domingo, 28 de febrero de 2021

Evento del mes de febrero

Redactado y publicado por David Arbizu

NUESTROS FÁRMACOS: GRANDES CONTAMINANTES ANTROPOGÉNICOS DE LAS AGUAS DEL PLANETA Y DE TODA LA BIODIVERSIDAD

Gracias a los diversos estudios y noticias publicadas cuando se observan altos niveles de contaminación en acuíferos, ríos, lagos y océanos, sabemos que la escorrentía de los productos agrícolas, como fertilizantes y pesticidas, tiene efectos devastadores sobre la salud de las aguas, impulsando el crecimiento de algas tóxicas, la muerte de peces y plantas acuáticas y que cada vez haya mayor número de zonas muertas en los mares y océanos del planeta, al mismo tiempo que se van extendiendo y llegando a punto de inflexión que señala una gran dificultad de recuperación. Si, tal como estamos viendo, las tormentas van a ser cada vez más frecuentes y potentes, y con una muy baja calidad de filtración y gestión de la lluvia en los suelos debido a la degradación provocada por las actividades humanas, donde se suman la deforestación y los incendios, las perspectivas no son muy halagüeñas para el agua del planeta, que es nuestra fuente de vida y la de toda la biosfera.

Existen otro tipo de contaminantes antropogénicos, a los que a veces se llama “contaminantes emergentes”, que ya se encuentran en las aguas del todo el planeta, incluso hace años que se detectaron en la Antártida. Estos contaminantes, además de los que corresponden a los residuos industriales de fábricas de todo tipo, provienen de los fármacos, de los narcóticos, de los productos de limpieza y de los productos de belleza y cuidado personal, y llegan al agua principalmente a través de las aguas residuales. Sabemos que los protectores solares son muy dañinos y que las personas los introducen en el agua cuando se bañan en el mar, pero no somos tan conscientes de cómo muchos productos salen de nuestras viviendas y localidades en forma de aguas residuales, entrando en el alcantarillado y red de aguas que se dirigen hacia instalaciones de depuración, en el caso de que las haya. Esas aguas residuales están formadas por restos químicos de productos de belleza y cuidado personal, que eliminamos al limpiarnos y ducharnos, y por todo tipo de fármacos que consumimos y en parte excretamos porque nuestro cuerpo solo los absorbe parcialmente.

A pesar de que los tratamientos en las plantas depuradoras son cada vez más eficaces y que ya se han realizado pruebas que demuestran cómo la utilización de un tipo de hongos, llamados hongos ligninolíticos, favorece la eliminación de este tipo de microcontaminantes emergentes, todavía no se ha conseguido evitar que estos contaminantes sigan su camino llegando a acuíferos, ríos y océanos. De esta forma, siguiendo el propio ciclo del agua, la contaminación llega a plantas y peces y entra en la cadena alimenticia y, por lo tanto, vuelve a nosotros, los seres humanos, a través de los alimentos que ingerimos y también desde las fuentes de agua dulce que forman los sistemas de abastecimiento de agua potable para muchas personas del planeta. Además, se ha demostrado que este tipo de contaminación química afecta directamente a las bacterias de los ríos, creando resistencia a los antibióticos, una resistencia que también se transmite a las bacterias de nuestro cuerpo al beber agua potable que contiene restos de fármacos y otros químicos.


Durante los últimos años se han realizado varias investigaciones utilizando peces y plantas, exponiéndolos de diversas formas y períodos de tiempo a la exposición de contaminantes concretos. En todos los casos se han demostrado efectos nocivos y alteraciones de todo tipo: reproductivas, de crecimiento, de rango de vida y supervivencia, de inmunidad y desarrollo de enfermedades, como tumores cancerígenos y desequilibrios neuronales.

Un factor impactante en el que también coinciden los estudios realizados, especialmente en peces, es en el cambio de comportamiento y actividad de los individuos. El pasado 10 de febrero de 2021, un grupo de científicos dirigido por el ecólogo evolutivo Giovanni Polverino, de la Universidad de Australia Occidental, publicó los resultados de su investigación en la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural (The Royal Society). Para sus investigaciones utilizaron una especie de pez de agua dulce llamado “guppy”, haciendo múltiples pruebas en las que el agua tenía diversas concentraciones de fluoxetina, el componente principal del fármaco Prozac, que es un fármaco psicoactivo, un antidepresivo que a día de hoy es uno de los medicamentos recetados más vendidos en el mundo. Incluso con concentraciones muy bajas de fluoxetina, los peces cambiaban su comportamiento y especialmente su individualidad, su carácter particular diferenciador dentro del grupo, de forma que se generaba una homogeneización de la actividad de todos los individuos, algo que implica un deterioro de la especie y una muy posible aceleración de su extinción.

