Redactado y publicado por David Arbizu
Desde hace muchos años existe una gran preocupación por
las zonas muertas que se han formado y se siguen formando en los océanos, y
cómo desgraciadamente van aumentando en número y tamaño. Una zona muerta es un
área donde ha habido una reducción excesiva o completa del oxígeno en el agua, algo
que se llama hipoxia, y esto genera la muerte de la vida oceánica, la muerte
del ecosistema, tanto porque muere la vida vegetal y la vida animal que no
tiene capacidad de salir de la zona, como por la huida forzosa de las especies
con capacidad de movimiento pero que pertenecen a ese ecosistema y entonces su
marcha provoca desequilibrio y muerte.
Crédito: Jarek Kwiecinski y Andrew Babbin
A finales del año pasado, los
científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas
en inglés) publicaron un estudio junto con un atlas tridimensional en la
revista Global Biogeochemical Cycles. El nuevo atlas ofrece datos más
detallados y precisos de las zonas muertas de los océanos de la Tierra. La
imagen superior corresponde a las mediciones que se hicieron frente a
Centroamérica y norte de Sudamérica, donde se constató la gravedad de dos
amplias zonas con niveles extremos de hipoxia. En el mapa se muestran zonas de
color cobre que representan las ubicaciones con concentraciones de oxígeno
consistentemente más bajas, y zonas de color verde azulado intenso que indican
regiones sin oxígeno. La zona de Sudamérica mide alrededor de 600.000
kilómetros cúbicos, aproximadamente el volumen de agua que llenaría 240.000
millones de piscinas olímpicas. La zona frente a la costa de Centroamérica es
aproximadamente tres veces más grande.
La imagen superior muestra de forma
sencilla los pasos que provocan la formación de una zona muerta. El paso 1
dice: “Un río recoge los restos de fertilizantes de los cultivos y los arrastra
al mar”. Realmente, la llegada de restos de fertilizantes y de herbicidas que
llegan a los ríos desde las escorrentías de los campos agrícolas y acaban
desembocando en el mar es uno de los mayores impulsores de zonas muertas.
Aunque hay procesos naturales que pueden conducir a situaciones similares a las
que muestra una zona muerta, sin la acción del ser humano todo entraría en
ciclos naturales, con zonas que por su ubicación pueden pasar procesos de
debilidad para después recuperarse, y este tipo de ciclos, que también forman
parte de la salud y regeneración que requieren áreas concretas, entran en los
patrones de la biosfera de forma equilibrada. Las áreas que por su ubicación
son más proclives a sufrir estas reducciones peligrosas de oxígeno en el agua
son las que normalmente están más estancadas, como bahías, golfos o zonas donde
no hay corrientes marinas significativas para cumplir con una función de
refrescamiento, reequilibrio y regeneración.
Un área que es un ejemplo claro de
extensión y enorme devastación es todo el Mar Mediterráneo, que algunos
consideran prácticamente muerto. Quizás la zona muerta más conocida es la del
Golfo de México, frente a la costa de Estados Unidos y la desembocadura del río
Misisipi. Ambos ejemplos nos muestran todo el deterioro de la contaminación que
impulsa las zonas muertas. En el caso del Golfo de México, queda clara toda la devastación causada por todos los vertidos de la enorme
cantidad de industrias químicas y petroleras que hay al final del río Misisipi y frente a la costa, con plantas de extracción de petróleo y gas y sus
correspondientes fugas y accidentes.
El paso número 2 de la imagen dice: "El
plancton se alimenta de ellos y prolifera". Se refiere a que se alimenta de los
restos de fertilizantes y herbicidas. Todo ello provoca un gran florecimiento
de algas tóxicas y otros organismos de forma desequilibrada, como una verdadera
plaga que además no deja pasar los rayos solares que es imprescindible que
lleguen a cierta profundidad del océano para el sostenimiento de algunas formas
de vida, ya que la falta de la luz solar enferma y mata la vegetación nativa de
cada lugar.
