Redactado y publicado por David Arbizu
El término microplástico se utiliza habitualmente para describir
las partículas de plástico de un tamaño inferior a los 5 milímetros. Los
residuos plásticos que genera el ser humano se van fragmentando y desmenuzando
en partes cada vez más pequeñas al quedar expuestos a la luz solar, el viento,
la lluvia y otros fenómenos ambientales. Debido a la baja densidad del
plástico, el viento puede levantar fácilmente tales fragmentos y transportarlos
por todo el planeta. De esta forma, aparte de todos los que llegan a los flujos
de agua a partir de nuestras aguas residuales y de todos los vertidos y
acumulaciones de basura, el aire los transporta haciéndolos llegar tanto a las
pocas zonas naturales prístinas que quedan en el planeta como a todas las
poblaciones humanas. La observación de microplásticos se remonta a la década de
1970, y las diversas y actuales investigaciones realizadas en los lugares más
recónditos del planeta han encontrado restos de plásticos de diversos tamaños,
y especialmente microplásticos, desde remotas zonas del Ártico y de la
Antártida hasta las más profundas fosas marinas. Se podría afirmar que no hay
zona del planeta donde no exista una huella de la contaminación plástica
provocada por el ser humano. Según un estudio científico, el 83% de las
muestras de agua de grifo de una docena de países están contaminadas con
microplásticos, pero si se hiciera un verdadero estudio a nivel global, se
descubriría que en casi todos los países del mundo se encontrarían
microplásticos en el agua del grifo.
Cada año se fabrican 400 millones de
toneladas de plástico, cantidad que previsiblemente se habrá duplicado con
creces en 2050. Aunque se paralizase inmediatamente toda
la producción, la enorme cantidad de plástico acumulada en los vertederos y
esparcida por el ambiente, que se calcula que puede ser de unos 5.000 millones
de toneladas, seguiría desintegrándose en fragmentos minúsculos que son
imposibles de recoger y limpiar. Esto significa que se elevarán de forma
incesante los niveles de microplásticos, ya que se calcula que en muchos casos
podrían necesitar siglos para desintegrarse.
Algunos tipos de microplásticos,
también llamados microesferas de plástico, se utilizan en la fabricación de
muchos productos que consumimos habitualmente. Están presentes en multitud de productos
de higiene como cremas exfoliantes, pastas dentífricas, jabones, detergentes,
agentes limpiadores y protectores solares, y también en las fibras sintéticas
de la ropa. Además, estos plásticos tienen la capacidad de atraer sustancias
químicas y de liberarlas.
Algo que se ha comprobado y puede ser muy perjudicial es que muchos envases de
plástico alimentario desprenden gran cantidad de microplásticos en el agua
caliente. Por ejemplo, se han detectado microplásticos en las bolsitas del té,
y también desprenden microplásticos los hervidores y los biberones. Si los
padres preparan la leche en polvo con agua caliente agitándola en una botella
de plástico, el bebé puede llegar a ingerir enormes cantidades de partículas de
microplásticos.
Un estudio realizado recientemente expone que hay casi 24
millones y medio de piezas de microplásticos en las aguas superficiales de los
océanos, con un peso que podría llegar a las 578.000 toneladas, o el
equivalente a aproximadamente 30.000 millones de botellas de agua de plástico
de medio litro, y estas cifras irán aumentando. Al mismo
tiempo, se van descubriendo otras fuentes de microplásticos, como las briznas
arrancadas de los neumáticos de los vehículos por el asfalto y especialmente
todas las microfibras sintéticas que se desprenden de la ropa. Está claro que
estas partículas son arrastradas por el viento que circula entre el mar y la
tierra, así que todos los seres vivos del planeta acabamos inhalando o
ingiriendo plástico de cualquier fuente.
Los microplásticos influyen en el
clima terrestre al circular por la atmósfera. Y al igual que otros aerosoles,
tanto naturales como sintéticos, los microplásticos atmosféricos parecen tener
un efecto general moderado de enfriamiento, ya que pueden reflejar la luz
solar. La investigación de sus efectos no es fácil porque están compuestos de
varios materiales y presentan una amplia variedad de tamaños y formas. También
se ha comprobado que, a medida que los microplásticos se acumulan en la
superficie terrestre, en los suelos y subsuelos, modifican sus propiedades, lo
que puede influir en el escurrimiento del agua, la erosión y la pérdida de
compacidad del terreno, favoreciendo fisuras, desprendimientos, contaminación y
falta de absorción de humedad y lluvias. En las capas superficiales de los
mares y océanos también pueden dificultar un correcto reflejo de los rayos
solares y contaminar las aguas con sus componentes químicos, tintes y
materiales que en muchos casos son derivados del petróleo o fabricados con
restos de residuos prensados que son muy tóxicos y que en cantidades mayores
serían mortales.
