Redactado y publicado por David Arbizu
LA INFERTILIDAD DE LAS ESPECIES DEBIDO AL CALENTAMIENTO GLOBAL, UNA DE LAS CAUSAS PRINCIPALES DE LA SEXTA EXTINCIÓN MASIVA
Desde hace años, muchas investigaciones
focalizadas en la extinción de especies de todo tipo se han focalizado en lo
que se llama “temperatura letal” de una especie, que es la temperatura a partir
de la cual la especie ya no puede sobrevivir, y cómo esto provoca migraciones
forzadas, si la especie está capacitada para hacerlo y lo hace a tiempo, y reajustes
para intentar adaptarse a temperaturas demasiado elevadas para su
supervivencia, o mortandad y en algunos casos extinción.
Varios artículos
científicos publicados recientemente, durante el mes de mayo de 2021, alertan
sobre un aspecto al que no se le había dado excesiva importancia y que puede
ser más determinante que la temperatura letal, y es la temperatura, el grado de
calor a partir del cual existe un grave deterioro de las condiciones
reproductivas de una especie, algo que demuestra con rotundidad cómo el
calentamiento global afecta gravemente al funcionamiento de los sistemas
reproductivos, que este grado de calor está por debajo de la temperatura letal y que puede ser una causa determinante de extinción de especies que requiere una
atención prioritaria. Tal como señala el doctor Steven Parratt, investigador
principal de la Universidad de Liverpool: “Desgraciadamente, no tenemos forma
de saber qué organismos son fértiles hasta su temperatura letal y cuáles se
esterilizan a temperaturas más bajas. Así que muchas especies pueden tener una
vulnerabilidad oculta a las altas temperaturas que ha pasado desapercibida.
Esto dificultará la conservación, ya que podemos estar sobrestimando el
rendimiento de muchas especies a medida que el planeta se calienta”.
El estudio
publicado recientemente se realizó sobre 43 especies de moscas de la fruta, y
se pudo constatar que los machos de casi la mitad de las especies se volvían
estériles a partir de una temperatura concreta, algo que se denomina
“infertilidad térmica”. La infertilidad afecta más a los machos y antes que a
las hembras en relación con el aumento de temperatura, pero en las hembras
también se advierten disminuciones de reservas ováricas y sobre todo aumento de
riesgos durante el embarazo. Esto tiene una relación directa con otro estudio
publicado este mes que relaciona el aumento de las temperaturas con el
incremento de mortinatos, algo que se ha comprobado en varias especies de
animales y en el ser humano, porque se ha constatado que mujeres embarazadas
que estuvieron expuestas a temperaturas ambientales muy elevadas durante su
embarazo presentaban un mayor riesgo de muerte fetal.
Aunque los estudios
actuales respecto a la infertilidad térmica se centran en animales, es
lógico que también suceda lo mismo en el mundo vegetal. Para poder sobrevivir y
reproducirse, la propia inteligencia e instinto de cada especie va a generar un
tipo de respuesta concreta dependiendo de las capacidades de la especie,
incluso de su genética y su rapidez y dinamismo para realizar cualquier cambio
de aclimatación o migración. Lo que ahora se está viendo en el planeta son
grandes migraciones de especies que abandonan las zonas y ecosistemas, donde
siempre habían existido, para desplazarse a zonas más frescas y húmedas del
planeta, algo que normalmente significa un movimiento hacia los polos. Cada una
de estas migraciones está expresando un “efecto mariposa”, y es un cambio que
provoca un reajuste completo de la biodiversidad y la cadena alimenticia
global, aunque pueda parecer que solo incida sobre la zona que abandona la
especie y sobre la que ingresa.
La rapidez y efectividad de ese reajuste
necesario también dependen del estado de salud de la biosfera del planeta,
porque todo está interconectado y en plena dependencia. Con todo el deterioro
causado por el ser humano sobre la naturaleza, podemos pensar que ese
reequilibrio va a ser muy complicado y que, por el contrario, se van a crear
desajustes fenológicos, pérdida de otras especies o migraciones de otras
siguiendo a la que forma parte de su alimentación y supervivencia, además de formación de
plagas y transmisión de enfermedades, y todo ello va a seguir impulsando la
extinción masiva.
