domingo, 31 de marzo de 2019

Evento del mes de marzo

Publicado por David Arbizu

EL MÍNIMO SOLAR Y EL ENFRIAMIENTO DE LA TERMOSFERA COMO PRECURSORES DE UNA MINI-GLACIACIÓN
No es fácil imaginarse y valorar que nos dirigimos hacia una mini-glaciación cuando la mayoría de las noticias sobre el medio ambiente hablan de calentamiento global, de temperaturas récord de calor en el Ártico, de precipitaciones torrenciales y también de crisis hidrológica y severas sequías, además de que muchas tormentas también se forman por el contraste con la elevada temperatura de la superficie de los océanos y mares. También influyen todas las noticias relacionadas con el constante aumento del dióxido de carbono en la atmósfera y la publicación de mediciones que muestran datos con cifras cada vez más elevadas que se relacionan directamente con el efecto invernadero, las altas temperaturas, el deshielo y el aumento del nivel del mar. Por otro lado, hay estudios científicos que explican, detallada y rigurosamente, cómo nos encontramos en el final de un período interglacial que corresponde al Holoceno, un final donde coincide con lo que llamamos Antropoceno y que supone la entrada en una época o período glacial.

Algo que creo que es innegable es el gran desequilibrio de los patrones climáticos que estamos experimentando a nivel global. En apenas tres meses del año 2019, hemos visto la formación de terribles tormentas que han descargado precipitaciones extremas generando enormes inundaciones en muchas partes del planeta, también la devastación de enormes incendios y, especialmente en el hemisferio norte, una secuencia alterna de semanas con temperaturas frías, donde en algunos lugares han caído nevadas descomunales, seguidas de semanas con temperaturas inusualmente cálidas. También hemos visto cómo en grandes áreas de Norteamérica se llegaba a temperaturas de total congelación, con valores extremadamente bajos, y grandes extensiones cubiertas por la nieve y el hielo que sí que hacían pensar en una posible mini-edad de hielo. Pero también llegan noticias informando de la primera ola de calor del año en India, donde han llegado a los 44,5ºC y para la próxima semana, la primera del mes de abril, en varias zonas del país se esperan temperaturas por encima de los 40ºC.

En lo que sí que parece que toda la comunidad científica está de acuerdo es que el Sol pasa por los llamados “ciclos solares”, que tienen una duración promedio de 11 años y que ahora nos encontramos en el final del ciclo solar 24 y en lo que se llama “mínimo solar”, que es un período donde la actividad solar es muy baja. Ya hace años que la actividad del Sol va menguando, algo que se constata con la falta de manchas solares durante largos períodos, tal como ha pasado durante el mes de febrero de este año, con sus 28 días sin manchas solares. La previsión es que la actividad todavía disminuya mucho más durante este año, con la entrada en el ciclo solar 25 y que entre 2030 y 2040, durante lo que ya sería el ciclo solar 26, se pueda llegar a una reducción de la actividad del 60%.


Uno de los temas que sí divide a los climatólogos y científicos es la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera y todas sus consecuencias relacionadas con el cambio climático y el calentamiento global, para unos, o el enfriamiento global para otros. Muchos científicos y grandes organizaciones, como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) consideran que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) son contaminantes y determinantes para el calentamiento global. Por otro lado, se pueden encontrar muchas declaraciones de científicos y expertos que advierten que toda la focalización en las emisiones de dióxido de carbono forma parte de una estrategia política y económica de grandes empresas y grupos de presión de ámbito global para aumentar el control y la obtención de sus propios beneficios. 
A nivel puramente científico, encontramos declaraciones que expresan que el dióxido de carbono tiene una influencia menor sobre el clima. Por ejemplo, James Taylor, investigador principal de política ambiental en el centro de estudios del Instituto Heartland (Illinois, Estados Unidos), afirma que: “El clima del mundo real prueba que los alarmistas modelos de computadora exageran las propiedades de calentamiento del dióxido de carbono”. Incluso desde la NASA se ha aceptado y demostrado, a través de sus propias mediciones, que el dióxido de carbono es un refrigerante, no un gas de calentamiento, porque los gases de efecto invernadero en realidad bloquean la llegada a la superficie del planeta de hasta el 95% de los rayos solares dañinos, de manera que reducen el impacto del calor del Sol; esto ha provocado que ahora una parte de la NASA esté en conflicto con sus propios climatólogos. Otro ejemplo nos lo da Willie Soon, astrofísico y geocientífico de la División de Física Solar y Estelar del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica (Massachussets, Estados Unidos), que ha declarado: “Decir que el sistema climático está completamente dominado por la cantidad de dióxido de carbono que tenemos en el sistema es una locura, algo completamente erróneo. El dióxido de carbono no es el principal motor del sistema Tierra/clima” y añade: “El clima es totalmente, completamente, dependiente de lo que el Sol le está haciendo al sistema. El Sol es el principal impulsor del sistema climático de la Tierra”.

