Redactado y publicado por David Arbizu
En muchas ocasiones he leído comentarios o artículos que
transmitían que hay más interés en estudiar e investigar el espacio exterior
que nuestro propio planeta, especialmente sus capas internas. Ya hace tiempo
que se publican noticias relacionadas con la ralentización del
movimiento del núcleo de la Tierra, incluso algunas señalando que su giro ha
cambiado de sentido. Siempre me sorprende que cuando se realizan estos estudios
falte una perspectiva más amplia, considerando que todo está interconectado,
que una ligera modificación del giro del núcleo terrestre puede expresar un
efecto mariposa y acabar afectando cualquier aspecto, patrón, ciclo o estructura
que forme parte de nuestra vida diaria, de nuestra supervivencia y la del
propio planeta, pero también que los cambios y desequilibrios en las capas más
superficiales puedan afectar al núcleo.
En realidad existe un gran
desconocimiento de las capas más internas de la Tierra, especialmente de sus
dos núcleos. Lo que sabemos actualmente es que el núcleo externo es de hierro líquido y tiene un espesor de unos
2.200 kilómetros con una temperatura que llega a los 6.000ºC, superior a la de
la superficie del Sol. El núcleo interno es una esfera sólida de hierro y níquel
que tiene un diámetro aproximado de 2.442 kilómetros, y junto con el núcleo
externo y todo lo que implica la rotación de la Tierra provocan un efecto
dinamo dando forma al campo magnético planetario, fundamental para protegernos
de rayos y radiaciones diversas que pueden llegar desde el espacio y
especialmente desde nuestro Sol.
Últimamente se han publicado varios estudios
relacionados con los núcleos terrestres, la rotación del planeta y sus campos magnético,
eléctrico y gravitatorio. La mayoría de los estudios se basan en
investigaciones de carácter geológico y astronómico, destacando los resultados
que se obtienen gracias al seguimiento y control de las ondas sísmicas, que son
como rayos X que facilitan realizar una observación y deducción de cómo está
formado el interior del planeta. Al mismo tiempo, el continuo avance científico
está abriendo otras posibilidades de investigación a partir de otras ondas y
resonancias, como las “ondas de coda”, que también entran dentro de la
sismografía y tienen la particularidad de rebotar por el interior del planeta
ofreciendo datos más detallados que las otras ondas. Otros análisis también se
han centrado en los efectos de la radiación solar sobre las zonas internas de
la Tierra, concretamente sobre las áreas magmáticas de los arcos volcánicos, descubriendo
las alteraciones que generan sobre el “estado redox”, relacionado con el
equilibrio o desequilibrio que puede suponer el aumento o perdida de electrones
junto con el aumento o pérdida de oxidantes, de oxígeno, ya que tiene
implicaciones sobre zonas más profundas además de sobre el clima de la
superficie, dejando claro el vínculo que existe entre todas las capas del
planeta.
Uno de los estudios destacados muestra que, durante los últimos 650
millones de años, la rotación de la Tierra ha pasado por períodos de estabilidad
y también de desaceleración, dando forma a un “patrón de escalera”, con rápidas
fluctuaciones, en lugar de un proceso suave y con continuidad. Los períodos de
estabilidad han coincidido con épocas de equilibrio climático y de evolución
consistente y regular de la biosfera. De igual modo, después de fases de
desaceleración de la rotación del planeta es cuando han sucedido importantes
eventos como la explosión cámbrica, donde hubo bruscas modificaciones y
diversificación de las formas de vida que fueron la base del surgimiento de muchos
de los principales grupos de animales que habitan el planeta, y eventos como la
extinción Pérmica-Triásica de hace 252 millones de años, la mayor extinción
masiva conocida.
El estudio también señala la influencia de la Luna sobre la
rotación de la Tierra, y cómo en los inicios del período analizado estaba más
lejos de la Tierra que en la actualidad, de manera que los días eran más largos,
pero actualmente nos encontramos ante una desaceleración de la rotación y
también tenemos que buscar factores directamente relacionados con la crisis
planetaria y el Antropoceno, con el enorme deshielo, el desequilibrio entre
sequías e inundaciones, la contaminación atmosférica, todas las extracciones
que el ser humano hace del subsuelo creando desajustes graves y diversos, el
aumento de las temperaturas a nivel de superficie, ya sea en la atmósfera como
en los océanos y los continentes. Unas condiciones extremas de temperaturas
elevadas representan mayor presión y estancamiento, pesadez en el cuerpo
planetario, y esto va abarcando todas las capas e influyendo en todos los
mecanismos destinados a sostener un armonía de la cual también dependen fuerzas
y estructuras terrestres vitales para el sostenimiento de la vida y el
equilibrio planetario general, como por ejemplo el campo magnético, el eje de
rotación, los polos magnéticos, los movimientos y oscilaciones que impulsan
patrones básicos climatológicamente hablando y también esenciales dentro de la
protección del planeta frente a la llegada de toda fuerza externa, como los diversos
rayos cósmicos y la radiación solar.
El núcleo interno del planeta empezó a
desacelerarse alrededor del año 2010, y algunas de las últimas investigaciones
publicadas señalan que en estos momentos está girando en sentido contrario,
aunque otras solo afirman rotundamente la desaceleración. Las explicaciones a
esta ralentización se centran en dos posibilidades: por un lado en la fricción
con el núcleo externo, que es de hierro líquido, y por otro lado en las
interacciones gravitacionales que se producen entre el núcleo interno y las
capas del manto situadas sobre el núcleo externo, que podrían estar creando un
efecto de atracción del núcleo interno. En ambos casos se observa la
interacción entre las diversas capas que forman el planeta, y ya se empieza a
tener en cuenta todos los movimientos más superficiales de la tectónica de
placas, como el movimiento de subducción, que muestran un mecanismo de
convección donde el magma llega a la superficie de la Tierra pero también
regresa hacia zonas internas formando un proceso de cientos de millones de años
de duración.
