jueves, 4 de noviembre de 2021

LA CONTAMINACIÓN ACÚSTICA Y LUMÍNICA

Redactado y publicado por David Arbizu


Tanto en la definición de lo que es la contaminación acústica como la contaminación lumínica, encontramos una parte importante que hace referencia al causante, que es el ser humano, y otra que hace referencia a sus efectos, que pueden provocar trastornos de salud similares en el ser humano y también en algunos animales y plantas. Ambas contaminaciones se consideran contaminaciones antropogénicas. La contaminación acústica hace referencia al ruido, entendido como sonido excesivo y molesto, provocado por las actividades humanas que producen efectos negativos sobre la salud auditiva, física y mental de los seres vivos. La contaminación lumínica se describe como la alteración de la oscuridad natural del medio nocturno producida por la emisión de luz artificial generada por la actividad humana. Tanto la contaminación lumínica como la acústica provocan efectos negativos tanto por su intensidad, dirección o rangos espectrales y ondas que afectan muchos aspectos diversos de la biosfera, de la salud y equilibrio sobre el que se sostienen y regulan las formas de vida del planeta y toda relación natural entre ellas, de manera que también se puede considerar que afecta a los ecosistemas, a los patrones climáticos y a la estabilidad de la biosfera, ya que sabemos que todo está interrelacionado. La contaminación atmosférica favorece la contaminación lumínica porque la luz se dispersa a través de las partículas del aire, y lo hace con más intensidad si está contaminado. La contaminación acústica también tiene una relación directa con la contaminación atmosférica, ya que gran parte de su origen está en todo lo relacionado con el tráfico de vehículos de todo tipo, tanto si se mueven por tierra, mar o aire.


Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ruido es uno los factores ambientales que mayor cantidad de enfermedades provoca. Después de la contaminación atmosférica, la acústica es la segunda causa de origen ambiental que provoca más alteraciones en la salud. Tal como indicó hace más de un siglo el médico Robert Koch, que recibió el premio Nobel en 1910 por su trabajo pionero sobre la tuberculosis: “Un día, el hombre tendrá que luchar contra el ruido tan ferozmente como contra el cólera y las plagas”. Solo en Europa, el ruido causa 16.600 muertes prematuras y 72.000 hospitalizaciones al año. La mitad de la población europea sufre un ruido excesivo durante el día, y un tercio lo sufre también durante la noche. Está comprobado que, en el ser humano, la contaminación acústica causa enfermedades cardiovasculares, hipertensión, trastorno del sueño, bajo rendimiento en todos los sentidos, deterioro cognitivo, acúfenos y sordera. Algunas investigaciones también apuntan a problemas del embarazo, obesidad y diabetes. También causa trastornos psicológicos como irritabilidad, estrés, problemas de comunicación, ansiedad e incluso agresividad. La contaminación lumínica también causa la mayoría de estos problemas, destacando los relacionados con la alteración del sueño y también diabetes, obesidad, depresión, aceleración del envejecimiento y reducción de la fertilidad. Se sabe que la contaminación lumínica puede alterar la secreción de hormonas como la melatonina, algo que se relaciona con la dificultad para conciliar el sueño. También hay evidencias de que altera los hábitos alimentarios, la digestión e incluso el control de la temperatura corporal. Algunos estudios también han relacionado la continua exposición a áreas extremadamente iluminadas con casos de cáncer.

Volviendo al ruido, el problema es que parece que la sociedad en general se ha acostumbrado a soportarlo y, lo que es más grave, también a generarlo, y no hay ninguna conciencia de todo lo perjudicial que es para el ser humano y para todos los seres vivos. De hecho, en el ser humano el ruido excesivo tiene relación con la falta de reconocimiento de la verdadera realidad de sí mismo, la falta de conexión con la realidad del ser espiritual y la propia evolución, incluso de lo que significa la conexión con el planeta y todas sus formas de vida. Toda esas faltas y desconexiones provocan que el ser humano necesite rodearse de ruido porque no es capaz de vivir en el silencio ni en su propia escucha y atención. Pero al ser humano también le cuesta estar sin luz artificial y pierde la capacidad natural de sus ojos y de la sensibilidad de su cuerpo a adaptarse para poder ver lo suficiente en zonas donde hay menos luz. Muchas personas encienden la luz en momentos en que no es necesario, y en estos casos además se está generando un gasto energético que implica más emisiones de gases de efecto invernadero y otros tipos de contaminación.

