Redactado y publicado por David Arbizu
En su artículo 1, la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)
define el cambio climático como “cambio de clima atribuido directa o indirectamente
a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera global y que se
suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo
comparables”. Otra definición de cambio climático relevante es la que aparece
en el Glosario del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático): “El cambio climático hace referencia a una variación del estado del
clima identificable (p. ej., mediante pruebas estadísticas) en las variaciones
del valor medio o en la variabilidad de sus propiedades, que persiste durante
períodos prolongados, generalmente décadas o períodos más largos”. Existe una
diferencia notable entre estas dos definiciones, ya que desde Naciones Unidas el
cambio climático se atribuye y vincula con las actividades humanas y se hace
referencia a “variabilidad natural del clima” como el cambio debido a procesos
y reajustes que se considerarían naturales dentro del funcionamiento y evolución
de la biosfera planetaria. Por otro lado, desde el IPCC se contempla que el
cambio climático puede ser impulsado y sostenido tanto por cualquier tipo de
proceso natural como por cualquier actividad antropogénica.
En todo caso, desde
ambas definiciones queda claro que no es lo mismo cambio climático que calentamiento
global, y se podría decir que el calentamiento global es un resultado posible
de un cambio climático. En la actualidad, se utiliza el término calentamiento
global para señalar el aumento sostenido de la temperatura media global en
superficie, y se expresa con valores que se relacionan con los niveles
preindustriales, anteriores a lo que llamamos Revolución Industrial. Donde sí
que encontramos una similitud, tanto si se habla de cambio climático como de
calentamiento global, es que se están usando valores planetarios, no locales o
regionales, y que es desde esa perspectiva global como se deben analizar las
variaciones de patrones, ciclos y sistemas que nos muestran que nuestro planeta
está pasando por una travesía climática complicada que a priori nos conduce, en
general, hacia una existencia con temperaturas más elevadas y trastornos
severos en forma de déficits hidrológicos que conllevan una grave situación de
sequía general.
A pesar de que el cambio climático puede ser impulsado por
motivos, procesos y reajustes naturales, actualmente no hay ninguna duda de que
el desequilibrio climático sostenido que estamos experimentando se debe a las
consecuencias de las actividades humanas y al aumento constante y progresivo de
las emisiones de gases de efecto invernadero junto con todo el envenenamiento generado
por toda la toxicidad vertida, sea cual sea su fuente, en la superficie
terrestre, en los océanos y vías fluviales y en la atmósfera. Obviamente, aquí
podríamos empezar a añadir otras causas relacionadas directamente y tan graves
como la deforestación, la captura y mortandad de todo tipo de especies de
animales y plantas, las presas y todo tipo de obstáculos artificiales que
cortan el flujo vital de ríos, de meridianos energéticos, etc. De algún modo
sería más adecuado hablar de “crisis climática global”,
porque los trastornos de los patrones y ciclos relacionados con el clima están
provocando una crisis que impacta a todos los seres vivos del planeta y que llega
a todas sus áreas, por muy alejadas que puedan estar de zonas urbanizadas y/o
afectadas por la presencia del ser humano.
De momento no hay duda de que
afrontamos un calentamiento global y que ese aumento de las temperaturas
provoca que se desarrollen eventos climáticos extremos cada vez con mayor
continuidad y virulencia. Se podría decir que este gran trastorno climático
global, esta crisis planetaria provocada por el ser humano, es lo que realmente
definiría la época que llamamos Antropoceno. El término que utiliza la
climatóloga Katharine Hayhoe para hablar de esta situación planetaria es
“rareza global”, y hace referencia a ese desequilibrio que va más allá de lo
que podría provocar un cambio climático fundamentado en procesos naturales, “biosféricos”,
siendo en realidad un cambio que demuestra cómo la actividad humana ha sido el
detonante para el final del período conocido como Holoceno, donde la
estabilidad climática planetaria permitió el desarrollo y expansión del ser
humano por todo el planeta, para dar paso al Antropoceno. Pero el problema está
en que la sociedad humana se ha construido bajo las condiciones favorables del
Holoceno y de momento no puede y/o no quiere gestionar las consecuencias del
Antropoceno para poder alcanzar de nuevo una estabilidad climática vital para
la propia supervivencia y para detener la sexta extinción masiva.
Algo que
transmite sin lugar a dudas la crisis climática es que se debe alcanzar esa
perspectiva global, y esto es algo de lo que ya son conscientes gran parte de
los expertos y científicos. Desde los patrones climáticos hasta los efectos de
las temperaturas, la humedad o la sequía y, determinantemente, el final e
inicio de las estaciones del año, todo tiene un efecto directo sobre la
biosfera, sobre las pautas que establecen las condiciones adecuadas para la
vida de todas las especies, porque todo está conectado. Haciendo una
comparación con la estabilidad climática del Holoceno, los patrones y sistemas
que dan forma a nuestra biosfera son el resultado de siglos o milenios de
evolución, y ese resultado implica que todo proceso de vida, todo proceso
ecológico, sigue un patrón marcado por una temporalidad, por un reloj
perfeccionado para encajar, conectar y cocrear lo que llamamos biosfera,
biodiversidad a nivel planetario.
