Redactado y publicado por David Arbizu
REWILDING: LOS GRANDES BENEFICIOS DE RESILVESTRAR Y RENATURALIZAR ECOSISTEMAS DEGRADADOS
Una de las noticias impactantes publicadas durante el mes de abril
de 2021 hace referencia a que solo un 2,8% de la superficie del planeta se
mantiene con una huella humana baja, con un hábitat intacto y una mínima
pérdida de especies, algo que se define como “integridad ecológica”. Esta
integridad ecológica solo se encuentra en regiones prístinas donde no ha habido
una actividad o influencia humana que haya desequilibrado el ecosistema
provocando cambios estructurales y biológicos, dañando esa integridad. El
porcentaje estimado en estudios anteriores era de entre el 20% y el 40%, pero
no tenía en cuenta cualquier pérdida o reducción de especies, algo que ahora sí
se ha contabilizado, especialmente si tiene relación con esa influencia
antropogénica negativa como, por ejemplo, la llegada de especies invasoras fruto
de actividades humanas, aunque a veces no se califique como “impacto humano”
directo.
Frente al deterioro de ecosistemas, e incluso frente al avance de la
sexta extinción masiva, ya hace muchos años que científicos, expertos y estudiosos
de áreas naturales, de la biodiversidad y también del planeta como una entidad
dinámica, con áreas con su propia idiosincrasia, con su forma de operar
específica pero vinculadas a un equilibrio global que define a este planeta que
cada vez más personas denominan Gaia, empezaron a impulsar iniciativas que iban
más allá de las protecciones que ofrecen los parques naturales, las reservas, o
la atención enfocada en recuperar y/o preservar una especie animal o vegetal concreta.
Estas iniciativas, estudios y planteamientos se basan y dan forma al concepto
de “Rewilding”, que se podría traducir como “resilvestración”, aunque muchos artículos que tratan este tema lo denominan “reconstrucción” o
también “restauración ecológica”.
En todo caso, la meta del rewilding es
conseguir que una zona o espacio, que normalmente se considera un ecosistema,
se conserve salvaje o recupere su estado salvaje restaurando todo lo que
formaba parte del estado silvestre del lugar antes de cualquier influencia
humana. Por lo tanto, al hablar de reconstrucción o restauración, queda claro
que normalmente no se trata de un abandono súbito de un lugar para que la
naturaleza haga su curso sin ningún tipo de control o análisis de la situación
y estado de salud de cada ecosistema, sino que se estudian y deciden unas
pautas a seguir para que el rewilding sea efectivo y se pueda generar un
espacio que recupere su estado silvestre de forma equilibrada y saludable, con
una asistencia del ser humano para impulsar la recuperación facilitando que vuelva
a tener la estructura biótica y la biodiversidad que había tenido antes de la
depredación y de cualquier tipo de desajuste provocado directa o indirectamente
por el propio ser humano, pero también desde el conocimiento de que todo
espacio natural es dinámico y crea sus flujos y compensaciones frente a los
diversos efectos que van surgiendo por el simple hecho de ser un ecosistema, un
espacio vivo.
La experiencia obtenida gracias a muchas acciones realizadas en
muchas partes del mundo demuestra que se
trata de una acción compleja. De hecho, este tipo de restauración ecológica
también tiene muchos detractores, mayormente porque consideran que de algún
modo sigue siendo una intrusión sobre ecosistemas que ya han cambiado, que no
son los mismos que cuando, por ejemplo, había bisontes y lobos en esas tierras,
o cuando las ballenas llegaban a unas costas concretas para alimentarse o parir a sus crías, o cuando un tipo de ave rapaz
dominaba los cielos de un lugar y fue exterminada por cacerías realizadas durante el siglo
XIX. Estos son factores que tienen que ver con la reintroducción de especies de
animales o plantas que fueron exterminadas y pertenecían al ecosistema que se
esté evaluando, y son acciones que en muchos casos se llevan a cabo al realizar
una restauración ecológica. En este sentido, efectivamente ha habido casos con
resultados negativos, como la reintroducción de bisontes en la isla de Børnholm
(Dinamarca), donde se habían extinguido hace 10.000 años y ahora contraen un
parásito que ataca su hígado y los acaba matando, un parásito que seguramente
no estaba allí hace 10.000 años. Otro caso sobre el que alertan algunos expertos es el
de la posible reintroducción del lince europeo en Escocia, en lugares en los
que se considera que no hay linces desde la Edad Media, donde posiblemente
pueda ser útil para equilibrar el exceso de población de grandes herbívoros,
pero donde pondría en peligro especies de aves como, por ejemplo, el urogallo, que ni siquiera sabría cómo reaccionar ante un depredador que no reconoce
porque hace cientos de años que no interactúa con él.
Pero el rewilding también
puede implicar eliminar barreras físicas como presas y grandes vallados, crear
corredores para facilitar los desplazamientos de especies e incluso realizar
reforestaciones concretas o reconfigurar espacios acuáticos, como lagunas o
marismas, para que pueda haber una recuperación de los factores abióticos, que
incluyen los componentes físicos y químicos que afectan al
funcionamiento de un ecosistema, como la llegada o no de la luz solar, las
condiciones y estado de salud a nivel de nutrientes del suelo, los grados de
temperatura y humedad que se pueden sostener, e incluso la contaminación
acústica, especialmente en ecosistemas acuáticos, algo que tiene una relación
directa con otro factor importantísimo, que es la reducción y control de
cualquier gestión activa humana.
Los estudios más importantes sobre el
rewilding coinciden en que para realizar una correcta evaluación de
reconstrucción se debe tener en cuenta la reducción de cualquier producto
material que sea extraído por el ser humano, la complejidad trófica, la
dispersión o conectividad del paisaje, y la restauración de la estocasticidad
natural, que se refiere a la probabilidad de que, por puro azar, una población de
habitantes de un ecosistema concreto se vea gravemente afectada por alguna
catástrofe natural (estocasticidad ambiental) o por un vaivén demasiado marcado
de la variación habitual del número de individuos (estocasticidad demográfica).
Al
mismo tiempo que se evalúan todos estos aspectos, también hay que considerar lo
que se denomina “atributos socioeconómicos”, porque una de las metas del
rewilding también es el bienestar y mejora de la salud de los seres humanos.
Para ello es necesario que las comunidades humanas cercanas a los ecosistemas
restaurados puedan beneficiarse de ellos, por ejemplo con actividades
turísticas u otras relacionadas con el contacto con esa naturaleza que ha
recuperado su parte salvaje, mostrando los beneficios que aportan tanto la
conexión como el respeto, mostrando cómo un ecosistema equilibrado en toda su
estructura, sin abuso ni destrucción humana, es básico para reciclar y
purificar el aire, el agua, para prevenir inundaciones, para sostener la
compacidad del suelo, para contener la formación de posibles plagas de todo
tipo, para almacenar carbono y ser un elemento básico de las medidas para detener
el calentamiento global y la crisis climática y, algo de especial relevancia en
estos momentos, para mantener la distancia saludable entre la vida salvaje y la
actual forma de vida humana, una distancia que dificulta la llegada de
patógenos que puedan infectar al ser humano y provocar pandemias extremadamente
mortales.
Todo ello significa un mayor nivel de conciencia y comprensión de la
naturaleza por parte del ser humano, un equilibrio entre la forma de vida
moderna, tanto rural como urbana, y un estado de la naturaleza más salvaje que
muestra los beneficios que puede aportar y que acerca al ser humano a una
percepción del planeta como una entidad viva, donde hay cabida para una enorme
biodiversidad y sistemas diversos de los cuales sentirse orgulloso y con los
cuales se puede cohabitar desde el respeto e incluso gracias a tecnologías bien
aplicadas en busca del equilibrio más apropiado para todos los seres vivos,
incluida la propia Tierra. De hecho, varias investigaciones han concluido que
la restauración de un tercio de las áreas más degradadas del planeta lograría
almacenar carbono equivalente a la mitad de todas las emisiones de gases de efecto
invernadero emitidas desde la revolución industrial, y que, además, se
evitaría el 70% de las extinciones de especies. Esto tiene una relación
directa con el acuerdo “30x30” elaborado por el Convenio sobre Diversidad
Biológica (CDB) de la ONU, que se propuso en la Cumbre sobre Biodiversidad
celebrada el 30 de septiembre de 2020. Esta propuesta, conocida como “30x30”
implica convertir el 30% del planeta en áreas protegidas para el año 2030.
