Redactado y publicado por David Arbizu
Sin entrar
ahora en teorías sobre el origen del Covid-19, lo que nos muestra esta pandemia
es nuestra fragilidad y toda la amenaza que el ser humano representa para la
vida en el planeta, empezando por su propia vida. La pandemia empezó a finales
de 2019, con los primeros infectados identificados en Wuhan, en China. La
Organización Mundial de la Salud la declaró una emergencia de salud pública de
importancia internacional el 30 de enero de 2020 y la reconoció como una
pandemia el 11 de marzo de 2020, cuando informó que había 4.291 muertos y 118.000
casos en 114 países. Creo que todos hemos sido conscientes, especialmente
durante el confinamiento, de cómo se expandía la pandemia a nivel global y
aumentaba el número de contagios y muertes por todo el mundo.
Con el paso del
tiempo se han ido originando varias olas de infección, así como mutaciones que
ha ido haciendo el virus, pasando por variantes más mortales y quizás menos
infecciosas y también por variantes menos mortales pero con mucho poder de
infección y expansión. Ahora nos enfrentamos a la sexta ola, con la variante Ómicron
mientras sigue infectando la variante Delta, que en principio parece más mortal
que la Ómicron, aunque los efectos menos impactantes del virus ya empiezan a
tener relación con las vacunaciones realizadas, que detienen infecciones y que,
especialmente si hay infección, esta se pueda desarrollar hacia estados muy
peligrosos para la salud e incluso hacia la muerte.
Después de su inicio en
Wuhan y su rápida expansión, empezaron las variantes y las señales que
indicaban una relación directa entre lugares con baja implementación de medidas
de protección y bajos índices de vacunación con el surgimiento de nuevas
mutaciones y puntos de inicio de esas nuevas variantes. Las variantes se
producen cuando se van acumulando mutaciones que llevan a que el código
genético del virus se aleje cada vez más respecto al virus inicial. La primera
variante desde que empezó la pandemia fue la Alpha, encontrada en el Reino
Unido hace un año, y que al poco tiempo se convirtió en la dominante. Luego
aparecieron la Gamma, registrada en Brasil, y la Delta en India, que es la que
se ha establecido como dominante en gran parte del mundo hasta la actualidad.
Cuando
apareció la variante Alpha en el Reino Unido, en Europa aún no había empezado
la vacunación. Cuando los casos empezaron a subir, apenas había arrancado la
campaña de inmunización, centrada primero en vacunar a las personas más
vulnerables y a ancianos, lo que se tradujo en una virulenta ola en gran parte
del continente. Con la variante Delta ocurrió algo similar: surgió en India
entre abril y mayo, en uno de los países más poblados del mundo que sufrió
duramente a causa del Covid-19. Y lo hizo cuando apenas un 3% de su población
estaba completamente vacunada.
En Brasil, cuando se detectó la variante Gamma,
poco más del 2% de la población tenía la pauta completa a finales de marzo,
cuando se llegaron a registrar 3.000 muertes diarias. Desde entonces, la tasa
de inmunización aumentó y ahora ronda el 65%, gracias en gran parte a un
robusto sistema de atención primaria.
Por todo esto las autoridades sanitarias
de todo el mundo hacen hincapié en la necesidad de la vacunación, ya que, según
aseguran, cuantas menos personas vacunadas, más se seguirá transmitiendo el
virus, más variantes aparecerán y más lejos se estará de acabar con la
pandemia. Además, está comprobado que se trata de un virus con un nivel de
inteligencia que significa que hace mutaciones buscando la forma de existir y
multiplicarse sin llegar a una virulencia extrema, o mortalidad, porque eso le
dejaría sin huéspedes ni posibilidad de expandirse.
La variante Ómicron, como
la Beta, ha empezado en Sudáfrica, una zona con muy poca vacunación, ya que
actualmente solo el 7% del continente africano está inmunizado, y en el caso de
Sudáfrica poco más del 25% de la población está vacunada. África muestra muchas
cosas a tener en cuenta tanto directamente con este virus como con las
condiciones de pobreza que dominan en general en el continente y todo el
abandono que recibe por parte de los otros continentes y países, que solo se
fijan en ella para hacer negocio. Aparte de ese abandono, en muchos lugares
especialmente de África hay mucha negación a recibir fármacos o tratamientos y
también muchos países cuentan con reglas y normas que dificultan la
autorización de algunas vacunas. Y junto a todo esto se suman las condiciones
que algunas vacunas requieren para que no se estropeen, normalmente a nivel de
refrigeración, y muchos países no tienen instalaciones adecuadas para tenerlas
y utilizarlas.
