jueves, 30 de mayo de 2019

Evento del mes de mayo

Publicado por David Arbizu

LA CONTAMINACIÓN LUMÍNICA
La contaminación lumínica se describe como la alteración de la oscuridad natural del medio nocturno producida por la emisión de luz artificial generada por la actividad humana. Esta luz artificial, considerada “contaminación antropogénica”, provoca efectos negativos tanto por su intensidad, dirección y/o rangos espectrales que afectan muchos aspectos diversos de la biosfera, de la salud y equilibrio sobre el que se sostienen y regulan las formas de vida del planeta y toda relación natural entre ellas, de manera que también se puede considerar que afecta a los ecosistemas, a los patrones climáticos y a la estabilidad necesaria para el correcto funcionamiento del engranaje que mueve y condiciona la vida en la Tierra, ya que sabemos que todo está interrelacionado. Además, el proceso de dispersión de esta luz se debe a su interacción con las partículas del aire y es más intenso si existen partículas contaminantes en la atmósfera.

Se considera que hay dos tipos de contaminación lumínica: Un tipo es la “contaminación lumínica astronómica”, que es la que altera la vista y percepción del cielo nocturno, de lo que también se denomina la “bóveda celeste” que nos rodea. El otro tipo es la “contaminación lumínica ecológica” y se refiere a la alteración de los regímenes de luminosidad naturales en los ecosistemas terrestres y acuáticos. En ambos casos, actualmente no tenemos un conocimiento de toda la gama de consecuencias derivadas de esta contaminación, especialmente de las consecuencias de la pérdida de calidad del cielo nocturno, pero se puede pensar que para nosotros, como seres humanos, representa un aumento del ya excesivo y antinatural distanciamiento con nuestra propia naturaleza como especie terrestre, con toda una serie de condicionantes que seguro que afectan nuestra calidad de vida conforme perdemos contacto con nuestro instinto natural. Muchas tribus nativas han demostrado y siguen demostrando la conexión natural y necesaria con el cielo nocturno, con las estrellas, con los mensajes que la forma y distribución de esa bóveda celeste envía y que contienen información básica para la toma de decisiones relacionadas con el bienestar y la supervivencia. Además, perder la visión y la conciencia del cielo nocturno perjudica y degrada nuestra comprensión de que habitamos un planeta dentro de un sistema solar, de una galaxia y de un universo y quedamos encerrados y limitados al mundo creado artificialmente, ya que la mayoría, además, estamos desconectados de la naturaleza de nuestro planeta, de su vida, de su ritmo biológico y vivimos cada día y cada noche rodeados de cemento y de esas pantallas también llenas de luces contaminantes a todos los niveles, sin levantar la mirada, sin elevar la vista y la conciencia a toda una luz de la cual hemos dejado de ser conscientes pensando que la evolución se encuentra en esa luz artificial y nociva que ha ido mermando el brillo de los astros, de las estrellas, incluso de la luz que hay en la propia oscuridad de la noche. De hecho, podemos decir que prácticamente solo entramos en contacto con ese cielo luminoso cósmico a través del cine o de noticias con imágenes que se vuelvan virales y que tengan que ver con descubrimientos científicos astronómicos.

La contaminación lumínica coincide con el desarrollo y constante aumento de la utilización de la luz eléctrica desde que fue descubierta por Edison en 1879. El ser humano ha concebido y relacionado el poder de mantener zonas iluminadas durante la noche con el concepto de bienestar y evolución, pero conforme van apareciendo estudios e investigaciones sobre los efectos perjudiciales de la contaminación lumínica, también se va entendiendo que se ha generado una involución en muchos sentidos, tal como explicaré más adelante. Por poner un ejemplo: nuestros ojos se adaptarían mejor a la oscuridad si se lo permitiéramos, ya que junto a nuestra retina tenemos los “bastones” o “bastoncillos”, que son células fotorreceptoras responsables de la visión en una baja condición de luminosidad, pero que apenas les damos oportunidad de ejercer su función.

