martes, 29 de diciembre de 2020

Evento del mes de diciembre

Redactado y publicado por David Arbizu

LAS CAPAS MAGMÁTICAS DE LA TIERRA Y EL MOVIMIENTO DE LAS PLACAS TECTÓNICAS

Para poder descubrir y conocer la estructura interna de la Tierra, los geofísicos se basan principalmente en las ondas sísmicas y en el estudio de su comportamiento para comprender y determinar las diversas estratificaciones de nuestro planeta. Como es lógico, las partes más conocidas y estudiadas son las más superficiales, las que forman lo que se llama el manto superior, que está formado por la litosfera, una capa rígida que también incluye la superficie de la Tierra, su corteza, y otra capa más dúctil, la astenosfera, que conecta con el manto interior y, por lo tanto, más influenciada por el magnetismo y las altas temperaturas del núcleo planetario.

La litosfera está fragmentada en placas tectónicas, y el estudio de su formación y de su movimiento, que se conoce como tectónica de placas o deriva continental, implica también a la astenosfera, ya que el movimiento se produce por la relación dinámica entre las dos capas. Conocer el desplazamiento y conducta de las placas tectónicas es imprescindible para avanzar en la comprensión de la sismicidad y vulcanología del planeta, pero esa deriva tectónica también produce muchas otras condiciones y efectos que son básicos para que pueda existir una biosfera con todas sus formas de vida.

Por ejemplo, el movimiento de las placas representa una renovación constante de la superficie del planeta al facilitar la salida de materiales que van formando nueva corteza, algo que sucede entre dos placas divergentes, y también al facilitar la entrada de partes de la corteza hacia el interior del planeta, que es el caso de la subducción. Además, desde estos movimientos también se regula el carbono que entra de nuevo al interior del planeta, así como el que llega a la atmósfera con rocas frescas que generan reacciones químicas liberando minerales y materiales necesarios para el equilibrio de la superficie terrestre, oceánica y de la propia atmósfera. Sin tener en cuenta todo el desequilibrio provocado por la actividad humana, si no hubiera este ciclo del carbono, donde principalmente llega dióxido de carbono a la atmósfera a través del vulcanismo, el planeta podría enfriarse en exceso y no ser capaz de sostener la vida en su superficie. Al mismo tiempo, todas estas acciones, que están directamente relacionadas con la convección y almacenamiento del magma en las diversas capas del planeta, permiten una liberación de posibles excesos de calor y energía que permiten una estabilidad del propio núcleo del planeta, algo que también es muy importante para el mantenimiento y efectividad de su campo magnético.

Volviendo a la litosfera y la astenosfera: para que las placas tectónicas que forman la litosfera se deslicen sobre la astenosfera, tiene que haber una cierta flexibilidad, ductilidad, fluidez, diferencias de presión, de densidad y, especialmente, de condiciones y conductas magmáticas, diversos niveles y comportamientos internos relacionados con el nivel de fundición de las rocas y con todos los procesos de convección. Durante mucho tiempo se ha considerado que el agua disuelta en los minerales de la astenosfera era la causa principal de la ductilidad necesaria para el movimiento de placas, pero un estudio realizado en Francia y publicado el pasado mes de octubre en la revista Nature ha demostrado que el movimiento de las placas se produce gracias a la cantidad de magma que se encuentra en la parte superior de la astenosfera, a los lugares donde hay mayor concentración y, por lo tanto, subida de magma desde el manto inferior y el núcleo terrestre, y al nivel de viscosidad que alcanza esa capa magmática.

Otra investigación realizada por geofísicos de la Universidad de Maryland y publicada en la revista Science el pasado mes de junio mostró que entre el núcleo fundido y el manto interior existen muchas áreas de roca que alcanzan densidades y temperaturas muy elevadas. Estas áreas superan en extensión y número todas las estimaciones anteriores y demuestran que las capas que forman el planeta no son capas totalmente separadas, tal como podemos imaginar o ver en los mapas e imágenes que muestran la estructura del planeta, sino que los movimientos de convección interrelacionan todas las capas. Todo ese gran movimiento de energía, tanto en forma de fundición de materiales a temperaturas muy elevadas como también de enfriamiento y solidificación, no solo afecta a la litosfera y a la astenosfera sino a todo el planeta, desde su núcleo hasta su superficie, e incluso hasta la parte más alta de la atmósfera si se observa a nivel de energía y frecuencias que mantienen las capas atmosféricas y, en especial, la magnetosfera. Entonces, existe una relación directa entre todas las capas y también unas temperaturas, materiales y energías que conectan dos capas entre sí y al mismo tiempo facilitan que cada una mantenga sus propiedades, llegando al nivel de separación adecuado y, al mismo tiempo, al nivel de filtración y fluidez para que el calor y la energía formen todos los movimientos de convección.