Científicamente no hay dudas en que el movimiento del núcleo
externo rodeando al núcleo interno es el que genera el campo magnético que
protege al planeta de la radiación solar y otras fuentes y rayos que puedan
llegar desde el espacio, y que este movimiento está directamente vinculado con
la rotación de la Tierra. La estabilidad del campo magnético es fundamental
para el mantenimiento de la atmósfera, y a su vez la atmósfera es la estructura
sobre la que se erige este campo, que es como una corriente de partículas que
bloquea la llegada de esas energías que podrían ser perjudiciales. Así que de
nuevo tenemos que tener la perspectiva de la totalidad, de cómo siempre hay más
energías, estructuras, ciclos y procesos interviniendo en todo, de que son
características esenciales de nuestro planeta. He indicado que el campo
magnético se puede generar porque existe la atmósfera, y la atmósfera se
sostiene en su lugar gracias al campo gravitacional, que puede ser uno de los
factores de la ralentización del giro del núcleo por la atracción aumentada
desde capas más externas. En el caso de Marte, por ejemplo, sus condiciones no
facilitan el sostenimiento de una atmósfera como la terrestre y la operatividad
del propio planeta y su relación con el espacio es distinta, de manera que, a falta de mayor
conocimiento sobre este planeta, no ha sido posible la creación y estabilidad de una biosfera, al
menos en su superficie.
En un estudio reciente, publicado el pasado mes de
agosto de 2024, se ha confirmado la existencia de un “campo eléctrico ambipolar”
que se forma especialmente en las regiones polares a partir de los 250
kilómetros de altura. Se ha constatado que este campo actúa como un regulador
que mantiene la estabilidad de las cargas eléctricas de la ionosfera, y en su
correcto funcionamiento también interviene la gravedad, de manera que también
está vinculado con el campo magnético. Un descontrol de las cargas eléctricas
de la ionosfera puede conducir a inestabilidades atmosféricas y también de
patrones climáticos, pero la inestabilidad climática y todos los efectos del
calentamiento global, como el aumento imparable de dióxido de carbono en la
atmósfera, también pueden tener sus efectos sobre todos estos campos
fundamentales para los engranajes que hacen que la Tierra tenga sus características tan
especiales.
Otro posible desequilibrio futuro a tener en cuenta sería el efecto
de que cambios en el eje de rotación, su ralentización, el deshielo, cambios en
la biomasa planetaria, etc., provocaran que la velocidad de rotación se
equilibrara en todo el planeta. Actualmente la velocidad de rotación en la
línea que señala el ecuador es de 1.700 km/h, y en los polos, justamente donde
se encontraría el eje de rotación, es de 0 km/h. Cualquier cambio tendría sus
efectos sobre todas las condiciones terrestres, sobre todos sus ciclos y campos,
sobre el campo magnético que forma los cinturones Van Allen, tal como muestra
la imagen superior, donde la máxima potencia que les da forma corresponde a esa
rotación más acelerada del ecuador respecto a los polos.
Si pasamos a observar
las influencias externas, espaciales, es conocida la influencia del Sol sobre
la sismicidad, incluso un estudio reciente demuestra que la radiación solar
afecta a las capas más profundas del planeta y que por lo tanto el clima de la
superficie también estará afectando al manto y a los núcleos. También se ha
demostrado que las fluctuaciones del campo magnético se ven afectadas por el
viento solar y las tormentas solares, y justamente nos encontramos en el ciclo
25 solar y en un momento cumbre de gran actividad con llamaradas del más alto
nivel de potencia, que por suerte en la mayoría de los casos no son
geoefectivas. Y en todo ello también incide la rotación de la Tierra y
obviamente la del núcleo, y científicamente es necesario que las
investigaciones acojan esta realidad de la interconexión, de que por un lado no
se puede analizar solo una parte o una fase del funcionamiento del cuerpo
planetario, y por otro lado es necesaria una humildad científica para reconocer
todo lo que falta por saber, todo lo que ahora mismo no se puede descubrir
porque no existe la conciencia ni la mentalidad elevadas para desarrollar una
mayor comprensión. Por ejemplo, otro estudio reciente demuestra cómo el núcleo
externo no es una capa uniforme, sino que contiene zonas diferentes donde
pueden predominar unos minerales sobre otros e incluso tener notables cambios
de temperaturas. Entonces, si no hay uniformidad en el núcleo tampoco la puede
haber en el campo magnético, y si se añade la potente fase solar junto con todo
el desajuste provocado por el ser humano y el período de desaceleración de la
rotación que podamos estar experimentando, podemos estar ante un momento donde
ese “patrón de escalera” que he señalado al principio acabe expresando un
evento planetario de gran proporción dentro de la historia de la Tierra. Y para
finalizar, el ser humano ha de comprender que la historia de la Tierra también
es la suya, que la observación del cuerpo planetario también es la observación
del propio cuerpo, que la interacción y el trato con lo que es nuestro espacio
exterior, lo que nos rodea, que principalmente es la biosfera, las condiciones
para sostener vida, es lo que va a permitir o no detener la sexta extinción
masiva donde entramos todos.
Fuentes:
Imágenes:
- Capas Tierra: By Kelvinsong - Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23966175
- Earth layers-wiki. By A.shteiwi - Own work, CC BY-SA 4.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=89546702
- Cinturón Van Allen: By NASA/Van Allen Probes/Goddard
Space Flight Center - http://www.nasa.gov/mission_pages/rbsp/news/third-belt.html
Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24922519