sábado, 18 de septiembre de 2021

Evento del mes de septiembre

Redactado y publicado por David Arbizu

LAS ENFERMEDADES ZOONÓTICAS 
Una zoonosis es una enfermedad o infección que se transmite de forma natural de los animales a los humanos. Los patógenos zoonóticos pueden ser bacterias, virus, parásitos o agentes no convencionales. Hay más de 200 tipos conocidos de zoonosis. Algunas enfermedades, como la provocada por virus VIH, que puede causar el SIDA, comienzan como una zoonosis pero más tarde mutan en cepas exclusivas de los humanos. Otras zoonosis pueden causar brotes recurrentes de enfermedades, como la enfermedad por el virus del Ébola y la salmonelosis. Otras, como la Covid-19 causada por el nuevo coronavirus, tienen el potencial de causar pandemias mundiales. Aunque algunas puedan parecen controladas, muchas zoonosis siguen presentes en muchas partes del planeta y podrían emerger con fuerza y expandirse, especialmente con condiciones climáticas favorables para su propagación.

Las vías de transmisión de un patógeno de un animal a un ser humano son principalmente cuatro: por contacto directo, que por ejemplo sería teniendo contacto con mucosas, heces u orina del animal infectado; por contacto indirecto, que sería al tocar zonas de sus hábitats o materiales que hayan tocado; por transmisión alimentaria, que sería al ingerir alimentos contaminados; y a través de vectores, que se refiere a otros animales, como algunas especies de mosquitos, que transmiten un agente infeccioso de un animal infectado a un ser humano o a otro animal.

Al observar las vías de transmisión, queda claro que toda intrusión del ser humano en ecosistemas o hábitats naturales y toda agresión sobre el equilibrio de la vida animal van a multiplicar la posibilidad de contraer alguna enfermedad y provocar su propagación. Por desgracia, el ser humano está acaparando y urbanizando cada vez más partes del planeta, y también está dificultando la supervivencia de muchas especies, provocando que se produzcan contactos o intrusiones porque muchos animales pierden sus hábitats y la posibilidad de encontrar alimento. Por lo tanto, muchas bacterias y virus que dentro de sus ecosistemas naturales no multiplican su peligrosidad ni realizan mutaciones pueden propagarse mediante animales que se convierten en vectores o mediante animales que pueden albergar patógenos que en su organismo cumplen funciones saludables, pero que bajo otras condiciones y en otros organismos pueden llegar a ser mortales y altamente infecciosos. Si a toda la devastación producida por el ser humano le añadimos la crisis climática, muchas zonas del planeta se van convirtiendo en caldo de cultivo para que emerjan y se expandan patógenos peligrosos.

La idea de que los factores medioambientales pueden impactar en la salud humana se puede remontar hasta los tiempos del médico griego Hipócrates, que en su tratado "Sobre Los Aires, Aguas, y Lugares" explicó cómo la salud pública dependía de un entorno limpio. Pero el ser humano ha ensuciado todo el planeta, porque ha transformado y degradado hasta romper el equilibrio natural de hábitats y ecosistemas, alterando su biodiversidad y estructura particular, creando plagas y la llegada de especies invasoras, contaminando el suelo, el aire y el agua, tanto superficial como de los acuíferos, como de los océanos, sin ser consciente de que toda esa contaminación no se va a quedar solo en ese lugar, porque tal como va quedando cada vez más claro: "Todo Está Conectado", y los movimientos de los animales, incluso sus migraciones naturales, pueden pasar a ser enormes propagaciones de patógenos que no sucederían si el ser humano no hubiera intervenido. Al mismo tiempo, los movimientos del propio ser humano y de todas sus actividades comerciales, con medios de transporte recorriendo todo el planeta, representan un sistema inmejorable de transmisión, tal como ha quedado perfectamente demostrado con la pandemia de la enfermedad Covid-19.

Es importante valorar la importancia de todos los microbios para el mantenimiento de la biosfera, para el buen funcionamiento de muchas partes del propio cuerpo, para mantener a raya posibles plagas o desequilibrios que afectarían toda la cadena alimentaria mundial. Normalmente relacionamos la palabra “microbio”, y especialmente la palabra “virus”, con enfermedades peligrosas y algo con lo que no interesa contactar, pero hay que saber que los virus son las entidades más abundantes del planeta, son los principales depredadores del mundo microbiano, y cada vez se publican más estudios científicos demostrando su importancia para la salud de todos los seres vivos, de los ecosistemas tanto terrestres como marinos, e incluso sobre el equilibrio de compuestos de la atmósfera como el carbono y el nitrógeno, siendo verdaderos reguladores de sistemas que forman parte de patrones climáticos.


