jueves, 30 de abril de 2020

Evento del mes de abril

Redactado y publicado por David Arbizu 

EL DETERIORO DE LA SALUD DEBIDO A LA CONTAMINACIÓN, LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS Y EL ABUSO DE LOS ANTIBIÓTICOS. RELACIÓN DIRECTA CON LA ACTUAL PANDEMIA DEL CORONAVIRUS COVID-19 DEBIDO A LA DEBILIDAD DE NUESTROS SISTEMAS ENDOCRINO E INMUNITARIO


La pandemia del coronavirus Covid-19 potencia nuevas investigaciones y publicaciones relacionadas con nuestra forma de vida, con la tecnología y ciencia que nos envuelve e influencia y con el trato que le damos al planeta y a sus seres vivos, así como el que nos damos a nosotros mismos. Estamos observando los graves efectos de la contaminación sobre nuestro estado de salud, y cada vez coge más importancia todo lo que representa y conduce a un deterioro de los sistemas de nuestro cuerpo implicados en mantener nuestro bienestar físico, en fortalecer nuestra protección frente a posibles agresiones externas de todo tipo. Junto a todo lo relacionado con la contaminación, especialmente la atmosférica, los disruptores endocrinos y el abuso de los antibióticos representan un impacto muy negativo sobre nuestra salud que pone en peligro nuestra supervivencia.


Por si no quedaba claro todo el daño que provocamos sobre el planeta en todos los sentidos, el confinamiento de gran parte de la población mundial, o de gran parte de las zonas más pobladas y también industrializadas, nos ha mostrado cómo se limpia y recupera la atmósfera cuando dejamos de intervenir o lo hacemos con menor intensidad, cómo los animales recuperan espacios naturales que les hemos arrebatado, cómo el mundo vegetal emerge con una fortaleza sorprendente gracias a un nivel de purificación más elevado del ambiente, del aire del planeta. Al mismo tiempo, esta pandemia nos permite ser conscientes de la verdadera globalidad en la que vivimos, cómo las fronteras no son barreras para que se expanda un virus, cómo dependemos de las telecomunicaciones, en especial de Internet, y cómo las investigaciones científicas deberían estar siempre dirigidas y enfocadas hacia el beneficio global, siendo compartidas y recibiendo el aporte e impulso de lo que debería ser una verdadera comunidad internacional, algo que por desgracia está claro que no sucede.

Esta gran crisis de salud actual también está aportando aprendizajes sobre el funcionamiento de nuestro cuerpo físico, de cómo responde frente a intrusiones externas peligrosas y de la importancia de mantenerlo lo más saludable posible. Al mismo tiempo, observamos que hay que tomar decisiones personales importantes para sostener y desarrollar un estado de salud óptimo, como todo lo relacionado con la alimentación, con el ejercicio físico, con nuestra relación con la naturaleza, pero también observamos cómo hemos creado una sociedad y un ambiente que nos rodea y del que formamos parte que es enfermizo en todos los sentidos, y aquí se podría hablar no solo de los aspectos físicos sino también de los emocionales y mentales que también afectan a nuestro estado de salud.