Se considera que hay dos tipos de contaminación lumínica: Un tipo es la “contaminación lumínica astronómica”, que es la que altera la vista y percepción del cielo nocturno, de lo que también se denomina la “bóveda celeste” que nos rodea. El otro tipo es la “contaminación lumínica ecológica” y se refiere a la alteración de los regímenes de luminosidad naturales en los ecosistemas terrestres y acuáticos. Ambos tipos representan una desconexión tanto de la propia naturaleza como con la naturaleza, con el planeta, con la galaxia, con todo lo que pueden significar las palabras “mirar hacia arriba”, con el proceso biológico de todo ser vivo basado en dos ciclos astronómicos fundamentales como son la alternancia día-noche y la sucesión de las estaciones, con los cambios de relación con el Sol y la recepción de su luz y calor.  Antes ya he comentado las alteraciones que produce sobre la hormona melatonina, que es la encargada de detectar los ciclos luz-oscuridad y las estaciones para modular los patrones del sueño y los ritmos circadianos y estacionales. Además, el ser humano produce esta hormona desde la glándula pineal, una glándula de gran importancia en el proceso evolutivo y crecimiento espiritual del ser humano que además tiene una relación directa con el chacra del Tercer Ojo y, por lo tanto, con un punto importante de conexión con la luz, con un punto de visión elevada y de proyección del pensamiento, de manera que una intrusión de luz artificial y contaminante tendrá muchos aspectos negativos para nuestra evolución.


En las grandes ciudades, con todas sus zonas industriales rodeándolas, servicios ferroviarios, aeropuertos y enormes carreteras y autopistas es donde encontramos los grandes excesos de contaminación lumínica y acústica, donde destaca toda la enorme iluminación de edificios y calles. Por desgracia, a veces la tecnología empeora estas situaciones, y hace tiempo que se ha comprobado que las lámparas LED son mucho más contaminantes y emiten más luz azul, cuya emisión además no se detecta si no es por satélite. Actualmente la contaminación lumínica está aumentando en Asia, América del Sur, Oceanía y África, como continentes cuyo desarrollo implica la instalación de electricidad en zonas donde antes no la había. En general, hay muchas personas que apenas salen de su ciudad durante su vida y no contactan con la naturaleza, y se dice que, por un lado, están viviendo en un crepúsculo perpetuo, y por otro, escuchando toda su vida unos tonos insalubres cuyas ondas provocan un acondicionamiento que les aparta de su realidad y les hace vivir una vida más robotizada.

Las peores ciudades en el mundo en cuanto contaminación acústica incluyen a Delhi, Bombay y Pekín en Asia, El Cairo en África, Estambul, Barcelona y París en Europa, y Ciudad de México y Buenos Aires en América Latina. España es el país de Europa con mayores índices de ruido y el segundo del mundo, después de Japón.

Antes de pasar a hablar de los efectos sobre los animales, podemos imaginarlos viendo las dos imágenes que muestran la contaminación acústica y lumínica de las ciudades o zonas habitadas por el ser humano. En la imagen superior podemos imaginar toda la desorientación de las aves al ver toda esa iluminación sobre edificios de cristal, también la de peces que necesitan de la oscuridad para moverse en zonas que de lo contrario son demasiado inseguras para ellos o no cumplen con lo que sus ciclos de vida necesitan. En la imagen inferior podemos imaginar todo ese ruido del atasco, toda la contaminación atmosférica, todos los pensamientos de los conductores atrapados siendo alterados por ese ruido y gases. Se ha comprobado que el ruido en los centros urbanos provoca que las aves canten a una frecuencia más alta para que sus mensajes y llamadas puedan ser oídos por otras aves.