Ya hace muchos años que se investiga la pérdida de fertilidad
a altas temperaturas en todo tipo de animales, desde cerdos hasta avestruces,
pasando por peces, flores, abejas e incluso seres humanos, pero hasta ahora eran
investigaciones aisladas, sin una perspectiva global ni relacionadas con la
extinción de cada especie ni su relación con la extinción masiva. Ahora se
considera que posiblemente la mitad de las especies del planeta sean
vulnerables a la infertilidad térmica.
Normalmente los estudios se centran más
en los machos, que son los que muestran con más claridad las señales de
infertilidad. Ahora es ampliamente conocido que hay un gran aumento de
infertilidad en el género masculino del ser humano, con un deterioro y
disminución constante de la cantidad y calidad de sus espermatozoides, pero
también en el género femenino se han observados alteraciones en la ovulación y
especialmente durante el embarazo. Muchos estudios demuestran que este aumento
de la incapacidad reproductiva está relacionado con toda la contaminación que
entra en nuestros cuerpos continuamente, desde la alimentación hasta toda la
exposición diaria a sustancias químicas e incluso elementos sensoriales. Muchos productos
químicos, además de provocar enfermedades como el cáncer, perjudican nuestros
sistemas de reproducción, y cada vez está más claro todo el daño que causan los
plásticos, toda la contaminación atmosférica, la contaminación lumínica y la
acústica. A esto hay que añadirle todo el estrés que nos llega desde la forma
de vida insalubre que hemos creado en nuestras urbes, al que se añade el que nos
llega por la propia crisis climática, porque tanto instintivamente como subconscientemente
sabemos que las condiciones de vida se van a deteriorar cada vez más en todos
los sentidos, de manera que también hay que considerar todas las preocupaciones
emocionales y mentales.
Dejando a un lado al ser humano, que ha perdido su
parte de conexión con el planeta y la biosfera, y también con su propia
naturaleza como ser vivo que requiere unas condiciones que no va a poder
fabricar artificialmente, algunas especies ya están reaccionando para poder
cumplir con su instinto de reproducción, que es el que va a mantener la
existencia de la especie integrando los ajustes necesarios para llevarla a
cabo. Uno de los ejemplos más claros es el que nos muestran las tortugas, que
están cambiando sus lugares de anidación buscando zonas más frías, algo que se ha
constatado con una disminución de tortugas desovando en litorales del norte de
África, lugares hasta ahora preferidos para hacerlo, y un aumento de desoves en
playas del norte del Mediterráneo español.
Al igual
que sucede con otros reptiles, las temperaturas externas que afectan al huevo
determinan el sexo de la cría. Cuanto más elevadas son las temperaturas, mayor
es el aumento del nacimiento de hembras y menor el de machos, y esto significa
un desequilibrio para la especie con signos de extinción si no hay suficientes
machos para cumplir su parte reproductiva. Por lo tanto, existe un
discernimiento que está en la conciencia de la especie, y la hembra actúa y
decide buscar zonas más frías que no pongan en peligro su especie por falta de
nacimiento de machos; por lo tanto, se puede decir que hace lo posible para corregir los
efectos negativos del clima. Esto ha sido fácil de observar con las tortugas al
desovar en las playas, pero pueden estar haciéndolo muchas otras especies,
tanto de reptiles como de anfibios. También otras especies de animales,
mamíferos, peces y/o aves, pueden estar cambiando rutinas, hábitats o haciendo
migraciones diversas para poder mantener su nivel de apareamiento y fertilidad.
Esto
también es interesante si se analiza desde ese aspecto de toma de decisiones,
donde los individuos más líderes o atrevidos de una población son los que van a
implementar en primer lugar ese cambio para que luego esa modificación sea
integrada y adquirida por toda la población o por toda la especie, así que nos
encontramos ante un “Efecto del Mono número 100” muy interesante y demostrativo
de una inteligencia y conciencia de los seres vivos, que al menos en este caso
se podría decir que supera a la del ser humano.