Tal como se observa en la imagen que sigue a continuación, la contaminación lumínica coincide con las zonas del planeta más desarrolladas, pero el acceso a la luz eléctrica no para de expandirse y llegar a más lugares del globo que estén habitados por el ser humano.


Al igual que han hecho durante muchísimos años la mayoría de seres vivientes de la Tierra, el ser humano ha ido adaptando sus procesos biológicos de acuerdo con dos ciclos astronómicos fundamentales: la sucesión de las estaciones y la alternancia día-noche. Junto al ser humano, muchos animales, plantas, hongos, bacterias e incluso algunas algas, tienen en su cuerpo una hormona llamada melatonina, que es la encargada de detectar los ciclos luz-oscuridad y las estaciones para modular los patrones del sueño y los ritmos circadianos y estacionales. Además, el ser humano produce esta hormona desde la glándula pineal, una glándula que, a nivel espiritual, se relaciona con la conexión álmica, la evolución de la conciencia del ser humano y la apertura a una perspectiva superior de la realidad del ser, algo que también estaría relacionado con el hecho de que se la relacione con el chacra del Tercer Ojo y, por lo tanto, con un punto importante de conexión con la luz, de manera que una intrusión de luz artificial y contaminante también afectará al buen funcionamiento de esta glándula y a su producción de melatonina forzando la adaptación del ser a procesos biológicos que puedan llevar a desequilibrios diversos. En este sentido, se ha comprobado que, en el ser humano, la contaminación lumínica puede alterar el sueño y provocar insomnio, diabetes, obesidad, depresión, acelerar el envejecimiento y reducir la fertilidad.

Si analizamos los efectos sobre otros seres vivos, efectos que en algunos casos también incluyen al ser humano, se observa que el ciclo de luz y oscuridad, día y noche, es un regulador influyente de la conducta, algo que se refleja en actividades como el cortejo, la reproducción, la migración y el estrés o la energía vital para superar situaciones de adaptabilidad y supervivencia.
En muchos animales y plantas, la luz inadecuada también provoca desorientación y desarrollo de conductas inapropiadas. Por ejemplo, se ha comprobado que desorienta a las aves migratorias y a las tortugas marinas, también a los anfibios haciendo que estén menos activos, con más estrés e incluso con más parásitos y, consecuentemente, con más probabilidades de enfermar, algo que también se ha observado en las aves, que sufren un aumento de la transmisión de enfermedades. Pero los que más sufren los efectos de la contaminación lumínica son los insectos, que en su mayoría se siente totalmente atraídos por la luz y acaban pereciendo al chocar contra las lámparas o quemarse por el exceso de calor. Este terrible efecto sobre los insectos afecta a muchos otros animales que se alimentan de ellos. Algunos de estos animales, como los murciélagos, son otros de los grandes perjudicados por el exceso artificial de luz y además son polinizadores, así que el daño y desequilibrio provocado es enorme y de efectos globales.

En el reino vegetal se ha comprobado, por un lado, que la iluminación nocturna provoca que los árboles y plantas florezcan antes de tiempo, pero, por otro lado, un estudio realizado en granjas de soja de Illinois (Estados Unidos) demostró que la luz proveniente de las carreteras adyacentes y de los automóviles que circulaban por ellas podía retrasar la maduración de los cultivos hasta siete semanas y también reducir el rendimiento.