Por lo tanto, los efectos de estas contaminaciones sobre los animales y sobre la biodiversidad son extremadamente perjudiciales, ya que los organismos del planeta han evolucionado bajo la influencia de los ciclos diurnos y nocturnos, y la alteración artificial de los niveles de luz y sonido perturba esos ciclos vitales. Además, se calcula que en torno al 30% de los vertebrados y más del 60% de los invertebrados son nocturnos, así que son muchos los animales que son más activos durante la noche, que pueden ver en esa oscuridad para la que están preparados, que aprovechan para evitar a sus depredadores y al mismo tiempo también para cazar, para conectar con otros de su especie, para reproducirse, para desplazarse. En estos casos, parece que la contaminación lumínica puede ser la más perjudicial, a no ser que sean animales que vivan cerca de lugares habitados por el hombre, pero la contaminación acústica también se desplaza por el aire, tal como sucede desde grandes zonas industriales o mineras que pueden estar funcionando las 24 horas. Pero donde encontramos la gran capacidad destructiva de la contaminación acústica es en medios acuáticos, ya que el sonido viaja lejos y rápidamente bajo el agua.


Vamos a observar las imágenes superiores como ejemplos: La imagen superior izquierda corresponde a algo que todos conocemos, y se refiere a todos los graves efectos del ruido de barcos, radares, actividades de explotación de petróleo y gas, pruebas de sonar militares o trabajos de construcción en alta mar. Esta contaminación afecta mucho a los cetáceos pero también a muchas otras especies marinas. Todas dependen principalmente de su audición para sobrevivir, y aquí se incluye la necesidad de comunicación, de encontrar comida, de posicionamiento y saber desplazarse hacia los lugares deseados, de evitar a los depredadores, de encontrar parejas e incluso, en el caso de bancos de peces, de poder mantener la cohesión y coordinación como forma de protegerse, porque se ha comprobado que el ruido los desequilibra haciendo que cambien su comportamiento y se vuelvan menos cohesivos y coordinados. Continuamente ocurren enormes varamientos de cetáceos, y muchas veces están relacionados con pruebas o ejercicios militares o de exploración y búsqueda de pozos submarinos de petróleo y gas. Algo que también se ha comprobado es que, debido al ruido antropogénico, algunos ecosistemas se han vuelto más silenciosos de lo que naturalmente eran, y el sonido de los ecosistemas es básico para la orientación de muchas especies, que lo pueden detectar y saber hacia dónde dirigirse.

La imagen superior derecha corresponde a tortugas marinas dirigiéndose al océano después de nacer. Se ha comprobado cómo la contaminación lumínica puede despistarlas y perder su orientación y no dirigirse hacia el agua, algo que facilita que puedan ser víctimas de sus depredadores o que acaben deshidratadas y perdidas.

La imagen inferior izquierda corresponde a una luciérnaga y sirve como ejemplo de los efectos sobre los insectos. Algunos expertos han dicho que la contaminación lumínica es como un pesticida más en la práctica, y es uno de los factores más importantes de la llamada “apocalipsis de los insectos”. La falta de insectos tiene una relación directa con la polinización, pero también con la cadena alimentaria global. Además, al sentirse atraídos hacia la luz artificial, también provocan que sus depredadores tengan que salir de sus hábitats y acercarse a las poblaciones humanas. Esto supone un “factor de riesgo adicional” tanto para los animales como para la salud humana, ya que pueden ocasionar “plagas o enfermedades”. En el caso de las luciérnagas, la contaminación lumínica implica casi su extinción, ya que la función de la luz que ellas producen es la búsqueda de pareja y la comunicación. Tal como explica un experto, los insectos viven muy poco tiempo, así que cualquier interferencia artificial perjudica que puedan alimentarse y reproducirse tal como deberían.

