Redactado y publicado por David Arbizu
En noviembre de 2016 escribí un artículo sobre el
Antropoceno. Aunque el término ya era conocido desde hacía unos tres años, en
esos momentos se debatía si realmente nos encontrábamos en una nueva época geocronológica.
Todo indicaba que así era y se formulaban diversas teorías sobre su inicio,
desde que coincidiera con la Revolución Industrial hasta que lo hiciera con las
huellas que habían dejado las primeras pruebas de detonaciones nucleares
realizadas. Lo que estaba claro es que el planeta no sostenía las mismas
condiciones que habían marcado lo que sería la época anterior, el Holoceno, una
época de 11.700 años de equilibrio climático y fuerza de vida planetaria en
todos los sentidos que facilitó el florecimiento y expansión de la civilización
humana por gran parte del planeta. Desafortunadamente, la expansión del ser
humano ha conllevado el abuso y destrucción de la biosfera, la implementación
de tecnologías que no han tenido en cuenta que estaban jugando con un
equilibrio en el que también estaba en juego la propia supervivencia. Todo ello
ha conducido realmente al Antropoceno, sea cual sea su fecha de inicio, y a una
definición que contiene ese abuso, esa violación, esa falta de comprensión de
los sistemas y ciclos planetarios, de que todas las formas de vida están
entrelazadas, dependientes, formando una cadena donde también interviene el
planeta, el clima, los océanos, la atmósfera, la protección de los rayos
solares, todo lo que debe mantener una pureza para poder funcionar y permitir
la vida en la Tierra.
Junto con el Antropoceno encontramos otro término
directamente vinculado, que va de la mano, y es el de la “sexta extinción
masiva”. La sexta extinción masiva se muestra ante nosotros de muchas formas:
desde las especies que realmente desaparecen o van entrando en la Lista Roja de
especies en peligro de extinción hasta la posibilidad de nuevas pandemias
pasando por todas las guerras y exterminios que hacemos sin cesar los humanos,
y todo ello impulsa todavía más la crisis planetaria, el desequilibrio
climático, el aumento de eventos destructivos que cada vez quedan más cerca de
los que tenemos la suerte de vivir en zonas menos “castigadas”, de todos los
que van viendo que ya no se puede saber cuál es el lugar de este planeta más
seguro donde vivir. De este modo es como el Antropoceno también significa que
no funciona el programa que quiere instaurar el hombre, donde entra la
dominación de la naturaleza, del clima, un programa donde cada vez tiene más
poder la Inteligencia Artificial representando una tecnología que puede ser muy
positiva en campos como la medicina pero que actualmente tiene un coste
energético extremo y el peligro de estar en manos de personas y grupos de poder
sin conciencia ni respeto que solo quieren enriquecerse mientras asfixian el
planeta viendo sin inmutarse cómo la naturaleza y el planeta siguen luchando en
la permanente búsqueda de una homeostasis que parece casi imposible. Ante todo
este oscuro escenario, encajan aquí perfectas estas palabras de Friedrich
Hölderlin: “Allí donde crece el peligro crece también la salvación”.
Frente a
este Antropoceno cada vez más agresivo, donde se fomentan la separación y las
diferencias frente a la unificación, donde gran parte de la población está a
merced de programas de manipulación vertidos por medios de comunicación y
grupos de presión junto a toda necesidad de identificarse con algo (equipo de
fútbol, religión, partido político, etc.), está cogiendo fuerza el término
“Simbioceno”, concebido por Glenn Albrecht, filósofo ambiental australiano
profesor de Sostenibilidad y de Estudios Ambientales que ha enfocado su trabajo
en la relación entre los ecosistemas y el comportamiento y salud humanos. El
Simbioceno expresa una nueva época que deja atrás el Antropoceno, expresa un
tiempo de relación positiva y colaboradora entre humanos y naturaleza en el que
se reconocen hábitats y ecosistemas, en el que existe un objetivo de
restauración y refortalecimiento de todo aquello que se ha perdido, destruido,
teniendo en cuenta la realidad actual tanto planetaria como a nivel humano,
buscando crear sociedades más conscientes de su entorno, de crear vínculos fundamentados
en esa coexistencia necesaria que acaba revelando un equilibrio mayor, la
construcción de un engranaje que genera nuevos sistemas que de algún modo
también son compartidos y puestos en marcha junto con Gaia, algo que enlaza de
algún modo con la Hipótesis Gaia.
