martes, 14 de noviembre de 2017

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Publicado por David Arbizu

LA DESAPARICIÓN DE LOS INSECTOS: UN ARMAGEDÓN ECOLÓGICO
Los insectos representan un grupo de animales con una capacidad de resistencia y supervivencia que siempre he considerado impresionante, sorprendente. En muchas ocasiones, al estudiar la crisis planetaria y la sexta extinción masiva a la que nos estamos enfrentando, he pensado que los insectos serían los más resistentes, los últimos que vería extinguirse.

Durante cientos de millones de años, los insectos se han expandido por todos los continentes, por todos los hábitats, han prosperado en el suelo, en el aire y en el agua, aunque no lo han hecho en el océano. Incluso, aunque se pensaba que no era así, como mínimo hay una especie endémica de la Antártida que se llama “Belgica antárctica” y es una especie de mosquito alargado no volador que puede sobrevivir durante dos años al congelamiento de sus fluidos corporales y también puede sobrevivir sin oxígeno de dos a cuatro semanas, además de tener otras capacidades asombrosas que le permiten vivir en ese ecosistema prácticamente inhabitable. No es de extrañar que los científicos consideren que los insectos son “el grupo de criaturas más exitoso de toda la historia de la Tierra”.

Aunque, en general, los insectos son animales que no nos gusta encontrar en nuestro camino y, muchos menos, en nuestra casa, son absolutamente imprescindibles para el equilibrio y funcionamiento de la biosfera, representan un eslabón muy importante de la cadena alimenticia global, ya que forman la base de miles y miles de cadenas alimentarias y cumplen muchas funciones que benefician a otras especies y al mantenimiento de hábitats y ecosistemas, como, por ejemplo, todo el trabajo de oxigenación, limpieza y enriquecimiento del subsuelo que hacen los insectos al moverse por debajo de la superficie y también, algo que últimamente ha aparecido en muchos medios de comunicación, el importante rol que algunas especies tienen como polinizadores, como parte esencial de la fertilización y reproducción de muchas plantas y árboles frutales.


Cuando hablamos de la extinción de especies que ahora está habiendo en la Tierra, podemos pensar en mamíferos, en reptiles, en peces, pero es más difícil pensar que los insectos se estén extinguiendo. Durante los últimos cinco años se han realizado varios estudios relacionados con la extinción de los insectos, estudios que han demostrado una notable disminución de su biomasa, aunque no sea algo fácil de demostrar debido a que es imposible calcular su número o realizar un monitoreo y también es difícil concretar cuántas especies de insectos hay incluso solo en una región o en un país. Por ejemplo, solo en el Reino Unido se considera que hay, aproximadamente, 24 500 especies de insectos y la mayoría son desconocidas para todos excepto para algunos especialistas.

Algunos estudios se han basado en el análisis de otras especies, como es el caso de un estudio realizado en Gran Bretaña que ha relacionado la desaparición de los insectos con que, desde 1970, se haya reducido a más de la mitad el número de aves. También la Unión Europea ha confirmado oficialmente una disminución de la población de aves que dependen de los insectos como fuente básica de alimentación. Otros estudios se han centrado en especies de insectos particulares, como el que ha demostrado que el número de mariposas de pastizales europeas ha disminuido en un 50% en las últimas décadas. Otras situaciones, menos científicas, que han demostrado la disminución de insectos es lo que se conoce como el “fenómeno del parabrisas” del automóvil, que en verano queda salpicado de insectos después de un desplazamiento y se ha constatado que cada año el número de insectos que quedan en el parabrisas es menor.

A nivel personal, yo mismo he coincidido con otras personas, después del verano de este año, en que no ha habido tantas moscas ni tantos mosquitos como otros años, pero hay que tener en cuenta que esta extinción no es solo de los insectos voladores sino también de los no voladores. En este sentido, el pasado mes de febrero la Unión Europea (UE), en colaboración con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), publicó un estudio que indicaba que entre el 25,7% y el 28% de las especies de ortópteros (saltamontes, grillos, chicharras y similares) que fueron evaluadas se encuentran amenazadas o en peligro de extinción. Relacionado con estos datos, la organización SEO/BirdLife también ha alertado de una importante disminución de grillos y saltamontes en España.


El último estudio o investigación que se ha publicado y que ha hecho, por así decirlo, saltar del todo las alarmas, se ha realizado en Alemania y se basa en el trabajo de decenas de entomólogos que comenzaron a utilizar formas estrictamente estandarizadas de recolección de insectos en 1989. Después de 27 años, las últimas muestras han demostrado una reducción del 76% sobre el promedio anual y, en verano, cuando se supone que el número de insectos alcanzó su punto máximo, la caída llegó al 82%. La importancia de este estudio es que ha tenido en cuenta todos los insectos voladores, sin determinar ninguna especie en concreto y por eso representa un indicador mucho más determinante. Además, las muestras se tomaron en áreas protegidas, muchas de ellas reservas naturales, lo cual significa que las cifras son todavía más preocupantes.