En la imagen inferior derecha vemos una pardela cenicienta. Las pardelas son aves marinas. La contaminación lumínica las aturde y despista, provocando deslumbramientos, choques y caídas que pueden llegar a ser mortales. Esto también sucede en ciudades por las que pasan aves migratorias, como Nueva York, donde cada año se registran cientos de muertes de aves que chocan contra sus edificios de cristal. Otro desequilibrio provocado por la contaminación acústica es que las aves se han hecho urbanas porque están más protegidas frente a depredadores que no se acercan por el ruido, pero han perdido parte de su genética e incluso de su función dentro del equilibrio de la biodiversidad si, por ejemplo, cumplían con misiones como esparcir semillas o comer algún tipo de insecto concreto para mantener el equilibrio y no generar plagas.

Estas contaminaciones también afectan a los llamados animales de granja. Se ha demostrado que la contaminación acústica, y el estrés que produce, reduce el consumo de alimento del ganado y que las vacas produzcan menos leche. Pero el hombre también la aprovecha para que algunos animales estén siempre comiendo con luces encendidas y crezcan más rápido, algo que provoca una ganadería que en general está completamente enferma.

Aparte de ser el generador de estas contaminaciones, el ser humano las potencia continuamente debido a su bajo nivel de conciencia. Por ejemplo, todos los barcos cargados de turistas para ver ballenas y delfines están devastando muchas zonas y ecosistemas mientras perjudican gravemente la salud y vida de esos animales. También, por ejemplo, la construcción del túnel submarino de 1 kilómetro en Fukushima para poder liberar el agua contaminada en el océano provocará una contaminación acústica terrible. También podemos imaginar toda la contaminación acústica de los cables submarinos, algunos llevando electricidad, otros petróleo y gas, porque generan ondas acústicas continuamente. Y también la instalación y funcionamiento de molinos de viento en el mar para generar energía eólica es un gran contaminante acústico.

El ser humano es incapaz de valorar que, aunque crea que a él no le perjudican, las luces o los ruidos tampoco van a perjudicar a otros seres, cuando está demostrado que la mayoría de animales tienen unas capacidades sensoriales superiores a las nuestras. Aquí también entrarían nuestras mascotas, que también sufren todos estos efectos negativos. Y aunque no haya hablado del mundo vegetal, por supuesto que las plantas son sensibles a la luz y al ruido. De hecho, para ellas la noche es vital para compensar toda la fotosíntesis realizada durante el día, y también está comprobado cómo una música agradable y equilibrada favorece su salud mientras que el ruido o músicas agresivas las perjudica.

Quiero finalizar diciendo que también hay en marcha muchos proyectos para reducir la contaminación lumínica y acústica. En muchas localidades de Francia se ha establecido un apagado de alumbrado total o parcial desde las 11 o 12 de la noche hasta las 6 de la mañana. En Canarias y otras zonas costeras también se implementan campañas para que se apaguen las luces cuando se sabe que va a haber migraciones de aves.

También se está avanzando en el ámbito de la arquitectura para construir buscando atenuar el ruido o incluso modificarlo utilizando los espacios y materiales para que se genere un sonido saludable y al mismo tiempo provocando la absorción del ruido perjudicial. Esto se está empezando a aplicar tanto en nuevos edificios como en espacios públicos. Está claro que cada vez se publicarán más estudios sobre estas contaminaciones antropogénicas tan extendidas por el planeta, así como soluciones como las que acabo de nombrar, pero las soluciones no pueden ser solo para el bienestar del ser humano, para que una luz o un sonido sean menos molestos en una zona habitada sin tener en cuenta todo el nivel perceptivo superior al nuestro de la mayoría de animales y plantas. Esperemos que el desarrollo tecnológico actúe en esta ocasión con ese nivel de conciencia por todo ser vivo y no solo enfocado en nosotros mismos y/o buscando simplemente y principalmente nuevas formas de hacer negocio.

 





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