EL DETERIORO DE LA SALUD DEBIDO A LA CONTAMINACIÓN, LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS Y EL ABUSO DE LOS ANTIBIÓTICOS. RELACIÓN DIRECTA CON LA ACTUAL PANDEMIA DEL CORONAVIRUS COVID-19 DEBIDO A LA DEBILIDAD DE NUESTROS SISTEMAS ENDOCRINO E INMUNITARIO
La
pandemia del coronavirus Covid-19 potencia nuevas investigaciones y
publicaciones relacionadas con nuestra forma de vida, con la tecnología y
ciencia que nos envuelve e influencia y con el trato que le damos al planeta y a sus
seres vivos, así como el que nos damos a nosotros mismos. Estamos observando
los graves efectos de la contaminación sobre nuestro estado de salud, y cada
vez coge más importancia todo lo que representa y conduce a un deterioro de los
sistemas de nuestro cuerpo implicados en mantener nuestro bienestar físico, en
fortalecer nuestra protección frente a posibles agresiones externas de todo
tipo. Junto a todo lo relacionado con la contaminación, especialmente la
atmosférica, los disruptores endocrinos y el abuso de los antibióticos representan
un impacto muy negativo sobre nuestra salud que pone en peligro nuestra
supervivencia.
Por si no quedaba claro todo el daño que provocamos sobre el
planeta en todos los sentidos, el confinamiento de gran parte de la población
mundial, o de gran parte de las zonas más pobladas y también industrializadas,
nos ha mostrado cómo se limpia y recupera la atmósfera cuando dejamos de
intervenir o lo hacemos con menor intensidad, cómo los animales recuperan
espacios naturales que les hemos arrebatado, cómo el mundo vegetal emerge con
una fortaleza sorprendente gracias a un nivel de purificación más elevado del
ambiente, del aire del planeta. Al mismo tiempo, esta pandemia nos permite ser
conscientes de la verdadera globalidad en la que vivimos, cómo las fronteras no
son barreras para que se expanda un virus, cómo dependemos de las
telecomunicaciones, en especial de Internet, y cómo las investigaciones
científicas deberían estar siempre dirigidas y enfocadas hacia el beneficio
global, siendo compartidas y recibiendo el aporte e impulso de lo que debería
ser una verdadera comunidad internacional, algo que por desgracia está claro
que no sucede.
Esta gran crisis de salud actual también está aportando aprendizajes
sobre el funcionamiento de nuestro cuerpo físico, de cómo responde frente a
intrusiones externas peligrosas y de la importancia de mantenerlo lo más
saludable posible. Al mismo tiempo, observamos que hay que tomar decisiones
personales importantes para sostener y desarrollar un estado de salud óptimo,
como todo lo relacionado con la alimentación, con el ejercicio físico, con
nuestra relación con la naturaleza, pero también observamos cómo hemos creado
una sociedad y un ambiente que nos rodea y del que formamos parte que es
enfermizo en todos los sentidos, y aquí se podría hablar no solo de los aspectos
físicos sino también de los emocionales y mentales que también afectan a
nuestro estado de salud.
En muchas entrevistas y artículos publicados durante
las últimas semanas se habla de la importancia del sistema inmunitario, de
tener un sistema inmunitario fuerte para combatir el virus, pero también se
enfatiza la importancia de la realidad y visión holística y no enfocarse
únicamente en un sistema, en un órgano o en una reacción. Así que un sistema
inmunitario fuerte depende del estado de todo nuestro cuerpo y, especialmente,
de otros sistemas con los que tiene una relación muy directa, como son los
sistemas endocrino y nervioso, porque ningún órgano o sistema trabaja de forma
independiente sino que se modulan y equilibran entre sí. Entonces, toda
atención y cuidado que pongamos en fortalecer una parte de nuestro cuerpo va a
afectar positivamente al resto, pero también sucederá igual con todo tipo de
agresión o deterioro que nos afecte. En este sentido, personalmente podemos
poner nuestra atención es nuestra salud y cuidarnos desde todo lo que hacemos
en nuestra vida y depende de nosotros mismos, pero existe una parte que no
podemos controlar tanto, que nos rodea y nos enfermiza y debilita, y esta parte
está representada por el mundo que los humanos hemos creado, con los altos
índices de contaminación en la atmósfera, en el agua, en la tierra, con la
fabricación de materiales tóxicos que forman parte de nuestro día a día, como el
plástico, materiales que en algunos casos incluso consumimos directamente a
través de los alimentos e incluso de los antibióticos. Y todo ello ha ido
ganando cada vez más poder y espacio, es algo realmente global, algo que nos
enferma a nosotros y al planeta, y el planeta nos muestra cómo se recupera de
esa enfermedad cuando nosotros estamos confinados y reducimos toda actividad
humana. Hay que ver todo eso en nosotros mismos, hay que comprender que si los
árboles y las plantas están más verdes, también nuestros cuerpos estarían más
saludables si hubiera menos contaminación rodeándonos continuamente.
