros individuos más
cautos, y en general se favorece la conducta y evolución de toda la especie
gracias a la diferenciación, no a la homogeneización.
Al leer este estudio y
estas diferencias necesarias individuales dentro del grupo, pensaba en las
manadas de ñus, con miles de individuos realizando lo que se considera la mayor
migración terrestre del mundo, y en esas imágenes que todos hemos visto cuando
la manada llega al río Mara y lo tiene que cruzar, incluso sabiendo que hay
cocodrilos y que no todos van a cruzarlo. Pero los más atrevidos señalan el
paso, el camino, al mismo tiempo que la propia energía de la manada los impulsa.
No habría migración si ningún individuo diera el paso y ninguno se atreviera a
cruzar, si no sintieran esa energía que también forma parte de su genética y de su
instinto.
Seguro que hay especies en las que todo esto no sea tan claro, pero
si lo trasladamos a la crisis planetaria actual, al cambio climático y la
extinción masiva, las especies necesitan su instinto, sus capacidades, y que
haya individuos que tomen decisiones arriesgadas para poder aumentar su
resiliencia, para impulsar cambios genéticos que permitan la adaptación que
signifique la supervivencia. Desde una perspectiva más amplia, todo esto no
afecta solo a las especies por separado, sino que cualquier cambio va a
producir un desajuste fenológico, cambios en los ecosistemas donde de repente
las presas pueden pasar a ser mayores depredadores, donde una especie pierda
una de sus fuentes de alimentación básica o se requiera una gran capacidad de
adaptación para buscar zonas más frías y con condiciones mínimas para asegurar
la subsistencia.
Está claro que ningún animal o planta necesita tomar Prozac, o
paracetamol, o protector solar, o drogas como la cocaína o la nicotina. También
es evidente que todo lo que entre en la cadena alimenticia va a llegar al ser
humano, y que en el caso del agua está más que asegurado el efecto bumerán de
todo lo que generamos como aguas residuales. Por eso existe una alta
preocupación por este tipo de contaminación antropogénica, que es muy difícil
de evitar en una sociedad que se puede considerar globalmente adicta al consumo
de medicamentos y de todo tipo de productos químicos sin ser consciente de
todos estos residuos que genera en forma de aguas residuales. Por lo tanto, los
científicos e investigadores se centran en aumentar la efectividad de las
plantas depuradoras, pero muchas veces encuentran soluciones a problemas que
tienen graves contraindicaciones y van a impulsar una nueva contaminación y un
nuevo desequilibrio en otro ámbito o sistema que va a afectar la vida y armonía
de la biosfera y del planeta.
Por otro lado, algo muy importante al analizar
este tema es la salud de los ríos del planeta, porque acuíferos y ríos
potentes, cargados y dinámicos soportarían mejor todo este perjuicio provocado
por el ser humano, pero la destrucción de los ríos es general en todo el mundo
con la construcción de presas, desviaciones, trasvases y extracciones abusivas
de agua que han devastado cuencas y ecosistemas completos. Y a esta lista de
actividades nefastas antropogénicas tendríamos que añadir todo lo relacionado
con la sobrepesca, los daños que causan las piscifactorías y las graves
contaminaciones de vertidos industriales, de la minería, de centrales
nucleares, etc. Un estudio reciente informa que solo el 14% de los ríos del
mundo no han sido dañados por el ser humano, y que son ríos donde las
poblaciones de peces se mantienen y no han sufrido alteraciones.
Desde la
perspectiva de la crisis planetaria, con el cambio climático y el calentamiento
global, se está observando cómo muchas especies están realizando migraciones
forzadas para asegurar su supervivencia. En los océanos, muchas especies se van
trasladando hacia los polos conforme aumenta la temperatura del agua de los
ecosistemas a los que pertenecen. Tal como he explicado, los efectos de esta
contaminación sobre el comportamiento pueden dificultar que individuos tomen
decisiones que podrían salvar a una especie, pero, al mismo tiempo, estas
migraciones también implican que peces que pueden estar contaminados lleguen a
zonas más puras, algo que también tiene una relación directa con el problema de
las especies invasoras. El resultado de todo esto es un deterioro de salud de
ecosistemas, animales y plantas con los que la especie recién llegada se relacione
e interactúe como parte de la cadena alimenticia, y representa una
contaminación que llega a todos los seres vivos, al agua, al suelo e incluso al
aire, algo que, tal como han advertido algunos expertos, conduce a un problema
de salud mundial que todavía no se ha valorado adecuadamente.
Fuentes: