Publicado por David Arbizu
EL DESPLAZAMIENTO DEL EJE DE ROTACIÓN DE LA TIERRA
Nuestro planeta no es una esfera perfecta, no es la esfera que podemos
imaginar y observamos cuando se dibuja o incluso a través de las imágenes
tomadas desde el espacio, que no muestran todo su relieve y mucho menos sus
movimientos. Sabemos que uno de los movimientos de la Tierra es el de “rotación”,
una rotación que hace a 1700 kilómetros por hora y que está relacionada con un
movimiento de bamboleo, como el de una peonza, movimiento que se debe a las
oscilaciones que hace el planeta sobre su línea de rotación trazada a partir
del eje, un eje que atraviesa el globo desde el Polo Norte al Polo Sur y que tiene
un movimiento, un desplazamiento que provoca un cambio en la ubicación de los
polos geográficos, algo que se conoce como “movimiento polar”.
Hasta ahora, la
explicación científica a esta desviación del eje de rotación de la Tierra daba
por hecho que solo existía un proceso principal que causara ese movimiento y
este proceso es el “rebote glacial” o “ajuste glacial”. El rebote glacial es el
movimiento de elevación de las masas terrestres hacia lo que se considera su
“posición original” antes de la última glaciación, que finalizó hace unos 11
000 años, ya que el peso de las enormes y espesas capas de hielo que se
formaron, sobre todo en los casquetes glaciares pero también sobre otras partes del
planeta, presionaron y hundieron la corteza terrestre en el manto y tras la
glaciación se inició un proceso de recuperación, de elevación, algo que se
considera que todavía puede durar unos 10 000 años más.
Un estudio publicado
recientemente y elaborado por un grupo de investigadores de la NASA ha
identificado otros dos procesos que, junto con el rebote glacial, son los más
importantes impulsores del desplazamiento del eje de rotación. Estos otros dos
procesos son el deshielo global, especialmente el que sufre Groenlandia, y
la convección del manto terrestre, que es responsable del movimiento de las
placas tectónicas debido a la circulación del material contenido en el manto, de todo lo que forma el magma que provoca movimientos en la superficie, en las
placas, tanto cuando asciende como cuando desciende.
Todos estos factores inciden
plenamente en la redistribución de la masa terrestre, tanto a nivel de
superficie como en sus capas más internas, y todo gran cambio de masa afecta al
eje de rotación. Los datos calculados del deshielo que ha habido en Groenlandia
durante el siglo pasado y, concretamente, desde que el aumento de temperaturas
fue más notable, superan nuestra capacidad de imaginación y asimilación, porque
se considera que se han derretido y, por lo tanto, llegado al océano, 7 500
gigatoneladas de hielo, una cantidad que representa el peso de más de 20 millones de
edificios como el Empire State. Todo ese peso enorme ha pasado al océano, ha
provocado el aumento del nivel del mar y que hubiera una redistribución de la
masa planetaria con la correspondiente deriva del eje de rotación. También se
está derritiendo parte del hielo de la Antártida, pero la ubicación de
Groenlandia hace que su deshielo tenga un efecto más impactante.
Las mediciones
astrométricas y geodésicas han demostrado que, durante el siglo XX, el eje de
rotación de la Tierra se desplazó hacia la región de Labrador, al este de Canadá,
pero a partir del año 2000 cambió y las mediciones realizadas entre
2003 y 2015 demuestran que ahora se mueve a lo largo del meridiano de Greenwich.
Los científicos consideran que este cambio se debe a que se ha acelerado el
deshielo, no solo en Groenlandia y el Ártico, sino también en grandes áreas
donde han desaparecido grandes lagos, enormes superficies de agua e incluso grandes
acuíferos debido a la extrema sequía, tal como sucede en Oriente Medio y el
suroeste de Asia, donde han mermado ostensiblemente los grandes glaciares y
capas de hielo y nieve, algo que también está sucediendo en los Alpes y, principalmente, en
el Himalaya. De hecho, se considera que una parte importante del movimiento polar actual se debe al déficit de agua de Eurasia y, en concreto, de la zona de India y del
Mar Caspio.
En la imagen que sigue a continuación podemos observar, a la izquierda, el
desplazamiento del eje de rotación antes del año 2000 y, a la derecha, el
desplazamiento sobre el meridiano de Greenwich calculado según los datos
obtenidos entre los años 2003 y 2015. La imagen central nos muestra cómo cada situación
estira o desplaza el eje hacia una dirección concreta, de manera que el
resultado final es la suma de todos esos vectores. También se puede observar,
en color azul, la pérdida de masa en Groenlandia y en Oriente Medio y el suroeste de Asia, así como en la
Antártida, donde la parte oeste sufre un fuerte deshielo mientras que la parte
este oscila entre temporadas en que se mantiene o incluso aumenta la superficie
helada y temporadas donde se debilitan los glaciares y se teme por la rotura de
las plataformas heladas, algo que en estos momentos sí que está alarmando a los
científicos debido a que están observando unas condiciones que podrían dar como
resultado una gran aceleración del deshielo.
El estudio publicado recientemente
también expone la relación con todos estos desequilibrios y la actividad humana
y habla del “cambio climático antropogénico” como una de las causas principales
del movimiento del eje de rotación de la Tierra, ya que puede llegar a afectar
a los tres procesos principales que antes he mencionado. El cambio climático,
el calentamiento global que estamos experimentando y que está directamente
relacionado con el Antropoceno, con los excesos que la humanidad está haciendo
sobre el planeta, está acelerando el deshielo, está provocando una
contaminación atmosférica que afecta también a la masa de la atmósfera, cuyo
peso enorme también incide sobre la rotación del planeta y su eje. Además, la
humanidad altera completamente la estructura de la masa terrestre con la
deforestación, con toda la extracción de recursos y el consumo de combustibles
fósiles, con la sismicidad que provocan actividades como el fracking, con la
rotura de la superficie terrestre, provocando falta de compacidad del suelo, con
todas las presas e incluso la puesta en marcha de programas de geoingeniería
que afectan la llegada de los rayos solares y provocan cambios atmosféricos y
desequilibrio en patrones que también tienen un gran impacto sobre el
movimiento de masas, como por ejemplo el cinturón oceánico o circulación
termohalina, que distribuye y mueve enormes corrientes oceánicas a escala
global. Así que no solo aceleramos el deshielo con el calentamiento global,
sino que estamos desequilibrando capas de la superficie y capas más internas
afectando la sismicidad y, por lo tanto, el movimiento de placas y del magma
terrestre. Se ha comprobado que los terremotos también afectan al eje de
rotación de la Tierra y a su velocidad de rotación; por ejemplo, se calcula que
el terremoto de Indonesia del año 2014, que afectó la isla de Sumatra, causó que la
Tierra girara un poco más rápido acortando la duración del día en 6,9
microsegundos y que el eje de rotación se desplazara unos 7 centímetros.
Tras
leer estas cifras, creo que es importante ser conscientes de que estamos
hablando de centímetros y metros. En este sentido, el mayor desplazamiento puntual observado hasta ahora del eje de la Tierra ha sido de unos 12 metros. Quizás
puedan parecer cifras ridículas y, tal como algunos científicos indican,
inofensivas, pero seguimos sin tener un buen conocimiento de los sistemas que
hacen funcionar los patrones climáticos y que sostienen la biosfera y no
sabemos ciertamente qué consecuencias puede tener un desplazamiento que nos
parezca mínimo del eje de rotación de la Tierra, así como un pequeño aumento o
disminución de su velocidad de rotación. Tampoco sabemos qué pasaría si hubiera
un evento más catastrófico o varios seguidos de gran magnitud que provocaran
que ese desplazamiento pasara de ser de unos cuantos metros a cientos de
metros. Lo que sí vemos cada vez con más claridad es que estamos viendo cómo
los patrones atmosféricos están cambiando y cómo un cambio o desequilibrio de
un patrón puede afectar a otros patrones y sistemas sin importar lo cerca o
lejos que estén geográficamente, porque todo está entrelazado, vinculado, para
sostener la biosfera.
Relacionado con todo esto, vale la pena recordar las
declaraciones de algunos miembros de la tribu Inuit (tribu del Ártico
canadiense, Groenlandia, Siberia y Alaska) cuando hace unos cuantos años ya
alertaban del cambio de posición de la Tierra porque habían constatado que el
Sol ya no salía por el mismo lugar, que los días se volvían más calientes y que
también la Luna y las estrellas estaban situadas de forma distinta en el cielo.
Para ellos ese cambio sí que está relacionado con la supervivencia, porque
afecta sus capacidades de navegación, sus estrategias de pesca, incluso que
algunas especies que no llegaban a sus aldeas, como los osos polares, ahora sí
lo hagan. Mientras tanto, una gran mayoría de la humanidad no es consciente de
todo ello, pero algún día veremos cómo los movimientos de la Tierra,
el desplazamiento de su eje de rotación, tiene relación con la estabilidad y
salud de la biosfera, de la vida y nos encontraremos con un factor más a tener
en cuenta si queremos reequilibrar el planeta, frenar la sexta extinción masiva
y que finalmente el Antropoceno pueda llegar a ser la época donde el hombre, la
humanidad, detiene la destrucción y el abuso que está haciendo sobre la Tierra
y pone en marcha acciones basadas en el respeto, el cuidado y la limpieza y
reequilibrio de todo lo dañado.
Fuentes:
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