En estos
momentos ya son varias las investigaciones que demuestran la relación directa
entre la contaminación ambiental por partículas en suspensión y la velocidad de
propagación del coronavirus. Se ha observado que las concentraciones de
partículas atmosféricas en suspensión funcionan “como factor vehicular del
virus” y que la mortalidad del virus ha aumentado en zonas con un alto índice
de contaminación. La inhalación de partículas tóxicas presentes en el aire es
un factor de alto riesgo y cada vez es mayor el número de muertes relacionadas con la contaminación atmosférica.
Pero existe otro tipo de contaminación química que nuestro cuerpo está
recibiendo constantemente, en ocasiones a través del aire que respiramos pero
también a través de los alimentos que ingerimos, el agua que bebemos y todas
las emisiones que entran en nuestro cuerpo incluso a través de la piel. Me
refiero a los disruptores endocrinos, que son sustancias químicas capaces de
alterar el sistema hormonal y ocasionar diferentes daños sobre la salud. Estos
disruptores afectan directamente al sistema endocrino, debilitando también el
sistema inmunitario y provocando enfermedades diversas en el cuerpo. Los
disruptores endocrinos contaminan el medio ambiente sobre todo a través de los
vertidos industriales, agrícolas y urbanos, y también a través de la incineración y
vertido de basuras. El ser humano está expuesto a esta contaminación del medio
ambiente y a toda la que le llega desde los pesticidas y aditivos que contienen
muchos productos alimenticios, desde los plásticos que manipulamos, desde
algunos detergentes, productos de limpieza personal, utensilios de cocina y
otros productos habituales en las viviendas; incluso la mayoría de los tickets
de compra contienen sustancias dañinas que se adhieren a la piel al tocarlos y
que son difíciles de eliminar y acaban entrando en nuestro organismo bien por
vía digestiva, cuando utilizamos las manos al tocar los alimentos que
ingerimos, o mediante la migración hacia el torrente sanguíneo a través de la
piel.
En el año 2013, se publicó un informe
desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en el cual se alertaba del peligro de
estas sustancias sobre el sistema hormonal y se aconsejaba que se hicieran
investigaciones más concretas y determinantes para adoptar medidas frente al
uso de estas sustancias. Pero desde entonces no se han hecho grandes avances ni
tomado medidas restrictivas adecuadas, y la mayoría de productos y acciones se
pueden seguir fabricando y realizando al quedar dentro de los límites legales
establecidos.
Tal como muestra la imagen que sigue a continuación, los
disruptores endocrinos actúan frente a nuestras hormonas al igual como estos
días estamos viendo que lo hace el virus del Covid-19 con nuestras células,
engañándolas para poder entrar en ellas, infectarlas y manipularlas. Todo esto
conduce a desequilibrios y enfermedades que pueden llegar a ser muy graves e
incluso mortales.
Otro tema que está cogiendo cada vez más
importancia y que también está relacionado con la actual crisis del coronavirus
Covid-19 es el del abuso de los antibióticos y la consecuente resistencia que
desarrollan los patógenos. En el año 2014, la Organización Mundial de la Salud
declaró que la resistencia a los antibióticos se tenía que considerar una
amenaza mundial para la salud pública. Desde entonces han ido aumentando los
casos de las llamadas superbacterias, que prosperan en hospitales e
instalaciones médicas y pueden ser resistentes a todos los antibióticos
conocidos.