La relación entre especies
también va a ser fundamental para que esos cambios sean efectivos. Por ejemplo,
si las tortugas desovan en playas con temperaturas más adecuadas pero que son
hábitats de especies que pueden devorar sus huevos o atacar a las tortugas
recién nacidas, ya sea en la arena como en el agua, el cambio no va a ser tan
positivo, pero al mismo tiempo es comprensible que el animal buscará todas las
condiciones óptimas, no solo la temperatura sino todas las características y
formas de vida del lugar para que sus huevos y los recién nacidos estén en el
menor riesgo posible.
Desgraciadamente, un riesgo que los animales evitan, pero
no siempre consiguen hacerlo, es la presencia del ser humano con su falta de
respeto y de conciencia para invadir y destruir en un momento lo que para otra
especie es el fruto de un proceso evolutivo donde se refleja la fuerza de vida de
la biosfera, del campo de energía equilibrado que forma toda la vida
interconectada con ciclos, sistemas, patrones climáticos, estaciones, etc. y
que es uno de los valores tan maravillosos de este planeta.
Como un apunte
interesante relacionado con este tema, ahora se está investigando cómo el
entorno acústico afecta al embrión, cómo la escucha transmite la información de
las condiciones externas y eso también implica cambios que afectan a su
desarrollo y nacimiento. En este sentido, Mylene
Mariette, de la Universidad de Deakin (Australia), explica: “Hemos encontrado
pruebas de que esto ocurre en las aves, donde las llamadas de los padres pueden
advertir a los embriones sobre las olas de calor o los depredadores”, y añade: “Por
ejemplo, en todos los grupos de animales que ponen huevos, como los insectos,
las ranas, los reptiles y las aves, los embriones utilizan el sonido o la
vibración para saber cuándo es el mejor momento para eclosionar. Esto sugiere
que es probable que la programación acústica del desarrollo se produzca en
muchas especies animales y en toda una serie de condiciones. Pero, hasta hace
poco, no sabíamos que ocurría”.
Así que el sonido es muy importante, es el
mensajero del mundo externo en el momento presente y también en el futuro si
los padres están advirtiendo de la llegada de posibles depredadores u olas de
calor. El feto humano también escucha los sonidos externos, y hay un estudio
interesante sobre bebés de padres chinos, que durante la gestación habían
escuchado el idioma mandarín y que justo al nacer fueron adoptados por padres
franceses, así que durante sus primeros años de vida solo escucharon francés,
pero al escuchar el mandarín eran capaces de entender la diferente entonación
semántica de ese idioma, una entonación que no tiene el francés.
Entonces, la
contaminación acústica es muy negativa para el desarrollo de las especies.
Imaginemos huevos de tortuga en una playa donde se hacen actividades con motos
de agua, o huevos de aves en bosques donde hay deforestación y tala de árboles
con sierras eléctricas y otra maquinaria pesada, o el embrión de una ballena
recibiendo todo el impacto de las ondas emitidas por los barcos que buscan
petróleo en el fondo oceánico, o todas las pruebas militares tanto en la
atmósfera, en tierra o en los océanos.
Todo forma parte de la crisis planetaria
y la sexta extinción masiva, y de momento la situación global sigue en continua
degradación debido a todo lo que significa el Antropoceno. Hace pocos días que
se ha publicado una actualización climática realizada por la Organización
Meteorológica Mundial (OMM) que indica que existe una probabilidad del 40% de
que el planeta alcance un incremento de temperatura global de 1,5ºC con
respecto a niveles preindustriales en, al menos, uno de los próximos 5 años. Si
el ser humano no cambia y esto no se detiene, ningún ser vivo, el humano
incluido, va a encontrar condiciones mínimas adecuadas para la vida y la
reproducción en ninguna parte del planeta, y si no hay posibilidad de engendrar
vida, la biosfera colapsará. Esperemos no tener que llegar a un nivel de
destrucción mucho mayor del que ya hay ahora para no sobrepasar más puntos de
inflexión de los que ya hemos sobrepasado, y que la posibilidad de reequilibrio
y de reparación sean una verdadera realidad en este espléndido planeta lleno de
vida.
Fuentes:
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