Publicado por David Arbizu
LA CONTAMINACIÓN LUMÍNICA
Se considera que hay dos tipos de contaminación lumínica: Un tipo es
la “contaminación lumínica astronómica”, que es la que altera la vista y
percepción del cielo nocturno, de lo que también se denomina la “bóveda
celeste” que nos rodea. El otro tipo es la “contaminación lumínica ecológica” y
se refiere a la alteración de los regímenes de luminosidad naturales en los
ecosistemas terrestres y acuáticos. En ambos casos, actualmente no tenemos un
conocimiento de toda la gama de consecuencias derivadas de esta contaminación,
especialmente de las consecuencias de la pérdida de calidad del cielo nocturno,
pero se puede pensar que para nosotros, como seres humanos, representa un
aumento del ya excesivo y antinatural distanciamiento con nuestra propia
naturaleza como especie terrestre, con toda una serie de condicionantes que
seguro que afectan nuestra calidad de vida conforme perdemos contacto con
nuestro instinto natural. Muchas tribus nativas han demostrado y siguen
demostrando la conexión natural y necesaria con el cielo nocturno, con las
estrellas, con los mensajes que la forma y distribución de esa bóveda celeste
envía y que contienen información básica para la toma de decisiones relacionadas
con el bienestar y la supervivencia. Además, perder la visión y la conciencia
del cielo nocturno perjudica y degrada nuestra comprensión de que habitamos un
planeta dentro de un sistema solar, de una galaxia y de un universo y quedamos
encerrados y limitados al mundo creado artificialmente, ya que la mayoría,
además, estamos desconectados de la naturaleza de nuestro planeta, de su vida,
de su ritmo biológico y vivimos cada día y cada noche rodeados de cemento y de esas
pantallas también llenas de luces contaminantes a todos los niveles, sin
levantar la mirada, sin elevar la vista y la conciencia a toda una luz de la
cual hemos dejado de ser conscientes pensando que la evolución se encuentra en
esa luz artificial y nociva que ha ido mermando el brillo de los astros, de las
estrellas, incluso de la luz que hay en la propia oscuridad de la noche. De
hecho, podemos decir que prácticamente solo entramos en contacto con ese cielo
luminoso cósmico a través del cine o de noticias con imágenes que se vuelvan
virales y que tengan que ver con descubrimientos científicos astronómicos.
La
contaminación lumínica coincide con el desarrollo y constante aumento de la
utilización de la luz eléctrica desde que fue descubierta por Edison en 1879.
El ser humano ha concebido y relacionado el poder de mantener zonas iluminadas
durante la noche con el concepto de bienestar y evolución, pero conforme van
apareciendo estudios e investigaciones sobre los efectos perjudiciales de la
contaminación lumínica, también se va entendiendo que se ha generado una
involución en muchos sentidos, tal como explicaré más adelante. Por poner un ejemplo:
nuestros ojos se adaptarían mejor a la oscuridad si se lo permitiéramos, ya que
junto a nuestra retina tenemos los “bastones” o “bastoncillos”, que son células
fotorreceptoras responsables de la visión en una baja condición de luminosidad,
pero que apenas les damos oportunidad de ejercer su función.
Tal como se observa en la imagen que sigue a continuación, la contaminación lumínica coincide con las zonas del planeta más desarrolladas, pero el acceso a la luz eléctrica no para de expandirse y llegar a más lugares del globo que estén habitados por el ser humano.
Al
igual que han hecho durante muchísimos años la mayoría de seres vivientes de la
Tierra, el ser humano ha ido adaptando sus procesos biológicos de acuerdo con
dos ciclos astronómicos fundamentales: la sucesión de las estaciones y la
alternancia día-noche. Junto al ser humano, muchos animales, plantas, hongos,
bacterias e incluso algunas algas, tienen en su cuerpo una hormona llamada
melatonina, que es la encargada de detectar los ciclos luz-oscuridad y las
estaciones para modular los patrones del sueño y los ritmos circadianos y
estacionales. Además, el ser humano produce esta hormona desde la glándula
pineal, una glándula que, a nivel espiritual, se relaciona con la conexión
álmica, la evolución de la conciencia del ser humano y la apertura a una
perspectiva superior de la realidad del ser, algo que también estaría
relacionado con el hecho de que se la relacione con el chacra del Tercer Ojo y,
por lo tanto, con un punto importante de conexión con la luz, de manera que una
intrusión de luz artificial y contaminante también afectará al buen
funcionamiento de esta glándula y a su producción de melatonina forzando la
adaptación del ser a procesos biológicos que puedan llevar a desequilibrios
diversos. En este sentido, se ha comprobado que, en el ser humano, la
contaminación lumínica puede alterar el sueño y provocar insomnio, diabetes,
obesidad, depresión, acelerar el envejecimiento y reducir la fertilidad.
Si
analizamos los efectos sobre otros seres vivos, efectos que en algunos casos
también incluyen al ser humano, se observa que el ciclo de luz y oscuridad, día
y noche, es un regulador influyente de la conducta, algo que se refleja en
actividades como el cortejo, la reproducción, la migración y el estrés o la
energía vital para superar situaciones de adaptabilidad y supervivencia.