Así que el Covid-19 nos muestra muchas más cosas que no solo el
hecho de ser una pandemia. Nos muestra cómo hemos tratado y seguimos tratando el
planeta, y que todo ello va generando situaciones que facilitan la expansión de
enfermedades. Nos muestra que la deforestación y la invasión y destrucción de
los espacios naturales nos va a costar un precio que puede ser mucho mayor que
la devastación producida por un incendio o la entrada en zonas habitadas de
jabalíes u osos, porque sea cual sea el origen del Covid-19 lo que sí nos muestra
es el aumento de posibilidades de enfermedades zoonóticas, y que si hasta ahora
las variantes de la gripe aviar y la gripe porcina en muy pocas ocasiones
infectan al ser humano, en cualquier momento esto puede cambiar y originarse
una enfermedad incluso peor que el Covid-19. Nos muestra cómo nos tratamos
entre nosotros como humanos, cómo el nivel de atención sanitaria de cada país
responde frente a la pandemia, cómo incluso en países ricos, especialmente en
Estados Unidos, han tenido más acceso a las vacunas personas con poder
adquisitivo llegando desde otros países de Centroamérica y Sudamérica que
personas de barrios pobres y marginados, donde además existen problemas
raciales al ser barrios donde la mayoría son personas negras o de otras partes
de América. También nos muestra el despotismo y falsedad de muchos gobernantes,
como Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos. Nos muestra cómo toda la
contaminación que nos rodea, desde nuestras ciudades y entornos hasta nuestra
alimentación y forma de vida, debilita nuestros sistemas y nos enferma
dejándonos más indefensos frente a cualquier ataque vírico o bacteriológico que
al mismo tiempo potenciamos con nuestra contaminación y abuso. Nos muestra cómo
el ser humano sigue solo pensando en su bienestar y el equilibrio climático de
la zona donde reside, sin valorar la expansión de la pandemia en países pobres
como India, sin valorar las dificultades de vacunación en África, y cómo las
vacunas se distribuyen siguiendo el rango que marca la riqueza, con
laboratorios que ya empezaron sus estudios y elaboración teniendo de antemano
contratos con países ricos e igualmente iniciándose disputas entre todos por el
mayor o menor acceso a las vacunas conforme fueran siendo fabricadas. También
nos muestra el egoísmo del ser humano que sigue aprovechando cada momento de
apertura de permisos para viajar o hacer cualquier tipo de actividad lúdica sin
tener en cuenta todo el perjuicio que provoca sobre la crisis planetaria y
obviamente como forma de facilitar y expandir infecciones.
Por lo tanto, ahora las
variantes surgen principalmente de países maltratados y abusados. No hay que
olvidar que Sudáfrica ha sido un apartheid durante muchos años, con una minoría
blanca racista dominante. De igual modo, África en general representa ese abuso
del ser humano devastador pasando por encima de la naturaleza, de todos los
seres vivos y del prójimo, y una gran parte de la población está muy castigada
por hambrunas, guerras, enormes deforestaciones y contaminaciones de minas y extracciones
petrolíferas, y a todo ello se añade el surgimiento de enfermedades como el Ébola
y especialmente el Sida, que se suman a unas condiciones que han tirado abajo
el sistema inmunitario de sus habitantes. Así que es un caldo de cultivo para
nuevas mutaciones del Covid-19 y de algún modo es la respuesta a todo el abuso
recibido y que sigue habiendo.
Todo ello forma parte de la condición humana, del nivel de conciencia actual de la humanidad. La ley del libre albedrío nos conduce a las polarizaciones cuando no hay mayor cociente de luz espiritual, y las polarizaciones son aprovechadas por los dos lados sin la conciencia adecuada, potenciando y acelerando resistencias y movimientos que alejan de la inmunidad colectiva y favorecen el desarrollo de teorías conspiranoicas y de falsedades sobre las que siempre alguien va a estar haciendo negocio mientras engaña a parte de la masa. Si realmente hubiera una conciencia de unidad, de amor y hermandad en el planeta, el sujeto de la imagen inferior que está infectado no tendría ningún poder sobre los demás y el virus moriría junto con ese mismo sujeto que no está en la frecuencia del colectivo, pero hay muchos intereses para que esa persona infectada exista, para que se mantengan las polarizaciones y los conflictos, y no hay el despertar espiritual necesario. Y todo esto nos lo muestra la pandemia y cada ola que va llegando.
Las últimas noticias nos hablan de una expansión cada vez mayor de la sexta ola, de la variante Ómicron. También llegan estudios que confirman que la tercera dosis funciona y que cada vez hay más hospitalizaciones de personas mayores de 60 años que todavía no se han puesto la tercera dosis. Ya se sabe que el refuerzo reduce hasta 9 veces el riesgo de enfermar de gravedad y también que se va perdiendo la capacidad protectora de las vacunas puestas hace meses, por eso hay un gran interés en acelerar la vacunación de la tercera dosis. Tal como muestra la imagen superior, otro estudio recientemente publicado sobre la variante Ómicron detalla que crece 70 veces más rápido que la variante Delta en el tejido bronquial, en los conductos principales que van desde la tráquea hasta los pulmones, aunque una vez afectados los pulmones su crecimiento es más lento, pero todo ello siempre va a depender del estado de salud del sistema inmunológico de cada persona. Pero esta capacidad de réplica en la zona bronquial puede favorecer que las personas contagiadas infecten a otras con más facilidad. También se ha señalado que un virus muy infeccioso, aunque sea menos patógeno, puede llegar a causar una enfermedad más grave y la muerte.
Es necesaria una inmunización colectiva, pero mientras no
haya más apoyo de los países ricos a los pobres va a ser muy difícil. Aunque
algunos países o agrupaciones como la Unión Europea han hecho donaciones de
millones de dosis, muchos más millones de los donados han quedado pendientes de
distribución e incluso se han perdido por llegar a la fecha de caducidad,
porque las donaciones nunca son verdaderas y siempre conllevan acuerdos
bilaterales y compromisos relacionados con la obtención de beneficios
económicos.
Fuentes:
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