El aumento de casos de zoonosis está directamente vinculado con la sexta extinción masiva, porque la transformación de hábitats, donde destaca la deforestación junto con toda la contaminación, y donde también se incluyen todos los químicos utilizados en la agricultura, toda la geoingeniería aplicada en la atmósfera, que además acaba cayendo a la superficie, todos los antibióticos que se utilizan en la ganadería y nos llegan a nosotros alterando nuestros sistemas; todo ello también es parte de la sexta extinción masiva y también es parte de un posible aumento de enfermedades en animales de explotaciones ganaderas, de un posible aumento de productos agrícolas alterados genéticamente y conteniendo sustancias nocivas que no solo nos pueden transmitir directamente enfermedades sino también provocar el debilitamiento de nuestro sistema inmunitario y que los patógenos sean cada vez más farmacorresistentes. De hecho, los investigadores advierten que la agricultura y la ganadería están asociadas a más del 50 % de las enfermedades zoonóticas que han afectado a los humanos desde 1940.

Hay enfermedades antiguas que están controladas a nivel mundial pero siguen en algunos lugares, como la peste bubónica, el sarampión o el cólera, que tienen picos de infección en zonas donde son endémicas o donde la falta de higiene, normalmente relacionada con las aguas residuales generadas por el ser humano, provoca su resurgimiento. Otras enfermedades están relacionadas con zonas climáticas y condiciones de vida del ser humano, como la enfermedad de Chagas en América Latina, que la transmite la picadura de un insecto llamado vinchuca y se calcula que provoca la muerte de unas 14.000 personas al año. Algunas enfermedades como la tuberculosis están presentes en el mundo desde hace siglos. De hecho, la tuberculosis ya está descrita en la época de los egipcios, unos 3.000 años antes de Cristo. Incluso hay cálculos que exponen que una tercera parte de la población mundial tiene tuberculosis latente, que significa que las personas están infectadas pero no desarrollan la enfermedad ni la transmiten.

Efectos del deshielo del permafrost

Otras enfermedades pueden haber quedado muy atrás en la historia del planeta, incluso sin haber llegado a ser padecidas por el ser humano. Estas enfermedades corresponden a patógenos que no conocemos pero que ahora, con el cambio climático, pueden reaparecer. En concreto, me refiero a patógenos que están enterrados y encapsulados bajo la enorme capa de hielo del permafrost. El permafrost es la capa de la corteza terrestre que está permanentemente congelada y que puede llegar prácticamente a la superficie y también hasta una profundidad que, en Siberia, llega a los 1.500 metros. Por lo tanto, se encuentra en regiones muy frías de la Tierra como son las áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Siberia, Tíbet, Noruega y en varias islas del Océano Atlántico Sur como las Islas Georgias del Sur y las Islas Sandwich del Sur.

Uno de los grandes peligros del deshielo del permafrost es la liberación de dióxido de carbono y especialmente de metano, pero también lo es la liberación de patógenos capturados en el hielo durante siglos o milenios. En 2011, dos investigadores rusos advirtieron: “Como consecuencia de la fusión del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones”. En el año 2014, en un fragmento de permafrost siberiano, se encontraron tres virus gigantes que todavía conservaban su capacidad infecciosa y tenían una antigüedad próxima a los treinta mil años. Afortunadamente se trataba de tres virus que afectaban exclusivamente a las amebas. En el año 2016, un equipo de científicos descubrió momias del siglo XVIII fallecidas a consecuencia de la viruela, una enfermedad infecciosa que en este momento se encuentra erradicada. También en el año 2016 fue noticia un brote de ántrax en Siberia. El ántrax lo provoca una bacteria y tiene una alta tasa de mortalidad. Se considera que se liberó la bacteria al quedar desenterrados huesos de animales que murieron por ántrax. Esta liberación provocó la muerte de dos personas, la hospitalización de más de 70 y la muerte de más de 2.300 renos. El problema siempre es la propagación, y se teme que alguna vez pueda suceder a través de carne infectada que pueda llegar a los consumidores a través del mercado negro de los cazadores furtivos. 
Respecto al permafrost, algunos expertos van más allá y alertan del hipotético peligro de que incluso puedan emerger virus que afectaron a otras especies de humanos extintas, como los denisovanos o los neandertales. Así que el permafrost es como un gran frigorífico que se deshiela y no sabemos realmente lo que puede contener y cómo nos puede llegar a afectar.


Aparte del Covid-19, ya hay enfermedades que podrían expandirse y convertirse en pandemias. Por ejemplo, una de las mayores amenazas actuales es la cepa H5N1 de la gripe aviar, que representa una mutación que afecta a los humanos. De hecho, la gripe española de 1918, por la que murieron entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo, es una variación del virus H1N1. Las aves son el reservorio del virus y lo pueden transmitir a través de la saliva y las secreciones nasales y fecales. La transmisión del virus a aves salvajes, junto con el movimiento de aves de granja realizado por el ser humano, ha provocado la expansión de este virus. Al igual que sucede con la peste porcina, con los enormes sacrificios de animales que se realizan cuando se detecta, también la gripe aviar provoca grandes matanzas de animales.