En
muchos animales y plantas, la luz inadecuada también provoca desorientación y
desarrollo de conductas inapropiadas. Por ejemplo, se ha comprobado que
desorienta a las aves migratorias y a las tortugas marinas, también a los
anfibios haciendo que estén menos activos, con más estrés e incluso con más
parásitos y, consecuentemente, con más probabilidades de enfermar, algo que también
se ha observado en las aves, que sufren un aumento de la transmisión de
enfermedades. Pero los que más sufren los efectos de la contaminación lumínica
son los insectos, que en su mayoría se siente totalmente atraídos por la luz y
acaban pereciendo al chocar contra las lámparas o quemarse por el exceso de
calor. Este terrible efecto sobre los insectos afecta a muchos otros animales
que se alimentan de ellos. Algunos de estos animales, como los murciélagos, son
otros de los grandes perjudicados por el exceso artificial de luz y además son
polinizadores, así que el daño y desequilibrio provocado es enorme y de efectos
globales.
En el reino vegetal se ha comprobado, por un lado, que la
iluminación nocturna provoca que los árboles y plantas florezcan antes de
tiempo, pero, por otro lado, un estudio realizado en granjas de soja de
Illinois (Estados Unidos) demostró que la luz proveniente de las carreteras
adyacentes y de los automóviles que circulaban por ellas podía retrasar la
maduración de los cultivos hasta siete semanas y también reducir el
rendimiento.
Otro exceso de luz que es extremadamente perjudicial es el que hay
en muchas playas y costas. Hay organismos marinos, como los anfípodos, que son
pequeños crustáceos que también se sitúan en la base de la cadena trófica, cuya
actividad está totalmente relacionada con los ciclos naturales de día y noche,
de manera que durante el día se mantienen en zonas más profundas y durante la
noche salen a la superficie para desplazarse y evitar a los depredadores, pero pueden
cambiar sus desplazamientos al sentirse atraídos por la luz artificial creando
desequilibrios que afectan a todo el ecosistema al romper la cadena trófica y
afectar a otros seres que dependen de ellos para su supervivencia. También hay
estudios que han demostrado que el zooplancton vive en aguas profundas y
oscuras durante el día y migra a aguas menos profundas durante la noche para alimentarse
de algas, pero este movimiento, que se considera la mayor migración de biomasa que
se realiza en el mundo, se ve afectado por el brillo de las luces, que provocan
que el zooplancton reduzca esa actividad y que también ascienda 2 metros menos
de lo habitual, lo cual supone un desajuste para el ecosistema, un menor
consumo de algas y una mayor probabilidad de floraciones de algas que acaban
deteriorando la calidad del agua y generando problemas de salud e incluso
hipoxia y muerte de muchos animales acuáticos.
Como siempre, el desarrollo tecnológico del ser humano no va de la mano ni respeta el equilibrio de los hábitats ni de los seres vivos. Un ejemplo de ello son las luces Led, que son más eficientes y rentables que otras bombillas, pero también las que producen mayor contaminación lumínica y pueden perjudicar nuestra salud por su radiación y el tipo de luz blanca-azulada brillante que daña la retina y también afecta negativamente a la producción de melatonina. La gran iluminación que existe especialmente en las ciudades, donde se añade la construcción de enormes rascacielos cubiertos de cristales reflectantes, también representa un gran peligro para las aves, que se sienten atraídas por esas luces y reflejos durante sus vuelos y migraciones y acaban chocando con los edificios, en ocasiones al confundir el reflejo y la luz con el cielo abierto. Los científicos estiman que se producen entre cien y casi mil millones de víctimas anuales por estos accidentes, especialmente contra edificios cubiertos de cristal o iluminados por la noche.
Es necesario que desde los gobiernos e instituciones responsables se tomen medidas para reducir la contaminación lumínica, tanto a nivel de localidades y zonas concretas como a nivel global, planetario. Se debe buscar el equilibrio entre no dejar todo a oscuras y mantener la iluminación justa y bien enfocada allí donde sea necesario, sin contaminar otras zonas cercanas o lejanas, si pensamos en esa bóveda celeste de la que he hablado al principio. También hay que preservar, especialmente, los espacios naturales protegidos, todas las reservas y parques naturales, y algunas ciudades deberían tener en cuenta que están situadas en espacios que forman parte de rutas migratorias de muchas aves y que están destruyendo esas rutas y provocando una gran mortandad.
Ya existen muchas organizaciones, en muchos países, que defienden lo que llaman la "calidad de los cielos nocturnos" y también se han creado normativas que se están aplicando, en forma de leyes, para regular el uso que se hace de la luz y avanzar hacia una iluminación que sea lo menos dañina posible. Un ejemplo de campaña internacional para abrir la conciencia a los efectos negativos de la contaminación lumínica es la Iniciativa Starlight, que defiende el derecho general a la observación de las estrellas y busca involucrar a instituciones y asociaciones científicas, culturales y ciudadanas para que se enfoquen en la defensa del firmamento, de tener cielos nocturnos limpios como patrimonio de la humanidad y de todo ser vivo del planeta y como factor imprescindible de una buena calidad de vida.
El ser humano debe comprender todo el perjuicio que provoca la contaminación lumínica, que forma parte de la contaminación atmosférica, y tiene que empezar a cambiar, desde cada individuo, sus comodidades y hábitos que generan destrucción y aceleran la sexta extinción masiva y el desequilibrio de la biosfera, algo que también se acaba reflejando en los patrones climáticos, porque ese exceso de luz también representa un derroche energético con el consecuente incremento de la emisión de carbono y un aumento de los vertidos y residuos contaminantes con los que se fabrican las lámparas.
¡Ojalá tengamos las suficientes "luces" como para actuar y evolucionar hacia una iluminación en equilibrio con el ritmo natural de la biosfera, reconociendo dónde está el límite donde debemos pararnos para dejar de ser la especie destructora que somos y empezar a ser la que gestiona la tecnología para alcanzar el equilibrio, armonía y salud que se merece este planeta y todos sus seres vivos!
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