A raíz de estas declaraciones y estudios, se podría decir que “el presupuesto de radiación de la Tierra” es lo que define el clima y, consecuentemente, el cambio climático. La Tierra mantiene un clima y una temperatura adecuada para el sostenimiento y salud de su biosfera al estar envuelta en su capa protectora de gases atmosféricos contra el Sol en ebullición y el espacio helado, al tener la capacidad de reflejar, absorber y reemitir la cantidad justa de radiación solar. Entonces, para mantener una cierta temperatura global promedio, la Tierra debe emitir tanta radiación como la que absorbe y en estos momentos ese presupuesto de radiación está mostrando un exceso del reflejo de radiación, una liberación de calor hacia el espacio exterior desde las capas más externas de la atmósfera, especialmente desde la termosfera o, tal como también se conoce, ionosfera.

Imagen del satélite Timed, que controla la temperatura de la termosfera
La termosfera es la capa de la atmósfera terrestre que se encuentra entre la mesosfera y la exosfera. Su extensión comienza aproximadamente entre 80 y 120 kilómetros de la Tierra y se extiende hasta entre 500 y 1.000 kilómetros de la superficie terrestre. La termosfera absorbe gran parte de los rayos X y la radiación ultravioleta que llegan desde el Sol y tanto su tamaño como su temperatura y su capacidad de regulación e influencia sobre los patrones climáticos del planeta dependen principalmente de la actividad solar, de forma que cuando el Sol está muy activo y emite más radiación de alta energía, la termosfera se calienta y se expande, se “hincha”, pudiendo llegar a alcanzar una temperatura de 1.500ºC. En cambio, tal como sucede en la actualidad y se ha comprobado mediante las mediciones del satélite Timed, cuando nos encontramos con un mínimo solar, la termosfera se contrae y se enfría. Los científicos han establecido el “Índice Climático de la Termosfera” (TCI, por sus siglas en inglés), un número expresado en vatios que indica la cantidad de calor que las moléculas están vertiendo al espacio; así que ahora tenemos un TCI muy bajo, muy “frío”, con poca cantidad de calor absorbida y una liberación de calor que se escapa al espacio. De hecho, el Índice Climático de la Termosfera está a punto de establecer un récord de frío en la era espacial.

Pero no se puede hacer un análisis climático solo basándose en una capa de la atmósfera ni tan solo en la actividad solar. Todas las capas de la atmósfera están interconectadas, se afectan entre sí y desempeñan un rol importante para la salud y equilibrio del planeta. En este sentido, el aumento de la concentración de dióxido de carbono también afecta a las capas altas de la atmósfera, pero de forma contraria a como lo hace en la capa inferior. Mientras que en la capa inferior de la atmósfera se comporta, en parte, como un gas de efecto invernadero al retener el calor que se expulsa desde la superficie del planeta, tanto desde la superficie de los continentes como de los océanos, en las capas medias y altas de la atmósfera produce un enfriamiento y, como consecuencia, una contracción y una liberación del calor absorbido que, desde las capas más altas, se escapa hacia el espacio exterior. Entre 2002 y 2014, en las capas altas de la atmósfera ha habido un notable incremento de la cantidad de dióxido de carbono, un incremento superior al detectado en las capas bajas.

Todo esto también está relacionado con la gran importancia que tiene la formación y cobertura de nubes, tanto a baja cota como a cotas altas, ya que, tal como declara Roy Spencer, profesor, climatólogo, y científico investigador de Estados Unidos: “Las nubes son la sombrilla de la Tierra y si la cubierta de nubes cambia por alguna razón, entonces tenemos calentamiento global o enfriamiento global”. La formación de nubes depende en gran medida de la actividad solar pero también de otros factores que actualmente tienen una gran influencia sobre nuestro planeta como es la llegada de rayos cósmicos.

Representación de la llegada de rayos cósmicos al planeta
Los rayos cósmicos son una mezcla de fotones de alta energía y partículas subatómicas aceleradas hacia la Tierra por explosiones de supernovas y otros eventos violentos en el cosmos. La cantidad de rayos cósmicos que pueda llegar a la Tierra depende de la actividad solar, que va a provocar que la Tierra genere un campo magnético de mayor o menor potencia, y de la posición del sistema solar en su desplazamiento por la galaxia, que en estos momentos favorece esa llegada. Por otro lado, la capacidad de penetración de rayos cósmicos en nuestra atmósfera también dependerá de la fuerza de la magnetosfera, que actualmente está debilitada debido a la propia actividad solar y a condiciones terrestres como el desplazamiento de los polos magnéticos. Además, es importante la resistencia y capacidad de la propia atmósfera, donde el dióxido de carbono de las capas altas también va a influir al retener parte de la radiación de los rayos cósmicos.

Al igual que algunas partículas subatómicas procedentes del Sol, los rayos cósmicos tienen propiedades de “nucleación”, favorecen la formación de nubes al condensar el vapor de agua, así que tendrán un papel importante sobre el clima al provocar que la “sombrilla” generada por las nubes dificulte más o menos la llegada de los rayos solares. También tendrán un papel importante sobre la formación de tormentas y, tal como estamos viendo en la actualidad en algunas partes del planeta, sobre la formación de ríos atmosféricos cargados de grandes cantidades de agua que pueden descargar enormes y destructivas precipitaciones. Entonces, junto con estas condiciones, la emisión de dióxido de carbono que se mantiene en las capas más bajas de la atmósfera, que provoca el calentamiento de la superficie del planeta, está impulsando patrones climáticos extremos y todos los desajustes que estamos observando y que ponen en peligro la biosfera.

Analizando todo lo expuesto hasta aquí, podemos deducir que el clima de la Tierra depende en gran medida de la actividad solar, que estamos llegando al final de un período interglacial y que, aunque pueda parecer que hay un calentamiento global, en realidad el planeta está en plena fase de enfriamiento global. Todo ello también afecta a la capa de ozono como capa protectora frente a la radiación solar y ya se ha constatado un adelgazamiento de esta capa, algo que eventualmente afecta a las capas inferiores y en especial a los patrones de viento y, por lo tanto, al clima.

También es importante no olvidar toda la degradación y destrucción que la actividad humana está haciendo sobre el planeta, algo que a veces parece quedar escondido detrás de ese interés por mantener una fijación en las emisiones de dióxido de carbono, pero que está teniendo un gran impacto sobre todos los sectores que están afectando al desequilibrio de los patrones climáticos. El ser humano sigue sin comprender el funcionamiento del planeta, sus sistemas de homeostasis, su relación con el Sol y con la galaxia, todo lo que configura la biosfera, los patrones climáticos, la influencia de los cambios en el interior del planeta, todo lo que se genera desde el núcleo de la Tierra. Desde esta falta de comprensión se ponen en marcha proyectos de geoingeniería con el fin de controlar el clima. Algunos de estos proyectos se centran en la dispersión de “aerosoles con propiedades de nucleación”, tanto a cotas bajas como altas, para manipular el clima, para poder crear tormentas artificiales, muchas veces como pruebas destinadas al uso militar. También existe la “Tecnología de Ondas de Choque” para impedir la formación natural de nubes y el uso de nanotecnología con la finalidad de modificar patrones climáticos. En muchos casos, con todos estos proyectos y experimentos, se está acelerando el enfriamiento global. Además, muchas siembras de nubes (chemtrails) están destinadas a reflejar hacia el exterior los rayos solares y no hay suficiente conocimiento científico para poder saber las consecuencias que pueden tener todas estas acciones, algo que se está demostrando con la llegada de los rayos cósmicos, cuyo flujo está aumentando más de lo previsto cuando se implementaron y planificaron todos los programas de control climático y atmosférico.

Algo que manifiestan la mayoría de los científicos que defienden el enfriamiento global es que esta no va a ser una glaciación extrema, sino que va a ser una mini-glaciación o mini-edad de hielo, así que hay que esperar que el ser humano reaccione y aprenda a responder a estos cambios con mayor conciencia, encontrando la tecnología apropiada para el mantenimiento de la biosfera, de todas las formas de vida y no acelerando la destrucción y la extinción masiva. Esperemos que haya un margen de tiempo para el aprendizaje, para detenerse y cambiar, porque otro tema donde la mayoría de los científicos también está de acuerdo es que “cuando comienzan las glaciaciones, lo pueden hacer muy rápido”.


Fuentes:

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