viernes, 13 de octubre de 2017

Eventos destacados del mes de octubre

Publicado por David Arbizu

LOS VIENTOS CATABÁTICOS DE LA ANTÁRTIDA
El viento catabático se origina cuando el aire entra en contacto con un suelo o superficie fría, normalmente elevada. Este contacto hace que este aire se enfríe y se densifique creándose un flujo descendente debido a la fuerza de la gravedad y a la diferencia de temperaturas entre esas zonas frías, que habitualmente son las partes elevadas de las laderas de las montañas y el valle, la zona donde la temperatura es más alta y el aire es menos denso. Si hablamos de zonas montañosas del planeta que no están permanentemente cubiertas de hielo, lo normal es que el viento catabático se origine cuando empieza la noche y cesa la radiación solar, de manera que las partes geográficamente más altas se enfrían antes que las partes más bajas, que serían los valles. En muchas ocasiones, este movimiento del aire es el que hace que se genere el fenómeno conocido como "Inversión térmica", ya que provoca que el aire frío quede estancado en el fondo del los valles.

Los vientos catabáticos de la Antártida se originan en el interior, en las altas mesetas del continente, que representan la parte elevada y más fría y se dirigen hacia la zona costera. Como el viento encuentra una superficie fuerte y lisa, cubierta de hielo, mantiene la baja temperatura y se mueve con mucha rapidez, pudiendo alcanzar los 300 kilómetros por hora cuando llega a los acantilados costeros.


Un reciente estudio realizado por un grupo de científicos de la Escuela Politécnica de Lausana (Suiza) ha demostrado que los vientos catabáticos de la Antártida reducen la cantidad de precipitaciones, que normalmente son en forma de nieve. Estas nevadas son un factor clave para la formación y mantenimiento de toda la capa de hielo, especialmente en las zonas costeras, algo imprescindible para el equilibrio de todo el continente.
El estudio demuestra que la corriente de los vientos catabáticos forma una capa de aire muy seca que empieza a ras del suelo y puede llegar a tener hasta 300 metros de altura. Esta capa que forman estos vientos provoca que, por encima, se forme otra capa de aire mucho más seca y cálida, sobre la cual, a alturas que pueden estar sobre los 3000 metros, se forman las nubes que contienen los cristales o copos de nieve. Se ha comprobado que cuando esos copos de nieve caen y pasan a través de la segunda capa, más seca y cálida, se subliman, pasan de un estado sólido directamente a un estado gaseoso, convirtiéndose en vapor de agua que pasa a la atmósfera y no llegando a la superficie en forma de nieve. Debido a este fenómeno, los copos de nieve muchas veces no llegan a tocar el suelo y esto significa una reducción de la cantidad de nieve, algo que también tiene un efecto directo sobre el aumento del nivel del mar.


Hasta hace unos años, los registros no mostraban que hubiera pérdidas significativas de la capa de hielo marino ni del hielo continental de la Antártida, aunque sí que ya había habido alguna rotura y desmembramiento importante en las plataformas que rodean la península Antártica y alguna otra zona concreta de la parte occidental del continente. Desde el año pasado, 2016, aumentaron considerablemente las preocupaciones por la pérdida de hielo y al mismo tiempo también se incrementaron el interés y los estudios científicos relacionados con este continente. Estos estudios han demostrado que los vientos catabáticos también causan una fuerte erosión de la capa de nieve que cubre el hielo, algo que favorece que los rayos solares impacten con más fuerza y disminuya el efecto albedo, que es la capacidad de reflejo que tiene una superficie respecto a la radiación solar, lo cual provoca un debilitamiento de la capa de hielo y su progresiva fracturación y fusión.
Otro estudio publicado en julio de este año, 2017, ha demostrado cómo el viento en la zona oriental de la Antártida favorece el deshielo en la península Antártica, situada a unos 6000 kilómetros, en el lado opuesto del continente. Esto sucede porque ese viento del este puede generar un oleaje que llega a velocidades cercanas a los 700 kilómetros por hora, lo que se conoce como "Onda Kelvin", que da la vuelta a todo el continente y afecta especialmente a la península Antártica al empujar aguas cálidas contra el hielo de las plataformas que la rodean.

Vientos catabáticos llegando a los acantilados de la Antártida

Algunos eventos, como el desprendimiento de una parte de la plataforma Larsen C, que sucedió el pasado mes de julio y generó un enorme iceberg después de que se estuviera agrietando durante mucho tiempo, así como otras roturas que han sufrido otras plataformas que son muy importantes por su función de sostener los grandes glaciares del continente e incluso la formación del gran agujero que ha aparecido hace unas semanas en la capa de hielo interior, a cientos de kilómetros de la costa, donde esa formación de agujeros es habitual, han hecho que la Antártida cobre mayor importancia y se considere una parte fundamental a tener en cuenta a la hora de estudiar los efectos que cualquier evento puede tener sobre el equilibrio climatológico planetario, sobre el equilibrio y salud de la biosfera y, en este caso concreto, sobre el aumento del nivel del mar. Tal como declaró Mark Serreze, director del NSIDC (Centro Nacional de Datos de Nieve y de Hielo de Estados Unidos): "Nosotros siempre hemos pensado en la Antártida como un elefante dormido que está comenzando a moverse. Bueno, quizás está comenzando a moverse ahora".

Realmente, al igual que todo el planeta, la Antártida está cambiando y ya no se puede ver como un "elefante dormido" separado del resto del planeta, cada vez hay mayor conciencia y constatación de que todo está interconectado y de que es toda la Tierra la que se está moviendo. Tal como dicen los Inuit: "La Tierra ha cambiado, se ha movido" y afirman que el cambio climático no se debe al calentamiento global sino a que el planeta ha oscilado, se ha movido; ellos dicen que el Sol ya no sale ni se pone por donde siempre solía hacerlo hasta ahora. 
Científicamente sabemos que hay un movimiento de los polos geográficos, aparte del de los polos magnéticos y que, por lo tanto, hay un cambio del eje de rotación del planeta. Este cambio de inclinación también afecta al equilibrio de la Antártida, a su relación con el Sol y con la formación de los vientos, a las corrientes oceánicas que rodean al continente e incluso a la actividad de todos los volcanes que se han descubierto bajo sus kilométricas capas de hielo. Es muy importante que estas capas de hielo continental se mantengan en buen estado y no aumente su fusión, porque es el derretimiento de ese hielo el que puede aumentar considerablemente y peligrosamente el nivel de los océanos. El hielo marino no tiene unas consecuencias tan impactantes, pero es vital para el sostenimiento de los glaciares y el equilibrio de este continente tan especial que nos muestra, como cualquier otra parte de la Tierra, que todo está conectado.


Fuentes:

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