Redactado y publicado por David Arbizu
Según un informe
publicado el pasado mes de mayo (2022) por investigadores de la Oficina Meteorológica del Reino Unido, hay una
probabilidad del 50% de que entre los años 2022 y 2026 la Tierra se caliente
por encima de 1,5°C respecto a los niveles preindustriales. A pesar de que el
informe detalla que no sería un aumento sostenido sino temporal, que significa
que las temperaturas podrían volver a situarse por debajo de esos 1,5ºC, la
situación es alarmante y poco esperanzadora, del mismo modo que cualquier
estudio o conclusión no puede ser considerado concluyente porque hay una
aceleración en el agravamiento de los patrones climáticos y los desequilibrios
de los sistemas que sostienen la biosfera que supera cualquier previsión
científica. De hecho, este informe representa una actualización del último
informe de la OMM (Organización Meteorológica Mundial), en el que no se
establecía esta previsión y simplemente se seguía advirtiendo del continuo aumento de los
niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera y la necesidad de que
todos los países tomen medidas para disminuirlos.
Bajo este mismo panorama
desalentador, el pasado mes de junio dos investigadores de la Universidad de
Concordia (Canadá), H. Damon Matthews y Seth Wynes, publicaron un artículo en
la revista Science en el que declaraban: “La batalla para limitar el
calentamiento global a 1,5 grados centígrados para 2050 está condenada al
fracaso”, ya que para evitarlo las emisiones globales de carbono tendrían que
reducirse un 43% para el año 2030 y todo ello dentro de una estrategia urgente
y drástica para alcanzar el cero neto de emisiones globales, pero las emisiones
siguen aumentando año tras año en lugar de disminuir.
Estamos viendo cómo las
temperaturas alcanzan valores elevados nunca registrados en muchas partes del
planeta, con olas de calor duraderas y situaciones de sequía y déficit hídrico
sin previsiones de llegada de precipitaciones a corto plazo. La sequedad
extrema facilita la expansión y potencia de los incendios forestales, que en
muchos países ya han superado el total de superficie quemada de años
anteriores. Al mismo tiempo, hay zonas donde la llegada continua de grandes
tormentas ha provocado gravísimas inundaciones, donde tampoco hay margen de
tiempo para recuperarse del paso de una tormenta antes de que llegue la
siguiente.
A pesar de que cada vez más personas son conscientes y están
realmente preocupadas por el gran desequilibrio de los patrones climáticos,
sigue sin haber un enfoque real del problema, al igual que sigue sin haber una
conciencia global que abarque la comprensión de que todo desajuste y toda
acción inapropiada que siga impulsando el calentamiento global, se realice
donde se realice, va a acabar afectando a todo el planeta. Pero el propio planeta
nos lo muestra sin cesar, y las investigaciones científicas cada vez son más
claras y específicas demostrando cómo patrones y sistemas están interconectados.
Por ejemplo, una investigación científica publicada hace pocos días explicaba
cómo las tormentas en los trópicos pueden afectar el clima de los polos y la
aceleración del deshielo. De igual modo, sabemos que fenómenos meteorológicos
como La Niña y El Niño afectan a todo el planeta. La Niña es un fenómeno que se
considera en general de enfriamiento y que se mantiene desde al año pasado, y
las investigaciones que advierten de la llegada a los 1,5ºC en un breve plazo
de tiempo también contemplan que eso sucederá cuando se haya instaurado El Niño,
que generalmente implica aumento de temperaturas. Así que hay que observar
todos los trastornos y crisis desde el ámbito global, planetario, porque es justamente
esta falta de perspectiva la que ha provocado en gran medida todo el
desequilibrio que ahora nos muestra la biosfera y que también se expresa en la
científicamente reconocida sexta extinción masiva que está habiendo y que
también se está acelerando.
Por desgracia, los graves fenómenos meteorológicos
cada vez afectan más a la economía de muchos sectores diversos y son muchos los
informes que alertan de las pérdidas financieras irreversibles que pueden
llegar a ocasionar, así como de todo el efecto cada vez más difícil de afrontar
a nivel económico que tendrá cualquier medida importante que se aplique para
luchar contra el cambio climático conforme pase el tiempo y la situación se
vaya agravando. En este sentido destacan las palabras de los economistas de
Deutsche Bank: “Creemos que pronto
entraremos en una etapa en la que se darán cuenta de las inmensas
compensaciones económicas y personales que tendremos que hacer colectivamente
para alcanzar los objetivos climáticos acordados a nivel nacional y mundial.
Tales sacrificios pueden conmocionar a los ciudadanos y ser difíciles de
administrar en las democracias”, y también las de los economistas de JPMorgan:
“También aumenta la probabilidad de que los costos de lidiar con el cambio
climático aumenten a medida que se retrasa la acción. Y finalmente, aumenta la
probabilidad de que los cambios en el clima sean irreversibles. Es un problema
global, pero no hay una solución global a la vista”.
Tal como se señala en la
última cita del párrafo anterior: “no hay una solución global a la vista” y ni
gobiernos ni instituciones están avanzando mientras pasan los años y ya se da
por hecho que ninguna de estas grandes reuniones o cumbres que se van
celebrando año tras año va a establecer nada que signifique una verdadera
reducción de emisiones, el control de todo tipo de contaminación y de
destrucción de cualquier espacio o ecosistema, ya sea terrestre, oceánico o
atmosférico. En realidad sigue sucediendo lo contrario y las emisiones,
especialmente de metano, han seguido aumentando desde que en la conferencia
climática de la ONU celebrada en Glasgow (Escocia), en noviembre del año pasado, 110 países se adhirieron al Compromiso Global de Metano.