El Simbioceno implica entonces un cambio del
ser humano, la comprensión de que debe finalizar lo que caracteriza e impulsa
el Antropoceno. De hecho, el propio nombre, Antropoceno, ya muestra una
problemática, el antropocentrismo, mientras que comprender y avanzar hacia el
Simbioceno significa que se debe perder ese egocentrismo para dar fuerza al
cooperativismo, a comprender y saber coexistir y compartir con todas las formas
de vida, con los ciclos y sistemas de Gaia, con un planeta donde, tal como
indica Richard Kearney, filósofo irlandés especializado en filosofía
continental contemporánea: “Pasamos de ser siempre los encargados a
reconocernos también como invitados. Entonces nos permitimos ser acogidos por
los árboles, las montañas, los ríos, el cielo…”. Porque ser conscientes de a
dónde hemos llegado, del daño que hemos generado, es también nuestro primer
paso de humildad, de conciencia, de querer analizar a los otros seres vivos y
ver las muchas cualidades, comportamientos y discernimientos que tienen de los
cuales aprender, y ese es un paso hacia un amor y respeto distintos donde se
incluye al planeta completo. De hecho la palabra Simbioceno se forma con dos
raíces: “symbio”, que viene del griego y significa “vivir juntos” o “vivir en
comunidad”, y “ceno” que expresa época geológica.
La simbiosis también se
define como “la convivencia que acuerdan los organismos de diferentes especies
mediante el contacto físico”, y eso habla de compartir espacios, de ese “déjelo
todo tal como se lo ha encontrado al llegar” sabiendo que nunca estás solo. De
este modo, el hecho de simplemente conocer todo este significado, todas estas
posibilidades, todo este cambio que muchos queremos, no deja de ser ya un paso
evolutivo, un concepto que se puede integrar marcado por el deseo de vivir en
armonía, respeto y amor con el planeta buscando un objetivo común, colectivo,
de un futuro que sí que puede existir y no debe porqué ser trágico ni criminal
como el que muestran las películas del “fin de los tiempos” tras una hecatombe
nuclear u otra catástrofe global. Así que con el Simbioceno podemos empezar
también a definir un mejor ser humano, una biosfera floreciente, un planeta que
muestra todo su potencial de vida tal como lo tiene la Tierra.
El ser humano
tiene un gran potencial y debe erguirse como un líder planetario, un conductor
hacia un futuro de plenitud de vida en Gaia. En este sentido, Richard Kearney
habla de “Hospitalidad Ecológica” refiriéndose a la convivencia ecológica entre
los seres humanos y entre todas las especies, pero también señalando el rol del
ser humano como cuidador del planeta siendo conocedor de que el planeta cuida a
los seres humanos, de que el ser humano es la especie que merece y también debe acoger esa responsabilidad. Es de este modo como todo avance tecnológico se pone al
servicio de un modo de comprender la vida y el propio rol que está regido por
un nivel de conciencia superior. Bajo esta percepción y perspectiva, la IA
también estará construida y dirigida con fines y objetivos evolutivos,
pacíficos, impulsores de bienestar y riqueza bajo el manto de la igualdad y el
respeto. Por eso dentro del Simbioceno encontramos enfoques que indican ese
avance, como el de avanzar hacia una agricultura regenerativa donde se busque
la simbiosis con otras especies autóctonas del mundo vegetal, donde se entienda
la comunicación entre plantas, cómo el mundo vegetal y animal se mueve en un
equilibrio de depredador-presa sin la intervención humana, sin crear plagas ni
desajustes fenológicos. Otro enfoque importante es el de estudiar cómo debe ser
el futuro de nuestras ciudades, donde han de aumentar los espacios verdes y ser
muestra de esa armonía que debe existir en todo barrio bajo la conciencia de la
unidad. Obviamente hay todo un sistema que el ser humano ha creado que requiere
un tiempo para irse reajustando sin crear una reacción todavía peor, pero habrá
un momento en que, si no se empieza, ese sistema caerá de golpe y sin control porque
hemos creado un mundo insostenible. Por eso observar el Simbioceno también
incluye fomentar la economía circular, el reciclaje, cómo conseguir cualquier
materia prima devastando lo mínimo cualquier lugar o medio, controlando toda contaminación y exceso, y eso también llega
desde la aportación que se consigue al desvanecerse fronteras y dar el mando al
objetivo común y colectivo, a la economía colaborativa frente a la de guerra y
colonización. Y todo ello está vinculado a nuevos y actualizados sistemas educativos necesarios para las nuevas
generaciones, porque hablamos de futuro de la humanidad, de todos los seres
vivos, del cuerpo planetario, de Gaia.
Fuentes:
Entrevista de
Sebastián Kaufmann a Richard Kearney: “Del Antropoceno al Simbioceno: Los
imperativos del tacto en la era digital”.
Blog Centro de
Cambio: “Una Nueva Época: El Antropoceno”: https://easpap.blogspot.com/2016/11/eventos-destacados-del-mes-de-noviembre.html
Blog Centro de
Cambio: “La Sexta Extinción Masiva”: https://easpap.blogspot.com/2016/11/eventos-destacados-del-mes-de-noviembre_23.html
Imágenes:
Foto
de Thắng-Nhật Trần: https://www.pexels.com/es-es/foto/carretera-planta-joven-borde-17581856/
Imagen de Eva
Ilona en Pixabay: https://pixabay.com/es/users/evila08-45040528/?utm