En muchas entrevistas y artículos publicados durante las últimas semanas se habla de la importancia del sistema inmunitario, de tener un sistema inmunitario fuerte para combatir el virus, pero también se enfatiza la importancia de la realidad y visión holística y no enfocarse únicamente en un sistema, en un órgano o en una reacción. Así que un sistema inmunitario fuerte depende del estado de todo nuestro cuerpo y, especialmente, de otros sistemas con los que tiene una relación muy directa, como son los sistemas endocrino y nervioso, porque ningún órgano o sistema trabaja de forma independiente sino que se modulan y equilibran entre sí. Entonces, toda atención y cuidado que pongamos en fortalecer una parte de nuestro cuerpo va a afectar positivamente al resto, pero también sucederá igual con todo tipo de agresión o deterioro que nos afecte. En este sentido, personalmente podemos poner nuestra atención es nuestra salud y cuidarnos desde todo lo que hacemos en nuestra vida y depende de nosotros mismos, pero existe una parte que no podemos controlar tanto, que nos rodea y nos enfermiza y debilita, y esta parte está representada por el mundo que los humanos hemos creado, con los altos índices de contaminación en la atmósfera, en el agua, en la tierra, con la fabricación de materiales tóxicos que forman parte de nuestro día a día, como el plástico, materiales que en algunos casos incluso consumimos directamente a través de los alimentos e incluso de los antibióticos. Y todo ello ha ido ganando cada vez más poder y espacio, es algo realmente global, algo que nos enferma a nosotros y al planeta, y el planeta nos muestra cómo se recupera de esa enfermedad cuando nosotros estamos confinados y reducimos toda actividad humana. Hay que ver todo eso en nosotros mismos, hay que comprender que si los árboles y las plantas están más verdes, también nuestros cuerpos estarían más saludables si hubiera menos contaminación rodeándonos continuamente.

En estos momentos ya son varias las investigaciones que demuestran la relación directa entre la contaminación ambiental por partículas en suspensión y la velocidad de propagación del coronavirus. Se ha observado que las concentraciones de partículas atmosféricas en suspensión funcionan “como factor vehicular del virus” y que la mortalidad del virus ha aumentado en zonas con un alto índice de contaminación. La inhalación de partículas tóxicas presentes en el aire es un factor de alto riesgo y cada vez es mayor el número de muertes relacionadas con la contaminación atmosférica. Pero existe otro tipo de contaminación química que nuestro cuerpo está recibiendo constantemente, en ocasiones a través del aire que respiramos pero también a través de los alimentos que ingerimos, el agua que bebemos y todas las emisiones que entran en nuestro cuerpo incluso a través de la piel. Me refiero a los disruptores endocrinos, que son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal y ocasionar diferentes daños sobre la salud. Estos disruptores afectan directamente al sistema endocrino, debilitando también el sistema inmunitario y provocando enfermedades diversas en el cuerpo. Los disruptores endocrinos contaminan el medio ambiente sobre todo a través de los vertidos industriales, agrícolas y urbanos, y también a través de la incineración y vertido de basuras. El ser humano está expuesto a esta contaminación del medio ambiente y a toda la que le llega desde los pesticidas y aditivos que contienen muchos productos alimenticios, desde los plásticos que manipulamos, desde algunos detergentes, productos de limpieza personal, utensilios de cocina y otros productos habituales en las viviendas; incluso la mayoría de los tickets de compra contienen sustancias dañinas que se adhieren a la piel al tocarlos y que son difíciles de eliminar y acaban entrando en nuestro organismo bien por vía digestiva, cuando utilizamos las manos al tocar los alimentos que ingerimos, o mediante la migración hacia el torrente sanguíneo a través de la piel.

En el año 2013, se publicó un informe desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el cual se alertaba del peligro de estas sustancias sobre el sistema hormonal y se aconsejaba que se hicieran investigaciones más concretas y determinantes para adoptar medidas frente al uso de estas sustancias. Pero desde entonces no se han hecho grandes avances ni tomado medidas restrictivas adecuadas, y la mayoría de productos y acciones se pueden seguir fabricando y realizando al quedar dentro de los límites legales establecidos.

Tal como muestra la imagen que sigue a continuación, los disruptores endocrinos actúan frente a nuestras hormonas al igual como estos días estamos viendo que lo hace el virus del Covid-19 con nuestras células, engañándolas para poder entrar en ellas, infectarlas y manipularlas. Todo esto conduce a desequilibrios y enfermedades que pueden llegar a ser muy graves e incluso mortales.


Otro tema que está cogiendo cada vez más importancia y que también está relacionado con la actual crisis del coronavirus Covid-19 es el del abuso de los antibióticos y la consecuente resistencia que desarrollan los patógenos. En el año 2014, la Organización Mundial de la Salud declaró que la resistencia a los antibióticos se tenía que considerar una amenaza mundial para la salud pública. Desde entonces han ido aumentando los casos de las llamadas superbacterias, que prosperan en hospitales e instalaciones médicas y pueden ser resistentes a todos los antibióticos conocidos.