Otro exceso de luz que es extremadamente perjudicial es el que hay en muchas playas y costas. Hay organismos marinos, como los anfípodos, que son pequeños crustáceos que también se sitúan en la base de la cadena trófica, cuya actividad está totalmente relacionada con los ciclos naturales de día y noche, de manera que durante el día se mantienen en zonas más profundas y durante la noche salen a la superficie para desplazarse y evitar a los depredadores, pero pueden cambiar sus desplazamientos al sentirse atraídos por la luz artificial creando desequilibrios que afectan a todo el ecosistema al romper la cadena trófica y afectar a otros seres que dependen de ellos para su supervivencia. También hay estudios que han demostrado que el zooplancton vive en aguas profundas y oscuras durante el día y migra a aguas menos profundas durante la noche para alimentarse de algas, pero este movimiento, que se considera la mayor migración de biomasa que se realiza en el mundo, se ve afectado por el brillo de las luces, que provocan que el zooplancton reduzca esa actividad y que también ascienda 2 metros menos de lo habitual, lo cual supone un desajuste para el ecosistema, un menor consumo de algas y una mayor probabilidad de floraciones de algas que acaban deteriorando la calidad del agua y generando problemas de salud e incluso hipoxia y muerte de muchos animales acuáticos.

Como siempre, el desarrollo tecnológico del ser humano no va de la mano ni respeta el equilibrio de los hábitats ni de los seres vivos. Un ejemplo de ello son las luces Led, que son más eficientes y rentables que otras bombillas, pero también las que producen mayor contaminación lumínica y pueden perjudicar nuestra salud por su radiación y el tipo de luz blanca-azulada brillante que daña la retina y también afecta negativamente a la producción de melatonina. La gran iluminación que existe especialmente en las ciudades, donde se añade la construcción de enormes rascacielos cubiertos de cristales reflectantes, también representa un gran peligro para las aves, que se sienten atraídas por esas luces y reflejos durante sus vuelos y migraciones y acaban chocando con los edificios, en ocasiones al confundir el reflejo y la luz con el cielo abierto. Los científicos estiman que se producen entre cien y casi mil millones de víctimas anuales por estos accidentes, especialmente contra edificios cubiertos de cristal o iluminados por la noche.


Es necesario que desde los gobiernos e instituciones responsables se tomen medidas para reducir la contaminación lumínica, tanto a nivel de localidades y zonas concretas como a nivel global, planetario. Se debe buscar el equilibrio entre no dejar todo a oscuras y mantener la iluminación justa y bien enfocada allí donde sea necesario, sin contaminar otras zonas cercanas o lejanas, si pensamos en esa bóveda celeste de la que he hablado al principio. También hay que preservar, especialmente, los espacios naturales protegidos, todas las reservas y parques naturales, y algunas ciudades deberían tener en cuenta que están situadas en espacios que forman parte de rutas migratorias de muchas aves y que están destruyendo esas rutas y provocando una gran mortandad.

Ya existen muchas organizaciones, en muchos países, que defienden lo que llaman la "calidad de los cielos nocturnos" y también se han creado normativas que se están aplicando, en forma de leyes, para regular el uso que se hace de la luz y avanzar hacia una iluminación que sea lo menos dañina posible. Un ejemplo de campaña internacional para abrir la conciencia a los efectos negativos de la contaminación lumínica es la Iniciativa Starlight, que defiende el derecho general a la observación de las estrellas y busca involucrar a instituciones y asociaciones científicas, culturales y ciudadanas para que se enfoquen en la defensa del firmamento, de tener cielos nocturnos limpios como patrimonio de la humanidad y de todo ser vivo del planeta y como factor imprescindible de una buena calidad de vida.


El ser humano debe comprender todo el perjuicio que provoca la contaminación lumínica, que forma parte de la contaminación atmosférica, y tiene que empezar a cambiar, desde cada individuo, sus comodidades y hábitos que generan destrucción y aceleran la sexta extinción masiva y el desequilibrio de la biosfera, algo que también se acaba reflejando en los patrones climáticos, porque ese exceso de luz también representa un derroche energético con el consecuente incremento de la emisión de carbono y un aumento de los vertidos y residuos contaminantes con los que se fabrican las lámparas.

¡Ojalá tengamos las suficientes "luces" como para actuar y evolucionar hacia una iluminación en equilibrio con el ritmo natural de la biosfera, reconociendo dónde está el límite donde debemos pararnos para dejar de ser la especie destructora que somos y empezar a ser la que gestiona la tecnología para alcanzar el equilibrio, armonía y salud que se merece este planeta y todos sus seres vivos!

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