En el paso número 3 se puede leer: "La cantidad de plancton reduce
la cantidad de oxígeno". Ese desequilibrio de floraciones superficiales
desajusta la composición del agua, que también enferma y se descompone al tener
que sostener formas de vida inadecuadas para los hábitats y ecosistemas. Tenemos
que ser conscientes de que el agua está viva y es parte vital de la biosfera,
así que el agua también enferma.
En el número 4 pone: "Los peces huyen y los
microorganismos caen al fondo". Tal como he comentado, toda forma de vida con
suficiente capacidad de movimiento se ve forzada a abandonar su hábitat por
falta de oxígeno. Y como parte del proceso, esa capa de algas y microorganismos
muere y cae al fondo del mar.
El paso número 5 indica: “La descomposición del
plancton muerto consume el oxígeno del fondo”. De esta forma la zona muerta, la
hipoxia, ya llega desde la superficie hasta el suelo oceánico. Hay que tener en
cuenta que la reducción de oxígeno en el agua provoca que los seres vivos
requieran todavía más oxígeno, y esto también está relacionado con el aumento
de las temperaturas, que provocan mayor necesidad de oxígeno. Se ha comprobado
que, ante la falta de oxígeno y situación de hipoxia, la esperanza de vida de muchos
organismos se reduce en un 74%, mientras que su requerimiento de oxígeno aumenta
un 16%.
Y el paso número 6 señala: “Algas, corales y crustáceos también
mueren”. Tal como he comentado, muere toda la vida vegetal, así como la vida animal
que además de no tener gran capacidad de movimiento no puede vivir en otro tipo
de ecosistemas que no sean los cercanos a las costas y con esas características
concretas, unas características que son indispensables para la vida no tan solo
oceánica sino para las costas, los manglares, los arrecifes, las playas y
también tierra adentro junto con los ríos, porque sabemos que “Todo está
conectado”.
El mapa superior muestra las zonas muertas del planeta, en color
rojo, y en azul las zonas donde ya existe una falta importante de oxígeno en el
agua. En el mapa ya se ve una enorme zona con déficit de oxígeno que cubre Centroamérica
y gran parte de Sudamérica, pero con las últimas mediciones y estudios
publicados se ha constatado la fuerza y expansión de zonas muertas en amplios
márgenes litorales.
Tal como he comentado, las zonas donde hay poca incidencia
de corrientes marinas son las que más fácilmente pueden convertirse en zonas
muertas, pero la actividad humana puede llegar a ser tan nefasta como para afectar
cada vez más a zonas con más movimiento de flujos marinos. Además, con la
crisis climática y el calentamiento global ya estamos siendo testigos de cómo
se debilitan muchas corrientes fundamentales para el sostenimiento de los
ciclos y patrones oceánicos y también atmosféricos. Una noticia actual, de
finales de la semana pasada, advertía de la ola de calor extrema que está
afectando las aguas oceánicas frente a Sídney (Australia), y que se había
formado una superficie de agua caliente que cubría un área de 200 kilómetros
cuadrados, pero también se detectaban altas temperaturas en las aguas más profundas
y esto ya estaba teniendo consecuencias catastróficas para la vida marina de
esos hábitats y ecosistemas.
Con este nuevo estudio y mapa realizado se espera
hacer un mayor y constante monitoreo de las zonas muertas, e intentar
concienciar de la necesidad de hacer los cambios necesarios e impulsar las áreas
protegidas para que no aumenten estas zonas sino que se puedan empezar a
regenerar. Al mismo tiempo, se lanza una advertencia seria porque ya se
detectan zonas muertas en ecosistemas de agua dulce, lejos de las contaminadas
zonas costeras, y se teme que en algún momento pudiera haber un movimiento en
cascada que desatara un desequilibrio enorme a nivel de todas las aguas y vida acuática
del planeta.
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