Otra gran amenaza tiene que ver con los patógenos transmitidos por insectos, especialmente por mosquitos y garrapatas. Conforme aumenta el calentamiento global, estos insectos están alcanzando zonas que antes eran demasiado frías para ellos. Algunas especies de mosquitos son las principales transmisoras de enfermedades como malaria, virus del Nilo Occidental y dengue, por nombrar algunas. Se sabe que las garrapatas pueden transmitir diversos tipos de fiebres hemorrágicas y la enfermedad de Lyme. También otros animales, como los roedores, son transmisores de enfermedades y pueden convertirse en verdaderas plagas por su capacidad de reproducción y de adaptación y supervivencia frente a venenos y medidas de aniquilación. Muchas de estas especies ya son plenamente urbanas, y conforme las grandes ciudades crecen y también se acentúa la marginalidad y falta de condiciones adecuadas en los barrios marginales, encuentran muchas formas de subsistencia y expansión. Así que para el ser humano cada vez aumenta más el peligro de infección por el cambio climático, por toda su invasión y abuso sobre hábitats y ecosistemas, porque con sus actividades causa insalubridad, plagas y también potencia pandemias con todos sus desplazamientos por el planeta.

Al mismo tiempo, tal como sucede con el Covid-19, el ser humano también se convierte en vector y propagador de la infección. Con la ingestión de alimentos deficientes, adulterados, genéticamente modificados, con formas de vida en localidades que son centros de deterioro de la salud, con contaminación lumínica y acústica, con la continua recepción de ondas electromagnéticas enfermizas y desequilibrantes y todo lo que forma la actividad antropogénica, los sistemas de defensa del ser humano se debilitan y el sistema inmunitario no puede reaccionar correctamente frente a ataques potentes, porque toda la crisis planetaria también es un campo de cultivo para que virus y bacterias aprendan a ser efectivos y a hacer sus mutaciones para sobrevivir, que es a lo que todo ser vivo tiene derecho en este planeta, solo que ahora todo está desequilibrado, en exceso o en defecto, por el ser humano. Y esto, una vez más, es la expresión de la sexta extinción masiva.

Aunque el ser humano exhiba esa gran falta de conciencia y amor por el planeta, por la biosfera y por todos sus seres vivos, incluyéndole a él mismo, también es capaz de desarrollar proyectos y estudios para impulsar una conciencia más elevada, un mayor conocimiento y soluciones desde una perspectiva global y de futuro frente al egocentrismo actual. Un bello ejemplo es el concepto One Health (Una Sola Salud), que se basa en este decreto: “La salud global es la suma interactiva de la salud animal, la salud ambiental y la salud humana”.

En 2008, la OMS (Organización Mundial de la Salud) fue un socio en el establecimiento de un marco estratégico para One Health con el fin de abordar los problemas mundiales de salud. One Health es una estrategia mundial para aumentar la comunicación y la colaboración interdisciplinar en el cuidado de la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, entendiendo que todas están ligadas entre sí. La plataforma One Health es una red científica de referencia que une a investigadores y expertos para comprender y prepararse mejor frente a brotes de enfermedades zoonóticas transmitidas de animales a humanos y resistencia a antibióticos, incluyendo una mejor comprensión de los factores ambientales que afectan la dinámica de las enfermedades.

Los expertos han señalado: “Nadie quiere más pandemias, pero la probabilidad de que aparezca otra es mayor que nunca”. Y añaden que si se reforesta, si se regulan los mercados de animales salvajes, entre otros, estamos contribuyendo a disminuir la probabilidad de que esos virus lleguen a los humanos. La deforestación provoca la huida de muchas especies y se ha comprobado que las que tienen mayor poder para permanecer en la zona deforestada también son la que tienen mayor capacidad de hospedar patógenos. También se ha observado cómo murciélagos, roedores y primates albergan una mayor proporción de virus zoonóticos que otros grupos. Y esto nos conduce al comercio de animales silvestres y también a los mercados de animales silvestres como un alto factor de riesgo de transmisión de enfermedades peligrosas. Dentro del comercio de animales silvestres también destacan los efectos negativos que ejerce la industria de la moda que utiliza pieles de animales, animales que en muchos casos son transmisores de enfermedades. El año pasado se vieron varios ejemplos de cómo el Covid-19 se transmitió a los visones de granjas de peletería. Se tuvieron que hacer sacrificios de millones de animales, pero también se comprobó cómo en algunas granjas los animales habían sido infectados por los humanos.

Tal como expresa Camila González Rosas, bióloga, doctora en Ciencias y docente del Centro de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Tropical de la Universidad de los Andes: “Las acciones a tomar para evitar una nueva pandemia son tan contundentes como las del cambio climático. Los virus están saliendo porque estamos haciendo cosas que no deberíamos hacer. Abusamos de la capacidad de los sistemas de ser resilientes y estamos apuntando a un límite de no retorno”.




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