¿Por qué la homogeneización de la actividad, del comportamiento de los individuos, implica un peligro para la supervivencia de una especie? Las diversas estrategias de comportamiento entre individuos de una especie, de una manada, de un banco de peces, es lo que impulsa el avance evolutivo de esa especie, es lo que marca el poder de selección, de que los más fuertes y activos se apareen más veces y se consiga un éxito reproductivo. Los individuos que afrontan decisiones y riesgos hacen avanzar conductas y comportamientos que se traducen en aprendizajes para todos los demás miembros y que acaban siendo desarrollados genéticamente, impulsando las capacidades e instintos de supervivencia de las especies. Al mismo tiempo, mayor atrevimiento también implica mayor mortalidad, así que existe un equilibrio con otros individuos más cautos, y en general se favorece la conducta y evolución de toda la especie gracias a la diferenciación, no a la homogeneización.

Al leer este estudio y estas diferencias necesarias individuales dentro del grupo, pensaba en las manadas de ñus, con miles de individuos realizando lo que se considera la mayor migración terrestre del mundo, y en esas imágenes que todos hemos visto cuando la manada llega al río Mara y lo tiene que cruzar, incluso sabiendo que hay cocodrilos y que no todos van a cruzarlo. Pero los más atrevidos señalan el paso, el camino, al mismo tiempo que la propia energía de la manada los impulsa. No habría migración si ningún individuo diera el paso y ninguno se atreviera a cruzar, si no sintieran esa energía que también forma parte de su genética y de su instinto.

Seguro que hay especies en las que todo esto no sea tan claro, pero si lo trasladamos a la crisis planetaria actual, al cambio climático y la extinción masiva, las especies necesitan su instinto, sus capacidades, y que haya individuos que tomen decisiones arriesgadas para poder aumentar su resiliencia, para impulsar cambios genéticos que permitan la adaptación que signifique la supervivencia. Desde una perspectiva más amplia, todo esto no afecta solo a las especies por separado, sino que cualquier cambio va a producir un desajuste fenológico, cambios en los ecosistemas donde de repente las presas pueden pasar a ser mayores depredadores, donde una especie pierda una de sus fuentes de alimentación básica o se requiera una gran capacidad de adaptación para buscar zonas más frías y con condiciones mínimas para asegurar la subsistencia.

Está claro que ningún animal o planta necesita tomar Prozac, o paracetamol, o protector solar, o drogas como la cocaína o la nicotina. También es evidente que todo lo que entre en la cadena alimenticia va a llegar al ser humano, y que en el caso del agua está más que asegurado el efecto bumerán de todo lo que generamos como aguas residuales. Por eso existe una alta preocupación por este tipo de contaminación antropogénica, que es muy difícil de evitar en una sociedad que se puede considerar globalmente adicta al consumo de medicamentos y de todo tipo de productos químicos sin ser consciente de todos estos residuos que genera en forma de aguas residuales. Por lo tanto, los científicos e investigadores se centran en aumentar la efectividad de las plantas depuradoras, pero muchas veces encuentran soluciones a problemas que tienen graves contraindicaciones y van a impulsar una nueva contaminación y un nuevo desequilibrio en otro ámbito o sistema que va a afectar la vida y armonía de la biosfera y del planeta.

Planta depuradora

Por otro lado, algo muy importante al analizar este tema es la salud de los ríos del planeta, porque acuíferos y ríos potentes, cargados y dinámicos soportarían mejor todo este perjuicio provocado por el ser humano, pero la destrucción de los ríos es general en todo el mundo con la construcción de presas, desviaciones, trasvases y extracciones abusivas de agua que han devastado cuencas y ecosistemas completos. Y a esta lista de actividades nefastas antropogénicas tendríamos que añadir todo lo relacionado con la sobrepesca, los daños que causan las piscifactorías y las graves contaminaciones de vertidos industriales, de la minería, de centrales nucleares, etc. Un estudio reciente informa que solo el 14% de los ríos del mundo no han sido dañados por el ser humano, y que son ríos donde las poblaciones de peces se mantienen y no han sufrido alteraciones.

Desde la perspectiva de la crisis planetaria, con el cambio climático y el calentamiento global, se está observando cómo muchas especies están realizando migraciones forzadas para asegurar su supervivencia. En los océanos, muchas especies se van trasladando hacia los polos conforme aumenta la temperatura del agua de los ecosistemas a los que pertenecen. Tal como he explicado, los efectos de esta contaminación sobre el comportamiento pueden dificultar que individuos tomen decisiones que podrían salvar a una especie, pero, al mismo tiempo, estas migraciones también implican que peces que pueden estar contaminados lleguen a zonas más puras, algo que también tiene una relación directa con el problema de las especies invasoras. El resultado de todo esto es un deterioro de salud de ecosistemas, animales y plantas con los que la especie recién llegada se relacione e interactúe como parte de la cadena alimenticia, y representa una contaminación que llega a todos los seres vivos, al agua, al suelo e incluso al aire, algo que, tal como han advertido algunos expertos, conduce a un problema de salud mundial que todavía no se ha valorado adecuadamente.



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