Mientras sigamos en un
mundo donde lo más importante sea el PIB (Producto Interior Bruto) y los
valores bursátiles, difícilmente se implementarán verdaderas políticas medioambientales
enfocadas en reequilibrar todos los desajustes provocados por la actividad
humana. Y todo ello a pesar de los muchos informes de científicos y economistas
explicando que es muy complicado mantener un crecimiento de la economía si
aumenta la deuda, la desigualdad y el daño ambiental, matizando que el daño
ambiental afecta directamente al incremento de deuda y desigualdad en todos los
niveles. Por esta razón, cada vez son más los expertos que hablan de la
necesidad de un decrecimiento, pero ahora mismo parece algo casi imposible de
planificar. Otras personas son partidarias del “crecimiento verde”, que se
supone que es lo que a nivel mundial se está intentando llevar a cabo y que en
realidad representa romper el vínculo entre el crecimiento económico (PIB) y
las emisiones de gases de efecto invernadero, pero eso no tan solo no se está
haciendo sino que cada vez se vincula y se supedita más cualquier actividad
humana y/o empresarial con la necesidad de contar con fuentes de energía que
permitan llevarla a cabo sin problema alguno. Al mismo tiempo, algunos informes
advierten del “cortoplacismo económico”, donde mandan las decisiones políticas
y económicas enfocadas en obtener beneficios rápidos impulsando el crecimiento
económico, decisiones que no contemplan el daño que puedan hacer sobre
ecosistemas, patrones climáticos o cualquier aspecto que abarque la salud y
equilibrio de la biosfera planetaria.
La imagen superior corresponde al glaciar
de La Marmolada, en los Alpes italianos. El domingo 3 de julio se derrumbó una parte del glaciar provocando la muerte de nueve personas y la desaparición
de otras tres. Desde entonces han sido noticia más derrumbes o avalanchas de
glaciares, especialmente en Kirguistán y también en el Monte Rainier, Estados
Unidos. La desaparición de los glaciares se considera un proceso irreversible,
y muchos ecosistemas y seres vivos dependen de ellos para su subsistencia. Estos
acontecimientos nos muestran la aceleración de procesos que muchos científicos
habían pronosticado que sucederían dentro de 30, 50 o más años. Uno de estos
procesos es la extinción de la vida marina, y aunque los científicos calculan
que todavía faltan más de 100 años para que se produzca, sí que consideran que
está habiendo una gran pérdida de biodiversidad en los océanos que puede
conducir a un evento de gran extinción oceánica que podría llegar a ser
comparable con la Extinción masiva del Pérmico-Triásico, conocida también como
la Gran Mortandad.
Así que de momento el Antropoceno nos muestra un ser humano
que no se responsabiliza de sus actos y no se posiciona para poder recuperar
todo el daño causado sobre el planeta, su biosfera y su biodiversidad. Todo
ello a pesar de que los estudios científicos son cada vez más contundentes y
también advierten que no existen tecnologías para revertir la situación y la
única solución es detener las emisiones, la extracción de combustibles fósiles
y todo tipo de contaminación mientras se protegen más espacios naturales y se implementan
leyes de verdadera recuperación.
Mientras he redactado este artículo, entre
España y Portugal ya han muerto más de 1.000 personas por la ola de calor, y
los incendios han arrasado miles de hectáreas, provocando muchas evacuaciones y
destruido viviendas. También las altas temperaturas y la sequía están afectando
a gran parte del resto de Europa, norte de África, Oriente Medio y sur de Asia.
Al mismo tiempo, los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania están agravando
las preocupaciones de muchos países por la recepción de fuentes de energía, y
esto ha facilitado que aumenten las extracciones de petróleo y gas y que, por
ejemplo, a pesar del rechazo de partidos ecologistas, grupos ambientalistas y
científicos, el Parlamento Europeo haya respaldado incluir la energía nuclear y
el gas dentro de la taxonomía verde, equiparando estas fuentes a las energías
renovables y favoreciendo que se destinen inversiones y ayudas al
establecimiento de centros industriales relacionados con estas fuentes de
energía. Y si observamos Estados Unidos, las últimas noticias informan de nuevos
permisos para perforaciones oceánicas en Alaska y en el Golfo de México. También
en Estados Unidos ha sido impactante una reciente noticia sobre un fallo de la
Corte Suprema que limita la autoridad de la Agencia de Protección Ambiental
para regular las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales
eléctricas que contribuyen al calentamiento global, y a todo esto hay que
añadir la reciente visita del presidente Joe Biden a Arabia Saudita para que este
país aumente la producción de petróleo.
Esperemos que la situación no se tenga
que agravar mucho más para que empiece a haber una verdadera reacción y toma de
decisiones enfocadas realmente en detener todo lo que siga impulsando el
calentamiento global y todo el desequilibrio que está provocando este momento
alarmante y catastrófico, y que el Antropoceno también pueda ser la época de un
cambio de conciencia del ser humano que muestre su capacidad de revertir todo
el daño causado y mostrar un amor y respeto por el planeta y todas sus formas
de vida, poniendo todos sus valores y avances tecnológicos al servicio del
equilibrio planetario y bajo el enfoque de su responsabilidad como la especie
del planeta que realmente tiene toda la sabiduría y conocimientos para hacerlo.
Fuentes:
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