Frente
a la gestión de control continuo que se realiza en los parques naturales y
reservas, el objetivo de la restauración o reconstrucción ecológica también es dejar
que la naturaleza siga su curso, permitir que gestione los ecosistemas una vez
evaluados y llevadas a cabo las acciones consideradas necesarias para la
correcta restauración. Se ha demostrado que los lugares autorregulados son más
sostenibles a largo plazo, pero también que no se puede prever con seguridad
cómo va a responder un ecosistema a partir de un proceso de restauración,
porque son muchos los factores que determinan su funcionamiento y capacidad de
resiliencia. Por ejemplo, cada vez son más las tierras que se abandonan en todo
el mundo, y el rewilding plantea renaturalizar esos espacios para que no se
pierdan al haber sido degradados por las actividades humanas. Por ejemplo, las
grandes granjas abandonadas, donde vivían animales herbívoros domésticos, se
degradan rápidamente cuando ya no están estos animales, se llenan de matorrales
que no ayudan a la recuperación natural porque el suelo también se ha
desequilibrado, pero con la introducción de animales que pertenecían a ese
ecosistema se recupera el equilibrio del suelo, el crecimiento de plantas
propias del lugar y la llegada de otros animales que hacen prosperar la salud de la tierra y
reestablecen la cadena trófica.
Cualquier reintroducción en un ecosistema de
una especie animal o vegetal que se hubiera extinguido o que ya no vivía en ese
lugar por cualquier motivo, va a crear un desajuste, un movimiento de
aclimatación de todo el sistema a esa nueva especie. Por ejemplo, la salud del
suelo, su oxigenación y contenido de nutrientes depende en gran medida de
animales que pasan parte de su vida bajo la superficie y cazan o hacen
corredores y madrigueras subterráneas, como es el caso de muchos roedores pero
también de la mayoría de invertebrados como caracoles e insectos, y se ha
demostrado que cuando en un lugar no hay mamíferos grandes, entonces aumentan
las interacciones de las otras especies y su entorno abiótico, mejorando las
propiedades químicas y nutricionales del suelo, algo que permite el crecimiento
de plantas que saben beneficiarse de esa situación al no ser consumidas por
grandes herbívoros. Pero, por otro lado, también se ha demostrado que cuando
falta cualquier especie que forma parte de un sistema ya equilibrado, entonces
disminuyen las interacciones entre el mundo vegetal y las bacterias del suelo y
todos los componentes del ecosistema quedan menos acoplados. Por eso no se
puede obviar la importancia de los grandes herbívoros ni de los depredadores del ecosistema, pero tampoco de los carroñeros, todo forma parte de la cadena trófica y de la salud de cada
enclave natural libre.
Un ejemplo destacable de recuperación salvaje de un
amplio espacio, aunque en este caso sin la colaboración del ser humano, solo
son su abandono, lo encontramos en Chernóbil, donde ha aumentado notablemente
todo tipo de vida animal y vegetal. También hay muchos casos donde se ha
realizado la restauración siguiendo una hoja de ruta bien planificada que ha
logrado resultados muy positivos, como es el caso del delta del río Oder, en la
laguna de Szczecin, ubicada a lo largo de la costa báltica entre Alemania y
Polonia. En esta zona se han reintroducido águilas de cola blanca, bisontes y
castores, y se han desarrollado rentables negocios de turismo natural. Los investigadores
que desarrollaron la hoja de ruta explicaron que lo importante no es querer
conseguir un ecosistema idílico, sino analizar toda la situación del sistema en
la actualidad y tratar de restaurar procesos interrumpidos mientras se minimiza
la actividad humana, entendiendo que hay que permitir obrar a la dinámica
natural, a la resilvestración, y que hay resultados a corto, medio y largo plazo
que serán los que determine la propia naturaleza.
En Europa destaca el trabajo
de Rewilding Europe, una fundación independiente sin fines de lucro que se estableció
formalmente en junio del 2011 en los Países Bajos y que ha ido creciendo y
progresando para implementar el rewilding y también para concienciar a las
personas sobre la necesidad de recuperar la naturaleza salvaje, tanto para
respetarla como para reconectarse con ella desde los valores más elevados y
constructivos, consiguiendo al mismo tiempo que prosperen economías locales con
una nueva visión de futuro. En la actualidad, esta organización está trabajando principalmente en la
restauración de ocho grandes áreas, y dos de los animales más impactantes que
se están introduciendo en zonas donde se habían extinguido son el bisonte
europeo y el castor. Como todas las especies, ambas son fundamentales para el
equilibrio de los ecosistemas. El bisonte es un gran caminador que mueve la tierra a su paso y equilibra el crecimiento de los vegetales que ingiere, y el
castor es uno de los grandes “ingenieros de ecosistemas” al talar árboles y
construir presas que facilitan el flujo de los ríos, evitan inundaciones y
permiten que muchos animales se beneficien de sus construcciones. Otro animal
que se está extendiendo rápidamente es el jabalí, que mayormente no se ha
necesitado reintroducir. Estos animales también facilitan y hacen necesaria la
expansión y aumento de depredadores como el lince, el lobo y el oso, de lo
contrario se produciría un desequilibrio por un exceso de las especies que no
tuvieran depredadores directos, algo que ya está sucediendo con el jabalí y su
expansión invadiendo muchas zonas habitadas de muchos países. Al mismo tiempo,
el lobo y el oso son los animales que entran más en conflicto con los intereses
del ser humano, especialmente con los ganaderos, ya que al lince normalmente no
le gusta salir de su hábitat para cazar. Pero también cada vez llegan más noticias de
ganaderos que han encontrado formas de detener a los depredadores, muchas veces
con perros adiestrados cuya misión es que el otro animal decida no acercarse a
las zonas que ellos protegen.