Desde la perspectiva de la crisis actual del Covid-19, lo que está
sucediendo es un exceso del uso de antibióticos, tanto en hospitales como por
personas que los toman por su cuenta a nivel particular. Aunque el Covid-19 es
una enfermedad viral que no se ve afectada por los antibióticos, los datos
preliminares de los hospitales muestran que muchos pacientes están siendo
tratados con esos medicamentos para curar o proteger contra infecciones
secundarias bacterianas. Esta medida tiene su lógica debido a que está demostrado,
históricamente, que a partir de pandemias virales se desarrollan graves
infecciones bacterianas, como la neumonía. Un ejemplo de esto lo vemos en un
estudio realizado en París, que ha demostrado que el 33 por ciento de los
pacientes con Covid-19 también estaban infectados con aspergillus, un hongo
frecuentemente resistente a los medicamentos que se apodera de personas con
sistemas inmunes comprometidos. Otro ejemplo llega con las cifras del examen de
un grupo de pacientes chinos, donde el 27 por ciento tenía una infección
bacteriana secundaria. Por lo tanto, aunque todavía falta saber con certeza qué
proporción de pacientes infectados con el Covid-19 desarrollan neumonías
causadas por bacterias, sí que hay indicios bastante claros de que las
infecciones bacterianas pueden estar jugando un papel tan importante como en
pandemias pasadas y, por lo tanto, tendría que aumentar el uso de antibióticos.
La resistencia a los antibióticos conlleva otra complicación, que es la
necesidad de tener nuevos antibióticos más eficaces y desarrollados
especialmente para reemplazar a los superados por los patógenos, y esto es algo
que no está sucediendo. Desarrollar nuevos antibióticos es muy costoso y las
empresas desarrolladoras de antibióticos no reciben el apoyo financiero
adecuado. Muchas empresas farmacéuticas se enfocan primordialmente en mantener
los productos que les son más rentables o hacer variaciones para actualizarlos y
poder sostener la demanda y su cuota de mercado, incluso aunque con el paso del
tiempo y las nuevas condiciones de vida hayan quedado en parte obsoletos o se
haya demostrado que no son los más adecuados. Además, muchos hospitales también
tienen problemas económicos y tienen que someter la calidad del servicio a la
estabilidad financiera, y eso supone mantener el uso de antibióticos antiguos,
aunque sean menos eficaces, porque son más económicos que los nuevos.
De lo que
sí que podemos ser cada vez más conscientes, tanto si analizamos la crisis del
Covid-19 como los otros problemas conjuntos presentados en este artículo, es
que estamos en un mundo conectado, global, y que se tiene que sacar partido a
esa globalización potenciando la unidad, el trabajo común, el compartir
intereses por un bien mayor. El Covid-19 también nos nuestra la importancia de
la naturaleza, de la biodiversidad, de la salud de todos los sistemas que
componen la biosfera, y cómo el ser humano ha invadido y devastado el planeta
hasta el punto de enfermarlo, de permitir que estemos en una sexta extinción
masiva, de permitir que la contaminación provocada por el hombre ya haya
llegado a todos los rincones del planeta, de permitir que se estén quemando los
pulmones de la Tierra, de permitir que estemos haciendo extracciones y
perforando el suelo que nos sostiene. Esto no va a ser un camino fácil si no
somos conscientes de que cuando quemamos los bosques, esos pulmones
planetarios, también estamos quemando nuestros pulmones, de que cuando
contaminamos las aguas, estamos contaminando el agua de nuestro cuerpo, y de
que llegamos a un punto en que las agresiones que estamos realizando van a
volverse hacia nosotros cada vez con más contundencia y rapidez. Esperemos que acabe
rápida y efectivamente esta pandemia del Covid-19, pero también esperemos y
deseemos que realmente se implementen cambios de conducta desde cada habitante
de este planeta hasta los gobiernos y personas dirigentes que puedan llevar a
cabo acciones con un mayor nivel de conciencia que el demostrado hasta ahora.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario