jueves, 21 de octubre de 2021

Evento del mes de octubre

Redactado y publicado por David Arbizu

INCREMENTO CONSTANTE DE REFUGIADOS CLIMÁTICOS EN TODO EL PLANETA
El tema de los refugiados climáticos es un gran problema en constante crecimiento. Un refugiado ambiental, refugiado climático o emigrante ambiental es una persona obligada a migrar o ser evacuada de su región de origen por cambios rápidos o a largo plazo de su hábitat local relacionados con el cambio climático. En muchos países pobres siempre ha habido una migración desde zonas rurales a urbanas, especialmente a grandes ciudades que se han ido expandiendo con barrios de personas marginadas, con un alto nivel de pobreza y una mínima o nula atención recibida. Esto está aumentando cada vez más conforme las condiciones climáticas perjudican gravemente las actividades agrícolas y ganaderas, conforme se pierden cultivos o se mueren animales que son el único sustento de muchas familias. De hecho, actualmente ya hay más personas que han tenido que abandonar sus hogares por razones climáticas que por guerras o conflictos armados.

Cada vez está más claro que, con la crisis climática actual, en cualquier zona del mundo se pueden crear migraciones climáticas. Aunque parezca que en países más ricos se tiene más seguridad y frente a lo que nos puedan transmitir los medios de comunicación, se sabe, por ejemplo, que en muchas partes de Estados Unidos las aseguradoras ya no aceptan los seguros frente a desastres climáticos, o que en Luisiana todavía hay muchas familias intentando reconstruir sus casas que fueron destruidas por huracanes en el 2020, familias que viven en refugios y que todavía no han recibido la ayuda del gobierno. Así que la gravedad podría ir aumentando en todos los países, aunque las condiciones extremas siempre se verán en países pobres que además pagan el precio de la devastación y aceleración del cambio climático provocado por los países más ricos. Pero si, por ejemplo, pensamos en la erupción del volcán de La Palma, en España, donde parece que hay familias que ya están recibiendo ayudas económicas y donde el gobierno ha declarado su intención de invertir para la recuperación cuando acabe la erupción, ¿qué pasaría si además del volcán llegara un huracán o un terremoto que devastara otra zona de la península, del estado español? No podría haber ayudas para todo el mundo, aunque tuvieran su derecho a tenerlas, y el estado podría caer prácticamente en bancarrota porque debería reparar también todos los daños sobre sus propias instalaciones de servicios básicos afectadas.


La imagen superior corresponde a migraciones climáticas desde Angola a Namibia debido a la extrema sequía que ha devastado campos de cultivo y matado animales de granja. Otro ejemplo de refugiados climáticos lo encontramos en las islas Kiribati por el aumento del nivel del mar. Kiribati es un país de Oceanía compuesto por 33 islas que están viendo cómo se las traga el océano. También en Estados Unidos, en zonas como Luisiana, hay personas o familias que han perdido sus hogares tras el paso de un huracán y puede que no tengan posibilidades para reconstruir y empezar de nuevo. Actualmente estamos siendo testigos de cómo en la isla de La Palma, con la gran erupción volcánica en curso, muchas familias han tenido que abandonar sus hogares llevándose lo que podían antes de que la lava lo devastara todo.

Se calcula que desde el año 2008 hasta el 2018 hubo un promedio de 24 millones de personas que cada año tuvieron que desplazarse debido a catástrofes naturales, y esta cifra va aumentando cada año. En 2018 se publicó el “Informe Groundswell”, cuyo enfoque principal fue la preparación para la migración climática interna, y se basaba en el estudio de tres regiones que juntas representan el 55% de la población del mundo en desarrollo: África subsahariana, Asia meridional y América Latina. El informe se enfocaba principalmente en las migraciones dentro de cada país y ya advertía que las principales causas serían la falta de agua junto con la baja productividad de los cultivos y también el aumento del nivel del mar y todas las inundaciones costeras provocadas por tormentas y huracanes. Muchos científicos ya advertían que conforme se agravara la crisis climática y el calentamiento global, a toda la lista de catástrofes se irían añadiendo eventos que parecían menos posibles de provocar refugiados climáticos, como las erupciones volcánicas y los terremotos, pero también estamos siendo testigos de cómo estos temas se pueden volver extremadamente peligrosos para la supervivencia y forzar evacuaciones definitivas de hogares y zonas habitadas.

Por lo tanto, desde la publicación de ese informe, en 2018, hasta ahora, podemos entender que ya no sirve ese enfoque porque todo se ha vuelto más global y se ha acentuado en todos los sentidos. Siguen siendo enormes las cantidades de refugiados climáticos que se desplazan dentro de su propio país, pero también aumentan las migraciones entre países, tal como puede observarse en el mar Mediterráneo, con las migraciones hacia Europa desde países africanos, o en la frontera de Estados Unidos con México. Aunque muchas migraciones siguen teniendo una razón política, social o económica, las catástrofes climáticas se van añadiendo a estos factores y agravando la situación. Por ejemplo, ahora hay muchas personas de Haití queriendo entrar en Estados Unidos desde México, y muchos casos son de personas que lo han perdido todo en su país debido a terremotos y huracanes.

Se calcula que durante el año pasado, 2020, hubo 40 millones de refugiados climáticos, y según un informe de la ONU del pasado mes de septiembre, para el año 2050 se calcula que unos 200 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse por motivos climáticos. El informe sigue enfocándose en desplazamientos dentro de los propios países, porque todavía no se comprende que, al ritmo actual de empeoramiento de la crisis planetaria, habrá países enteros en los que quizás será muy difícil la subsistencia. También relacionado con todo esto y aunque parezca increíble que sea un informe actual, viendo todo lo que está pasando en el planeta, el informe solo se basa en  motivos de migración provocados por los impactos del cambio climático calificados como “de evolución lenta”, como la disponibilidad de agua, la productividad de los cultivos y el aumento del nivel del mar, y no comprende a la mayoría de los países de altos ingresos, ni tampoco incluye a la región de Oriente Medio o los pequeños estados insulares en desarrollo. Otra cuestión que los informes todavía no tratan como deberían es que cada vez más los desplazamientos son definitivos, no son temporales como lo han sido en algunos países antes del agravamiento de la crisis climática, donde se hacía una migración a la espera de regresar a tierras u hogares castigados que pudieran recuperarse al cabo de un tiempo.

Mapa de IDMC (Internal Displacement Monitoring Centre)

El mapa superior muestra los desplazamientos que hubo el año pasado debido a conflictos y a desastres climáticos. Se puede observar que en casi todo el mundo hubo desplazamientos, aunque destaca la cantidad en África, Oriente Medio y sur de Asia. El tamaño de cada esfera tiene que ver con el número de desplazamientos. El color naranja hace referencia a la cantidad relacionada con conflictos y el azul con desastres climáticos. Menos en África, donde los conflictos armados internos siguen siendo terribles en muchos países, podemos observar cómo predomina el color azul, y también cómo están señalados casi todos los países de Europa, así como de todo América, destacando la esfera de Estados Unidos pero también las del Centroamérica y de la zona del Caribe.

Actualmente existe un vacío legal para amparar a los refugiados climáticos. La Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados ampara a quienes huyen de la persecución, guerra o violencia, pero deja fuera a inmigrantes o desplazados por motivos medioambientales. Tal como hemos visto en el mapa anterior, en muchos países pobres coinciden las migraciones climáticas con las relacionadas con conflictos armados. Esto ha provocado que en muchos países se hayan construido enormes refugios para acoger a las personas, pero siempre bajo unas condiciones insalubres donde siguen imperando mafias y abusos. Además, muchos de estos refugios se sitúan en zonas que son fácilmente afectadas por eventos climáticos y se crean situaciones extremas con propagación de enfermedades y nuevas migraciones forzadas, si es posible salir del campo de refugiados libremente, para buscar supervivencia y seguridad. Esto también pasa en grandes ciudades donde van creciendo suburbios marginados, donde no hay control sobre las edificaciones ni destrucción de la naturaleza, como la tala de árboles, y después con las lluvias llegan los desprendimientos de tierra y la muerte y pérdida de viviendas. Hay ciudades como Yakarta, la capital de Indonesia, que se está hundiendo rápidamente por la subida del nivel del mar, por toda la erosión relacionada con el abuso de los acuíferos, la urbanización de tierras pantanosas y el enorme vertido de residuos al mar y a los arroyos y acuíferos subterráneos. Como es lógico, primero se hunden los barrios de la periferia, más marginados, formados por personas que en muchos casos ya son refugiados climáticos y que ahora tendrán que volver a buscar un nuevo lugar donde vivir.


Muchos países ricos prefieren pagar a otros países para que controlen el paso por sus fronteras y así evitar migraciones que lleguen hasta ellos, pero todo esto se va a incrementar, por eso la cantidad de refugiados climáticos que puede llegar a haber dentro de cada país, junto con todos los que podrían llegar desde otros países se debe tener en cuenta inmediatamente. Por lo tanto, se vuelve imprescindible legislar a nivel internacional para poder proteger a los refugiados climáticos del propio país pero también a los que por situaciones catastróficas requieran una ayuda vital. Por desgracia, la crisis climática también llega junto a la crisis económica, y sin una mayor conciencia de hermandad y unidad va a ser muy difícil alcanzar soluciones óptimas para todos los involucrados. De hecho, hay zonas donde ya hay conflictos muy graves entre la población del país y los emigrantes, sean o no refugiados climáticos. Una noticia de hace una semana hablaba de las tensiones entre emigrantes y habitantes de Iquique, en Chile, que está cerca de la frontera con Bolivia, desde donde están llegando muchos migrantes latinoamericanos, especialmente de Venezuela. Se hizo una manifestación antiinmigrantes con miles de personas participando que casi acabó en verdaderos linchamientos de migrantes venezolanos, que fueron robados e insultados. Esto es un ejemplo de lo que está sucediendo y aumentará en muchas zonas si no se dictan leyes adecuadas que protejan los derechos de todas las personas, sean o no emigrantes o refugiados. Y dentro de las normativas y leyes, también se deberían castigar realmente todas las actividades que provocan que las personas tengan que abandonar su tierra, sus hogares y medios de vida. Hace un momento que he hablado de la ciudad de Yakarta. Otro ejemplo lo encontramos en todo el Delta del río Níger, en África, donde cada vez hay más migraciones forzadas porque las explotaciones petroleras han contaminado el río de tal manera que se ha vuelto un flujo de toxicidad y muerte en lugar de una fuente de vida. Por algo hace tiempo que se indicaba que cuanto mayor éxito tuvieran las actividades industriales humanas, que por desgracia siempre están relacionadas con la devastación, más iría aumentando el número de refugiados climáticos. Dicho de otra manera: cuanto mejor le va a la industria, peor le va a la naturaleza, y también más se acentúa la crisis climática y las dificultades para sobrevivir en muchas zonas del planeta.


La imagen superior es de Ioane Teitiota, declarado por la ONU como el primer refugiado climático. En el año 2015, él abandonó una isla de Kiribati y emigró a Nueva Zelanda, solicitando ser “refugiado climático” alegando que el aumento del nivel del mar en su pueblo natal había provocado “la escasez de espacio habitable, lo que a su vez había provocado violentas disputas por la tierra”. A consecuencia de ello, apelaba que su vida estaba en peligro tanto por las disputas como por el aumento del nivel del mar, que se estaba tragando la isla. Primero su petición fue denegada y fue deportado con su mujer y sus hijos de vuelta a Kiribati, pero presentó una denuncia ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU, que no falló a su favor pero sí advirtió que los gobiernos podrían estar violando los acuerdos de la ONU si devuelven a las personas a situaciones en las que el cambio climático ha creado riesgos mortales. Años más tarde, en enero de 2020, Nueva Zelanda fue el primer país en considerar el estatus de refugiado de cambio climático en su normativa, cuando determinó que era ilegal obligar a los “refugiados climáticos” a regresar a sus países de origen. Otro caso sucedió en diciembre de 2020, cuando el Tribunal de Apelación de Burdeos anuló la obligación de abandonar el territorio francés de una persona natural de Bangladesh que sufría graves problemas de salud e insuficiencia respiratoria, derivados de la mala calidad de aire de su lugar de origen. El tribunal, además de contemplar las cuestiones médicas, tuvo en consideración las condiciones climáticas de Bangladesh para dictaminar que la persona solicitante de asilo corría el riesgo de agravar su salud y de exponerse a una muerte prematura si volvía.

Actualmente son varios los países que están estudiando la forma de adaptar sus leyes para la posible recepción de refugiados climáticos. En España, las organizaciones Greenpace y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado han presentado un informe al gobierno español como una forma de presión para que desde las administraciones públicas españolas se reconozca al refugiado climático y se promueva el establecimiento de vías legales y seguras en casos de movilidad humana forzada. Ambas organizaciones recalcan en el informe las dificultades que viven los países y comunidades con menos recursos, que normalmente son las que menos han contribuido al calentamiento global y en cambio deben adaptarse a las consecuencias de los efectos del cambio climático, entre las que se encuentran la necesidad de migrar, algo que consideran una situación injusta. Desgraciadamente, es fácil que vaya más rápido la llegada de catástrofes que la efectividad de los gobiernos e instituciones para desarrollar e implementar leyes adecuadas, pero es un tema directamente ligado a la crisis planetaria y de la humanidad que acabará provocando situaciones muy tensas y complicadas donde también se podrá observar hasta qué punto puede haber una verdadera conciencia de hermandad y amor en el ser humano.




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