Cuando un ecosistema está equilibrado, todos los
animales forman parte de su engranaje y cualquiera es imprescindible para la
existencia de un ambiente estable y con las mejores condiciones para sustentar
todas las formas de vida que contiene. Un ejemplo de ello es una noticia que
hace muchos años ya circuló por las redes sociales explicando cómo la
reintroducción de lobos en el Parque Nacional de Yellowstone (USA), en 1995,
provocó la reaparición de muchas especies vegetales que el exceso de ciervos
había llevado a su extinción. Los herbívoros cambiaron su comportamiento manteniéndose
en zonas más elevadas para evitar a los lobos, y esto facilitó que se empezara
a regenerar la vida en los valles y praderas, que se poblaran de bosques y
vegetación y consecuentemente de animales que viven gracias a esa parte del
mundo vegetal, como castores, todo tipo de roedores, reptiles, nutrias, etc.,
que a su vez facilitaron el establecimiento de sus respectivos depredadores
particulares, como algunas aves rapaces. Además, lo más significativo fue que
la recuperación de la vegetación en los valles fortaleció la compacidad del
terreno, de forma que el cauce de los ríos, que habían perdido parte de su
fuerza y flujo debido a la debilidad de las riberas, se estabilizó al
recuperarse la fuerza del suelo, facilitando la recuperación de charcas necesarias
para otras formas de vida y la estabilidad de la corriente necesaria para
muchas especies de peces y anfibios. Así que en realidad podemos decir que, en
un ecosistema natural completo, todos los animales y plantas son ingenieros del
ecosistema donde residen. Y esto también es aplicable a los ecosistemas
acuáticos, donde tenemos el ejemplo de los tiburones, comparable al de los
lobos de Yellowstone, como peces imprescindibles para el buen funcionamiento de
la biodiversidad y el equilibrio de espacios marinos. De hecho, se considera
que ver tiburones en un ecosistema es señal de su buen estado de salud.
Como
conclusión, el rewilding se tiene que observar desde su perspectiva de
regeneración y restauración con visión de futuro, con todo ese aspecto
principal de regresar a ese estado de naturaleza más salvaje que aporta
beneficios en todos los sentidos, para toda la biodiversidad, para la biosfera,
para el planeta, y que también tiene en consideración los factores
socioeconómicos para que sea implementable, para que se abra la mente del ser humano a esa posibilidad que aporta un amplio abanico de beneficios, donde
también destacan los relacionados con la salud frente a microbios, la absorción
de dióxido de carbono y el equilibrio de los patrones climáticos. También se
tiene que observar reconociendo el análisis profundo que requiere cada
ecosistema y que algunas partes de la Tierra pueden estar ya tan deterioradas y
cambiadas que la restauración no sea la solución ideal y requieran otro tipo de
acciones de recuperación y sanación. En todo caso son acertadas y celebradas
estas palabras de Frans Schepers, director general de Rewilding Europe:
“Rewilding devuelve la vida a nuestros paisajes. Nos ayuda a reconectarnos con
las maravillas de la espectacular naturaleza salvaje de Europa. Es nuestra
mejor esperanza para un futuro en el que las personas y la naturaleza no solo
coexistan, sino que prosperen”.
Fuentes:
https://science.sciencemag.org/content/364/6438/eaav5570 https://royalsocietypublishing.org/doi/full/10.1098/rstb.2017.0433 https://www.agenciasinc.es/Noticias/No-sin-los-herbivoros-cuando-ellos-faltan-sus-ecosistemas-colapsan
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