Para la doctora Lynn Dicks, de la Universidad de East Anglia, Inglaterra: “Esta investigación proporciona una nueva e importante evidencia de un descenso alarmante que muchos entomólogos sospechan que está ocurriendo desde hace algún tiempo”. También añade: “Si la biomasa total de insectos voladores está genuinamente disminuyendo a este ritmo, aproximadamente un 6% por año, esto es algo extremadamente preocupante. Los insectos voladores tienen funciones ecológicas realmente importantes, por lo que sus números importan mucho. Polinizan las flores: las moscas, polillas y mariposas son tan importantes como las abejas para muchas plantas con flores, incluidos algunos cultivos. Proporcionan alimento para muchos animales: aves, murciélagos, algunos mamíferos, peces, reptiles y anfibios. Las moscas, los escarabajos y las avispas también son depredadores y descomponedores, controlan las plagas y limpian el lugar en general”.

La “mantis religiosa” es un insecto depredador que contribuye 
al mantenimiento del equilibrio biológico de su hábitat.

Todos estos datos, todos estos estudios que alertan de los peligros de esta extinción, conllevan una pregunta clave: ¿Cuál es la causa de esta extinción? La respuesta científica es clara e indiscutible: “Nosotros, los humanos, la actividad humana”. Nuestra forma de tratar la naturaleza, de extraer todo lo que necesitamos sin tener en cuenta a otros seres vivos ni al equilibrio y la salud de los ecosistemas, está potenciando la sexta extinción masiva y la extinción de los insectos como una parte de la extinción global. En este caso concreto, la agricultura intensiva, basada en pesticidas, plaguicidas y fertilizantes que son verdaderos venenos para toda forma de vida, está aniquilando a los insectos, creando áreas que podríamos comparar con las “zonas muertas” de los océanos, áreas que nos muestran ese “Armagedón ecológico”, biológico, que se está extendiendo por el planeta, tal como declara el profesor Dave Goulson, de la Universidad de Sussex, Inglaterra, que ha formado parte de esta investigación realizada desde Alemania: “Parece que estamos haciendo vastas extensiones de tierra inhóspitas para la mayoría de las formas de vida y actualmente estamos en camino de un Armagedón ecológico. Si perdemos los insectos, todo se colapsará”.

Junto a todos los efectos destructivos y aniquiladores de las sustancias utilizadas en la agricultura, también hay que nombrar todo el daño que provoca la ganadería, la deforestación, la destrucción de áreas silvestres, la contaminación que afecta a todas las vías fluviales, a los acuíferos, al suelo, a la pérdida de nutrientes y de vegetación que también forma parte de todas esas cadenas alimentarias donde los insectos representan eslabones básicos y que están estrechamente vinculadas con los ciclos de reproducción de las especies y con el equilibrio del sistema que nutre y proporciona la vida de este planeta, un equilibrio que está siendo bombardeado por continuos “desajustes fenológicos” causados principalmente por la actividad humana, por la falta de conciencia del ser humano. Como se puede observar, todas son causas relacionadas con la crisis planetaria, con el desequilibrio climático, con el Antropoceno.

Si miramos hacia el futuro, podemos hacernos otras preguntas: ¿Cuál es el futuro de los insectos en el siglo XXI? ¿Cuál es el futuro de toda forma de vida de este planeta? Ahora mismo, las respuestas no pueden ser muy optimistas. La superpoblación humana sigue aumentando y, desgraciadamente, la manera de actuar que se puede esperar del ser humano es la de potenciar las formas de agricultura y ganadería intensivas, una todavía mayor utilización de los productos químicos, de la manipulación genética e incluso de geoingeniería que no van a tener en cuenta todo el daño y todo el exterminio que van a provocar sobre otros seres vivos, sobre los ecosistemas y la biosfera. Por otro lado, cada vez se realizan y publican más investigaciones que demuestran la gravedad de la situación actual y que se tienen que poner en marcha medidas para contrarrestar todo el impacto destructivo que está provocando la actividad humana, porque el hecho de que estén desapareciendo los insectos, los organismos más exitosos de toda la historia de la Tierra, significa que la extinción masiva avanza con fuerza y que, tarde o temprano, va a afectar a toda las formas de vida del planeta, incluida la humana. 



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