Publicado por David Arbizu
LA BURBUJA DEL PACÍFICO
Nicholas Bond, meteorólogo investigador de la
Universidad de Washington en Seattle y climatólogo del estado de Washington, describe así la burbuja de agua caliente del Pacífico: “Es una gran masa de agua en
el noreste del Océano Pacífico que está mucho más caliente de lo normal. No tiene
fronteras o límites bien definidos, pero es un área que, a veces, se ha
extendido desde Baja California hasta el mar de Bering. Al menos tiene 1.600
km. de ancho y puede llegar a los 300 mts. de profundidad”.
Temperatura promedio de la Burbuja del Pacífico entre agosto
de 2014 y julio de 2015
Esta gran burbuja se detectó a partir del otoño de 2013 y desde entonces
se ha quedado aposentada frente a la costa del Pacífico de América del Norte.
Se trata de un enorme volumen de agua cuya temperatura promedio ha llegado a
elevarse 2,5ºC por encima de lo normal, aunque ha habido mediciones que han
llegado a los 5ºC de diferencia sobre el promedio considerado estable o
saludable.
Durante todo el año 2014 ya se pudieron observar las graves
perturbaciones que esta burbuja caliente ocasionaba sobre el clima, sobre la
calidad y pureza del agua, sobre las corrientes oceánicas, sobre la vida
silvestre acuática y terrestre y sobre el ser humano en todos los aspectos,
desde los referentes a la salud hasta los aspectos económicos. Durante el año 2015, la fuerza del fenómeno de El Niño, un patrón atmosférico
relacionado directamente y, sobre todo, con el océano Pacífico, potenció los
efectos de la burbuja creando graves desequilibrios y destrucción en
ecosistemas, en la cadena alimentaria y en los patrones que rigen los diversos
sistemas que mantienen la biosfera planetaria.
Formaciones de agua caliente durante el fenómeno de El Niño
¿Qué provoca la creación de esta burbuja?
Para responder esta pregunta podría llegar a enumerar todos los sistemas
y partes que componen y rigen la biosfera de la Tierra, ya que todo está
vinculado y sería difícil considerar dónde empieza el desajuste. Para
explicarlo de una forma sencilla, ya hace algunos años que los patrones
climáticos han ido cambiando, principalmente debido al cambio climático y uno de
los resultados de esos cambios fue una cresta de presión muy alta, fuerte y
persistente, que se generó sobre el norte del Pacífico entre finales de 2013 y
principios de 2014 y bloqueó el paso de las tormentas y vientos habituales en
toda esa zona. Este bloqueo supuso una menor extracción de calor desde el
océano a la atmósfera y que las corrientes frías y profundas no pudieran subir
a la superficie, creándose así un estancamiento que conllevaba la formación y
crecimiento de esa gran área de agua caliente.
Este bloqueo también afectó y afecta a la corriente de California, una
corriente de agua que fluye desde el Golfo de Alaska a lo largo de la costa
oeste. Se podría decir que esta corriente es como lo contrario a la corriente
del Golfo, ya que mientras que la corriente del Golfo envía agua cálida hacia el
norte de Europa, la corriente de California envía el agua fría hacia el sur del
este del Pacífico. Esta corriente es la causa de los veranos frescos y
condiciones de niebla de las costas del norte de California y Oregón y está
vinculada con vientos que llegan desde la superficie de la tierra y empujan las
aguas de la costa hacia el interior del océano permitiendo que las aguas ricas
en nutrientes puedan subir, desde el fondo del océano, hacia la superficie. Todo
ello forma parte de una estructura vinculada, entrelazada, que a su vez provoca
un enorme crecimiento del plancton, la base de la cadena alimentaria local y
crea un ambiente próspero para peces, aves y mamíferos marinos.
La burbuja y la corriente de California
Como es fácil de imaginar, la burbuja tiene efectos de ámbito local y
también de ámbito planetario. Un efecto de nivel global tiene que ver con la
corriente de aire “jet stream”, ya que la alta presión y el calor deforman esta
corriente creando oscilaciones que contribuyen a la sequía de California,
manteniendo el aire caliente y seco sobre esa región, pero que también provocan
el descenso de tormentas polares sobre el noreste de los Estados Unidos.
Además, este desequilibrio de la corriente jet stream está relacionado con las
altas temperaturas que se están registrando en Alaska y en el Ártico y con el
deshielo que también afecta Groenlandia y que crea una especie de burbuja de
agua fría y con bajo contenido de sal que está frenando el cinturón oceánico y
trayendo inviernos que cada vez serán más fríos en Europa.
Otro trastorno relacionado con la burbuja es el blanqueamiento masivo de
los corales de Hawái, algo que también afecta a la supervivencia de la vida
marina y a la subida del nivel del mar, ya que los corales forman una barrera
protectora frente a las costas que frena y suaviza las corrientes.
Uno de los problemas más graves con grandes repercusiones es el bloqueo
para subir a la superficie que encuentran las aguas frías ricas en nutrientes
del fondo del océano. Por un lado, el plancton y toda la cadena alimentaria
dependen de esos nutrientes y, por otro lado, el calor y la falta de nutrientes
facilitan el crecimiento y expansión de algas tóxicas. Esto se observó durante
el año 2015 con el mayor brote de algas jamás registrado, que se extendía desde
el centro de California hasta la Columbia Británica y sur de Alaska. Estas
algas producen ácido domoico, la neurotoxina responsable de los varamientos de
mamíferos marinos generalizados y de los cierres de pesquerías de mariscos, ya
que los niveles alcanzados forzaron la prohibición de la pesca de cangrejo y
captura de almejas a lo largo de toda la costa. También se observó que
sardinas, anchoas y otros peces que se alimentan de las algas y otros microorganismos
podían acumular la toxina, lo cual supone la entrada plena en la cadena alimentaria. De
entre los animales más perjudicados, destacan las aves marinas y los leones
marinos, cuyo número se ha reducido drásticamente y ya se teme por la
supervivencia de estas especies, especialmente por la de los “leones marinos
estelares” que viven en la zona de las Islas Aleutianas.
Leones marinos estelares
A principios de 2016, los científicos pensaron que la burbuja se estaba
desvaneciendo, sobre todo basándose en las imágenes térmicas por satélite que
mostraban una disminución de las temperaturas en toda la zona y no detectaban
aguas anormalmente cálidas. Sin embargo, las imágenes térmicas por satélite
solo realizan una lectura hasta 40 mts. bajo la superficie y, al realizar
mediciones directamente sobre el agua, se ha constatado que la burbuja sigue ahí y que se ha
deslizado bajo la superficie del océano, a unos 150 metros. De hecho, este verano pasado han seguido las floraciones de algas y se han observado migraciones anómalas de crustáceos y peces, así como la mortandad de muchas aves, leones marinos y otros mamíferos marinos.
La llegada de
vientos más fríos ha enfriado la superficie, pero la burbuja sigue allí y se
cree que sus efectos dañinos van a persistir. Con el desarrollo del fenómeno La
Niña, un patrón frío, habrá que ver si la burbuja se va debilitando o si se
mantiene, algo que los científicos no pueden predecir y que, de momento,
seguirá siendo una formación muy perjudicial para las formas de vida y el equilibrio
y supervivencia de ecosistemas y de la propia biosfera.
Fuentes:
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