Desde la perspectiva de la crisis actual del Covid-19, lo que está sucediendo es un exceso del uso de antibióticos, tanto en hospitales como por personas que los toman por su cuenta a nivel particular. Aunque el Covid-19 es una enfermedad viral que no se ve afectada por los antibióticos, los datos preliminares de los hospitales muestran que muchos pacientes están siendo tratados con esos medicamentos para curar o proteger contra infecciones secundarias bacterianas. Esta medida tiene su lógica debido a que está demostrado, históricamente, que a partir de pandemias virales se desarrollan graves infecciones bacterianas, como la neumonía. Un ejemplo de esto lo vemos en un estudio realizado en París, que ha demostrado que el 33 por ciento de los pacientes con Covid-19 también estaban infectados con aspergillus, un hongo frecuentemente resistente a los medicamentos que se apodera de personas con sistemas inmunes comprometidos. Otro ejemplo llega con las cifras del examen de un grupo de pacientes chinos, donde el 27 por ciento tenía una infección bacteriana secundaria. Por lo tanto, aunque todavía falta saber con certeza qué proporción de pacientes infectados con el Covid-19 desarrollan neumonías causadas por bacterias, sí que hay indicios bastante claros de que las infecciones bacterianas pueden estar jugando un papel tan importante como en pandemias pasadas y, por lo tanto, tendría que aumentar el uso de antibióticos.

La resistencia a los antibióticos conlleva otra complicación, que es la necesidad de tener nuevos antibióticos más eficaces y desarrollados especialmente para reemplazar a los superados por los patógenos, y esto es algo que no está sucediendo. Desarrollar nuevos antibióticos es muy costoso y las empresas desarrolladoras de antibióticos no reciben el apoyo financiero adecuado. Muchas empresas farmacéuticas se enfocan primordialmente en mantener los productos que les son más rentables o hacer variaciones para actualizarlos y poder sostener la demanda y su cuota de mercado, incluso aunque con el paso del tiempo y las nuevas condiciones de vida hayan quedado en parte obsoletos o se haya demostrado que no son los más adecuados. Además, muchos hospitales también tienen problemas económicos y tienen que someter la calidad del servicio a la estabilidad financiera, y eso supone mantener el uso de antibióticos antiguos, aunque sean menos eficaces, porque son más económicos que los nuevos.

De lo que sí que podemos ser cada vez más conscientes, tanto si analizamos la crisis del Covid-19 como los otros problemas conjuntos presentados en este artículo, es que estamos en un mundo conectado, global, y que se tiene que sacar partido a esa globalización potenciando la unidad, el trabajo común, el compartir intereses por un bien mayor. El Covid-19 también nos nuestra la importancia de la naturaleza, de la biodiversidad, de la salud de todos los sistemas que componen la biosfera, y cómo el ser humano ha invadido y devastado el planeta hasta el punto de enfermarlo, de permitir que estemos en una sexta extinción masiva, de permitir que la contaminación provocada por el hombre ya haya llegado a todos los rincones del planeta, de permitir que se estén quemando los pulmones de la Tierra, de permitir que estemos haciendo extracciones y perforando el suelo que nos sostiene. Esto no va a ser un camino fácil si no somos conscientes de que cuando quemamos los bosques, esos pulmones planetarios, también estamos quemando nuestros pulmones, de que cuando contaminamos las aguas, estamos contaminando el agua de nuestro cuerpo, y de que llegamos a un punto en que las agresiones que estamos realizando van a volverse hacia nosotros cada vez con más contundencia y rapidez. Esperemos que acabe rápida y efectivamente esta pandemia del Covid-19, pero también esperemos y deseemos que realmente se implementen cambios de conducta desde cada habitante de este planeta hasta los gobiernos y personas dirigentes que puedan llevar a cabo acciones con un mayor nivel de conciencia que el demostrado hasta ahora.


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