Así que si se avanza la primavera o el verano
y si se retrasa el otoño o el invierno, o viceversa, los cambios sobre ese
reloj fundamental e imprescindible para sostener la vida tal como la conocemos,
dentro de los parámetros y armonía que muestran la belleza y la gran diversidad
de formas de vida que habitan la Tierra, provocan lo que llamamos desajustes
fenológicos, y si se agrava el desequilibrio estacional empieza una verdadera
remodelación de la vida que va afectando a todas las especies y,
retroactivamente, afecta también a los patrones climáticos y a las pautas
temporales básicas necesarias para el equilibrio y buen estado de salud de
nuestra biosfera.
Cada vez hay más estudios sobre el comportamiento de especies
relacionado con el cambio climático, donde los expertos observan cómo cambian,
avanzan o retroceden, los períodos de floración, de puesta de huevos, de
nacimientos, de migraciones, y a pesar de que en ocasiones solo se estudie una
especie en concreto, se observa con contundente claridad cómo todo está vinculado,
cómo el comportamiento y pautas de una especie afectan a otras y a la salud de
un ecosistema llegando a tener un efecto global. Por ejemplo, en más de la
mitad del planeta ya ha cambiado el momento en que aparecen y caen las hojas de
muchos árboles y plantas. También se ha observado que muchos peces desovan
antes, que algunas aves avanzan sus migraciones y que hay reptiles que retrasan
la llegada a sus lugares de reproducción.
El desajuste también se produce
porque cada especie responde de una forma distinta. Entonces puede parecer que el
cambio climático actual puede favorecer a algunas especies y perjudicar a
otras, pero con el tiempo todo dirige a situaciones de estrés y de dificultades
para sobrevivir. También está habiendo especies que todavía no se han visto
afectadas por los desajustes climáticos, pero sí que va cambiando sin cesar el
ecosistema en el que viven y finalmente van a ser afectadas. Este todavía es el
caso de muchos seres humanos cuya forma de vida no ha sufrido cambios incómodos
o difíciles, pero que en general sí que están viendo cómo aumentan las
catástrofes y alcanzan cada vez más zonas del planeta, preguntándose si su
lugar de residencia va a permanecer libre de inundaciones, graves sequías, huracanes
o temperaturas extremas. Tal como señala David Inouye, profesor emérito de la
Universidad de Maryland e investigador líder en fenología: “Ninguna especie
vive aislada”, así que si el ser humano no implementa verdaderas acciones para
detener el cambio climático que ha provocado, las consecuencias van a ser cada
vez más globales y van a llegar a todos los seres vivos.
La crisis climática
también tiene efectos directos sobre los sistemas económicos sobre los que se
asienta la sociedad humana. Está claro que cualquier evento climático extremo
tiene un coste económico elevado, pero también los desajustes fenológicos y la
falta de biodiversidad ya están afectando sistemas de producción de alimentos e
incluso cadenas de suministros, algo que podría conducir a una grave crisis
económica global. Actualmente se tienen en cuenta todos estos factores para
determinar la viabilidad económica de un proyecto empresarial, y esto es algo
que también tiene consecuencias globales e incluso medioambientales, porque en
los momentos actuales cualquier acción que impulse el cambio climático, por
pequeña que sea, puede provocar una aceleración de la crisis y de las situaciones
adversas y desequilibrantes.
Relacionado con todo esto, el 20 de marzo de 2023,
poco antes de publicar este artículo, salía a la luz el informe de síntesis de
la sexta evaluación sobre el cambio climático. En este informe, los científicos
del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) muestran un
panorama negativo y complicado, aunque señalan que “existen múltiples opciones
factibles y efectivas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
y adaptarse al cambio climático causado por el hombre”. Estos científicos
declaran que estas opciones están disponibles y pueden implementarse, pero por
desgracia cuesta pensar que eso se vaya a hacer teniendo en cuenta los pocos y
muchas veces nulos resultados de todas las reuniones de la Conferencia de las
Partes (COP) celebradas, donde ni tan siquiera se están obteniendo resultados
para poder cumplir el Acuerdo de París, que entró en vigor en el año 2016 estableciendo medidas para la reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero que no se han cumplido. Sería
importante que las personas que participan en estas reuniones tuvieran muy
presente el lema que marca la página Web de las Naciones Unidas en su apartado
sobre el cambio climático, un lema hermoso que seguro que la mayoría queremos
sentir y experimentar en nuestro amado planeta: “Paz, dignidad e igualdad en un
planeta sano”.
Fuentes:
Imágenes:
1ª imagen -
planeta Tierra-sequía: Imagen de Enrique (ELG21) en Pixabay
2ª imagen -
termómetro: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
3ª imagen – contaminación
industrial: Imagen de Peggychoucair en Pixabay
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