De algún modo, si se unifican los resultados de ambos estudios, se puede decir que existe una convección global que representa el ascenso de altas temperaturas y energías que llegan a formar una capa magmática del grosor y viscosidad adecuados para que las placas tectónicas se desplacen, para que haya ese dinamismo en la superficie, esa renovación, ese rejuvenecimiento necesario para sostener las características óptimas que requiere nuestra biosfera. Se ha constatado que la capa magmática que reúne las condiciones apropiadas para la tectónica de placas se encuentra principalmente bajo los puntos calientes del planeta (Islas de Hawái, Tahití, Reunión) y bajo las dorsales oceánicas, pero también bajo todas las placas oceánicas en general. Esto significa que las condiciones magmáticas adecuadas para el movimiento tectónico afectan zonas de divergencia, de salida de materiales internos al fondo marino, pero también facilitan e impulsan las zonas de subducción, donde una parte de la litosfera entra hacia el interior del planeta, algo que sucede en los límites de placas que corresponden a las líneas de costa, donde una placa oceánica subduce bajo otra continental. También se ha constatado que esa capa magmática de roca fundida es mayor y más efectiva en las zonas donde las placas se mueven con mayor rapidez, tal como sucede con la placa del Pacífico, que representa el componente principal de la estructura de fallas, volcanes, fosas y arcos insulares que forman el Anillo de Fuego, donde domina la subducción bajo las placas continentales que rodean esa placa oceánica.

Observando todo esto desde la vulcanología, la viscoelasticidad de la capa magmática junto con los movimientos de las placas y todo el ascenso o subida de magma y energía desde las capas internas, va a impulsar la aglomeración de magma en las calderas que alimentan los depósitos y chimeneas internas de los volcanes. Toda la presión que reciba ese magma almacenado, junto con el grado de fusión debido a las temperaturas alcanzadas, va a impulsar la liberación de esa presión hacia el exterior a través de los volcanes. Se considera que una inyección de magma elevada, junto con una presión elevada, provoca erupciones relativamente pequeñas y frecuentes, mientras que una recarga magmática lenta, con poca presurización o baja viscosidad de los materiales fundidos, que facilite su expansión interna y no su condensación, conduce a erupciones más potentes y poco frecuentes.


Algo que no siempre se consigue en los estudios e investigaciones científicas es esa perspectiva y conciencia de que la Tierra es una entidad, es un sistema complejo y completo. Justamente, aunque quizás las publicaciones no expresen esa conciencia, los nuevos descubrimientos exponen esa conexión, ese equilibrio que hay que comprender desde esa visión única, de que se está analizando un solo cuerpo que no se puede fragmentar, de que estamos tratando con un sistema equilibrado donde un pequeño cambio puede conducir a un nuevo desequilibrio. Por lo tanto, al hablar de placas tectónicas, de fallas, de sismología y vulcanología, no se puede dejar de tener en cuenta toda la agresión que el ser humano realiza sobre el planeta, con todo tipo de perforaciones, de instalaciones que producen energías y tensiones tanto térmicas como contaminantes, y muchas otras actividades de todo tipo que deterioran el planeta y una biosfera que también está en conexión con todo ese sistema, cuyo nivel de salud también va a influenciar de algún modo en la estabilidad de toda la estructura y entidad que llamamos Tierra.

También es importante ser consciente de toda la influencia y conexión que llega desde el entorno exterior del planeta, principalmente desde su relación con el Sol y con la Luna. Por ejemplo, se sabe que el tirón gravitacional que realizan tanto el Sol como la Luna sobre el planeta influencian especialmente las mareas oceánicas, y que cuando sube la marea se genera una presión sobre el lecho marino que se traduce en un aumento de la sismicidad. Se pensaba que esa presión, ese aumento de peso, debilitaría la capacidad de movimiento de la placa afectada, pero sucede lo contrario. Si relacionamos esto con la explicación de esa capa magmática de una dimensión y viscosidad concretas para permitir el deslizamiento, un aumento de presión implica un aplastamiento del magma, una alteración de la viscosidad, y que la placa deslizante roce con más contundencia sobre la otra placa involucrada. Algo que puede provocar resultados similares es el paso de grandes tormentas sobre zonas tectónicas concretas, y es muy habitual que tras el paso de un huracán o un ciclón se produzcan movimientos sísmicos en las zonas afectadas, fruto de una presión y una posterior liberación.

Creo que los descubrimientos científicos han de apoyar y fortalecer el desarrollo de una forma superior de compresión de nuestro planeta, y que es importante que el ser humano sea consciente de todo el gran daño que causan todos los desajustes planetarios que está creando con sus actividades de abuso y falta de respeto por el planeta y todas sus formas de vida. Observamos que todo está relacionado y que cada parte del planeta, cada forma de vida, dependen de un equilibrio y salud planetaria que se consigue entre todos, donde nada puede ser obviado ni olvidado. Hay que ser conscientes y respetar cada gramo de magma, cada flujo, cada convección, y podemos hacerlo respetando nuestro entorno, que es la superficie del planeta con su atmósfera, sus océanos, sus continentes, sus casquetes polares, su vida. Si una marea tiene un efecto sobre una placa tectónica, ¡imaginemos el efecto que tiene el enorme deshielo del Ártico, o de enormes glaciares, o de eliminar el peso de todo un bosque con la deforestación! Hay que alcanzar una nueva conciencia planetaria que tenga en cuenta todos los factores y también al planeta como entidad viviente. El ser humano es un factor más, pero también es un factor que debe evolucionar para ser una pieza clave del nuevo equilibrio planetario, del final de la crisis planetaria y el florecimiento de la verdadera armonía y expresión de vida que muestren la grandiosidad de este extraordinario planeta Tierra que habitamos.  



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