EL MÍNIMO SOLAR Y EL ENFRIAMIENTO DE LA TERMOSFERA COMO PRECURSORES DE UNA MINI-GLACIACIÓN
No es fácil imaginarse y valorar que nos dirigimos hacia una
mini-glaciación cuando la mayoría de las noticias sobre el medio ambiente
hablan de calentamiento global, de temperaturas récord de calor en el Ártico, de precipitaciones torrenciales y
también de crisis hidrológica y severas sequías, además de que muchas tormentas
también se forman por el contraste con la elevada temperatura de la superficie
de los océanos y mares. También influyen todas las noticias relacionadas con el
constante aumento del dióxido de carbono en la atmósfera y la publicación de
mediciones que muestran datos con cifras cada vez más elevadas que se
relacionan directamente con el efecto invernadero, las altas temperaturas,
el deshielo y el aumento del nivel del mar. Por otro lado, hay estudios
científicos que explican, detallada y rigurosamente, cómo nos encontramos en el
final de un período interglacial que corresponde al Holoceno, un final donde
coincide con lo que llamamos Antropoceno y que supone la entrada en una época o
período glacial.
Algo que creo que es innegable es el gran desequilibrio de los
patrones climáticos que estamos experimentando a nivel global. En apenas tres
meses del año 2019, hemos visto la formación de terribles tormentas que han
descargado precipitaciones extremas generando enormes inundaciones en
muchas partes del planeta, también la devastación de enormes incendios y,
especialmente en el hemisferio norte, una secuencia alterna de semanas con
temperaturas frías, donde en algunos lugares han caído nevadas descomunales,
seguidas de semanas con temperaturas inusualmente cálidas. También hemos visto
cómo en grandes áreas de Norteamérica se llegaba a temperaturas de total
congelación, con valores extremadamente bajos, y grandes extensiones cubiertas
por la nieve y el hielo que sí que hacían pensar en una posible mini-edad de
hielo. Pero también llegan noticias informando de la primera ola de calor del
año en India, donde han llegado a los 44,5ºC y para la próxima semana, la
primera del mes de abril, en varias zonas del país se esperan temperaturas por
encima de los 40ºC.
En lo que sí que parece que toda la comunidad científica
está de acuerdo es que el Sol pasa por los llamados “ciclos solares”, que
tienen una duración promedio de 11 años y que ahora nos encontramos en el final
del ciclo solar 24 y en lo que se llama “mínimo solar”, que es un período donde
la actividad solar es muy baja. Ya hace años que la actividad del Sol va
menguando, algo que se constata con la falta de manchas solares durante largos
períodos, tal como ha pasado durante el mes de febrero de este año, con sus 28
días sin manchas solares. La previsión es que la actividad todavía
disminuya mucho más durante este año, con la entrada en el ciclo solar 25 y que
entre 2030 y 2040, durante lo que ya sería el ciclo solar 26, se pueda llegar a
una reducción de la actividad del 60%.
Uno de los temas que sí divide a los
climatólogos y científicos es la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera y
todas sus consecuencias relacionadas con el cambio climático y el calentamiento
global, para unos, o el enfriamiento global para otros. Muchos científicos y
grandes organizaciones, como la Agencia de Protección Ambiental de Estados
Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) consideran que las emisiones de dióxido
de carbono (CO2) son contaminantes y determinantes para el calentamiento global. Por
otro lado, se pueden encontrar muchas declaraciones de científicos y expertos
que advierten que toda la focalización en las emisiones de dióxido de carbono forma parte de una estrategia política y económica de grandes empresas y grupos
de presión de ámbito global para aumentar el control y la obtención de sus
propios beneficios.
A nivel puramente científico, encontramos declaraciones que
expresan que el dióxido de carbono tiene una influencia menor sobre el clima. Por
ejemplo, James Taylor, investigador principal de política ambiental en el
centro de estudios del Instituto Heartland (Illinois, Estados Unidos), afirma
que: “El clima del mundo real prueba que los alarmistas modelos de computadora
exageran las propiedades de calentamiento del dióxido de carbono”. Incluso
desde la NASA se ha aceptado y demostrado, a través de sus propias mediciones,
que el dióxido de carbono es un refrigerante, no un gas de calentamiento,
porque los gases de efecto invernadero en realidad bloquean la llegada a la superficie
del planeta de hasta el 95% de los rayos solares dañinos, de manera que reducen
el impacto del calor del Sol; esto ha provocado que ahora una parte de la NASA
esté en conflicto con sus propios climatólogos. Otro ejemplo nos lo da Willie
Soon, astrofísico y geocientífico de la División de Física Solar y Estelar del
Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica (Massachussets, Estados Unidos), que
ha declarado: “Decir que el sistema climático está completamente dominado por
la cantidad de dióxido de carbono que tenemos en el sistema es una locura, algo
completamente erróneo. El dióxido de carbono no es el principal motor del
sistema Tierra/clima” y añade: “El clima es totalmente, completamente,
dependiente de lo que el Sol le está haciendo al sistema. El Sol es el
principal impulsor del sistema climático de la Tierra”.
A raíz de estas
declaraciones y estudios, se podría decir que “el presupuesto de radiación de
la Tierra” es lo que define el clima y, consecuentemente, el cambio climático. La
Tierra mantiene un clima y una temperatura adecuada para el sostenimiento y
salud de su biosfera al estar envuelta en su capa protectora de gases
atmosféricos contra el Sol en ebullición y el espacio helado, al tener la
capacidad de reflejar, absorber y reemitir la cantidad justa de radiación
solar. Entonces, para mantener una cierta temperatura global promedio, la
Tierra debe emitir tanta radiación como la que absorbe y en estos momentos ese
presupuesto de radiación está mostrando un exceso del reflejo de radiación, una
liberación de calor hacia el espacio exterior desde las capas más externas de
la atmósfera, especialmente desde la termosfera o, tal como también se conoce,
ionosfera.
Imagen del satélite
Timed, que controla la temperatura de la termosfera
|
Pero no se puede hacer un
análisis climático solo basándose en una capa de la atmósfera ni tan solo en la
actividad solar. Todas las capas de la atmósfera están interconectadas, se
afectan entre sí y desempeñan un rol importante para la salud y equilibrio del
planeta. En este sentido, el aumento de la concentración de dióxido de carbono también
afecta a las capas altas de la atmósfera, pero de forma contraria a como lo
hace en la capa inferior. Mientras que en la capa inferior de la atmósfera se
comporta, en parte, como un gas de efecto invernadero al retener el calor que se expulsa
desde la superficie del planeta, tanto desde la superficie de los continentes
como de los océanos, en las capas medias y altas de la atmósfera produce un
enfriamiento y, como consecuencia, una contracción y una liberación del calor
absorbido que, desde las capas más altas, se escapa hacia el espacio exterior.
Entre 2002 y 2014, en las capas altas de la atmósfera ha habido un notable
incremento de la cantidad de dióxido de carbono, un incremento superior al
detectado en las capas bajas.
Todo esto también está relacionado con la gran
importancia que tiene la formación y cobertura de nubes, tanto a baja cota como
a cotas altas, ya que, tal como declara Roy Spencer, profesor, climatólogo, y
científico investigador de Estados Unidos: “Las nubes son la sombrilla de la
Tierra y si la cubierta de nubes cambia por alguna razón, entonces tenemos
calentamiento global o enfriamiento global”. La formación de nubes depende en
gran medida de la actividad solar pero también de otros factores que
actualmente tienen una gran influencia sobre nuestro planeta como es la llegada
de rayos cósmicos.
Representación de la llegada de rayos cósmicos al planeta |
Los rayos cósmicos son una mezcla de fotones de alta energía
y partículas subatómicas aceleradas hacia la Tierra por explosiones de
supernovas y otros eventos violentos en el cosmos. La cantidad de rayos cósmicos
que pueda llegar a la Tierra depende de la actividad solar, que va a provocar
que la Tierra genere un campo magnético de mayor o menor potencia, y de la
posición del sistema solar en su desplazamiento por la galaxia, que en estos
momentos favorece esa llegada. Por otro lado, la capacidad de penetración de rayos cósmicos en nuestra atmósfera también dependerá de la fuerza de la
magnetosfera, que actualmente está debilitada debido a la propia actividad
solar y a condiciones terrestres como el desplazamiento de los polos magnéticos. Además, es importante la resistencia y capacidad de la propia atmósfera, donde el dióxido de carbono
de las capas altas también va a influir al retener parte de la
radiación de los rayos cósmicos.
Al igual que algunas partículas subatómicas
procedentes del Sol, los rayos cósmicos tienen propiedades de “nucleación”,
favorecen la formación de nubes al condensar el vapor de agua, así que tendrán
un papel importante sobre el clima al provocar que la “sombrilla” generada por
las nubes dificulte más o menos la llegada de los rayos solares. También
tendrán un papel importante sobre la formación de tormentas y, tal como estamos
viendo en la actualidad en algunas partes del planeta, sobre la formación de
ríos atmosféricos cargados de grandes cantidades de agua que pueden descargar enormes
y destructivas precipitaciones. Entonces, junto con estas condiciones, la
emisión de dióxido de carbono que se mantiene en las capas más bajas de la
atmósfera, que provoca el calentamiento de la superficie del planeta, está
impulsando patrones climáticos extremos y todos los desajustes que estamos
observando y que ponen en peligro la biosfera.
Analizando todo lo expuesto
hasta aquí, podemos deducir que el clima de la Tierra depende en gran medida de
la actividad solar, que estamos llegando al final de un período interglacial y
que, aunque pueda parecer que hay un calentamiento global, en realidad el
planeta está en plena fase de enfriamiento global. Todo ello también afecta a
la capa de ozono como capa protectora frente a la radiación solar y ya se ha
constatado un adelgazamiento de esta capa, algo que eventualmente afecta a las
capas inferiores y en especial a los patrones de viento y, por lo tanto, al
clima.
También es importante no olvidar toda la degradación y destrucción que
la actividad humana está haciendo sobre el planeta, algo que a veces parece
quedar escondido detrás de ese interés por mantener una fijación en las
emisiones de dióxido de carbono, pero que está teniendo un gran impacto sobre
todos los sectores que están afectando al desequilibrio de los patrones
climáticos. El ser humano sigue sin comprender el funcionamiento del planeta,
sus sistemas de homeostasis, su relación con el Sol y con la galaxia, todo lo que
configura la biosfera, los patrones climáticos, la influencia de los cambios en
el interior del planeta, todo lo que se genera desde el núcleo de la Tierra.
Desde esta falta de comprensión se ponen en marcha proyectos de geoingeniería
con el fin de controlar el clima. Algunos de estos proyectos se centran en la dispersión
de “aerosoles con propiedades de nucleación”, tanto a cotas bajas como altas,
para manipular el clima, para poder crear tormentas artificiales, muchas veces
como pruebas destinadas al uso militar. También existe la “Tecnología de Ondas
de Choque” para impedir la formación natural de nubes y el uso de
nanotecnología con la finalidad de modificar patrones climáticos. En muchos
casos, con todos estos proyectos y experimentos, se está acelerando el
enfriamiento global. Además, muchas siembras de nubes (chemtrails) están destinadas a
reflejar hacia el exterior los rayos solares y no hay suficiente conocimiento
científico para poder saber las consecuencias que pueden tener todas estas
acciones, algo que se está demostrando con la llegada de los rayos cósmicos,
cuyo flujo está aumentando más de lo previsto cuando se implementaron y
planificaron todos los programas de control climático y atmosférico.
Algo que manifiestan
la mayoría de los científicos que defienden el enfriamiento global es que esta
no va a ser una glaciación extrema, sino que va a ser una mini-glaciación o
mini-edad de hielo, así que hay que esperar que el ser humano reaccione y
aprenda a responder a estos cambios con mayor conciencia, encontrando la
tecnología apropiada para el mantenimiento de la biosfera, de todas las formas
de vida y no acelerando la destrucción y la extinción masiva. Esperemos que
haya un margen de tiempo para el aprendizaje, para detenerse y cambiar, porque
otro tema donde la mayoría de los científicos también está de acuerdo es que
“cuando comienzan las glaciaciones, lo pueden hacer muy rápido”.
Fuentes:
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