Publicado por David Arbizu
LA SEXTA EXTINCIÓN MASIVA
Después de
66 millones de años, cuando hubo la que se conoce como Extinción del
Cretácico-Terciario o quinta extinción masiva, la Tierra se enfrenta a la sexta
extinción masiva.
Muchos
científicos, tanto a través de estudios particulares como de informes
realizados a través de varias organizaciones, están alertando desde ya hace
bastantes años que el planeta está experimentando una extinción masiva de
especies. Se considera que, durante el siglo 20, el ritmo de extinción de
especies ha sido hasta 100 veces mayor de lo que se podría considerar un ritmo
normal o natural. Existe un indicador del estado mundial de la diversidad
biológica llamado Índice del Planeta Vivo (Living Planet Index), que se basa en
las tendencias de las poblaciones de vertebrados de todo el mundo y que está
manifestando que para el año 2020 se puede llegar a una extinción del 67% de
las especies.
No es
difícil llegar a la conclusión de que esta extinción masiva tiene una relación
directa con el impacto que genera el ser humano en el planeta y que este
impacto está provocando que las especies se estén extinguiendo a una velocidad
sin precedentes en la historia de 4,5 mil millones de años de la Tierra. En 1798,
Thomas Malthus, un clérigo y erudito británico, ya escribió un ensayo donde describió
y popularizó la idea de que llegaría un momento en que el enorme número de seres
humanos que habitarían el planeta finalmente superaría la capacidad de producir
alimentos, algo que está vinculado con la ocupación y destrucción de los
espacios naturales, de los ecosistemas y de las formas de vida.
Está claro
que la causa de la sexta extinción masiva se puede observar en la “huella ecológica”
que el ser humano está dejando en la Tierra. Tal como dice el profesor Johan
Rockström, director ejecutivo del Centro de Resiliencia de Estocolmo, al hablar
de los seres humanos: “Ya no somos un pequeño mundo en un gran planeta. Ahora
somos un gran mundo en un pequeño planeta, donde hemos alcanzado un punto de
saturación”. La superpoblación humana
está ahogando al planeta y, tal como explico al hablar del Antropoceno en mi anterior
artículo de este mes, el desarrollo industrial, la extracción de materiales del
interior de la Tierra, la contaminación y el abuso excesivo sobre todo el
planeta, desde sus espacios naturales hasta todas sus formas de vida, están
impulsando el cambio climático y conllevan un trastorno negativo de la biosfera
y de los sistemas que sostienen y equilibran la fuerza de vida del planeta.
Según los
investigadores, existen 5 factores principales que están ocasionando la
extinción de la vida en el planeta: la pérdida de los hábitats, la
sobreexplotación, la contaminación, las especies invasoras y el cambio
climático. Dentro de estos factores principales encontraríamos otros como el
daño ocasionado por la agricultura intensiva y la explotación forestal; la caza
furtiva y la explotación de animales; la gran destrucción causada por la pesca,
tanto en ríos como en mares y océanos; la emisión de contaminantes que afectan
sistemas vitales de muchas especies; la utilización de radares y otras ondas
acústicas que desequilibran y perjudican mortalmente a muchos seres y, por
nombrar uno más de los muchos que se podrían enumerar, la contaminación del
agua, del aire y del suelo por productos farmacéuticos y otros químicos que
acaban resultando mortales para los ecosistemas y las formas de vida. Todos los
factores tienen una relación directa con el cambio climático y el calentamiento
global, que, a su vez, favorece y retroalimenta el poder destructivo de dichos
factores.
El ser
humano no es consciente de que habita un planeta que también es una forma de
vida y que esta forma es compleja y requiere sostener un equilibrio en todas
sus partes y sistemas.
Tal como declara Marco Lambertini, director general del
Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés): “La riqueza y
diversidad de la vida en la Tierra es fundamental para los complejos sistemas
de vida que la sustentan. La vida es el soporte de la propia vida, de sí misma
y nosotros somos parte de esa misma ecuación. Si se pierde la biodiversidad, el
mundo natural y los sistemas de soporte de la vida, tal como los conocemos hoy
en día, colapsarán”.
Otro informe
de WWF advierte que las pérdidas de la fauna tendrán un impacto en las personas
e incluso podrán provocar conflictos. Esto ya se está observando en países que
están sufriendo graves sequías, donde ya hay conflictos entre agricultores y
habitantes por el uso y extracción del agua de los acuíferos. Según algunos
analistas, la falta de recursos naturales junto con la inseguridad alimentaria
comportará una competencia por esos recursos que hará que los conflictos se
vayan incrementando.
Para acabar,
quiero aportar un poco de energía positiva comentando otros informes que nos
hablan de especies que están empezando a recuperarse, como, por ejemplo,
algunas especies de tigres, el panda gigante y el lince; hay muchas organizaciones
luchando por la protección de muchas especies y áreas naturales, tanto en los
océanos como en los continentes. Otras especies de animales parece que van
consiguiendo adaptarse a los cambios, sobre todo climáticos, como es el caso
del oso polar, que parece que se está desplazando hacia el sur desde el Ártico
y se está relacionando con el oso grizzly, de manera que se han observado osos
que originan una nueva especie que se llama “pizzly” o “grolar”.
Oso Grolar
Si el ser humano
tuviera un nivel de conciencia más elevado sabría que todas las especies son
igual de importantes porque todos los seres vivos de la Tierra estamos
conectados y creamos el equilibrio de la vida entre todos. Así que no solo
deben preocuparnos las abejas, aunque sean animales de gran valor e importancia,
porque pensemos que sin ellas no habrá polarización y no tendremos frutas ni miel;
la existencia de las abejas también depende del equilibrio del bosque y de las
plantas, de que encuentren alimento, de que puedan construir sus colmenas, de
que también existan otros animales y, por supuesto, de que tengan depredadores,
pero depredadores naturales, porque la biosfera del planeta está preparada para
mantenerse en equilibrio y armonía; solo falta una comprensión más elevada de
la raza humana.
Fuentes:
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