Al igual que se han encontrado por todo el planeta, también se
han encontrado en el cuerpo de la mayoría de seres vivos estudiados. Si
hablamos del ser humano, muchos alimentos que ingerimos contienen
microplásticos. Se han detectado en la sal de mesa, en pescados y mariscos y
también en vegetales. Según Albert Koelmans, ambientólogo de la Universidad de
Wageningen (Países Bajos), podríamos ingerir entre pocas docenas y más de
100.000 pedacitos de ellos cada día, y durante un año una persona podría llegar
a ingerir la masa equivalente a una tarjeta de crédito.
También ingerimos
microplásticos al beber bebidas y al respirar. Existe una gran preocupación por
la ingestión desde el aire, y en este caso se habla de nanoplásticos, que son
microplásticos de tamaño microscópico que llegan a los pulmones y pueden
penetrar en las células y los tejidos del cuerpo alterando su actividad,
creando rechazo e irritación y pudiendo provocar enfermedades no tan solo por
esa invasión sino por la emisión de toda la toxicidad que conllevan, ya que los
fabricantes de plástico incorporan plastificantes, estabilizantes, pigmentos y
sustancias peligrosas que, entre otros efectos, interfieren el sistema
endocrino y crean trastornos hormonales. Se considera que si son lo bastante
pequeños para penetrar en las células y los tejidos, podría suceder lo mismo
que cuando se inhalan finísimas fibras de amianto, que inflaman el tejido
pulmonar y acaban provocando cáncer. También se han detectado microplásticos en
placentas, así que incluso los fetos pueden verse afectados por ellos.
La
mayoría de los estudios de sus efectos sobre animales se han centrado en la
fauna marina. Sabemos que en muchas ocasiones se han encontrado enormes
cantidades de plástico en los estómagos de ballenas y cetáceos varados en las
costas, y esto se debe a plásticos de gran tamaño, pero relacionado con la
ingestión de microplásticos se ha observado un menor crecimiento de los
individuos, menor capacidad reproductiva e incluso que algunas especies vivían
menos, porque los animales también se ven afectados por toda la toxicidad de
los microplásticos. En el caso de animales de menor tamaño, se ha comprobado
que no consumen el alimento nutritivo suficiente para vivir si han ingerido
muchos microplásticos que hayan acabado adheridos a sus estómagos o intestinos.
La
imagen superior corresponde a una cría de tortuga capturada en Hawái, y en la
imagen pueden verse todos los microplásticos que ya tenía en su estómago. La
imagen inferior muestra una clasificación de micro y nanoplásticos realizada en
un laboratorio. Otro estudio ha demostrado cómo incluso el zooplancton crece y
se reproduce mucho menos cuando hay microplásticos, que también llega a
ingerir. Esto también se ha demostrado en pruebas realizadas con ratones, donde
se observó inflamación del hígado y del intestino delgado, disminución de
espermatozoides y nacimiento de crías más pequeñas y débiles.
También se han
detectado microplásticos en especies vegetales, que pueden capturarlos del
suelo al crecer, tanto desde sus raíces como sus tallos y troncos. En este
caso, los microplásticos podrían ser más tóxicos para unas especies que para
otras, pudiendo alterar ecosistemas y favorecer la multiplicación de especies
invasoras. También pueden favorecer el crecimiento de especies que se
beneficien de la falta de compacidad del terreno provocada por los
microplásticos al poder desarrollar con más fuerza sus raíces, pero este mismo
efecto puede perjudicar a muchas otras especies autóctonas preparadas, por
ejemplo, para terrenos más compactos y con condiciones concretas que favorecen
su existencia y el equilibrio del ecosistema al que pertenecen.
Así que podemos
ver con claridad todo el desequilibrio y daño que causan los plásticos y
concretamente los microplásticos, y que son algo a tener muy en cuenta dentro
de la lucha contra el cambio climático y a favor de la recuperación del
equilibrio de la biosfera junto con la detención de la sexta extinción masiva.
Fuentes:
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